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XV

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La fiesta de primavera de la familia de Terron había llegado. Las invitaciones habían sido enviadas con días de anticipación, y todos esperaban ansiosamente por el baile.

Amanda estaba parada en la entrada, saludando educadamente a todas las personas que llegaban. Su vestido era verde, sus delgados tirantes tenían cosidas pequeñas flores rojas, su falda era de muselina y también tenía pegadas las decoraciones. Su cabello estaba suelto y una sonrisa igual de radiante lo acompañaba.

"Bienvenidos" "Gracias por venir" lo decía cada dos por tres, sin embargo, cuando Emi arribó, tan guapo como siempre, su sonrisa se amplió.

—Te ves bien —confesó la chica, algo apenada.

—Yo sé.

—Pero no tan bien como yo.

—Mhmm —fue la única contestación. Amanda saludó a una pareja antes de que el chico volviera a hablar—. ¿No entrarás?

—No puedo, tengo que recibir a los nobles.

—¿Y no puedes escaparte?

—No quiero un regaño de mi madre. Y tampoco lo quieres tú.

—Soy el duque, no pueden regañarme —oh, claro, el duque. Sus padres ya sabían de su identidad. Su sermón había durado una hora y habían castigado a su hija porque no les dijo la verdad. Se sentían sumamente avergonzados y ya pensaban en como compensar al duque de la manera que lo habían tratado. Amanda les aseguró que Emi no estaba molesto y que de hecho él había sido quien había propuesto esconder apellido a propósito. Obviamente, Samantha no pudo evitar culpar a su hija.

Madre, yo tampoco sabía que era el duque.

Debido a la penitencia, la chica no había podido salir de su casa, excepto para el baile pasado. Ya extrañaba el olor de la libertad.

—Mi madre no tiene límites.

—Tomaré precauciones y me quedaré aquí —Emi se posicionó al lado de Amanda. Ella podía sentir como su corazón se alteraba por la cercanía.

Por un rato Amanda siguió agradeciendo a los invitados, Emi sólo les daba unas cortas palabras de bienvenida. Cualquier persona que llega ay los veía penaba de ellos en una pareja muy tierna.

Cuando terminaron, a Amanda ya le dolían los pies, así que le pidió a Emi si podían descansar un momento.

Se sentaron en una mesa solitaria. Estuvieron charlando mientras y comían y bebían por un rato. Cuando la chica se sintió mejor decidieron levantarse y pasear.

El entretenimiento de la fiesta era beber y comer mientras andabas por el jardín. Había algunos juegos para divertirse, pero la mayoría prefería caminar y relajarse por unas horas.

Esa era la magia de la fiesta.

La tranquilidad que podías encontrar entre las plantas era irremplazable.

—¿Te va gustando la fiesta? Tengo entendido que es la primera vez que vienes —preguntó de repente Amanda, paseando su mirada por el paisaje verde y azul y morado y rosa y de todos los colores pensables.

—Nunca había creído que había una razón para venir. Además, nunca supe que la fiesta consistía en caminar por un jardín. Si hubiera sabido habría sido el primero en llegar.

—Mi madre siempre te invitaba con la esperanza que vinieras —la chica dudó un instante —. ¿Y ahora?

—¿Ahora qué?

—¿Tienes una razón para venir —Emi le echó un vistazo a una nerviosa Amanda. Sus ojos azules relucían aun mas por el sol.

—Creo que sí —enfocó su atención en unos tulipanes amarillos —Todo está muy bien cuidado —dijo antes de que Amanda tuviera oportunidad de responder. Aunque si hubiera tenido todo el tiempo del mundo no hubiera sabido que responder.

—S-sí, los jardines trabajan muy duro —el ambiente se volvió algo incomodo ya que ningún de los dos sabía de que mas hablar. ¿Sería apropiado comentar sobre lo bella que Amanda se veía? ¿Se escucharía corrector declarar que el cabello negro de Emi era muy hipnotizante?

