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XII

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—¡Amanda! ¡Espera! —Emi gritó, intentando alcanzarla—. ¡Amanda! —volvió a intentar ya que parecía que la chica no lo escuchaba.

—¡Aléjate de mí! —le ordenó. Obviamente, Emi no le hizo caso.

—¡Por favor, Amanda! Déjame explicar —Amanda se giró para verlo con los ojos brillándole en ira. El chico paró por un momento, abrumado.

—¡¿Qué me tienes que explicar, Emi?! ¿O debería de decir señor de Yunn? —Emi cerró los ojos con dolor y cuando los abrió Amanda ya había vuelto a sus andares.

—Si dejaras de correr y me permitieras hablar entenderías mejor.

—¡No tengo que entender nada! ¡Me mentiste! —su grito resonó por todo el lugar. Emi siguió corriendo y debido a que la chica caminaba apresuradamente con tacones su equilibrio se tambaleó y se hubiera caído si un fuerte brazo no la hubiera cogido o a tiempo.

—¡No me toques! —trató de zafarse pero el agarre era demasiado fuerte —. ¡Suéltame! ¡Te lo ordeno!

—Te soltaré si me dejas hablar —los ojos de Amanda lo vieron y el dolor era tan claro que Emi sintió que se caería al suelo si no estuviera tocando la calidez de la chica.

—Me mentiste, no tienes derecho a que te escuche —murmuró, con la voz rota. Su labio tembló, avisando al mundo que en pocos segundos comenzaría a llorar.

—Yo sé que no merezco que me escuches pero confío en que lo harás —Emi le rezó a todos los cielos para que Amanda le hiciera caso. Al principio de la noche se veía divertido por conocer la reacción de la chica, pero ahora estaba completamente aterrado.

Nunca había tenido tanto miedo en su vida. Un paso en falso y la perdería para siempre. Y si perdía a Amanda, no sabía que pasaría con su vida.

Amanda suspiro, temblando por el enojo, el abatimiento y el sentimiento de traición. Nunca había sentido que su confianza se rompía tanto como ahora. Ni siquiera con el hijo del marqués.

Cuando pasó lo de Robert ella sintió indignación y cólera, pero no pena. Ahora sentía que una herida se abría por todo su pecho. Y le ardía. Le ardía tanto que quería llorar hasta aligerar ese dolor.

Traicionada. Emi me traicionó. Me mintió, una lágrima le rodó por la mejilla.

—Se suponía que nosotros engañaríamos al mundo, no que nos engañaríamos entre nosotros —sus palabras fueron como una daga al corazón de Emi.

Había hecho llorar a Amanda. La había lastimado.

Nunca se había sentido tan desgraciado.

—Yo sé, y lo siento. Lo siento tanto —el agarre se aflojó. Las expresiones y conjeturas de letras se atoraron en la garganta de Emi. Percibía el palpitante latido de una bola en su tráquea. Eso hacía que sus ojos escocieran.

Amanda se vio derrotada. La chica había visto a través de Emi, y aunque el chico frío no supiera que estaba sucediendo con su cuerpo, ella si no entendía.

—Vamos al jardín —habló, mas calmada.

El alivio hizo que el organismo de Emi respirara. Sentía que había rejuvenecido cien años.

Amanda me escuchará, Amanda podría perdonarme.

Emi soltó el brazo de la chica, aunque sus instintos le dijeran que ella podría volver a escapar. Pese a que eso pasara, él estaba dispuesto a perseguirla hasta el rincón mas oculto del mundo.

Mientras caminaban, el ambiente se olía pesado y afligido. No se sabría decir cual corazón sufría y pesaba mas.

—¡Amanda! —una voz jovial interrumpió los desastrosos pensamientos de la pareja falsa.

—¿Daisy? —habló la chica, parándose. Emi dejó de moverse igual. ¿Amanda conocía a la muchacha?

—¿Estás bien? Te escuché gritar y vine corriendo a buscarte —explicó con la respiración agitada. El rostro de Amanda se contorsionó en una sonrisa agradecida.

—No te preocupes, Daisy, estoy bien —el tono de Amanda aún se escuchaba ahogado así que la muchacha vio quien era el hombre que estaba al lado de su señorita. Era seguramente el hombre que la había hecho llorar.

—Buenas noches, señor... —habló duramente, observando al chico —..., ¿señor de Yunn?

