Encrucijada
Minji y Gong Yoo permanecen sentados en el banco, mientras el aire pesado de la noche parece amplificar las emociones no dichas entre ellos. A lo lejos, Jungkook observa con el ceño ligeramente fruncido, su postura relajada desmentida por la tensión en su mandíbula.
Minji, cansada del silencio, rompe la calma con una voz cargada de ironía y resentimiento.
—Quieres hablar y no has dicho ni una sola palabra desde que llegamos aquí.
Gong Yoo levanta la mirada hacia ella, sus ojos llenos de culpa y una nostalgia que Minji no quiere reconocer.
—Minji, lo que hice... no tiene justificación. Lo sé. Pero...
—No sigas —lo interrumpe ella, con un tono frío—. No quiero escuchar excusas.
Gong Yoo vacila, pero finalmente decide continuar.
—Me fui porque no sabía cómo manejarlo. Ver cómo luchabas... Me sentía impotente.
Minji se ríe, una risa amarga que corta como una cuchilla.
—¿Impotente? Yo estaba muriéndome, Gong Yoo. Y tú, en lugar de quedarte, corriste. Me abandonaste.
Él baja la mirada, apretando los puños sobre sus rodillas.
—Tienes razón. Y no pasa un día sin que me arrepienta de eso.
Ella lo mira fijamente, sus ojos brillando con una mezcla de dolor y furia.
—Espero que algún día puedas perdonarme —susurra Gong Yoo.
Minji cierra los ojos, intentando contener las lágrimas que amenazan con derramarse. Pero antes de que pueda responder, Gong Yoo extiende la mano como si quisiera tocarla, acercándose más.
Desde la distancia, Jungkook, que no ha podido escuchar la conversación, observa el gesto con atención. Algo en la proximidad entre ellos lo inquieta. Decidiendo que ha sido suficiente, comienza a acercarse con pasos medidos, su figura proyectando una sombra que pronto envuelve a ambos.
—Creo que la señorita Minji ya ha dejado claro que no quiere continuar esta conversación —dice Jungkook, su tono calmado, pero con una firmeza inquebrantable.
Gong Yoo lo mira con irritación, levantándose del banco para encararlo.
—Esto no es asunto tuyo.
Jungkook mantiene una expresión neutral, pero su postura transmite una clara advertencia.
—Mi trabajo es protegerla. Así que, técnicamente, esto sí es asunto mío.
Minji se pone de pie rápidamente, interponiéndose entre ambos.
—Jungwoo, ya basta. No necesito que hagas esto.
Él la mira por un momento, sus ojos traicionan el control que intenta mantener. Pero retrocede ligeramente, dándole el espacio que ella ha pedido. Gong Yoo observa la interacción con desdén, aunque algo en su expresión sugiere una pequeña inseguridad que no estaba ahí antes.
—No voy a rendirme, Minji —dice finalmente Gong Yoo, su voz cargada de resolución—. Sé que lo arruiné, pero no me iré sin intentar arreglarlo.
Minji lo mira con cansancio, sacudiendo la cabeza.
—No estoy pidiéndote que te rindas, Gong Yoo. Solo estoy pidiéndote que me dejes en paz.
Sin esperar una respuesta, ella da media vuelta y comienza a caminar hacia donde están los coches, con Jungkook siguiéndola a una distancia prudente. Sus pasos son firmes, pero el peso emocional de la conversación se refleja en cada movimiento de sus hombros.
Gong Yoo se queda en el banco, observando cómo se alejan, con una mezcla de arrepentimiento y frustración grabada en su rostro. Su silueta se pierde entre las sombras mientras el eco de sus palabras queda suspendido en el aire.
En una lujosa sala de reuniones, oscura y silenciosa. Hyori, vestida elegantemente en un traje negro, está sentada en una mesa de mármol, rodeada de sus hombres de confianza. En sus manos sostiene un expediente reciente con información inquietante.
El sonido de sus tacones resonó en la sala mientras Hyori caminaba alrededor de la mesa, sus ojos están clavados en los papeles del informe. La tensión en la sala era palpable.
—¿Están absolutamente seguros de esto? —preguntó, deteniéndose para mirar a su asistente.
—Sí, señora. Todo apunta a que un miembro de la familia Jeon sobrevivió. No sabemos cómo logró escapar, pero parece que alguien lo protegió.
Hyori entrecerró los ojos. Los Jeon habían sido eliminados meticulosamente años atrás. Ella misma había supervisado cada detalle.
—¿Y quién es este supuesto sobreviviente?
—Aún no tenemos un nombre claro, pero ha estado moviéndose entre las familias menores de la mafia. Se le ha mencionado en códigos y rumores como "El lobo solitario". Por ahora, no tenemos un rostro ni un contacto directo.
Hyori soltó una pequeña risa seca, llena de incredulidad.
—Un sobreviviente, oculto durante años, y ahora decide aparecer... Interesante.
Uno de sus hombres, sentado cerca, tomó la palabra.
—Los movimientos que ha hecho son pequeños, pero efectivos. Parece que se está ganando la confianza de las familias menores.
—Eso no será por mucho tiempo. —Hyori dejó el informe sobre la mesa y cruzó los brazos, reflexionando.
El asistente vaciló un momento antes de hablar.
—Señora, es posible que no esté solo. Alguien debió ayudarlo a sobrevivir, alguien con recursos...
Hyori levantó la mano, exigiendo silencio.
—Eso no me importa. Lo que importa es que no cometamos errores esta vez.
Miró a sus hombres con una frialdad que heló la sala.
—Encuentren todo lo que puedan. Su verdadero nombre, su rostro, su paradero. Y cuando lo hagan, quiero que me informen antes de actuar.
Los hombres asintieron y comenzaron a retirarse. Hyori tomó el informe nuevamente, escudriñando cada palabra con atención.
