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V

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Amanda no podría creer sus palabras. ¿De verdad había aceptado su patético trato? Ni siquiera había dado fundamentos convincentes para que el chico aceptara. A pesar de su perplejidad, la afirmación de su participación en su mediocre plan parecía real.

-¿D-de verdad? -inquirió, aún sorprendida. Emi, con su cara de hielo, había dicho que sí. ¡Imposible! Seguro había escuchado mal.

-Sí, de verdad -contestó, aburrido.

-¿Estoy salvada? -murmuró, la pregunta dirigida hacia ella misma -. ¡Estoy salvada! -gritó. Parecía que Amanda quería que todo el mundo se enterara que estaba salvada.

Pero si, estaba salvada. Con una pareja como Emi, sería imposible que su madre la obligara a casarse. Actuarían como la relación mas cariñosa que había existido nunca en este mundo. Sería perfectos actores. Cumplirían con sus papeles con todo el esplendor. Su ejecución sería tan excelente, que hasta ellos mismo se la creerían. Y así, ni su terca madre o su cobarde padre podrían argumentar que no estaban enamorados.

El jardín se quedó en silencio por unos minutos. Emi analizaba la reacción de la chica con curiosidad, ¿de verdad estaba tan emocionada? ¿Tanto le temía a la idea de casarse? Mientras Amanda aún procesaba la situación. Había tantas cosas por planear que el tiempo parecía insuficiente. Pero por ahora el primer paso sería presentarse como debía.

-Me llamo Amanda Martine de Terron -hizo una pequeña reverencia -. Y me disculpo por haberte golpeado y no pedir perdón con la sinceridad correcta -una sonrisa pura salió de sus labios. Emi sintió su corazón perder ritmo.

-Te disculpo -respondió, con la boca seca -. Yo soy Emi -omitió su famoso apellido, por algún motivo no quería mencionarlo.

-Enserio muchas gracias por aceptar. Prometo proporcionarte todo lo que me pidas -Emi se encogió de los hombros.

-No necesito nada.

-¿De verdad? -la mayoría de los nobles siempre pedían algo a cambio, aún cuando el favor era mínimo. Sin embargo, este chico no deseaba nada. No estaba acostumbrada a estos actos tan sinceros.

-Sí.

-¿Por qué?

Porque ya tengo todo lo que se deba tener en el mundo. Quiso responder el chico, pero las palabras arrogantes no escaparon.

-Porque sí.

-Dime porqué -insistió la chica, perdiendo la sonrisa. Emi suspiró.

-Piénsalo como un acto de caridad.

Ni yo sé porqué estoy haciendo esto, para empezar. Pensó el chico.

-Yo no soy caridad -frunció el ceño, irritada.

-A mí se me hace que sí. Con lo mucha que ruegas.

-¡Oh, cállate! -exclamó. Emi escondió una sonrisa -. No puedes hacer esas bromas en público -le advirtió -. La gente pensará que no me quieres.

-No te quiero, apenas te conozco.

-¡La gente no puede saber eso! Ellos se enteran de nuestros pequeño juego y estoy pérdida.

-Entonces esa es nuestra primera regla: no comentarle a nadie sobre nuestro plan. Él que lo haga deberá perder un dedo -dijo Emi, oscureciendo la mirada. Amanda se sintió temblar.

-Me parece una buena regla, sólo que no sé que decir sobre esa consecuencia. Es un poco, ehhh, ¿fuerte?

-Ese es el punto, así ninguno de los dos querrá confesar esto. A menos que quieras perder un dedo.

-No quiero perder un dedo, gracias.

Este está enfermo. Juzgó la chica.

-¿Cuál sería nuestra segunda regla? -preguntó Emi.

-Podría ser hablarnos con cariño. Nada de bromas de mal gusto.

-A mí que ya se me estaban ocurriendo varias -Emi hizo un puchero, fingiendo una tristeza atormentada.

