04
MARATÓN 1/3
Les traigo un poco de paz, ah.
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Jungkook terminó de pasar los productos por la banda y la chica de la caja los facturó con rapidez, muy experta en su trabajo.
—Serían siete mil ochocientos wons —dijo. Jungkook abrió su cartera para pagar, pero luego tuvo que mirar hacia Hoseok, que le esperaba más adelante, porque lo que tenía allí dentro no le alcanzaba. Este se alzó de hombros, expresando que tampoco tenía dinero.
—Aquí tienes. —Un chico, un poco más alto que él y de cabello castaño, tendió un billete hacia la cajera, que ni siquiera reparó en que ambos no venían juntos. Le dio la factura a Jungkook, quien estaba perplejo por lo que aquel desconocido había hecho—. ¿Qué?
—¿Qué? —repitió el pelinegro. Trató de decirle a la cajera que anulara el pago, que él devolvería algunos productos, pero el chico no lo dejó.
—¡Déjalo así! —exclamó antes de entregarle las bolsas con los productos—. Después me lo pagarás, ¿sí?
—P-Pero...
—Pero nada. —El desconocido soltó una agradable risa antes de revolcarle el cabello—. Entiendo que a veces estamos en tiempos difíciles. Nos vemos. —Hizo una seña militar antes de dar media vuelta e irse.
—¿Quién era ese tipo? —preguntó Hoseok viendo la espalda del muchacho alejarse.
—Ni idea. —Jungkook se alzó de hombros y luego se dio en la frente—. ¡Mierda! ¡¿Cómo voy a pagarle?! ¡Oye, tú, espera!
Salió de la tienda con rapidez, pero cuando se asomó a la calle ya no vio a nadie. Hoseok se burló de él por aquella obra de caridad y Jungkook refunfuñó todo el camino con molestia, preguntándose si es que tenía un sello en la frente que dijera "pobre". De repente todos estaban muy compasivos con él.
Y no le gustaba.
Le daba asco.
—Por cierto, ¿cuándo has comprado esa chaqueta? —preguntó Hoseok y Jungkook irremediablemente se sonrojó.
—N-No es mía, me la han prestado. —Porque sí, incluso si pataleó e hizo un berrinche porque el estúpido de Kim Taehyung había dejado esa costosa prenda en el hospital, terminó por tomarla, prometiéndose que se la iba a devolver en cuanto lo viera.
—Oh, luce cara...
—¡Lo es! ¡No la toques! —chilló alejándose de las destructivas manos de su amigo. No quería tener que pagarla luego porque obviamente no tenía dinero para hacerlo.
Aunque su madre había dicho que fue capaz de conseguir el trabajo, Jungkook sentía que no podía quedarse tranquilo con eso. Era un puesto de secretaria de siete de la mañana a cinco de la tarde, con horarios flexibles y un buen sueldo; pero puestos que se conseguían así de fácil, de igual manera podían perderse.
No se iba a ilusionar.
Pero bueno, después de decepción tras decepción, no conocía esa palabra.
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—Joven Kim... —Su conductor fue el encargado de abrir la puerta del sótano donde había sido encerrado. Era el mediodía ya, así que se había perdido el desayuno por mandato de su padre.
Lo encontró ovillado junto a la puerta, dormido y desvestido, con la ropa arrugada a un lado. En su cuerpo tenía múltiples rasguños, moretones y heridas que probablemente él mismo se había causado. Había sangre seca en su piel, su rostro y el suelo.
No se inmutó. ¿Cuántas veces no habían encerrado a Kim Taehyung en ese sótano? Ya no lo sabía.
Después de la muerte de su madre y su hermano, Yeong había utilizado cualquier excusa para encerrarle allí; si no quería tomar sopa, si decía no querer guisantes, si no quería ponerse este o aquel par de zapatos, si no sonreía para la foto familiar, si rodaba los ojos, si levantaba la voz... Literalmente, todo.
De hecho, el señor Ming pensaba que ya llevaba tiempo sin tocar aquella diminuta habitación. En sus paredes aún había rayones y marcas que Taehyung había hecho las anteriores veces; en algún momento, una criada que se compadeció de escuchar los gritos ahogados y horrorizados del pequeño a través de la puerta, le pasó unos crayones para que se entretuviera.
