13
—¿Qué es esto? —preguntó Taehyung con suma curiosidad, meneando una hoja blanca al aire como si se tratara de una bandera. Su mentora sonrió con cinismo.
—Es la nueva dieta que debes seguir. El doctor ha dicho que estás unos cuantos kilos encima de lo normal —contestó, dándole una mirada de pies a cabeza—. Ya se me hacía que tu uniforme se veía algo extraño.
Taehyung se miró en el espejo con un puchero, detallando su abdomen. Él lo veía muy normal, pero quizá fue por la presión que terminó pensando que sus mejillas sí estaban algo hinchadas.
—¿Estoy gordo? —inquirió.
—Quizá solo un poco, pero debes mantenerte en tu peso usual para evitar que tu piel se dañe con estrías —expresó la mujer chuzando su estómago con la regla—. Basta de mimos y postres. Seguirás esta dieta al pie de la letra. Y apúrate, tu profesora de español te está esperando.
Taehyung miró la hoja con asco, repasándola y preguntándose si los nombres de algunas cosas que se ponían allí eran vegetales o algún tipo de veneno para ratas. La señora Sook rio antes de salir de su cuarto y de solo leer que no podría comer nada de dulces el estómago le rugió en protesta.
—¿Entonces estoy gordo?
Soltó un suspiro lastimero antes de caminar por los pasillos de su mansión hasta la habitación que se usaba para sus clases de idioma.
Al menos esa era la única clase que no le desagradaba del todo. Su maestra Helena era divertida y tenía su flow; además le gustaba las canciones que ponía de vez en cuando en su celular, aunque no entendía el shaky shaky, el krippy kush, el hula hoo, del despacito ito bito rito y las melodías que ella definía como la mierda del momento.
La exótica y bella maestra latina, con la piel algo morena pero sin dejar de ser clara, le esperaba pacientemente mientras tamborileaba los dedos sobre el escritorio.
—Oh, Taehyung, ¡buenos días! —saludó al verlo—. ¿Cómo te sientes hoy?
—De la shingada.
—No, no, chingada. Pronuncia más fuerte la primera letra.
—¡Lo intento! —exclamó él con exasperación—. ¿Ha traído más malas palabras para mí en español?
—¡Sh! —Su maestra le enseñó una hoja llena de hileras de palabras—. No lo digas en voz alta o me despedirán y ahí sí alv.
—¿Alv?
—Ya me entenderás, pequeño. Por cierto, del centro de idiomas me comentaron que tu padre ha pedido un profesor ruso para ti. ¡Enhorabuena! Ahora serán cinco idiomas.
—Muero de alegría.
♥
Seokjin hizo una mueca mientras veía la facilidad con la que Jungkook destapaba la botella de cerveza con la cornisa de la ventana. Ese chico era bueno en todo lo que hacía y además tenía mañas extrañas, a las que llamaba técnicas de supervivencia.
Se la tendió con una pequeña sonrisa.
—No deberías tomar tan temprano, hyung. Apenas son las diez de la mañana.
—Lo necesito —expresó el mayor antes de darle un largo trago. El pelinegro no pudo evitar mirarlo con preocupación.
Seokjin se veía algo más pálido de lo normal; tenía enormes ojeras bajo sus ojos, los cuales carecían de aquel brillo cálido y gentil que lo caracterizaba. Podía decir que incluso estaba más delgado desde la última que se vieron, que había sido solo hace tres días.
—¿Estás bien, hyung? —preguntó en voz baja.
—Es lo que trato de hacerme creer. —Seokjin no le miró. Sus ojos estaban fijos en sus zapatos deportivos; se sentía tan cansado y fatigado, una sensación tan desesperante que prefería sacudir la cabeza y hacer como si todo estuviera en orden—. Yo... No he podido dormir bien. He tenido algunas... Pesadillas.
Jungkook asintió en silencio, no queriendo interrumpirle diciéndole que estaba bien, pues él parecía querer decir algo más. Le preocupaba; es decir, llevaban poco más de dos o tres semanas hablando casualmente, pero Seokjin estuvo allí como un hermano mayor para abrazarle mientras lloraba por la muerte de Yugyeom. Había insistido muchas veces en que fuera a visitar su tumba, inlcuso si el menor aún no se sentía preparado.
—Yo... Vi morir a mi madre, ¿sabes? —murmuró en voz baja. Estaban en el pequeño apartamento de Jungkook, refugiándose del mal clima que hacía. Llovía a cántaros, como si el cielo fuese a caerse en cualquier momento—. Es una imagen que tengo vívida en mi memoria y... aún me perturba. Pienso que pude hacer algo y... no lo hice.
