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XVIII

Último capítulo

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Amanda camina nerviosa alrededor del cuarto. Su madre hacia unos cuantos minutos le había avisado que irían a la fiesta del duque de Yunn.

Maldito seas, Emilianno.

Ella pensaba que podría escapar de Emi por algunas semanas hasta que él se olvidara de ella, pero el chico era demasiado persistente. Ahora, él había personalmente invitado a los padres de Amanda a su fiesta, dejándole imposible que se pudiera negar.

Lo pensaste bien, eh. Te odio.

La clara irritación en Amanda era clara. Ella no quería verse con Emi, no quería que él viera su rostro lleno de vergüenza.

¿Qué pensará de mí al verme ahí? ¿Se reirá? ¿Me ignorará? De verdad no quiero ir.

Se tiró a su cama, frustrada, y gritó sobre la almohada.

Tenía que buscar un vestido para usar además de mentalizarse que vería a Emi. No podía hacerlo. El sentimiento de humillación le presionaba mucho el pecho.

—¡Maldito seas tú y tu descendencia! —exclamó, antes de caer rendida al fracaso.

El vestido de Amanda era precioso. Y perfecto para la ocasión.

La tela era de azul claro, y debido a que era similar al chiffon, con sus varias capas daba la sensación de que era translucida.

No tenía mangas en sí, si no que sus tirantes estaban hechos de pequeñas flores falsa. Estos adornos también estaban incrustados en su pecho, tapando cualquier vistazo de tela azul. Desde su cadera hacia la falda las flores iban bajando de intensidad y ahora estaban puestas estratégicamente.

Las flores eran lobelias índigos.

Amanda las había escogido intencionalmente.

Su cabello estaba suelto y libre. Su rostro resplandecía con suaves polvos de brillos.

Estaba hermosa, se sentía hermosa.

Al momento en que eligió su diseño decidió que no dejaría que un hombre la pisoteara y pidió verse lo mas bonita posible. Así tal vez Emi se daría cuenta lo que había perdido.

Amanda se dio unos pocos retoques antes de bajar a la sala, seguida de Daisy.

—¿Lista, hija? —le preguntó su padre. Ella asintió.

No se sentía lista, pero aún así tendría que afrontar a Emi en algún momento. Era mejor hacerlo ahora que atormentarse por siempre.

¿Qué tendría que decirle ese chico? ¿Pediría perdón? ¿O le diría que necesitaban romper el contrato?

De cualquier forma, pronto lo descubriría.

Emi esperó y esperó a Amanda. Se paseaba de un lado del salón al otro, saludando cortamente a los invitados. Aunque necesitaba verse como un buen anfitrión no podía evitar ver la entrada cada ciertos momentos.

Amanda, ¿dónde estás?

Cuando ella llegó a Emi se le secó la garganta.

Amanda entró como una diosa, robando cientos de miradas, pero en especial la de un chico sin respiración.

Lobelias, fue lo único que él pudo pensar.

Amanda resplandecía bajo el candelabro. Irradiaba belleza y gracia. No había nadie que pudiera quitar su mirada de ella. Se veían deslumbrados por la imagen de ella.

Emi pensó que nunca había visto a una mujer tan preciosa.

No, no pensó, estaba seguro.

Sus ojos azules escanearon el lugar hasta caer en sus iris verdes. Se contemplaron por un instante.

¡Estoy enamorado de ti!, quería gritar Emi pero, ¿sería apropiado hacerlo? Él no tendría problema pero Amanda podría molestarse por su repentina confesión.

Mejor esperar hasta estar a solas, pensó.

El chico se acercó hasta la familia de Terron a pesar de la expresión tan asustada que Amanda tenía.

—Buenas noches, señor y señora de Terron —dijo, con un leve asentimiento de cabeza. La pareja de Terron hizo una corta reverencia. Emi regresó su mirada a la chica —Amanda —susurró su nombre con cautela. Ella hizo una mueca que no pasó desapercibido. Una sonrisa se escapó de los labios del chico.

—Gracias por la invitación —dijo Samantha. Emi le respondió que era un placer contar con su presencia. La chica se quedó completamente callada.

Esto será mas difícil de lo que pensé, examinó el chico. Pero es ahora o nunca.

—Si me dan el honor, ¿puedo tener unas palabras con Amanda? —los ojos de la chica se abrieron en nervios.

No, no, no, aléjate, duquecito.

—Con gusto, ve, Amanda —la empujó su madre a la boca del lobo. Emi sonrió aliviado.

—Diviértete, hija —sus padres desaparecieron, dejándola completamente sola.

—No tengo nada que decirte —habló la chica con frialdad.

—No, pero yo sí.

—Oh, así que el ratón ya te regresó la lengua. ¡Que bueno! —bromeó, irónica, antes de darse la vuelta.

—Espera —Emi tomó con delicadeza su brazo pero Amanda se soltó de un manotazo.

