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08


Sook suspiró con fuerza. La mujer que veía en el espejo le devolvía una agria mirada, buscando en ella cualquier error; su cabello estaba peinado de tal manera que ni una sola hebra se le escapaba y aunque el moño alto que llevaba le estaba provocando un severo dolor de cabeza, no iba a soltarlo. Así era la mentora de Kim Taehyung.

Siempre recta, siempre correcta. Por eso esperaba pacientemente a que la sinfonía de jadeos del otro lado del pasillo acabara. Sin quererlo, zapateó en un pequeño berrinche, porque aunque era hermosa y se cuidaba muy bien, Kim Yeong nunca se había fijado en ella. Ni lo haría. Todos pensaban, erróneamente, que la difunta señora Kim era la única mujer ante los ojos de Yeong.

—Señor Yeong —murmuró Sook más tarde, cuando todo había acabado—, mantenga una imagen digna y límpiese el labial de la comisura de sus labios, por favor.

—¿Por qué luce tan molesta? —preguntó este, socarrón. Caminaron codo a codo por el pasillo, pues la cena pronto estaría servida.

—¿Tengo razón para estarlo? —inquirió con desdén—. Una zarrapastrosa mujer llega a su vida un día y al otro usted está revolcándose con ella en la cama. Realmente, ¿ese es el comportamiento de un Kim? Me siento algo decepcionada de usted y de aquella mujer, por supuesto, por abrirse con taaanta facilidad.

Los empleados de la mansión les saludaban a medida que los veían pasar.

—¿Por qué parece estar reclamándome? —musitó él—. ¿No había dicho usted que Taehyung necesitaba una figura materna en su vida?

Sook suspiró mientras apretaba los puños. Contrario a cómo podía pensarse, incluso si llevaba tiempo enamorada de Yeong, ella siempre le tuvo cariño y respetaba a la señora Kim; no dejaría que cualquier zorrilla de bar ocupara su lugar en la familia.

—Se lo dije hace cuatro años —expresó tensa—. La inducción de alguien que haga las veces de madre a esta edad sería caótico, señor.

—Como sea; tiene que gustarme a mí, no a Taehyung.

Despidió a Sook con un ademán y tomó su lugar habitual en la enorme mesa. Rápidamente, los empleados le llevaron la botella de vino de su predilección y acomodaron la servilleta en su cuello y piernas. No había nada mejor que darse gusto comiendo después de un buen momento en la cama, porque Kim Yeong podía hacer eso sin remordimientos: para eso había trabajado tanto.

Taehyung llegó unos minutos después; le saludó en silencio, como siempre. Asimismo, los empleados acomodaron la servilleta para él y le sirvieron jugo de naranja puro, como le gustaba. Aunque sus comidas carecían de conversación alguna, esta era un poco más tensa y cualquiera podía notarlo.

Kim Taehyung y su padre habían tenido una ligera discusión días atrás, cuando el chico comenzó a asistir a la guardería. A Yeong no le hizo gracia saber que su hijo estaba tomando el tren, visitando lugares pobres y mucho menos que se estaba juntando con un Park. Amenazó con hacer que despidieran a la profesora y, por qué no, si podía, acabar de una vez por todas con la familia de Jimin.

Sumado a que había perdido su celular, nada podía ser peor.

—La familia Manoban ha ofrecido la mano de su hija en matrimonio. Aceptaré.

Muy bien, sí podía.

Taehyung no le miró porque congelado de la sorpresa habría sido la manera de describir cómo quedó. Por alguna razón, su corazón dio un brinco doloroso, que asemejó al fastidio y la rabia.

—¿No debería ser yo quien acepte? —preguntó en voz baja.

Conocía a Lalisa, pues se habían criado juntos corriendo entre las faldas de las mujeres elegantes que frecuentaban las reuniones entre sus padres; sin embargo, no podía ni siquiera considerarla como una novia y pensar en ser su esposo no estaba, ni estaría, en sus planes.

—Por favor —Su padre resopló—, siempre has sabido que tu matrimonio estaría arreglado.

—Prometiste que esperarías mi mayoría de edad.

—Podemos aplazarlo.

—Mamá... mamá estaba en contra de eso.

—¿Adivina qué? Tu mamá está muerta.

Incluso los empleados presentes, que se encontraban en las esquinas del comedor muy callados, respingaron ante tan duro recordatorio. Taehyung miró a su padre, entre dolido y sorprendido, pero este rehuyó a su mirada.