El azabache no sabía si preguntar al respecto o solo dejar que soltara lo que quisiera decir. A pesar de que estaba en una guerra campal con su mamá ahora mismo, él no podía imaginarse aquello en absoluto. De solo pensarlo se le aguaban los ojos y ver a Seokjin atragantarse con la cerveza para no llorar no estaba sirviendo de mucho.
—Quizá si... —sollozó Seokjin—, si yo hubiera... Ella estaría viva, Kook...
—Calma, calma. —Jungkook terminó por abrazarlo y se asustó un poco cuando su amigo empezó a sacudirse por agresivos sollozos que dominaron su cuerpo entero.
Seokjin también le abrazó, maldiciéndose a sí mismo una y otra vez. La cara de su madre y la de su hermano se mostraban a la perfección en su mente cada noche, en cada sueño, recriminándole por su cobardía. Él ya no quería eso; deseaba hallar paz.
—Jungkook... A veces, solo a veces, desearía haber muerto con ella —confesó en voz baja—. Toda mi vida era una farsa antes de su muerte. Yo... me sentía feliz en mi castillo de cristal, jugando a ser un príncipe. Y luego tuve miedo de volver a mi teatro. Tuve tanto miedo... Y le abandoné, Jungkook, abandoné a mi hermanito...
Incomodidad y desesperación podrían ser buenas palabras para describir lo que Jungkook estaba sintiendo mientras trataba de hallarle forma a tan confusa historia, uniendo los retazos unos con otros pero no hallando nada coherente. Aun así, lo cierto era que de entre todo, lo que más le preocupaba era la última frase.
—¿Tu hermanito? —preguntó. Imaginarse a un niño indefenso, débil y perdido, sin su hyung para ayudarle a crecer, le dolió un poco—. ¿Él está perdido? ¿Le has buscado?
—No está perdido —respondió Seokjin—. Sé dónde está... Solo no soy capaz de acercarme a él.
—¿Él está bien?
—N-No lo sé... —¿Lo estaba? Seokjin llevaba mucho tiempo sin verlo. Casualmente iba a su escuela y lo veía durante la clase. Participaba de vez en cuando, pero se notaba que era demasiado inseguro de sí mismo; le daba gracia ver cómo las chicas suspiraban a su paso y él ni siquiera se daba por enterado. Había crecido mucho y era realmente atractivo. En serio parecía un príncipe.
Pero no le gustaba que le quitaran su receso para darle clases de inglés. ¿No le estaban presionando mucho? Quería saberlo, quería preguntarle si necesitaba que lo ayudara en algo. Solo no podía.
—¡Deberías hablarle! —exclamó Jungkook—. De seguro querrá saber de ti; lo que sea que haya pasado, no eres una mala persona y estará muy feliz de verte. Yo no entiendo una mierda de la historia que me has contado, pero es lo que creo...
Pero Seokjin tenía tanto miedo... Él no podría aceptar ver la mueca de asco en la cara de Taehyung cuando se enterara de la verdad detrás de ese accidente; no podría con su vida si su pequeño hermano le llamaba cobarde.
Definitivamente no. Él prefería quedarse en las sombras, donde las voces que le reprochaban su actuar eran solo imaginaciones suyas.
♥
—¿Él no ha venido hoy? —Taehyung frunció el ceño. Después de sus clases de español, debía asistir a la guardería para reponer el servicio social que llevaba evadiendo por tres días a causa de las heridas y los raspones en su piel.
Sin embargo, Jimin no estaba ahí con él. Los sábados no acostumbraban a venirse juntos.
—No —respondió Hoseok con una mueca—. Dijo que tuvo un problema familiar, pero... La encargada no me dio muchos detalles. Más bien, dijo que te quedaras un rato más para ayudarnos aquí.
—¡Lo haré, debo muchas horas! —Taehyung tomó asiento en uno de las sillas de plástico mientras asentía con frenesí. Ese día la guardería estaba un poco más vacía, así que no había problema en que tomara uno de esos asientos—. He decidido que pasaré todo el día aquí.
Hoseok miró el reloj. Diez de la mañana. Y luego volvió a mirar al sonriente Taehyung, totalmente convencido de lo que decía. Incluso si el menor era feliz conviviendo entre los niños y riéndose con ellos, los sábados la guardería cerraba a las ocho de la noche y eso lo convertía en un día muy agotador. Hasta Hoseok se hartaba de vez en cuando. Aun así le sonrió.
—¡Taehyung hyung! —Un niño se acercó con una tímida sonrisa mientras extendía un tarro de pintura para él—. ¿Podrías abrir esto para mí, por favor?
