05
MARATÓN 2/3
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Jungkook se movió a un lado en un parpadeo, rebotando el balón con agilidad mientras buscaba hacerse paso entre esos dos sudorosos cuerpos que se interponían en su camino. De sus sienes caían varias gotas de sudor y su respiración se escuchaba a jadeos; parecía que esta vez lo lograría, que encestaría, pero nuevamente y por tercera vez consecutiva, Min Yoongi le hizo una zancadilla y el menor cayó de rodillas con rudeza en el suelo.
—¡Mejor suerte para la próxima! —se mofó Yoongi, sacándole la lengua como un niño pequeño cuando tomó el balón de bascket y lo pasó a su compañero.
—¡Eso es trampa! —se quejó Jungkook en un gruñido, levantándose mientras buscaba calmarse y no molerle la cara a golpes. A él no le gustaba perder, y parecía que era bueno en todo lo que hacía, por lo que no aceptaba que el bascket fuera una excepción. No, no, y no.
—Esto es bascket callejero —le recordó Hoseok dándole una palmada. Lucía desanimado, pues su equipo iba perdiendo por muchas cestas—. Aquí la única regla es meter en la canasta así que no llores, bebé.
—No lloro —masculló él manoteándole—. ¡Es que...! ¡Es tan injusto, hyung!
Como para probar su punto, Yoongi hizo otra falta a un jugador del equipo contrario; esta vez sí se pasó, pues todo el partido quedó en pausa cuando notaron que el caído no exageraba en sus gritos y lamentos. Jungkook observó la rapidez con la que su tobillo se inflamaba y pidió tiempo fuera para evaluar la situación, aunque poco pudieran hacer en un parque mal iluminado a tan altas hora de la noche.
—Alguien traiga hielo —ordenó Jungkook, recordando que algunos chicos habían traído cervezas en un porta con agua congelada. Pronto lo tuvo en sus manos y se quitó la camisa, quedando solo en franela, para envolverlo—. Presiónalo con fuerza, ¿bien? El dolor pasará.
—¿Ahora qué harán? —preguntó Yoongi con burla, sonriendo de esa manera suya, que lo hacía parecer un chico travieso y malicioso—. Les falta un jugador. ¿Perderán el partido y pagarán lo apostado?
—¡Ni hablar! —Jungkook miró a sus compañeros y a toda la cancha en general. Solo había chicas acompañando a sus novios o chicos inútiles con la incapacidad de dar un paso mientras rebotaban el balón.
Él no quería perder por falta de jugadores; joder, ni siquiera quería perder porque tenía una deuda personal con Min Yoongi y no cómo pagarla. La frustración comenzaba a hacerle burbujear la sangre, pidiéndole a gritos que arreglaran eso a golpes, cuando el susodicho miró sobre su hombro y su expresión de burla cambió por una de alegría.
—¡Oh, Namjoon! —saludó a alguien detrás de él—. Jungkook, te daré tiempo para que lo pienses, cariño.
Yoongi golpeó su hombro al pasar por el lado y el menor pataleó con molestia. Hoseok le miró con una ceja arriba, listo para inmovilizarlo si decidía seguir a aquel duende gruñón y darle una paliza. Su amigo era demasiado orgulloso y competitivo.
Las risas estallaron a sus espaldas. Incluso si no tenía nada que ver en lo mínimo con Jungkook, pensaba que se estaban riendo con él.
—¿Crees que podamos ganar sin un jugador? —preguntó Hoseok. Al él realmente no le importaba si perdían; sí, le dolía su dinero, pero ya estaba lo bastante cansado como para llorar por un par de wons.
—Sí —aseguró el menor frunciendo el ceño—. ¡Sí! ¡Min Yoongi, ven aquí ahora mismo!
El susodicho, que interrumpió la conversación que llevaba, se giró para observarle con curiosidad y pena. Jungkook odiaba esa mirada, pero el grito en su garganta quedó atascado cuando notó que una de las personas con quienes Yoongi hablaba era aquel niñato millonario que había atropellado a su amigo.
La rabia creció exponencialmente.
—¡¿Qué demonios haces tú aquí?! —bramó.
—¿Perdona? —El chico más alto, quien suponía que debía ser Namjoon, de inmediato se interpuso entre él y Taehyung—. ¿A quién crees que le estás hablando así, mocoso?
—¿Mocoso? Espérate ahí.
—¡No, Jungkook! —Hoseok saltó para tomarle de los hombros y evitar que su amigo se cargara al chico que temerosamente se escondía detrás de su hyung. Su cara, como la de un muñeco de porcelana, se veía confundida y algo preocupada.
