#28"Pedazos"
Seis años antes
JENA
La mansión nunca había estado tan callada, tan vacía.
Desde la muerte de mis padres sentía que los muros me ahogaban, solo no me sentía sola gracias a la compañía de Chelesa, mi cuñada y amiga, ya que mi hermano cada vez venía menos por casa desde que nos habíamos quedado solos.
Pronto el jardín de mi madre estaría seco, también la presencia segura de mi padre acabaría por abandonar la casa y tenía el molesto temor de que con la llegada de tía Romina de Londres la mansión dejase de ser un hogar para convertirse en una prisión, en la de ambos.
Esa era la razón detrás del comportamiento insoportable de Jayden en los últimos días, aunque él no necesitaba de ninguna excusa para justificar su comportamiento irresponsable los últimos meses pero lo cierto era que con la reciente pérdida
de nuestros padres y ahora con la llegada de nuestros tíos a la mansión su comportamiento se había vuelto peor que nunca.
Ya sabía por Leo, (su mejor amigo) que estaba metido en cosas malas pero no quería creerlo y me negaba a enfrentarlo, me negaba a creer nada malo sobre mi hermano.
—¿A que hora crees que lleguen?—preguntó Chels sentada a mi lado en una de las mesas junto a la piscina.
Miré la hora en mi reloj y si, ya eran las siete de la tarde, mis tíos seguro ya no debían demorar en llegar.
—ya deberían estar aquí.—la miré nerviosa y ella me sujetó las manos para tranquilizarme.
—seguro que no es tan malo, ya lo verás, no los has visto en años y Jayden seguro que exagera, ya lo conoces.
—eso espero, hablando de él, ves que ni siquiera está aquí para recibirlos, a la tía no va a gustarle.
—ya vendrá.—aseguró pero algo en mi me decía que Jayden se había perdido y no tenía ni idea de que hacer para recuperar a mi hermano, al alegre, al que me hacía bromas y se burlaba de mi en cuanto tenía ocasión.
No sabía como ayudarlo y a la vez lidiar con mi propio dolor.
Por suerte Chelesa estaba aquí conmigo para apoyarme con lo de mis tíos porque no esperaba que Jayden apareciera y en silencio recé para que de nuevo no estuviese por ahí compitiendo con esa moto del infierno suya o drogándose con cualquier mierda para no sentir.
—querida.—la voz de mi tía irrumpió de pronto en el jardín.
—hola tía.—la saludé y luego hice lo mismo con su marido detrás de ella.—está es Chelesa.—presenté a la chica rubia a mi lado.—es la novia de Jayden.
—¿En serio?—reparó a Chels de arriba a bajo sin molestarse en ser cortés, una linda cualidad que no recordaba en mi tía.—y...¿dónde es que está tu hermano querida?, es que no viene a recibirnos?
—Si viene pero...es que llega tarde, mientras nosotros podemos adelantarnos y comer.—me excuse rápido cuando los guie dentro, al comedor para la cena y con un gesto le pedí al servicio que les subiera las maletas a la habitación libre que ya les había reservado.
—podemos esperarlo niña, ya no debe de tardar, estas no son horas de andar por ahí.
Oh si ella de verdad supiera...
—no es necesario que los hagamos, vamos, ustedes vienen cansados y la cena ya está, ¿verdad Chels?
—verdad.—concedió la chica y por suerte la tía no volvió a insistir en el tema concentrada en su marido.
Pronto los cuatro nos sentamos a la mesa y si, comimos en silencio, despacio, sin ningún tema de conversación aparente, fue una comida en serio algo tensa.
—siento lo ocurrido.—dijo una vez acabamos y yo solo asentí en respuesta sabiendo bien a que se refería.
—si ya terminaron los puedo acompañar a la habitación...
—no es necesario querida, pero en cuanto llegue tu hermano dile que quiero verlo ok.
—ok.—dije al tiempo que mi móvil sonó con la entrada de una notificación, lo abrí y leí enseguida, tuve que disimular la mueca para que tía Romina no se diese cuenta.