Al final, la mudez se prolongó hasta que llegaron a la sección de lobelias. Emi se quedó viendo las flores con una expresión calmada. La chica siempre se había preguntado porque le gustaban tanto. ¿Podría ser porque una amante pasada se las había regalado?

Con ese simple pensamiento Amanda se sentía disgustada.

Ahora parecía la mejor oportunidad para preguntarle que lo hacía amarlas tanto. Tal vez el subconsciente de Amanda los había guiado hasta ahí picado por la curiosidad.

—¿Por qué te gustan tanto las lobelias? —preguntó precavida. Con cautela observó el rostro de Emi. El chico no le regresó el contacto.

—Porque me recuerdan a tus ojos —declaró, sin darle un segundo vistazo a su respuesta. Cuando se dio cuenta de lo que había dicho era muy tarde.

Giró su cabeza para ver fijamente a Amanda. Su expresión estaba pasmada, casi en blanco.

Tonto, tonto, tonto, ¿por qué lo dijiste? ¿Qué te pasa por la cabeza? ¿Demencia?

Los pies de Amanda apenas pudieron mantenerla de pie. Todo su cuerpo tembló por la manifestación de Emi. Pero lo que latió mas rápido fue su corazón. La manera en que lo hacía, la manera en como ella se sentía no era normal. No era algo que le había pasado ante. Era la primera vez.

Y a pesar de todo, se sentía tan bien.

¿Emi habrá mentido? ¿Lo habrá dicho sólo por presión?

Eso le aterraba a Amanda. Ella quería, no, ella necesitaba, que Emi sintiera algo similar. Así todo el dolor que empezaba a pesar en su pecho se desvanecería.

—¿Lo retirarás? —dudó, con voz trémula.

—No —en este punto, Emi desconocía que estaba haciendo.

—Entonces yo te diré que tus ojos me recuerdan a un bosque.

—¿Eso es bueno?

—Sí, a mi me gustan mucho los bosques —los dos corazones latieron al mismo tiempo.

Regresaron con la multitud. En su camino encontraron un juego que iba a empezar, decidieron entrar.

La competitividad llenó el espacio.

—¡Bienvenidos, caballeros y damas! El día de hoy estaremos participando en un simple juego. ¿Están listos? —la gente aplaudió con alegría —. Las instrucciones son simples, lo único que deben hacer es insertar este aro —levantó un aro pequeño y la gente asintió —, y lograr meterlo en alguno de esas estacas. Cada poste azul vale un punto —esos estaban mas cerca de la línea de inicio —. Los verdes son dos y os rojos equivalen tres puntos —esos últimos estaban casi a 3 metros. Era casi imposible introducir el aro ahí —. Tienen 5 oportunidades, al final contaremos los puntos y decidiremos al ganador ¡Empezamos! —la primera noble fue una joven que logró 3 punto. El siguiente 6.

Así fue sucesivamente hasta que llegó el turno de Emi. En su comienzo sólo pudo obtener dos puntos pero en n su tercera oportunidad logró ganar tres puntos al meter el aro en la vara roja. Amanda frunció las labios, sintiendo su orgullo ser lastimado. Al final había alcanzado 9 puntos; la calificación mas alta hasta ahora.

—¿Crees que puedes ganar contra eso? —le preguntó Emi, en un tono superior. La chica era la última, si le ganaba a Emi les ganaba a todos.

—Te puedo ganar en lo que sea —sonrió, arrogante. Amanda se quitó el cabello de la cara y se preparó para ganar.

El primer intento logró un punto. En la segunda oportunidad Amanda se enfocó en las estacas verdes pero consiguió introducir el aro en una roja.

—¡¿Cómo te queda la cara?! —le preguntó un grito a Emi.

—¡Como la de un ganador!

—Ya verás, egocéntrico.

Completamente enfocada Amanda falló su tercera intención. En su plan para regresar a la victoria, la chica obtuvo un punto. La frustración de perder la embargó. Necesitaba dos puntos para empatar con Emi.

