02
Jungkook tecleó con desesperación sobre el teclado de la computadora portátil de su hyung el nombre que se escribía en el cheque. Kim Yeong.
Todavía estaba molesto por su declaración en el hospital. Para infortunio de aquel prepotente hombre, Yugyeom no había muerto (algo por lo cual Jungkook estaba muy agradecido). Solo tenía una fractura en el fémur y una contusión en la cabeza, pero se recuperaría.
—¿Has encontrado algo? —preguntó Hoseok a sus espaldas. Jungkook asintió en afirmación y el mayor estiró el cuello para poder ver—. ¿Quién es?
—Parece que es el dueño de una importante alianza de empresas —respondió. Sí, sin lugar a dudas era un hombre rico. Explicaría también por qué dejó todos los gastos pagos en el hospital donde en aquellos momentos Yugyeom se recuperaba—. Pero, ugh... ¡No quiero su sucio dinero!
El papel salió a volar en cuanto Jungkook lo lanzó y los ceros brillaron en la superficie cuando cayó al suelo. Hoseok silbó; esa era una enorme cantidad de dinero.
—Si te lo ha dado, por Dios. ¡Redímelo antes de que lo cancelen!
Jungkook le miró furibundo.
Él era demasiado orgulloso y digno; quería dinero, sí, pero conseguido por sus propias manos y no porque un hombre le haya visto la cara de pobretón. No sabía qué le molestaba más: su exagerada limosna o la manera en la que había tratado a su hijo y cómo le pidió con asco que no se acercara a este.
—¡Me trató como a un leproso, hyung! —refunfuñó Jungkook cerrando el portátil con brusquedad.
—Oye, oye, amigo... Eso me costó un dineral; trátalo con cuidado. —Hoseok se estiró para tomar su preciado artefacto y lo alejó del menor. Sí, ellos no vivían entre lujos y ropa de marca, pero estaban completamente sanos y limpios—. Ah, Jungkook, solo olvídalo. Ya sabes como es este mundo, de príncipes y plebeyos.
No, no lo iba a olvidar. Que su amigo tuviera la razón era más injusto aún. ¿Por qué los plebeyos tenían que recibir callados la humillación de sus príncipes? Él no lo aceptaba.
—Le devolveré su endemoniado dinero —declaró—. ¡Se va a enterar de quién soy yo!
—Como sea. —Hoseok rodó los ojos mientras se acomodaba en su estrecha cama con las rodillas al pecho. Él invierno estaba a la vuelta de la esquina y su desgastada chaqueta no le iba a ayudar mucho—. ¿Cómo está Yugyeom?
—Su madre está cuidándolo en el hospital ahora mismo —respondió Jungkook—. Debería ir a echarle un vistazo, ¿verdad? Para que ella pueda comer algo y tal vez ir a dormir.
El menor no esperó respuesta. Solo tomó su delgado saco y se despidió de su hyung antes de salir y marchar rumbo al hospital, que estaba un poco alejado de la casa de su amigo. Bien podría haber tomado un autobús, pero en el momento no tenía dinero encima, más que el odioso cheque arrugado en sus manos.
♥
Dos días.
Dos días habían pasado desde aquel terrible suceso y las consecuencias para Taehyung no fueron agradables.
Había tenido pesadillas, se había enfermado, lucía más delgado y su mentora no dejaba de recriminarle lo desconcentrado que estaba. La regla se había marcado muchas veces contra su piel, algunas le hicieron sangrar y otras no fueron más que solo cosquillas, pero a nadie dentro de esa casa le importaba. Su padre no le había mirado ni una sola vez.
Pero Taehyung no podía continuar con su vida si antes no se aseguraba de que aquel chico al que arrolló estaba bien; al menos, que estuviera vivo. Era un consuelo algo triste, lo sabía, pero algo era algo.
A causa de todo eso, en su rostro llevaba un tapabocas de color negro y una gorra azul que cubriera cómo se veía en realidad; le daba vergüenza que alguien viera que el perfecto Kim Taehyung lucía como una copia barata y mal hecha del original.
