Sentía cómo mi corazón estaba a punto de salir de mi caja toráxica; un latido más y juraría que me desmayaría.

Él juntó nuestras manos en un silencio agradable, mientras me dediqué a observar el reflejo de mi sonrisa a través de sus ojos, al mismo tiempo en que los míos reflejaban su belleza.

Lo sabía, sabía que, entre los dos, aquel silencio decía más al respecto de lo que sentíamos.

Un santiamén más estando así y el tiempo llevaría a uno de los dos a decir lo que el otro estaba por atreverse también a expresar. Por mi lado, a mí, no me cabían palabras exactas que explicaran lo bien que se sentía estar ahí, frente a él.

Las memorias de mi antiguo amor estaban ya muy olvidadas... Ahora sólo existía el nuevo hombre frente a mí.

Sin embargo, nos interrumpieron... me interrumpió mi compañera, Romina. Ella me dijo que alguien me esperaba en el primer piso. Así que lo volteé a ver apenada y con un ademán le ofrecí una disculpa, prometiéndole volver enseguida.

Me dirigí con pesadez al primer piso, ¿quién era el osado que había echado a perder tan preciado momento?

Resulta que era mi ex. Él me entregó un regalo y, luego de carraspear fuertemente sin saber cómo empezar a hablar tras mucho tiempo distanciados, agregó:— Te he estado buscando desde hace unos días, me enteré que trabajas aquí por un amigo en común.

Un amigo en común... ciertamente me aseguré que eso fuese lo único que mantuviéramos en común.

—Gracias —hablé al fin, haciendo referencia al presente que me dió.

— ¿Pero...?— inquirió el. Esperando más de mí, esperando más de aquel momento que él consideró íntimo.

—Sin peros, simplemente te agradezco el detalle. —"Mismo que sale sobrando", pensé.

—¿Y...? —interrogó nuevamente, esperando una continuación o quizá un regreso, esperando aún más de mí.

—Sin "peros", ni "y"s. Sólo "gracias". — Nos sonreímos incómodamente en una sonrisa que nada se dijo la una a la otra.

Se terminó marchando y yo preferí regresar al segundo piso a continuar viviendo mi presente.