IV
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Después de lo que Amanda declaró hubo muchas reacciones contrarias.
Primero fue la del asistente de Emi. Un joven rodando los 20 años, que a pesar de su corta edad sus nervios por el mundo eran demasiado grandes. Sus ojos iban desde su jefe hasta la extraña chica, intentando encontrar algún signo de mentira.
Su jefe nunca había tenido pareja, nunca había mostrado el mínimo interés a una chica. Siempre estuvo demasiado enfocado en ser un gran heredero. Haber escuchado la nueva relación que tenía con una joven que nunca había visto lo había convertido en un cuerpo mantenido en perplejidad. El sudor le corrió por la frente hasta el cuello.
Emi de Yunn fue el siguiente.
Su rostro se contrajo en pura confusión e irritación. Sus ojos verdes se agrandaron en incredulidad. Su ceño se frunció profundamente, haciendo que sus castañas cejas se volvieran una. Su boca se volvió una mueca de turbación. Parpadeó, aún sin creer las palabras de Amanda.
¿¡Pareja?!, pensó el chico, esto es suficiente. Me iré a casa en estos momentos. No tengo razón para seguir aguantando esta humillación.
Aún así, no soltó la mano de la chica.
La madre de Amanda no podía creer sus palabras. Su hija nunca había mostrado señales de que estaba saliendo con alguien. Y menos de que era con un muchacho tan guapo. Pero aún así, a pesar de que su rostro fuera tan celestial, parecía un plebeyo. Y perder a su preciada hija en un matrimonio tan deshonroso no era posible. Ella se casaría con el hijo del marqués y todos estos juegos se acabarían.
Pestañeó y con un dedo señaló a la cara de Amanda.
-¿Este es tu novio?
-Sí -respondió la chica, sin titubear. Apretó la mano del chico, tratando de hacer que reaccionara y le ayudara. Emi no dijo nada. No se movió, no habló. Se quedó impasible, mirando con ira a la muchacha. Amanda captó esto como una manifestación de rechazo. Sin embargo, no dejaría que todo se echara a perder. Rápidamente tuvo que buscar una salida de los ojos juzgadores de su madre y tener la oportunidad para explicarle todo al chico-. Y si me disculpas, madres, debo ir a calmar a mi amante porque la confesión de mi matrimonio lo han dejado sin palabras -la chica, con una fuerza que no sabía si salía de la indignación o la valentía, arrastró al chico por la plaza. Emi apenas se movía junto a ella mientras le seguía los pasos. Ni siquiera conocía porque aún no se había zafado de su agarre. Un poco de fuerza y movimiento y estaría liberado. Pero recordaba la cara de la chica al borde del llanto y se negó a salirse.
Por lo menos escucharé sus razones de esta tontería. Y después me iré. Se prometió.
El asistente de Emi junto y la madre de Amanda miraban fijamente a los jóvenes que caminaban con pasos pesados y desaparecían de la plaza.
-¿¡Por qué dijiste eso!? -preguntó en un tono alto, Emi, incapaz de reprimir su asombro y enojo. Amanda le soltó la mano y lo miró a los ojos, completamente nerviosa.
-Mi madre quiere casarme con un hombre -explicó, moviendo inquietamente sus dedos. Con el calor y la presión de todo lo que estaba sucediendo, Amanda no dejaba de sudar, así que sus dedos se sentían resbalosos.
-¿Y cómo eso es mi problema? -levantó una ceja, amargado.
-No es tu problema -confesó, humillada -. ¿Pero no te gustaría ayudarme? Soy hija de un conde, tengo dinero, seguro que tengo algo que tú quieres -Emi recorrió su cuerpo con una mirada crítica. ¿Esa chiquilla se atrevía a considerar que le faltaba algo? ¿¡Al mismísimo duque de Yunn!? Claramente, a esa le faltaban neuronas. Emi apretó con fuerza sus manos, convirtiéndolas en puños. Si había algo que le molestara enormemente en este mundo es que alguien se atrevería a pensar erróneamente de él. Y ahora, esta chica extraña y demente, se animaba a decirle que no tenía todo en el mundo.
¡El tenía todo en el mundo! ¡Era el duque de Yunn! Tenía fama, poder, dinero y belleza. Una actitud fuerte y valiente, unas habilidades extraordinarias en espada y lucha, además de un árbol genealógico extravagante. No había nadie en el imperio que no lo conociera. No había nada en el imperio que él necesitara. Así que su pequeño trato se iría al balde. Emi no quería nada de ella.