—¿L-lo conoces, Daisy?

—Claro, me enseñaron sobre todos los nobles en la escuela de doncellas. ¿Qué está pasando? —sus ojos regresaron a Amanda. Amanda suspiró, tratando de calmarse. Emi bajó la cabeza, sumamente apenado, pero sin saber porqué.

—Iremos a dar un paseo por el jardín, acompáñanos.

—Claro que sí, señorita, pero, ¿qué pasó con el joven Emi? —ese nombre hizo que todo el ambiente se congelara. Daisy se posó detrás de Amanda, completamente alejada de la situación.

Las ventanas de Amanda reflejaron el paisaje mas frío que Emi había visto nunca. Sus hermosas flores lobelias se llenaron de hielo y parecía imposible romperlo.

—Olvídalo —fue lo único que dijo, gélidamente. Daisy pareció leer el ambiente y se quedó callada.

Sin mas problemas llegaron a las afueras del jardín. Emi puso a trabajar sus neuronas para saber que decirle a Amanda.

Estaba confundido. Nunca se había sentido tan estresado. En su trabajo todo era igual, siempre. Firmar un par de cosas, importar otras y descansar al final del día. Pero ahora estaba completamente perdido. Tenía algo claro: no quería perder a Amanda. Y eso parecía el único resultado disponible.

Por estas razones el amor es molesto. Por estas razones nunca me había encariñado con alguien.

—¿Vas a hablar o no? —la chica rompió el silencio con frialdad.

—S-sí. Lo siento mucho.

—Eso ya lo has dicho. Yo sólo quiero que me expliques porque no me dijiste sobre tu verdadera identidad. No es como que seas un superhéroe y mi seguridad esté en riesgo por saber —Amanda rio secamente por su mal chiste.

—No ibas a estar en peligro pero yo tenía mucho miedo.

—¿Miedo? ¿De mí? Tú sabes que nunca podría herirte —la chica vio de reojo a Emi. Este se tocaba el cabello con nerviosismo. Por primera vez no se le veía tan seguro. Amanda sintió un poco de pena.

—No miedo de ti, miedo de que me trataras diferente. Soy el duque, y antes de eso era el único heredero al ducado. Todos siempre me han tratado con miedo, como si fuera superior y si cometieran el mas mínimo error perderían su vida —se quedó callado un instante, apretando fuertemente sus palmas —. Pero tú no. La primera vez que nos conocimos me hablaste tan directamente. Me tocaste sin mi permiso y me metiste a una mentira a la que yo nunca accedí. Me trataste como si fuera cualquiera. Me trataste sin educación —las mejillas de Amanda se enrojecieron. ¿Así era como Emi la veía? ¿Cómo una libertina sin modales? —. Y me gustó. Me sentí como parte de algo —Emi rio suavemente, negando con la cabeza —. No sé como lo conseguiste, pero me hiciste sentir como alguien normal —Amanda digirió su confesión. Como alguien normal. Eso había dicho. Eso había salido de lo mas profundo de su corazón. Amanda no supo que pensar. Nunca imaginó que Emi podría percibirse así.

—Tenía miedo que si supieras la verdad dejarías de tratarme así. Tenía miedo de perder esta extraña alianza —el hielo en los ojos de Amanda se fue derritiendo poco a poco. Aún sentía su corazón latir en traición. Pero estaba más calmada. Más dispuesta a perdonar a Emi.

Ninguno de los dos dijo algo. Parecía como si las palabras de Emi fueran suficientes. Pero no lo eran. El chico se detuvo. Amanda también lo hizo.

—No busco tú perdón, tampoco una respuesta tuya, pero por favor, deja de llorar, Mandy —Emi se acercó lentamente, posando un dedo en la mejilla mojada de la chica. Quitó con suavidad unas cuantas gotas saladas. Amanda vio toda la sinceridad que sus ojos albergaban. Ese bosque tan profundo le hablaba. Se reconectaba con ella, tratando de buscar la confianza que alguna vez tuvieron.

—Ni sabía que estaba llorando —Emi bajó su mano.

—No me gusta verte llorar —Amanda apretó los ojos por un momento. Necesitaba pensar, necesitaba respirar un poco antes de decidir que pasaría con Emi. Tal vez no conocía las respuestas a todas sus preguntas, pero tenía algo seguro: no quería perder a Emi.

—Necesito pensar un poco, señor de Yunn —el chico frunció el ceño con molestia.