El castaño hizo su deber y forcejeó un poco con la tapa antes de que esta cediera, solo para encontrarse con que la tempera estaba totalmente seca. Una mueca de decepción se formó en su boquita y tomó otra de la estantería de la esquina, pero muchas de las que abrió estaban en el mismo estado o ya quedaba muy poca.
—Tendrás que jugar con plastilina —dijo con una sonrisa de pesar. Cuando él era pequeño siempre tenía lo que pedía; siempre había.
A excepción, por supuesto, de las veces en las que era encerrado en el sótano. Entonces no tenía ni siquiera comida.
Después de tomar las barras de plastilina, Taehyung se metió de llano en los niños, dispuesto a olvidar esos pensamientos. Hoseok le observaba de lejos, preguntándose cómo alguien con tanto dinero podía adaptarse y acoplarse a la perfección en ese ambiente tan diferente. Lo cierto era que al castaño poco le importaba si había dinero de por medio o no; él no era muy exigente y un par de sonrisas eran pago suficiente.
—Hobi hyung, ¿dónde están los pínceles? —preguntó después de un rato. Y se sintió un poco mal cuando Hoseok le dijo que ya muchos estaban dañados, así que se encontraban en la basura.
Lo peor vino a la hora del almuerzo. Normalmente, Taehyung venía de diez a doce, y no conocía lo que pasaba después. Las encargadas les dieron a los niños un pequeño emparedado con una juguito de caja.
Taehyung lo disfrutó, sí, pero quedó con un hambre terrible y le dolió en el alma darse cuenta de que los menores tenían que conformarse con tan poco; incluso, parecían ya estar acostumbrados y algunos niños compartían la mitad de sus comidas con las niñas sin ningún problema.
Ese día, donde el cielo se estaba cayendo a pedazos, Taehyung se sintió miserable por primera vez dentro de la guardería. No había notado el deplorable estado en el que esta se encontraba, pues entre risas y diversión hacía caso omiso a lo demás.
Sin poder evitarlo, porque era un bebé llorón, se encerró en el baño para llorar unos minutos antes de decidir que esas lágrimas no iban a arreglar la situación.
—Hobi hyung —llamó. El mayor terminó de amarrar los zapatos de una niña antes de mirarle. Frunció el ceño al verlo todo mocoso y con los ojos rojos—. Quiero hacer una donación.
—¿Una donación?
—Sí. Ahora mismo. ¡Dios! —exclamó—. Quiero ahora mismo ir a comprar todo lo que les falta a estos niños. Comida, dentífrico, pinturas, pínceles, plastilina... Todo, hyung. ¡Incluso ropa! ¡Quiero que se sientan como príncipes al menos por un día!
Taehyung lloró más fuerte, sollozando como algún animal moribundo y ganándose la mirada asustada de algunos niños.
—¡¿Pero por qué estás llorando?! —siseó Hoseok tratando de calmar a los menores.
—¡No estoy llorando! ¡Se me metió una basura en el ojo!
—Yo, uhm... —Hoseok le miró con incomodidad. Una donación; en parte, qué arrogante sonaba aquello, pero no dejaba de ser una buena obra.
Lo habló con la encargada y esta por poco se desmaya al ver la cifra que Taehyung podía gastar en la guardería, alegando que "sabía que no era mucho", pero que esperaba que sirviera para algo.
Ese día, Taehyung compró un sinfín de cosas. Cepillos de dientes, pasta, disfraces, postres, refrigerio, una nevera para los refrigerios, materiales para arte, antifaces, chaquetas, cartulinas, peluches, juguetes, tapete de rompecabezas, decoraciones, regalos personales para cada uno de los niños y algún detalle para las madres también; cortinas, nuevas mesas, sillas, lápices de colores, cuadernos, películas y hasta un televisor y DVD para verlas.
Hoseok solo veía caja tras caja bajar del camión, demasiado impresionado con el poder de dinero como para notar que lo que le importaba al castaño era ver a todos felices. Firmaba con diligencia hoja tras hoja para verificar todas las entregas y sonreía como un niño pequeño mientras los hombres las ingresaban a la guardería.
Taehyung tenía el corazón de un bondadoso príncipe, pero ayudar a los plebeyos era algo que Kim Yeong no le perdonaría.
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TaeTae bebé, disfrútenlo porque será el último capítulo donde le vean tan bondadoso, gg.
Eh, he visto algunas chicas nuevas votando y comentando, así que bienvenidas (? ❤️❤️❤️ 💗
PD: He notado que los maknaes adoran violarse los ojos con delineador :v
Shau~
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