—¿pasa algo?—aún así me sondeó de arriba a bajo.
Una mujer astuta sin duda.
—no, no es nada...buenas noches.
Vi como se perdieron en las escaleras, hasta entonces no le mostré el mensaje a Chelesa preocupada.
El mensaje era de Leo, con él venía una dirección adjunta y me pedía ayuda para Jayden diciendo que esta vez si había ido demasiado lejos, metiéndose con gente peligrosa.
Una persona más astuta habría llevado escoltas al lugar de mala muerte al que irían, pero no quería alertar a mis tíos sobre los malos pasos de Jayden.
Esa noche mi única acompañante fue Chelesa la cual se había mostrado insistente en no dejarme ir sola, como siempre.
Cuando llegamos, ambas tuvimos un mal presentimiento de inmediato pero eso no nos impidió seguir adelante, siendo la integridad de Jayden mucho más importante que nuestros miedos.
Un almacén entre callejones poco alumbrados fue lo que nos recibió después, aquí en este lugar el aire apestaba a vicio, a decadencia humana y me pregunté como fue que mi hermano pudo encontrar este sitio tan alejado de los que somos.
Supimos que era el lugar correcto gracias a la moto(RSV4) azul y negra aparcada frente al almacén.
Esa era sin duda la amada moto de Jayden, yo podría reconocerla en cualquier parte y si se encontraba aquí fuera eso solo quería decir que él no debía de andar muy lejos, nunca se iba a ninguna parte sin ella.
Ambas contuvimos el aliento cuando nos decidimos a entrar no muy convencidas al gran y sucio almacén, nuestro plan:[entrar y encontrar a Jayden, luego volver a salir tan rápido como lo primero]
Pero eso es lo que a veces ocurre con los planes, no importa que tan sencillos parezcan, algunos simplemente se tuercen.
A medida que cruzamos la estancia el aire que compartíamos se sintió peor, y dejé de respirar intencionalmente para no marearme mientras sorteamos a la gente drogada que nos encontramos dentro.
Ellos ni siquiera parecían conscientes de nuestra nueva presencia, algunos demasiado idos, otros habría jurado podrían haber estado muertos y nadie se habría dado cuenta simplemente por la forma en la que algunos estaban tirados en el suelo, en cualquier rincón que pareciese cómodo, de cualquier modo.
Recé en silencio para no encontrarme a mi hermano así, mi corazón no iba a aguantarlo, a mi lado Chelesa pareció hacer lo mismo.
Un hombre corpulento y de mal aspecto se nos atravesó de pronto de forma desagradable, olía asqueroso, justo como todo este lugar hasta arriba de sustancias ilegales.
Un hervidero de drogas, mi hermano nos había traído directo a uno.
Los tíos pondrían el grito en el cielo si lo supieran, claro que a Jayden eso no le importaba.
—Pero miren nada más que cositas más ricas nos trajo la María.—sonrió enseñándonos los dientes manchados y Chelesa se aferró fuerte a mi brazo, claramente tan horrorizada por el hombre como yo.
Venir hasta aquí solas había sido un error, pero ya era tarde para cuando el sujeto las arrastró detrás de unas cortinas de silicona muy sucias para dar con otra habitación, ni rastro de Jayden.
Dos hombres más aparecieron entonces, ambos con una sonrisa igual de espeluznante que el primero y entonces comencé a sentir miedo de verdad.
No le hice caso a mis instintos de echar a correr en ese momento, en lugar de eso traté de explicarle al que parecía el líder porqué estábamos aquí.
—¿Así que Jayden les pidió venir a ustedes para pagar su deuda?...ah, y yo que lo empezaba a detestar pero veo que el chico nos conoce bien, ¿o no Rata?—miró al tipo a su derecha y este ensanchó mucho la sonrisa.
—Tal vez el chico pensó que su moto no era pago suficiente y nos envió este regalo.
¿Jayden ya había pagado la deuda dejando su moto?
bien, eso quería decir que nosotras ya podíamos salir de aquí.