-Tengo dinero. Puedes vivir en mi casa si necesitas un lugar donde dormir. Mi padre hace negocios, si quieres empezar un empresa él puede ayudarte. Tengo... -se calló unos segundos, mirándolo con desespero. Balbuceaba palabras sin detenerse a respirar. Sus ojos se llenaron de lágrimas en un instante. El corazón de Emi se retorció en su pecho, por alguna extraña razón no le gustaba verla llorar -... tengo mucho para ofrecerte. Dilo y yo te lo daré. Solo promete que me ayudarás -trató de limpiarse las gotas saladas con las manos para que no se notara que estaba llorando, y eso ayudó, pero su voz seguía rota; delatándola -. Por favor -rogó. Amanda nunca había rogado.
Su firme orgullo nunca le había dejado que alguien tuviera el honor de verla vulnerable. Pero ahora todo era diferente. Conocía a su madre, y su terca actitud. Nada la sacaría de su idea de que el hijo del marqués era la mejor opción como esposo para su hija. Su obstinación no le dejaba ver que el hijo del marqués en realidad sólo era un hombre que se aprovecharía de la fortuna de Amanda. Si seguía con su tozudez, la chica terminaría por caminar por el altar hacia el futuro de un matrimonio sin amor y sin felicidad. Su padre nunca se opondría a la sentencia de su esposa. Era un buen padre, amoroso y respetuoso, pero con el tiempo había aprendido que levantarse contra las palabras de la señora de Terron era la peor idea. Para él, era mas fácil dejar a su hija casarse con un estafador que enfrentarse a su mujer.
El orgullo de Amanda conocía la impaciencia de la situación y de como todo debía resultar a su favor. Aún cuando su dignidad se resbalara por los suelos.
La palabra angustia era corto para describir lo que Amanda sentía. Todo dependía de Emi, todo recaía sobre sus hombros. Y a decir verdad, con su impasible expresión, no parecía que iba a aceptar a su trato.
Amanda volvió a intentar convencerlo-: No debes ser mi pareja como tal, sólo debemos aparentar serlo. Ir a fiestas con testigos presentes y fingir que estamos en una relación romántica. Te compraré regalos, y te daré dinero para que me compres cosas a mí. Sólo hay que fingir un poco de afecto.
Los ojos de Emi brillaron con duda.
Lo estaba considerando. ¡Lo estaba considerando! No significaba que estaba aceptando, pero por lo menos ahora no era una negativa.
Amanda sintió un rayo de esperanza esparcirse por su rostro. Los ojos, aún rojos, dejaron de escocer. Su garganta parecía libre de la bola de ansiedad que antes había estado molestándole.
Emi frunció el ceño. Por alguna razón su corazón latía velozmente. Pero eso no era lo mas raro. Algo en el interior de su mente le decía que debía aceptar la propuesta de la chica. Cuando quiso negarse, las palabras no salieron de su boca. Carraspeó para quitarse la molesta sensación de sequedad que sentía. ¿Qué pasaba si aceptaba? ¿De verdad sería la pareja falsa de esta extraña chica? No la conocía de nada. No sabía si sólo era una embustera. Aunque sus reacciones eran demasiado reales para ser fingidas.
Tal vez solo es una buena actriz.
Pero no, algo dentro de su cuerpo, tal vez una corazonada, le decía que ella no mentía.
Entonces, ¿aceptaba? Aceptar parecía tan difícil y tan sencillo al mismo tiempo. Nunca había estado en una relación. No conocía sobre los reglamentos que se tenían que seguir para ese tipo de intimidad. Los libros de contaduría y manejo de haciendas no le habían enseñado eso. Sus conocimientos en las áreas del amor eran completamente nulos. De hecho, era tan inexperto en estos dominios que nunca había querido a nadie de forma romántica, o siquiera sentido atracción por alguien.
Pero, en este caso, no tenía que querer o sentirse atraído por ella, sólo tenía que fingirlo. Si fracasaba, o le hacía daño no era su culpa ya que él solo estaba siguiendo un régimen posteriormente acordado.
Aceptaría, entonces. Lo haría. Así, tal vez, la muchacha frente a él dejaría de llorar.
-L-lo -cada letra tembló en sinfonía con el viento -. Lo haré.
Una sonrisa aliviada apareció en los labios rosas de la chica. En el pecho de Emi, algo se calentó.
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Palabras: 1457
Ya extrañaba a estos tontos y locos.
Espero les haya gustado.
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