—Pensé que ya había terminado con ustedes, Jeon. Pero si realmente has regresado, solo es cuestión de tiempo antes de que yo misma ponga fin a tu historia.
La habitación estaba tranquila, pero el aire parecía denso, después de aquella discusión con Gong Yoo, la rubia estaba cargada de pensamientos no dichos y emociones a punto de estallar.
Minji se recostó en su cama, mirando al techo, su mente está a mil por hora. Por un momento, todo el caos que la rodeaba se desvaneció, y lo único que quedaba era la sensación de inseguridad. La incertidumbre sobre qué hacer con su vida y con todo lo que había pasado con Gong Yoo y, ahora, con Jungkook.
Jungkook, por su parte, estaba de pie cerca de la ventana, observando el exterior con una mirada fija. Su presencia en la habitación era más que un simple guardaespaldas. Algo en su postura, en su actitud, delataba la tensión que cargaba consigo mismo.
Minji lo miró de reojo, y un pensamiento se coló en su mente. Había sido un error dejar que él se acercara a ella. No solo por la intimidad compartida, sino porque ahora se encontraba atrapada en un torbellino de emociones. Primero Gong Yoo la dejó sin una palabra, y ahora Jungkook, que debía ser solo su guardaespaldas, la hacía sentir cosas que no debería sentir.
Se sentó en la cama, entrelazando las manos sobre sus piernas, y luego lo miró, su voz bajita pero firme.
— ¿Qué estamos haciendo, Jungwoo? —Su tono de voz cargaba una mezcla de confusión y algo más, como si ya no supiera cómo manejar la situación.
Jungkook se giró lentamente, su expresión seria, pero algo distante, como si estuviera controlando lo que sentía.
— Estamos haciendo lo que se supone que debo hacer. Protegerte, cuidar de ti —su voz sonaba algo fría, como si las palabras se le escaparan antes de que pudiera detenerlas.
Minji negó con la cabeza, levantándose de la cama con un gesto inquieto. La verdad era que había algo más en su relación, algo que no podía ignorar. Dos veces habían compartido intimidad: una vez cuando él la había salvado, y la segunda, en el estacionamiento, un lugar donde sus cuerpos se habían encontrado sin pedir permiso, sin pensar en lo que realmente significaba.
— No estoy hablando de eso, Jungwoo. —Dijo, su voz ahora más firme, como si estuviera luchando con lo que realmente sentía
—Estoy hablando de lo que pasó entre nosotros. No puede ser solo un trabajo. Ya lo sé, ya lo entiendo... pero ¿y qué pasa con lo que realmente siento? Porque si sigo viéndote así, me voy a enamorar de ti. Y eso no puedo permitírmelo.
Jungkook la miró fijamente, sin decir una palabra, pero su silencio pesaba más que cualquier respuesta. El ambiente se volvió más tenso. Minji estaba luchando contra lo que su corazón le dictaba, pero su razón, esa misma que le había dado tantos problemas, le decía que no podía permitir que sus sentimientos la arrastraran.
Minji dio un paso hacia él, su respiración era más agitada, y se acercó lo suficiente para que sus rostros quedaran casi a la misma distancia. Aun sabiendo que esto no era lo que debía hacer, no pudo evitarlo.
— No quiero que esto se convierta en algo más, Jungwoo. Pero... —un suspiro escapó de sus labios, como si le pesara lo que iba a decir—. No puedo seguir negándolo. Me estás atrapando, y no sé qué hacer con esto.
Jungkook la observó, su mirada estaba buscando respuestas en los ojos de Minji. Lo que él sentía por ella no se podía negar. No importaba cuán lejos quisiera huir de eso, había algo en ella que lo arrastraba, lo hacía sentirse más vulnerable de lo que estaba dispuesto a admitir.
Fue entonces cuando, sin mediar palabra, Jungkook la atrajo hacia él. La tensión entre ellos estalló en un beso. No fue suave ni lento; fue apasionado, como si ambos estuvieran luchando con algo que querían, pero no podían tener. Minji se entregó a ese beso, cerrando los ojos, dejándose llevar por la necesidad de sentir algo más allá de la confusión y el miedo que había estado sintiendo.
Cuando se separaron, ambos estaban respirando entrecortadamente, con la mirada fija el uno en el otro, como si algo irreversible hubiera ocurrido en ese momento. Minji sabía que no podía seguir con esto, pero algo dentro de ella le decía que ya era demasiado tarde.
— No lo sé, Jungwoo... —Susurró Minji, luchando por encontrar las palabras adecuadas.
Jungkook la miró, con los ojos oscuros de deseo y frustración. Sabía que él también estaba atrapado, pero no podía dejar que eso interfiriera en su misión. Sin embargo, al verla allí, tan cerca de él, no podía evitar preguntarse si podría dejar de luchar contra lo que sentía.
— No sé qué hacer con esto, Minji —dijo con voz baja, casi quebrada.
Minji bajó la cabeza, tocando sus labios con la punta de los dedos, como si buscara algo de claridad en ese gesto.
— ¿Y si dejamos de luchar contra esto? —Preguntó, apenas audible.
Jungkook la miró de nuevo, su respiración se está calmando, pero sus pensamientos están más confusos que nunca.
—No podemos, Minji —respondió finalmente, con un tono más decidido, aunque había un deje de tristeza en sus palabras —No podemos porque así debe de ser, yo no pertenezco a tu mundo.
Minji lo observó, y en ese momento, se dio cuenta de que estaba pérdida. Pero al mismo tiempo, quería que las cosas resultaran.
—Debo irme, mi turno ya ha pasado. —Expresa frío, mirándola con un destello en los ojos. Aceptando que la misión empieza a ser difícil.
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