Y es que nada tenía que hacer el heredero de los Kim a las nueve de la noche en un parque de mala muerte en una de las zonas más peligrosas de la ciudad. Taehyung estaba aterrado y creía con firmeza que habían entrado a otro mundo. Nunca había visto a tantos chicos sudados, malolientes y malmirados en un solo lugar.
—Tranquilo, bunny boy —se burló Yoongi con su típica sonrisa—. Ellos vienen conmigo. Por otro lado, ¿ya has elegido a tu último jugador?
—Jugaremos así —declaró Jungkook con soberbia. Algunos de sus compañeros de equipos remilgaron en voz baja, pero no dijeron nada—. A la cancha, todos, ahora.
—Nos vemos luego, Namjoon —se despidió Yoongi—. Y a ti también, borreguito.
—¿Me ha llamado borreguito? —preguntó Taehyung con estupefacción cuando el tipo de la sonrisita traviesa se fue.
—Oh, sí, lo hizo. Tomemos asiento en las gradas.
Namjoon guio a su primo del brazo, recordando que luego debía preguntarle por qué conocía a Jungkook, el problemático y un tanto agresivo amienemigo de Yoongi; este decía que el menor le agradaba mucho, pero aquel chico sin lugar a dudas le odiaba con fiereza.
—Namjoon hyung, ¿no juegas? —preguntó Taehyung con confusión. Tampoco le gustó mucho que un equipo fuera más numeroso que el otro.
—Oh, no. He perdido la cuenta de cuántos balones tuve que pagar por dañarlos —confesó él en voz baja, algo avergonzado. Taehyung le entendió a la perfección pues él también había olvidado cuánto tenía que pagar su familia en reparaciones siempre que había una cena o algún evento familiar.
—¿A quién debemos apoyar? —preguntó en cambio, nada familiarizado con aquellos chicos ni con el violento juego, que más bien parecía rugby.
—Naturalmente deberíamos apoyar a Yoongi hyung, pero es algo informal así que puedes hacer lo que quieras.
Taehyung se sintió muy aliviado de escuchar eso, porque no estaba de acuerdo con los agresivos e injustos métodos que estaba utilizando Yoongi para encestar, que más o menos se resumían en empujar y golpear a sus compañeros como si de sacos de boxeo se tratara. Incluso si estaba todavía resentido con aquel chico, Jungkook —aún sin nombre para él—, sentía algo de lástima por verlo caer una y otra vez.
—Uau, esa fue buena —expresó Namjoon al ver que, de hecho, Jungkook salteó a varias personas y encestó desde la mitad de la cancha—. Él es muy bueno.
—Lo es, pero no más que yo —murmuró Taehyung con arrogancia. Y sí, era cierto; Taehyung no se había tragado cinco años de clases de baloncesto en vano. Era el mejor en lo que hacía en la cancha, le doliera a quien le doliera—. ¿Cómo se llama?
—¿Él? Ah, Jungkook.
—Jungkook... Ya veo.
Siguieron observando el partido en silencio, Namjoon de vez en cuando vitoreando para Yoongi. Taehyung comenzó a revolverse en su asiento con frustración cada vez que eso pasaba, pues era consciente de que la derrota de Jungkook estaba siendo causada por las injusticias del mayor.
Finalmente decidieron hacer un corto break para hidratación y un jadeante y sudoroso Yoongi llegó hasta ellos sin dejar de sonreír.
—¿Les ha gustado hasta ahora?
—Por supuesto, hyung, eres el mejor, ya lo...
—¿Bromeas, no? —preguntó Taehyung interrumpiendo a su primo—. Me han traído a ver una matanza. Esto no me gusta —puchereó—, ¡es injusto!
—Oh, Nam, él de verdad es un niño rico y mimado; ¿de verdad son familia? —bufó Yoongi y el moreno rio entre dientes—. Mira, borreguito, esta es la única manera sana que conocemos de saldar deudas.
—P-Pero... ¡Ellos están incompletos!
—Ah, ¿quieres jugar con ellos? —inquitió Namjoon con una ceja arriba, solo bromeando.
—Sí.
Yoongi se atoró con el agua que bebía en el momento y le costó un montón recuperarse de la sorpresa. Nadie se esperaría que ese chico, que aunque iba en ropa de dormir parecía un príncipe, se ofreciera a jugar. Le miró esperando a que fuera una broma, pero el ligero ceño fruncido en su perfecta cara le dijo que no era así.