Era más o menos la medianoche; no podía saberlo con seguridad puesto que no llevaba reloj o celular. Solo se había levantado de otro horrible sueño y había escapado de casa rumbo al hospital, sudoroso y tembloroso; tomó el primer taxi que vio y ahora se encontraba caminando a las puertas del establecimiento.
Suspiró antes de ingresar al hospital.
Cabizbajo, se estremeció por la baja temperatura allí dentro; le caló hasta los huesos. Preguntó a la recepcionista por Yugyeom —así, solo su nombre— después de presentarse y la mujer de inmediato le indicó la habitación, quizá porque ambos compartían el mismo apellido, pero de eso Taehyung se enteró luego.
—Habitación dos diecisiete...
Demoró un poco en llegar y no supo si debía entrar o no cuando notó que la puerta estaba entreabierta; a esa hora no debía tener visitas, lo dudaba mucho, pues conocía el horario del hospital y sabía que le habían dejado entrar solo porque era un Kim.
Asomó la cabeza primero para verificar que el doctor no estuviera presente y sonrió al no verlo. Con una honda respiración entró en la habitación y respingó un poco al ver en un rincón la amorfa figura de un chico, ovillado sobre una diminuta silla de plástico.
Le reconoció inmediato como el chico que había conducido su auto y se quedó estático en su lugar. Un sentimiento de tristeza le invadió el pecho, recordando las duras palabras de su padre. Le había advertido, entre gritos y amenazas, que no podía juntarse con gente que lucía como un criminal; él no veía a Jungkook como tal cosa, pese a que ni siquiera conocía su nombre.
Hizo una mueca y pensó que debía irse de allí. Las cosas que su padre les haría a ambos si se enteraba de que nuevamente cruzaron palabras.
Ah, pero él estaba dormido... Abrazaba sus piernas en un nudo extraño y su cabeza caía hacia atrás en una posición algo incómoda, aunque parecía un gato en su séptimo sueño. Había una expresión tranquila en su rostro, como si no se encontrara en aquella situación tan complicada.
Si se mantenía así, callado y sin mirarle, no contaba, ¿verdad?
—Solo será algo rápido —prometió Taehyung en voz alta. Dando dos zancadas, tomó la planilla que colgaba de la camilla del paciente y leyó apresuradamente las confusas letras que allí habían. Fémur roto, contusión leve. Reposo y analgésicos.
Soltó un tembloroso suspiro mientras lágrimas de alivio se asomaban con rebeldía en sus ojos. Yugyeom parecía estar fuera de peligro, al menos por el momento.
Listo, era hora de regresar a casa y por fin dormir sin tener pesadillas por imaginarse la cara horrorizada del chico antes del impacto.
Pero nuevamente, se detuvo y miró a Jungkook, un chico aún sin nombre para él. Además de lucir incómodo parecía tener frío, podía verlo por el ligero temblor en sus labios, y cómo no, si aquel hospital en plena entrada del invierno parecía estar a menos de cero grados.
Ni siquiera lo pensó.
Taehyung se sacó su abrigada y acolchada chaqueta de encima para luego caminar hacia el pelinegro. A diferencia de su padre, él tenía un corazón bondadoso que solo recibía un golpe tras otro en silencio.
Le tendió costosa prenda encima con cuidado, buscando taparlo desde los hombros hasta los pies. Sonrió satisfecho con el resultado; esperaba que así hiciera una gran diferencia y remediara aunque fuera un poco su descuido.
Estaba listo para marcharse cuando, al girarse, algo se cerró sobre su muñeca con dureza y vio con horror que se trataba de la mano de Jungkook. Trató de decir algo rápidamente o disculparse, pero las palabras no salieron ante la mirada de odio que le dedicaba el menor.
—¿Qué demonios haces aquí? ¿Cómo entraste? —escupió. Taehyung tragó fuerte por su tono de voz, viendo en él el reflejo de su padre cuando estaba molesto, y negó.
—N-Nada —respondió—. Es decir, y-yo...