—No me llames así, dime Emi.

—¿Y si no quiero? —bromeó.

—Usaré mi poder de duque y te obligaré a hacerlo.

—Eso es abuso de poder.

—No lo haré si bailas conmigo —la chica dudó, dudó de todo. Dudó de lo que sentía por Emi y dudó de lo que Emi sentía por ella. Amanda nunca se había emocionado tanto por un baile. Emi nunca había querido bailar tanto con alguien como quería hacerlo con ella.

—Yo creo que para la próxima —Amanda rechazó la oferta que tantos deseos tenía de aceptar.

—Entonces regresemos a la celebración, tenemos una cumpleañera que felicitar.

—Está bien —se separaron unos metros y volvieron por el camino. Amanda no conocía el jardín así que estaba muy perdida. En cambio, Emi parecía conocer el lugar como la palma de su mano. Dieron un par de vueltas antes de volver a entrar al salón.

Ya había varias parejas bailando alegremente. La cumpleañera estaba hablando animadamente con sus invitados. La música sonaba levemente, zumbando en los oídos de las personas como una dulce melodía. El ambiente de la pieza era tan diferente a lo que sentía la pareja falsa.

Amanda caminó directamente a la cumpleañera, queriendo terminar con todo rápidamente. Emi la siguió como perro fiel. Todos los observaban, susurrando sobre lo que estaba pasando.

"¿Es ese el duque?"

"¿Ella quién es?"

"La hija de un conde."

"¿No es ella quién andaba con uno de los hijos del marqués Bradinton hace unos días?"

"Al parecer terminaron."

"Mucha suerte la de la chica poder estar con el duque."

"Pero, ¿qué estaban haciendo allá afuera?"

Amanda ignoraba todos los murmullos que viajaban desde cada rincón del lugar. Estaba demasiado concentrada en ordenar sus emociones. Emi si los alcanzó a escuchar, y no le gustaba nada la forma en que criticaban a la chica.

A todos los presentes les lanzó una mirada asesina.

Amanda se presentó ante la hija del duque con una reverencia. La cumpleañera tenía un hermoso vestido dorado. Iba a la par con la glamurosa decoración de la fiesta.

—Buenas noches, señorita Sid —saludó con voz apagada Amanda. La linda chica la recibió con una amplia sonrisa.

—Señorita de Terron, que gusto que haya venido a mi fiesta.

—No podría perdérmela —la señorita Sid miró al hombre que estaba junto a Amanda y se quedó pasmada por un instante. Rápidamente, como si un mono hubiera presionado sus botones, batió seductoramente sus pestañas.

—Duque de Yunn —hizo un reverencia —. No sabía que iba a venir —su antes afable sonrisa se cambió a una mas peligrosa.

—Vine a dar mis mas sinceros deseos.

—Espero que pueda enseñarme esos sinceros deseos con un baile —Amanda se sintió desplazada, completamente ignorada por la señorita Sid y por Emi.

¿Será que acepta? Hace unos momentos quería bailar, así que aún le debe de apetecer.

—Quiero disculparme por mi descortesía, pero la señorita Amanda no se siente bien y tengo pensado llevarla a su casa —mintió. Amanda no pudo evitar mirarlo con el las cejas fruncidas.

—Oh, entiendo —los ojos de la señorita Sid viajaron entre Emi y Amanda, brillando en desesperanza.

Ahí va un futuro buen esposo, pensó con pena la cumpleañera.

—Espero se sienta mejor, señorita de Terron. Duque de Yunn —hizo una reverencia antes de desaparecer.

—Yo nunca pedí que me llevaras a mi casa —se quejó Amanda, enfurruñada.

—Pues lo haré porque mi poder como duque me lo concede —empezó a caminar a la salida. Amanda no tardó en seguirlo.

—Dijiste que no lo usarías.

—Si bailabas conmigo, pero te negaste —alzó los hombros, con la típica expresión de "lo siento pero en realidad no lo siento".

—Pudiste haber bailado con la señorita Sid —farfulló, irritada.

—Yo quería bailar contigo —dijo Emi, sin pensarlo.

—Para la próxima será —contestó Amanda, sin pensarlo. 

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Palabras: 1984 (George Orwell who? 

¿Ustedes se hubieran molestado con Emi? 

Y si sí, ¿lo hubieran perdonado? 

Instagram: chica_violeta_

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