Por ese pequeño gesto, Taehyung fue "feliz" dentro de su encierro. Rayó, pintó y se expresó en las paredes.
Pero los dibujos en las paredes no eran felices, más bien, distaban de ello: predominaba el color rojo y negro, sangre y marañones sin sentidos. Cuando su padre se enteró, una semana después, despidió a la criada.
Naturalmente, sus garabatos eran horribles y terroríficos porque cuando los crayones le fueron decomisados, Taehyung utilizó su propia sangre para pintar; Kim Yeong también le castigó por hacerlo.
Su conductor evitó mirarlos mucho y sacudió a Taehyung con dureza para que despertara; si faltaba al almuerzo, estaba seguro de que no asistiría a ninguna comida por dos días. El menor revoloteó los párpados con lentitud y trató de no dejarse cegar por la luz que venía de la puerta abierta, que aunque era muy tenue fue más de lo que vio toda la noche.
—¿Ya puedo salir de aquí? —preguntó Taehyung dócilmente mientras se incorporaba. Se frotó los ojos, ajeno al dolor, los golpes y todo lo que adornaba su cuerpo, antes de estirarse por la ropa que bien sabía que se había quitado la noche anterior por la desesperación.
—Por favor, vaya a su habitación y arréglese para el almuerzo. —No sintió nada por las lágrimas secas en sus mejillas, nada en absoluto. Los empleados de aquella casa ya habían perdido el corazón en cuanto a Taehyung concernía.
—¿Has aprendido la lección, Taehyung? —preguntó su padre una vez que lo vio sentarse en la mesa. Sintió fastidio al verle tan desgarbado y desaliñado, pero no dijo nada.
—Sí, papá.
—¿Y cuál ha sido?
Taehyung tiró de las mangas de su holgado saco para agarrarlas con sus manos en un extraño nudo. Le ardía la piel, allí donde sus uñas abrieron profundos caminos en la carne, pero no había tenido tiempo suficiente para curarse.
—Y-Yo... —balbuceó—, no debo manchar el no-nombre de mi hermano.
—¿Cuál?
—Seokjin...
—¿Disculpa?
—Kim Seokjin.
—Así es. —Su padre sonrió—. Al parecer, la única persona orgullosa de tener ese apellido. Por favor, Taehyung, no hables de él como si fuera cualquiera, ¿bien?
—Sí, papá.
Taehyung pensó que iba a morir. Sentado allí en su cama, llorando como un estúpido por las heridas que él mismo se causó, pensó que serían sus últimos minutos. ¡El alcohol dolía tanto!
Lloriqueó un poco mientras volvía a pasar el algodón.
En Taehyung residían dos personas: uno insensible, que parecía una piedra ante el dolor y solo aparecía en situaciones extremas... Y luego, el Taehyung cobarde que se asustaba de solo ver sangre en las películas. Era un exagerado porque el dolor no iba a matarlo, pero en esos momentos iba a desmayarse por el ardor.
—Muy bien, he terminado.
Guardó el alcohol en uno de sus cajones antes de dejarse caer entre sus mullidas y cálidas almohadas, las cuales sí que había extrañado. La tarde había caído con rapidez y pronto dieron las ocho de la noche; debía, quizá, tomar alguno de sus libros y darle una leída para las clases de mañana, pero no se sentía preparado para devorar letras e información.
Un ruido en la ventana de su habitación llamó su atención. Fue un pequeño golpe nada más, pero le hizo fruncir el ceño mientras volvía a levantarse. Con duda, se acercó a la venta y respingó un poco cuando al abrir la cortina una piedra rebotó contra el cristal. ¿Piedras? ¿A las ocho de la noche?
Abrió la ventana y esta vez gritó cuando la piedra dio contra su frente, escuchando luego una risotada que bien conocía.
—¿Namjoon? —Taehyung sacó medio cuerpo para observar a su primo jugando a ser Romeo en la primera planta. Él no llevaba ropas ostentosas; de hecho, tenía un pantalón de chándal y una enorme chaqueta negra encima. Su cabello, usualmente morado, estaba cubierto por un gorro negro. Lucía como un vagabundo, para ser sinceros.
—¡Hola, TaeTae! —Namjoon le dio su enorme sonrisa, pero él fue incapaz de devolverle el gesto.