—¿Y esto? —Jungkook posó su atención en la cálida chaqueta que le cubría. Miró una vez más a Taehyung, su mente adormilada tratando de unir los obvios puntos, y su ira explotó como la lava de un volcán—. ¡Quítame esta mierda!
La chaqueta cayó al suelo cuando la manoteó y Taehyung quiso explicarse, decirle que solo lo hizo porque hacía frío y que él tenía más, que no importaba, pero Jungkook se levantó abruptamente y le dio un tosco empujón, mandándolo al suelo de inmediato.
—¡No quiero tu lástima! —vociferó iracundo. El cheque y ahora eso—. ¡Eres un estúpido! ¡Vete aquí!
Desde el suelo, Taehyung le miró con ojos grandes. No entendía sus palabras, no le veía sentido a aquella burda rabia acumulada hacia él. El dolor en sus caderas no fue nada en comparación con lo que sintió en el pecho.
—P-Pero yo... —Taehyung se odió a sí mismo por lucir tan débil y también por empezar a llorar. ¿Por qué aquel chico que no le conocía estaba gritándole esas barbaridades?—. S-Solo estoy siendo amable...
—¡Nadie quiere tu amabilidad! —Jungkook no prestó atención a lo mal que se encontraba y lo alzó del cuello de su camisa, estampándolo contra la pared más cercana con mucha facilidad—. ¿Me entiendes, niño rico? Nadie quiere tu ayuda, nadie quiere que le des una mano. Nadie te quiere, nadie te necesita.
Ante todo pronóstico, Taehyung solo se rio de sus palabras; era un sonido roto y sarcástico, que dejaba ver muy bien el dolido interior del castaño. Quizá no fueron las adecuadas para expresar lo que en serio quería decir, pero de todas formas Jungkook no entendió su reacción.
—Eso ya lo sé —respondió Taehyung en voz baja, no atreviéndose a mirar hacia el menor—. Y lo siento tanto... Lo siento tanto, de verdad. Yo solo quería asegurarme de que tu amigo estaba bien.
Jungkook buscó sus ojos. Quería que observara toda la frustración y la molestia que había en él. Le tomó del mentón con dureza, obligándole a mantener la atención en él.
—¡¿Y qué ibas a hacer si no era así?! —exclamó—. ¡¿Ibas a pagar para que le resucitaran?! ¡No todo se soluciona con dinero!
El tapabocas se zafó de su lugar y el hinchado labio de Taehyung fue revelado. Bueno, ¿hinchado? Tenía un llamativo hematoma justo en la esquina, tanto por las múltiples bofetadas a las que fue expuesto como por la horrible manía que tenía de morderse.
Jungkook le soltó algo sorprendido. Aquel príncipe, al que poco conocía, no lucía como tal en ese momento. Solo vio a un chico confundido, llorón y con la apariencia de un plebeyo.
Igual, no fue suficiente para calmar su ira.
—Toma —espetó. Es su pecho estampó el dañado cheque que Kim Yeong le había dado—. No quiero tu dinero. Vete de aquí, con tu chaqueta también.
Taehyung bajó la mirada mientras las lágrimas seguían humedeciendo su tapabocas, el cual no dudó en acomodar. Se iría, sí, ya se había dado cuenta de que él no pertenecía a ese lugar. Quizá debió hacerle caso a su padre y no juntarse con ese tipo de gente; agresivos, desagradecidos y sobretodo, patanes.
—Acepta la chaqueta, por favor —murmuró con voz grave. No miraba a Jungkook, solo hacia Yugyeom, que estaba dormido pese al escándalo y la algarabía.
—No la quiero. Llévatela. —Oh, Jungkook a veces podía ser muy orgulloso.
—La necesitas. No sería bueno que te enfermaras —objetó Taehyung. Miró con asco el cheque de su padre y lo rompió a la mitad en la puerta de la habitación—. Tengo más, así que está bien.
—¡Que no la quiero, maldición! ¡No quiero nada que tenga que ver contigo! ¡Te odio!
Está bien, pensó antes de salir, yo también me odio.
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Uhm, Kookie es un ogro sin delicadeza así que vamos poco a poco, g.
Respondo todos los comentarios ;)
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