Aunque no ganara, se sentiría feliz poder tener el mismo puntaje que él.

La chica se ajustó sus tirantes. Se puso en una posición cómoda y se mentalizó para lanzar. Cuando trató de probar su brazo un fuerte sonido la desconcertó.

—¡Achú! —un chico había estornudado. Ese chico había sido Emi. Amanda lo vio con una mirada asesina. Él solo supo sonreír.

—No seas tramposo —le siseó.

—Perdón, son las alergias —Amanda rodó los ojos y volvió a concentrarse en su objetivo.

Cínico, pensó la chica.

Hermosa, pensó el chico.

Ahora sí, estaba lista. Amanda lanzó el aro y para sorpresa de todo cayó perfectamente sobre una vara roja. La chica tardó en asimilarlo, y cuando lo hizo saltó de felicidad.

—¡Gané! —se volteó para ver a Emi —. ¡Te gané, presumido! —Amanda estaba haciendo una escena. Todos la veían con ojo crítico. Sin embargo, los ojos de Emi deslumbraban contra la sonrisa de la chica. Ella estaba feliz, eufórica. Por algo tan simple.

Emi deseaba hacerla así contenta toda su vida.

Amanda se analizó frente a su espejo.

Hacía un rato la fiesta se había acabado así que ella ya estaba lista para acostarse. Pero antes de dormir quería confirmar una cosa.

¿De verdad sus ojos parecían lobelias?

La chica se acercó mas al espejo para obtener una mejor vista de sus ojos.

Sí, eran de un azul claro, pero no encontraba la semejanza. ¿Sería que Emi estaba loco? ¿O le había mentido?

No entendía porque él habría dicho eso. No tenía sentido. Las lobelias eran flores hermosas y únicas, y sus ojos eran muy comunes.

Amanda decidió bajar su mirada hasta que ésta cayó en sus labios. Se los rozó con sus dedos.

¿Qué se sentiría que Emi posara su boca sobre la de ella? Aunque solo fuera un leve contacto.

¡No! No, no, no. Esos pensamientos están mal, se reprochó la chica.

Sus mejillas ardieron. Se lanzó hacia su cama, completamente avergonzada por el tipo de ideas que tenía.

Eso es para las parejas casadas. No está bien que yo imagine eso.

Amanda cerró los ojos, tratando de borrar sus fantasías. Fue tan difícil. El deseo de un contacto tan íntimo levantaba sensaciones en Amanda que le sonaban tan desconocidas.

¿Por qué pensaría eso de Emi? ¿Por qué desearía eso? ¿Sería que de verdad...?

¡Que no!

Un debate mental se rompió en su cabeza.

¿Por qué te gustan tanto las lobelias?

Porque me recuerdan a tus ojos.

Recordó el momento, aún con las cachetes rojos.

Amanda estaba perdida. Estaba absolutamente perdida.

Ella sabía que la manera en que su corazón se movía no era nada normal. O como imaginaba ese tipo de escenas con un chico. Nada de lo que percibía dentro de su cuerpo era natural.

Eran los síntomas de un enamoramiento. De un tonto enamoramiento. De un enamoramiento que no debería pasar. Pero de un enamoramiento que la estaba asfixiando.

Tenía que decírselo. Tenía que confesarle sus sentimientos. Tenía que confesarle a Emi que le gustaba. Aunque ella terminara rechaza y eso rompiera su relación. No importaba. Ella tenía que sacar todo lo que la abrumaba. No interesaba si por semanas sintiera que moriría, si declararse le regalaba un poco de libertad, ella lo haría.

Se levantó de la cama y se sentó frente a su escritorio. Le escribió una carta a Emi, invitándolo a la cafetería ya que tenía algo importante que decirle.

En dos días le diría. En dos días se confesaría ante Emi.

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Palabras: 1827

¿A ustedes les gustaría tener una fiesta de primavera? A mí sí, a ver si así encuentro a un noble guapo y atento. 

Instagram: chica_violeta_

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