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XVII

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Emi nunca se había sentido tan solo, ni tan desdichado.

No había logrado trabajar desde hacia dos días. Ni siquiera había dormido o comido apropiadamente. Hasta ahora sólo había estado sentado en la silla de su oficina, mirando fijamente la puerta, esperando que por alguna mágica razón Amanda apareciera.

No lo hacía. Y Emi ya la extrañaba como un loco. La necesitaba, necesitaba volver a respirar.

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Si tan sólo fuera capaz de responder a esas preguntas correría hacia Amanda. Pero no encontraba respuesta. No había ninguna contestación que lo satisfaciera.

—¿Señor? Le traje un té —habló Ronel, por detrás de la puerta.

—Pasa —el asistente entró, cargando con una bandeja de metal. La colocó en una mesa redonda y se sentó frente a su jefe. Observó sus oscuras ojeras con curiosidad.

—¿Se siente bien? ¿Pasó algo con la señorita de Terron?

—N-no —carraspeó, pero Ronel lo miró como si no le creyera —Sí —cambió, derrotado.

—¿Alguna en lo que pueda ayudar?

¡Sí!

Lo mas seguro es que su asistente supiera mas de estas razones que él. Su mejor oportunidad era preguntarle.

—¿Alguna vez has tenido a alguien...? ¿... especial?

—¿Se refiere a una pareja? —Emi asintió. Ronel se quedó en silencio por unos segundos —Sí, lo he tenido —su voz era sombría, Emi nunca lo había escuchado así.

—¿Cómo supiste que era tu persona especial? —Ronel parpadeó con sorpresa, ¿su jefe le estaba pidiendo consejos de amor? ¡Era su día mas feliz! Se acomodó en su asiento y carraspeó.

—B-bueno, ¿qué es lo que siente? —entró en el papel de psicólogo del amor.

—Siento que si no la veo moriré —la sinceridad hizo que el asistente se echara para atrás unos momentos —La encuentro preciosa, siempre me atrae hacia ella. Quiero hacerla sonreír por toda mi vida. Su risa es un encanto. Sus labios una fascinación. Deseo hablar de todo con ella, aunque sea lo mas tonto. Tengo la necesidad de...

—Ya capté la idea —habló rápidamente Ronel. Aunque le gustara que su jefe se estuviera abriendo, no quería escuchar todo lo que sentía por la señorita de Terron. Lo veía como algo muy íntimo.

—¿Alguna vez te has sentido así? —la sonrisa involuntaria que nació de Emi al hablar de Amanda desapareció y en su lugar quedó la expresión que Ronel conocía tan bien.

—Mas o menos.

—¿Entonces sabes que significa? Los nervios engulleron al chico.

—Sí.

—¡Deja de hacerte el difícil y explícame esto que siento —Ronel lanzó una risilla tonta.

—Lo que pasa es que usted quiere a la señorita de Terron. Está enamorado.

Enamorado.

Esa palabra. La había escuchado tan pocas veces que se había olvidado de ella.

Enamorado. ¿De verdad tengo eso?

—¿Estás seguro?

—Muy seguro, señor —Emi se rascó la cabellera, ansioso.

—¿Y-y que significa? —una sonrisita inconsciente salió del asistente. La quitó antes de que Emi pensara que se estaba burlando de él.

—Significa que no hay otra persona para usted que no sea la señorita de Terron. Probablemente no pueda pensar bien cuando ella está lejos y lo único que desea es tenerla en sus brazos. No le digo que se case, pero enamorarse es un paso muy común en un matrimonio feliz.

—Casamiento —saboreó la palabra con curiosidad. Nunca había pensado en un matrimonio que no fuera arreglado. Nunca hubiera imaginado que podría enamorarse de su esposa.

¿Ser esposo de Amanda?, eso a Emi le sonó muy divertido y emocionante.

—Nunca pensaría que podría enamorarme —Emi no le dio un segundo pensamiento a la posibilidad de que estaba enamorado.