—La familia Manoban posee un excelente capital —profirió en cambio—. Siendo tú el hombre, en dos generaciones el apellido Manoban desaparecerá y estaremos en la historia como una de las familias más ricas.

—Eso es lo que te importa, ¿no? —bufó el menor, viéndole con una mueca de decepción.

—Ah, niño... De verdad, deberías haber aprendido de tu hermano. Seokjin estaba orgulloso de los logros de la familia Kim —comentó su padre con un suspiro.



—Verte comer es como... Observar a un animal —murmuró Hoseok pensativo—. Es decir... Están los príncipes, los plebeyos... Y luego los cerdos como tú.

Jungkook se quejó con la boca llena, pero nada se le entendió.

—Tengo hambre —expresó luego de tragar—. A mamá aún no le pagan en su nuevo trabajo y me estoy quedando sin dinero.

Hoseok apoyó la barbilla en su mano sin dejar de mirarle. Aquel restaurante en donde se encontraban era ruidoso, estaba abarrotado de gente y hacía un calor desesperante. Sin embargo, tenían promoción de chuletas de cerdo y ninguno de los dudó en entrar.

—Tampoco me han pagado en la guardería —comentó casualmente—. Por cierto, ¿por qué no has venido estos días? Taehyung y su amigo son personas raras y agradables. Es divertido estar con ellos. Si supieras que ambos casi se desmayan cuando les conté que las personas normales tomaban agua de la llave y no siempre de botellas de marca. Ah, estos niños ricos...

—Idiotas —murmuró Jungkook rodando los ojos—. Ese chico, Taehyung, no me agrada. O... Mejor dicho, me gustaría no tener que cruzar caminos. Para ahorrarle problemas.

—¿Solo porque atropelló a Yugyeom?

—¿Te parece poco? Es un estúpido —respondió Jungkook alzándose de hombros—. Pero está bien, Yugyeom está mucho mejor y le darán de alta en dos semanas. Ha perdido mucha clase y me preocupa, pero al menos está vivo.

El mayor frunció el ceño mientras asentía.

—Pero, en mi opinión, es una muy buena persona. Pagó tu deuda con Yoongi.

Jungkook se atragantó con lo que tenía en la boca y terminó por escupirlo todo por la sorpresa. Mirándole alarmado, un confundido Hoseok le dio golpecitos en la espalda, preguntándose por qué aquella reacción tan exagerada.

—Joder, ¡¿él hizo qué?! —chilló Jungkook con la cara roja; por la rabia y la falta de oxígeno.

—Pagó...

—¡Te escuché!

—Oh, pues... Sí —Hoseok parpadeó—, eso me dijo. Yoongi había dicho que no te perdonaría la deuda con ese juego de baloncesto. Pagó porque se sentía mal después de atropellar a Yugyeom.

—Ese imbécil. —El apetito de Jungkook se fue al carajo y su ánimo con él. ¿Con permiso de quién esos dos habían hecho tal acuerdo sin consultarle? Estaba molesto con Min Yoongi por chantajear al príncipe y con Taehyung por no hablarle de eso. ¡Los odiaba a ambos!—. ¿Cuándo volverán al jardín?

—¿Taehyung y Jimin? Eh, mañana, se supone...

—Bien. ¿Tienes dinero que me prestes?

—¿Qué es lo que harás?

—Ya vas a ver. ¿Quisieron verme la cara? —Jungkook chasqueó la lengua—. Les va a doler un poco.

—Prometo que con el tiempo podré venir solo —dijo Taehyung cuando bajaron del tren. Jimin se alzó de hombros, restándole importancia a tan banal asunto.

—Mientras llegues a tiempo no tengo problemas en venir contigo.

Ese día la estación estaba muchísimo más despejada que la vez anterior. Salieron fácilmente de allí y caminaron codo a codo hasta la guardería.

—Oh, Jimin-ssi, creo que deberíamos cuadrar un horario para venir —expresó Taehyung—. Venir todos los días no me deja tiempo para hacer los trabajos y asignaciones.

Jimin asintió rápidamente, pues eso mismo estaba pensando él; y es que, para Park, que hacía parte del comité estudiantil por estar becado, no se le podía escapar ni siquiera una tarea o trabajo. Debía seguir con sus buenas calificaciones.

—Creo que podríamos venir lunes, miércoles y viernes —murmuró entonces—. Nos tomará un poco más de tiempo terminar con las horas, pero... Aunque me molesta ver tu cara unos meses más, está bien para mí.

—Deberíamos venir los sábados y no los miércoles. —El castaño hizo una mueca—. Porque, ya sabes...