-Que triste, tendrás que guardártelas para después.

-¿Y susurrártelas en el oído? -el chico, por una fuerza poderosa y necia, se acercó a la chica, posando lentamente su boca cerca del oído de la chica. Amanda sintió un escalofrío por el repentino acercamiento.

¿Qué le pasa? ¡Estamos en público! ¿Y si alguien nos ve? Antes de poder apartarlo, Emi habló:

-Tu cabello parece el nido perfecto para los pájaros. Mira, ahí viene uno -¡maldito!

-¡Sácate de aquí! -empujó al chico, él cual se estaba riendo como un loco. Su risa era bonita, profunda y fuerte. Como un café en la mañana, estimulante y necesaria. Amanda quería volver a escucharla, aún cuando fuera a costa suya -. ¿¡Qué te pasa!?¡No te me vuelvas a acercar de esa forma! ¡A penas nos conocemos! -la chica gritaba, mirando fijamente al chico, pero este solo seguía riéndose, completamente ajeno a lo que estaba pasando -¡¿Y hacer una broma de ese tipo?! ¡Que falta de respeto! -Amanda levantó su dedo y lo apuntó acusatoriamente -. ¡Y sigues riéndote! ¡Deja de reír!

Emi, para alivio de Amanda, paró. Aún así, sus ojos brillaban con diversión y sus labios seguían en una sonrisa. Parecía infinita. Amanda quería que fuera infinita. Le parecía bonita. Energética. Un contraste muy claro con la frialdad de sus expresiones.

-Te pusiste roja -dijo el chico, sencillamente. Amanda por fin pudo notar que sus mejillas efectivamente estaban prendidas. ¡Pero no eran por la razón que él creía! Ni en sus sueños mas locos ella se sonrojaría de los nervios.

-¡Por ira!

-Lo que tú digas.

-No vuelvas a hacer eso -cambió el tema, aún apuntándolo con el dedo índice -. No tenemos ese tipo de confianza -sermoneó.

-Tú eres la que le pidió a un extraño una relación.

-¡Relación falsa!

-Además, si seremos amantes deberás acostumbrarte a ese tipo de acercamiento -lo que molestó a Amanda fue que el loco tenía razón. Una pareja que se ama se acerca de esa manera. Si ella siempre se ponía de ese modo, exasperada y casi molesta, nadie se tragaría su mentira.

-¿Entonces puedo tomar tu mano? -cuestionó, completamente segura que Emi se negaría.

Muy bien, corderito, cae en mi juego.

-Claro -sonó como si le diera igual, pero al chico no le daba igual. En realidad, sin saber muy bien, se sentía un poco emocionado. Pero solo un poco. ¿Sería que el calor que le inundó cuando ella lo abrazó sería el mismo con su mano?

No.

Sí.

Tal vez.

Espero.

-Si quieres tómala ahora -Emi extendió sus dedos. Amanda lo miró. Ese chico la sorprendía cada vez mas. Oficialmente lo proclamaba como un loco.

Dudó, ¿debía tomar su mano? ¿Estaría bien? Ya eran una pareja, una pareja falsa, pero una pareja a fin de cuentas. Sin embargo, seguía siendo un desconocido. Aunque, algo le decía que agarrar su mano. No quiso seguir a ese algo.

-N-no lo sé - trató de negarse, pero Emi fue mas rápido y tocó su palma. Con un agarre suave pero firme, Emi y Amanda estaban tomados de la mano.

Emi sintió calor recorrerle el brazo. Una calidez agradable y segura.

Amanda se encontró con que su eterno pecho vacío, ahora latía lleno.

-Vamos, nido de pájaros, hagámosle creer a este mundo que estamos completamente enamorados.

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Palabras: 1107

AAAHH es que ellos a mí me encantan mucho.

Un capítulo mas y ya habré completado las 8 mil palabras *gritos de fangirl*

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