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III

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-Por la diosa -los ojos de la chica se agrandaron hasta el punto de que el chico pensó que explotarían -¡Esto es tu culpa! -le reprochó en un susurro.

¿Mi culpa? Tú fuiste la que me atacó sin razón y ni siquiera me profirió una buena disculpa.

-Esto no fue mi culpa, fue la tuya -contestó, con una irritación palpable.

-Baja la voz -le ordenó, poniéndole un dedo sobre la boca. El chico se paralizó sobre el inesperado toque, sintiendo en sus labios un cosquilleo desconocido. ¿Por qué lo estaba tocando? ¿Por qué su tacto no le disgustaba? Normalmente las personas evitaban rozarle, parecía que corrían de él, como si fuera una peste. Pero esta extraña chica le había puesto el dedo en su cara sin preocupaciones o temores. Eso lo hacía sentir de manera singular. No le aterraba. De hecho, le temía mucho más a lo que sea que estuviera pasando detrás de él. Eso, por alguna razón lo contrarió.

¿No me tienes miedo pero a lo que está atrás de mí sí?

Nunca había estado en una situación así.

-Quita tu dedo -comandó, la garganta le temblaba. No de ira, ni de molestia.

-Guarda silencio -Amanda volvió a mirar al chico, con sus ojos brillando en pánico. El chico contrajo un cálido sentimiento cuando la chica volvió a ponerle atención. Amanda bajó su dedo, aún observándole con desespero -. Necesito que me hagas un favor.

-¡Amanda! ¡Búsquenla! -otro grito de un lugar anónimo estalló por toda la plaza. Muchas personas voltearon sus cabezas, buscando al dueño de semejante estruendo.

-No te haré ningún favor -objetó el chico.

De verdad, estoy curioso, ¿qué se cree ésta? Hablarme de esa forma. A mí. El hijo de...

-Por favor -rogó Amanda, casi parecía al borde de las lágrimas. ¿Iba a llorar por lo que sea que estuviera pasando? Pero si hace unos segundos se mostraba tan fuerte. Al chico le disgustó la imagen de ella lloriqueando así que asintió de manera lenta. La chica lo tomó como una respuesta positiva -. Necesito esconderme así que me abrazarás. Los guardias que pasarán por aquí en unos momentos estarán buscándome, no deben descubrirme, ¿de acuerdo? -el chico quiso replicar y negarle. No iba a tocarla y menos a abrazarla. Además, ¿todo esto era para esconderla de unos guardias? ¿Qué tal si era una fugitiva? ¿O tal vez una asesina? De cualquier forma el chico diría que no, y se iría de ahí antes de poder ser conectado con esa desconocida.

Unos brazos se enrollaron en la firme cintura del chico. Una sensación caliente y reconfortante subió por la espalda del muchacho, dándole una placentera reacción al toque de la chica. Una cabeza se acurrucó en el pecho del chico. Los latidos de este se aceleraron de manera imprevista y sutil, seguro que Amanda no podría reconocer el cambio tan repentino en el pulso del chico, pero el dueño del cuerpo si lo hizo y se congeló en su lugar, su mente volviéndose blanca.

Sus sentidos se nublaron hasta sólo sentir el abrazo que la chica le proporcionaba con tanta confianza.

¿Qué rayos está pasando? ¿Por qué me siento así? No debería. Tengo que alejarla.

Lo volvieron a interrumpir, y esta vez fueron los llamados de una mujer.

-¡Amanda Martine de Terron! -el chico subió la mirada, enfocándola en una señora de mediana edad, mojada en sudor, con unos rizos rubios despeinados en su cabellera, un rostro contraído en cansancio y unos ojos, letales, acuchillando fijamente a Amanda.

¿Qué? ¿Quién es esa señora? ¿Estará buscando a esta? Oye, sí, la desconocida me sigue abrazando. Debo apartarla.

-Quí... -empezó el chico, poniendo sus manos en los hombros de la muchacha.

-¡¿Crees que no te reconocería a pesar de que te escondieras en los brazos de un muchacho guapo?! ¡Sal de ahí!

Que la canción, se quejó el chico, ¿qué tiene la gente hoy que me interrumpe?

-¡No! -explotó Amanda, saliendo de su bello escondite y afrontando a su traicionera madre.

El cuerpo del chico se sintió frío, y el corazón de Amanda vacío.

-¡Pues ya saliste! -le gritó su madre. Los inocentes ciudadanos que pasaban eran espectadores de la discusión que parecía ser protagonizada con dos mujeres con un cabello muy alborotado.

-¡No regresaré! ¡Y no me casaré!

Claro que no lo hare, se afirmó a su misma Amanda, yo viviré felizmente soltera.

-¡Sí lo harás! Tú padre y yo dimos nuestra bendición -la señora de Terron trató de acercarse a su rebelde hija, pero la chica se alejó de ella, acercándose aún más al misterioso chico que seguía estático en su lugar.

Debería irme.

-¿Y qué hay de mi bendición? -cuestionó la chica, con una voz rota que desestabilizó al muchacho.

¿Ella no quiere casarse? ¿Por eso estaba escapando? Su ropa no se harajosa o barata. Se ve de una calidad fina, la misma calidad que un noble de gran prestigio podría usar.

-Hija, el hijo del marqués no es una mala opción.

-Sí lo es -sorbió la nariz, reteniendo las ganas de llorar. No era lo suficientemente malo pelear con su madre en medio de la calle pero sería mucho peor terminar llorando. Eso si que sería la ruina de su reputación.

-Te casarás con él. Hasta aquí llegó nuestro discusión. Ahora, vamos a casa y terminemos con este inútil espectáculo.

-No -refutó la chica. El chico debía reconocer que tenía agallas.

Tengo que pensar en algo. Un plan para salirme de este futuro matrimonio.

Amanda observó a su madre, organizando su siguiente movimiento. Se sentía en una guerra, donde ella era la comandante a cargo. Un paso falso y terminaría viviendo su larga vida junto a un mal nacido como esposo.

La respiración del chico detrás de ella fue el detonante para su gran idea.

Es perfecta. Habrá que pulirla, pero, podría funcionar.

-No puedo casarme con el hijo del marqués, madre -siguió Amanda. Rápidamente se giró hacia el chico, viéndolo directamente a los ojos, con una gran sonrisa -. ¿Cómo te llamas?

-¿Yo? -preguntó el chico, confundido por todos los sucesos que estaban pasando.

-Pues sí, ¿quién más? -el chico frunció el ceño.

Claro que soy yo, tarado, se insultó el chico.

Claro que eres tú, zoquete, insultó la chica.

-Me llamo Emi...

-¡Mira, madre! -volvió hacia su madre, dando uno de los anuncios mas grandes que nunca había dado en su vida. Esto debía funcionar. Su única y última solución. No resultaba y la guerra se terminaba con una repulsiva derrota. Amanda sonrió grande y brillante, tomó la mano de Emi, él cual no lograba comprender nada de lo que pasaba, y habló las palabras que la sentenciarían a su victoria o a su fracaso -. Él es Emi y es mi pareja.

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Palabras: 1119

¡Pasé a la primera ronda! Estoy muy feliiiiz.

También me gustaría felicitar a todas las personas que igualmente pasaron a la primera ronda o que lograron completar sus 2 mil palabras. ¡No se rindan! Sigan creando sus bellas historias <3

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