Taehyung se detuvo, utilizando a Jimin como escudo cuando vio una familiar figura aguardando en la entrada de la guardería. Incluso si estaba recostado a la pared, de brazos cruzados mientras miraba al piso, sabía que se trataba de Jungkook.

Jimin frunció el ceño, empezando a preguntar qué pasaba, cuando el pelinegro a unos pasos frente a él levantó la vista.

La sonrisa que les dio debió haber sido ilegal en todos los sentidos. Nada coqueto, amigable, cortés o tierno. Taehyung tragó fuerte y se preguntó de qué infierno había salido ese chico.

—¡Al fin llegas! —exclamó con fingida emoción. De dos zancadas terminó la distancia entre ellos y, empujando a Jimin de forma brusca, tomó el cuello de la camisa de Taehyung y lo lanzó contra la pared, sacándole el aire momentáneamente—. ¡¿Qué está mal contigo?!

Jimin casi besó el suelo por el empujón, pero más le sorprendió la emboscada de la que Kim fue víctima. No conocía a ese chico, era la primera vez que le veía y sin lugar a dudas esa no fue una buena primera impresión.

—¿Por qué lo hiciste, Taehyung? —demandó saber Jungkook, ignorando la presencia del pelinaranja—. No tenías que haber pagado. ¡Ese era mi problema y el de Min Yoongi!

Jimin no entendía absolutamente nada sobre lo que estaba pasando, pero por Dios que no iba a dejar las cosas así.

Hoseok salía de la guardería al notar el pequeño escándalo cuando, en cámara lenta, la cara de su amigo se deformó en una chistosa mueca en el momento en el que Jimin estampó su puño en la mejilla del pelinegro. Aturdido, Jungkook se llevó una mano a su cara, viendo con ojos grandes al pelinaranja.

—¡¿Quién te crees que eres para golpear a Taehyung así?!

—Jimin, Jimin, espera... —Taehyung saltó sobre el mayor para detenerlo mientras Hoseok ayudaba a Jungkook para que se pusiera de pie. Este miraba entre molesto y desquiciado a ambos chicos, sin saber muy bien a quién debería dirigir su furia ahora.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Hoseok, siendo totalmente ignorado.

—Yo no lo hice por ti —empezó Taehyung con voz calma, sintiéndose culpable y haciendo un pésimo trabajo sosteniendo a Jimin—. ¡Lo hice por Yugyeom!

—¡Por favor! —bramó Jungkook con burla—. ¡Lo que es conmigo no le concierne a Yugyeom! ¡No tenías que pagar mi deuda!

—¿Es ese el problema? —Jimin se relajó instantáneamente y sonrió socarrón—. ¿Unos simples billetes? Por favor... ¿Estás molesto porque Taehyung te ha dado una mísera limosna?

—Jimin. —Hoseok le miró molesto, pero a Jungkook dicha palabra lo descolocó por completo.

—¿L-Limosna? —repitió tembloroso por la rabia. Oh, iba a matarlo y se lo comería crudo, sí.

—Jimin-ssi, por favor... —Taehyung, que bien conocía cómo de cruel podía ser Park, trató de detenerlo, sin éxito.

—¡Limosna! —El pelinaranja sonrió—. Eres un desagradecido. ¡Un plebeyo como tú no merece las sobras de Taehyung!

Jungkook retrocedió, de repente demasiado abrumado. Él era muy orgulloso para recibir ayuda, incluso en una estúpida deuda con su amienemigo. Lo que Taehyung veía como saldar su propia deuda, él lo veía como lástima.

Y odiaba ese sentimiento, ese que Jimin parecía estar alimentando muy bien. Odiaba con el alma que le miraran como si fuera menos, por debajo del hombro, con fingido pesar o que le hablaran en un tono condescendiente.

—¡Ja! —Jimin bufó con desesperación. Estaba tan molesto. ¡Él debía ser el único que pudiera hacer sentir mal a Taehyung!—. ¿Ahora vas a llorar? —espetó con dureza.

—¡Jungkook! —Hoseok trató de detener a su amigo cuando salió a correr, pero este ya estaba bastante lejos.

—¡Kim Taehyung, no te atrevas a seguirlo! —ordenó Jimin viendo al castaño seguir los pasos del pelinegro berrinchudo.

—Tengo qué —expresó Taehyung mordiendo su labio, tratando de soltarse del fuerte agarre.

—Taehyung... —Jimin suspiró cuando quedó solo, pues los dos habían ido tras Jungkook—. Deberías tener mucho cuidado de a quién le abres ese noble corazón, tonto.

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