—¿Por qué no has entrado por la puerta principal? —preguntó frunciendo el ceño. También estaba sucio por tierra y hojas.
—¡Lo intenté! —aseguró el moreno—. Pero tu padre nada más al verme me ha dicho que me largara si no iba a vestir con elegancia. —Soltó un bufido de desesperación. Kim Namjoon odiaba a su tío: oh, demonios, sí—. ¡Entré por detrás!
—Namjoon —siseó Taehyung con miedo—. ¡Vete ahora mismo!
—¡No! ¡Si he venido a buscarte, tonto!
Namjoon volvió a reír y Taehyung pensó que había perdido la cabeza. Miró la hora en el reloj de su pared. Eran pasadas las ocho de la noche, un domingo; su primo no era bien recibido en su casa y de todas formas, allí estaba. Si Yeong se enteraba de que se había colado en su casa, seguramente ambos iban a pasarla muy mal.
—¿Buscarme? ¿Para qué?
—¿No quieres salir de este hueco unas horas? —inquirió el mayor con una ceja arriba. Él había venido a rescatarlo —así lo pensaba—, porque para Namjoon su primito era como una damisela en constante apuro. No podía hacer las veces de príncipe porque siempre estaba este ogro, Kim Yeong, que se interponía.
—Me castigarán, hyung... —murmuró Taehyung.
—¡Te traeré antes de la media noche! —prometió Namjoon—. ¡Será algo rápido!
—¿Lo prometes?
—Sí, sí. ¡Espera, espera! ¡¿Adónde vas?
Taehyung se detuvo y regresó a la ventana.
—Saldré...
—¿Eres idiota? —espetó Namjoon—. ¡No puedes salir por la puerta principal!
—¿Entonces cómo esperas que lo haga?
Ah, sin lugar a dudas el dinero le tenía las neuronas algo atrofiadas.
—¡Salta! —exclamó con obviedad y vio cómo la cara de Taehyung se distorsionaba en una mueca de horror.
—Estás loco, hyung. Moriré.
—No seas exagerado. —Namjoon hizo un ademán para restarle importancia a los cuatro metros de altura al primer piso—. Voy a atraparte; igual, no estás muy lejos del suelo.
—¿Estás seguro? —Taehyung se lamió los labios con nerviosismo. Incluso si deseaba morir, no quería que fuera en el patio de su casa. Era vergonzoso.
Namjoon asintió de nuevo y el menor no lo pensó dos veces. Solo tomó un par de zapatos cualquiera —es decir, los primeros que vio y no de una marca equis— y subió a la cornisa de la ventana con tembloroso suspiro. Su primo le animó moviendo las manos mientras sonreía.
Estaba bien salir de ese infierno al menos una vez. No era mala idea.
Con ese pensamiento en mente, cerró los ojos y saltó.
♥
—¿Conoces el significado de atrapar?
Namjoon no dejó de carcajearse en voz alta mientras veía la cara adolorida de Taehyung. Y es que ese había sido el objetivo, pero su primito tomó tanto impulso para saltar que terminó por sobrepasarlo y cayó duramente al suelo como si de una estrella de mar se tratara. De solo recordar la escena no podía dejar de reír.
—¡Tenías que saltar a mí! ¡A mí, no al infinito y más allá!
—Cállate —masculló Taehyung golpeándole. Ahora se encontraban caminando hacia la moto que Namjoon había parqueado fuera de la casa. Él no había dejado de gimotear de dolor en ningún momento y escuchar las risotadas del moreno no le ayudaban mucho a su dignidad.
—Maybe I, I can't never flyyyyy —continuó—. O mejor, maybe I, I can't touch the skyyyyyyyyy...
—De verdad, Namjoon, ya está bueno. —Taehyung recibió el casco que entre risas le entregó. Con ayuda de su primo, lo aseguró a su cabeza y luego ambos estuvieron sobre la moto, Taehyung aferrándose con fuerza a la cintura del mayor.
No era la primera vez que subía a una, pues ese era el único medio de transporte que le conocía a Namjoon, pero eso no iba nunca a cambiar que sintiera miedo por ellas. Eso, y que aquel chico no era el mejor conductor.
Ahora sí, podía salir de aquel infierno al que llamaba casa y tal vez, solo tal vez, pensar en nunca jamás regresar.
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No me pude resistir a poner Awake, ah. Sigan leyendo --->
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