—¿Quieres volverme a humillar? ¿Quieres verme romperme? — Amanda lo miró con los ojos cristalizados. Su voz no podía estar mas destrozada. Un nudo se posó en la garganta del chico —Sólo déjeme ir, duque.

Duque.

Emi nunca sintió su corazón romperse cómo ahora.

—No puedo, tengo cosas que decirte.

—No quiero escucharlas —volvió a tratar de irse pero Emi fue mas rápido y atrapó su mano.

—Sólo escúchame. Te lo suplico —rogó con la voz entrecortada. Emi nunca había estado tan seguro que perdería a Amanda hasta ahora.

La chica no respondió pero no puso resistencia cuando Emi la llevó a una parte del jardín. Había parejas a su alrededor así que no había necesidad de Daisy.

—Habla —ordenó Amanda, cruzándose de brazos y mirando ferozmente a Emi.

¿Por dónde empiezo?, pensó el chico. Trató de recordar su discurso.

—Esa vez en la cafetería, yo si sabía lo que sentía por ti —los dos corazones se aceleraron —, sólo que no sabía porque lo hacía. Yo no quería tomarte como un experimento porque tú vales mas que eso —Emi tragó saliva, esperando ver en la reacción de Amanda que había entendido sus palabras. Un triste asentimiento fue su señal para seguir —. Pero ahora ya sé que siento. Estoy enamorado de ti. Pienso que eres la persona mas hermosa, divertida y especial de mi vida. Cada que estoy lejos de ti sólo deseo volver a estar junto a ti. Cuando buscas alguna razón para discutir mu corazón no puede evitar latir mas rápido porque adoro debatir contigo, aunque suene extraño. Quiero hacerte reír cada segundo y sólo puedo esperar ver tus ojos azules. Te quiero, Mandy, y no sólo para un rato, te quiero para toda la vida.

Amanda no sabía que pensar, o como volver a respirar. Quería llorar por tan hermosa confesión. No se creía que Emi, el chico que quería, le había dedicado tan dulces palabras. ¿El bloque de hielo de verdad le dijo que la quería? Unas lagrimas se acumularon.

—No llores, Mandy —pidió —. No me gusta verte llorar —Amanda intentó quitarse las gotas saladas.

Los dos enamorados se quedaron viéndose por largos minutos. Digiriendo lo que acababa de salir al público.

—¿Es verdad? —preguntó Amanda en voz baja.

—Muy verdad.

—¿Qué tan verdad?

—Tan verdad que quiero ahorcarte porque no me crees.

—Eso no es muy romántico, Emi —el chico rio, menos tenso que antes.

—Lo estoy intentando.

—¿Qué mas quieres intentar? —los ojos de Amanda parecían tan intensos y determinados que Emi casi dio un paso hacia atrás.

—Quiero intentar algo contigo. ¿De verdad me obligaste a decir eso?

—Quería asegurarme —Amanda alzó los hombros, con una sonrisa divertida.

—¿Tú quieres intentarlo? —la ansiedad se comió cada pedazo de piel del chico.

—Sí —Amanda tuvo el impulso de besar a Emi, pero no lo hizo. No importaba que tanto deseo su cuerpo albergara, aún no era lo correcto.

—¿Así que me perdonas?

—Si comes papa y zanahoria rellenas de crema de queso y ajo, lo haré —Emi rodó los ojos, entretenido y asqueado.

—Eres mala.

—Es lo justo —contestó, aún sonriendo.

—Está bien, lo haré —aceptó, derrotado —. Pero ahora me debes un baile —Amanda se quedó pensativa unos segundos y Emi tuvo el miedo de que se negaría.

—Sería nuestro cuarto baile antes de terminar nuestro acuerdo.

—Entonces tendré que invitarte a otro baile para hacer un contrato mas duradero y mas real.

Real.

Sus sentimientos eran reales. Ya no había mentiras y engaños. Ahora podían salir al mundo con sus corazones expuestos y sinceros.

—Así que, Amanda mi amada.

—¿Cómo se te ocurre tanta tontería?

—Cállate, estoy tratando de ser romántico —la chica volteó los ojos.

—Sigue, cariñito.

—Como decía, Amanda mi amada, ¿me das el honor de tener una relación real contigo? —Emi le ofreció la mano pero ella no la agarró.

—Te diré esa respuesta después de que comas las papas y zanahorias.

—Siempre te haces la difícil.

—Las mejores cosas son las complicadas —Amanda tomó su palma con emoción.

—Vamos a bailar, Amanda mi amada.

—Lo sigo, Emilianno mi amado.

—Después de usted, nido de pájaros.

—Insisto, duque —Emi la miró con los ojos entrecerrados.

—Eres cruel.

—Tú mas —la chica decidió posar su mano en el musculoso brazo de Emi, algo a lo que el chico no se quejó.

Entraron al salón, felices y enamorados. No había persona en esa fiesta que no pensara de ellos como la pareja perfecta.

Pareja real. Ahora de verdad, la palabra falsa sobraba.

Fin. 

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Palabras: 1498

Yyyy con esto terminamos esta historia. 

Ahora a dormir. 

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