—¿Hablas en serio? —Taehyung asintió y Yoongi se echó a reír—. Mira, borreguito, realmente no tengo problemas con que juegues, pero... Van a matarte, ¿sí? Esos furiosos lobos se comerán tu lindo culo de oveja.
—En serio me gustaría que no lo hicieras, Taehyung —musitó Namjoon, sabiendo ya que cuando una idea entraba en su cabeza nadie podía sacársela.
—¡Nadie se comerá nada! —exclamó el menor—. En serio quiero jugar.
—Ah, pero... Es más complicado. —Yoongi se echó el cabello húmero hacia atrás mientras suspiraba—. Ese chico, Jungkook, me debe algo de dinero y pienso que así va a pagarme. Incluso si ustedes ganan, en serio quiero que él me pague.
—El dinero no es problema; yo te pagaré lo que él te deba.
—¿Qué? —Namjoon frunció el ceño. Su primo tenía esa extraña costumbre de regalar el dinero, pero no de esa manera y mucho menos por un desconocido—. ¿Y por qué?
—Oh, hyung, ¿no te conté? Atropellé a su amigo —admitió Taehyung en voz baja y Yoongi soltó una risotada.
—Muy bien, dejaré que tú me pagues. Si pierden —meditó—, deberás darme esos zapatos.
—Pero hyung, tú puedes comprar unos —replicó Namjoon.
—¿Y qué? Esos me gustan, los quiero.
Fue el momento de Taehyung para arrugar la cara en desesperación.
—Qué asco, no. —Se estremeció de solo pensarlo—. Te pagaré con dinero, ¡lo que él te deba, hyung!
—Ah, bien. —Yoongi se alzó de hombros. De una u otra manera, él saldría ganando así que no le importaba mucho. Se giró y llamó la atención de todos con aplausos y gritos, provocando que Taehyung se cubriera los oídos unos segundos—. ¡Escuchen, imbéciles, les he conseguido un nuevo jugador! ¡Trátenlo bonito!
Jungkook abrió la boca con exageración cuando vio a Taehyung levantarse de las gradas. Muchos chiflaron en respuesta, como burla o para molestarle, porque bien que lucía fuera de lugar entre ellos.
—De ninguna jodida manera —espetó Jungkook. No, iban a perder si él jugaba con ellos, de seguro.
—¿Alguien te ha preguntado? —inquirió Yoongi con una ceja arriba—. Tú eres el que me debe, así que acepta mi regalo.
Taehyung caminó con incomodidad hacia el pequeño grupo reunido del otro lado de la cancha. Mordía su labio con nerviosismo, de repente ya no tan valiente como antes, mientras trataba de sostenerle la mirada al tosco pelinegro.
—Hola —saludó—. Mi nombre es Tae...
—Ya sé cómo te llamas —le interrumpió Jungkook rodando los ojos. Hoseok le dio un manotazo en el hombro por su imprudencia y miró de arriba abajo antes de sonreírle al chico ahora sería su compañero de juego.
—¿Decías? —preguntó.
—Taehyung —terminó él—. Espero que nos llevemos bien.
—Él incluso hizo una reverencia —farfulló el pelinegro mientras se alejaba por un poco de agua.
Taehyung frunció el ceño ante sus palabras. ¿Qué tenía de malo? Le habían enseñado que eso era lo que decía hacer cuando se presentara.
—Se le llama educación —repuso con molestia.
—Mis huevos. —Jungkook bebió la mitad de la botella de un trago antes de mirarle—. Mira, niño rico, esto no es nada comparado al baloncesto que juegas en receso con tus amigos, ¿entiendes? Solo tienes una regla. ¡Encesta!
Taehyung asintió para sí mismo cuando todo el mundo empezó a dispersarse.
No podía ser malo, ¿verdad?
Bueno, lo fue.
Al menos los primeros minutos.
La primera vez, Yoongi no perdió tiempo en derribarlo.
La segunda vez lo hizo Jungkook. ¡Su propio compañero de equipo!
Y la tercera vez lo hizo Hoseok, solo porque le daba risa el ver al príncipe en el suelo y gimoteando por sus nuevos raspones.
—Aish... —murmuró mientras se incorporaba de su cuarta tacleada. Esta vez no vio las placas del auto, así que solo sacudió la cabeza con desesperación. ¡Él era Kim Taehyung! ¡Jodidamente no perdería contra ese montón de plebeyos!
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Como les dije, cero drama. Sigan leyendo ---->
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