No es una posibilidad, de verdad estoy enamorado, pensó el chico.

De hecho, aceptaba tan bien la idea que incluso pensaba que la palabra enamorado rimaba con su nombre.

Emilianno el enamorado.

Emilianno el ennamorado.

—Tengo que ir por Amanda —se levantó de un brinco de la silla, tomó su abrigo y salió de la oficina. Tenía que buscarla, tenía que tenerla de vuelta. No la perdería, no otra vez. Esta vez se quedaría con ella, ya lo sabía. Ya sabía la razón de todos sus sentimientos, y ahora que lo sabía no la dejaría escapar.

—¡Estoy enamorado! —gritó mientras bajaba las escaleras, completamente feliz. Su cuerpo se percibía libre, sin pesos ni malestares.

Voy por ti, Mandy.

Iría a recuperar a su mundo.

—La señorita de Terron por el momento no está en casa —la esperanza desapareció del cuerpo de Emi.

—¿Enserio?

—Si, señor duque.

Maldita sea.

—¿Y sabe cuándo vendrá? —Daisy miró nerviosamente a las escaleras.

—No, duque.

—Está bien, gracias —Emi salió de la casa, totalmente desilusionado. Él de verdad quería disculparse con Amanda y darle a entender su confusión. Pero bueno, tal vez así era mejor, de esta manera podría escribir un discurso.

Desde la ventana de su cuarto Amanda veía a un Emi muy emocionado salir de su casa. Hizo una mueca desolada y volvió a echarse en su cama.

Otro nuevo día y otro intento de Emi por poder hablar con Amanda.

Apretó el papel que tenía en su mano, manejado por los nervios. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho intentó alisarlo.

—Buena suerte, jefe —le susurró Ronel. Emi caminó hacia la puerta de Amanda y esta fue abierta por Daisy. Ella lo miró, inquieta.

—Buenos días, señor duque.

—Buenos días, ¿está Amanda? —Emi estaba seguro que ahora ella si estaría en casa. Era temprano para salir.

—La señorita está de compras.

—¿A esta hora? —preguntó, con el ceño fruncido. Imposible. A esta hora la mayoría de gente se estaba arreglando para comer. Daisy movió sus dedos, nerviosa.

—S-sí, la señorita quiso adquirir un nuevo vestido que le dijeron que se acabaría rápido.

—¿Está segura que ella no está adentro? —volvió a dudar, aún algo confundido. ¿Amanda siempre tendría horarios tan extraños?

—Sí, señor duque, yo la vi salir.

—Entiendo, gracias —el chico se dio vuelta, derrotado. ¿Por qué sería tan difícil contactar con Amanda?

En su nuca la sensación de que alguien lo estaba observando apareció. Se rascó la piel para quitársela pero no lo logró. Rápidamente giró su rostro hacia una ventana. Con velocidad unas cortinas se cerraron pero Emi alcanzó ver un cabello rubio.

Así que te estás escondiendo de mí, pensó el chico.

Volvió al carruaje, ideando un plan para sacar a Amanda de su casa y hablar con ella.

18 de marzo.

Queridos señor y señora de Terron,

Espero se encuentren perfectos de salud. La razón por la cual les escribo es porque desde hace algunos días no he podido hablar con su hija, la señorita de Terron, y estoy algo preocupado por su bienestar.

Debido a que deseo verla lo mas pronto posible, los invito a un baile que estaré hospedando este día en ocho. La razón es que estos días de primavera merecen ser celebrados.

Aguardo su especial presencia junto a la de su hija.

La dirección de la localización e igual que la hora de la fiesta estará en la parte de atrás.

Confío en que los veré este 26 de marzo.

Saludos cordiales y buenos deseos,

Duque Emilianno de Yunn. 

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Palabras: 1181

Ay Emisito, estás bien perdido. 

Instagram: chica_violeta_

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