—Si ya pagó su deuda entonces no vamos.—agarré a Chelesa por la muñeca pero el tercer hombre se nos interpuso.
—¿A dónde?, los regalos no se desprecian.—masculló el tipo cerrando el paso cuando insistí en salir.—menos unos tan lindos.
Ahora éramos nosotras las que estábamos en problemas, lo supe y por las caras de estos tipos deduje que no nos dejarían ir sin más.
Estúpida yo les ofrecí el dinero para que nos dejasen ir.
Error, me lo arrebataron felices y aún así no nos dejaron marchar.
—¡Se están equivocando, solo les dejaríamos el dinero!—aclaré desesperada cuando Chelesa se negó a cooperar y uno de ellos la inmovilizó contra el suelo.
—tranquila cariño esto será divertido, se irán cuando terminemos.—prometió el muy desgraciado claramente hasta arriba de sustancias.
Rápido intenté zafarme del primer tipo para ir a ayudarla pero me propinó un golpe que me hizo ver puntos negros, cuando recuperé de nuevo la visión vi y oí el forcejeo violento que hacia mi amiga impotente sin poder hacer nada, sin poder ayudarla.
Pero Chels no se dejó, pateó con fuerza a uno y mordió al otro hasta hacerlo sangrar, tal vez fue su fuerza, su resistencia a ellos lo que les enfadó tanto y por eso la rompieron.
Aparté los ojos para no ver los golpes, no me sirvió de nada porque aún podía oírlos, cada uno fue peor que él otro, las sangre, los chasquidos, lágrimas me corrieron por las mejillas sin control alguno con cada crujido, con cada grito desesperado que salió de sus labios hasta que ya no la oí mas.
Esos animales la golpearon tanto ante mis ojos que para cuando acabaron con ella la hermosa chica que había sido antes ya no estaba, en su lugar...no sabía que había quedado en su lugar.
Uno de ellos se apartó del charco de sangre indiferente, como si no hubiesen acabado de matar a punta de golpes a una chica inocente y entonces me miró a los ojos, en ellos relucía la crueldad, el morbo asqueroso de una alimaña y lo acepté.
Acepté muy rápido que quizás ya no saldría viva de este lugar.
Esos hombres me iban a violar, iban a hacerme daño y no podía hacer nada, estaba indefensa.
Odié cada parte de mi misma a continuación por esa horrible verdad.
A veces morir es un alivio, pero la muerte nunca vino por mi esa noche, no importó cuanto le rogué, ella no apareció para salvarme de ese lugar oscuro al que se fue mi mente por horas como había hecho con Chels.
Mientras me violentaban de todas las maneras posible, simplemente se negó a aparecer.
(...)
¿Cómo había sobrevivido?, no lo sabía, esa parte del trauma se había borrado, de todos modos ya no importaba.
Todos sabían lo que me había ocurrido, me miraban con pena, me miraron con lástima, sobre todo Leo de quien tontamente siempre había estado enamorada y no lo podía soportar.
Mi vida se había vuelto un infierno de la noche a la mañana y los días habían comenzado a palidecer, habían perdido toda su gracia, ya no tenían color.
No quería esto, no quería nada.
Jayden no me miró a los ojos ni una vez luego de lo que ocurrió, ya nunca estaba en casa, en especial con las exigencias de mi tía sobre él pero yo sabía que no eran ellos los que le impedían estar en la mansión por mucho tiempo, sino la culpa, por él Chelesa había muerto brutalmente, por él Leo nos había abandonado dolorosamente tras confesar su romance secreto con Chels, por él yo misma no podría volver a sonreír jamás.
No vino nunca, no vino a verme mientras me marchitaba encerrada en mi habitación como el jardín abandonado de mamá, al menos no lo hizo hasta una ocasión en donde me había encontrado en el suelo, dando cabezazos contra el borde de la tina en un ataque de depresión e incluso entonces no soportaba mirarme a los ojos, lo supe.
Dolía, dolía mucho estar sola pero dolía más que ni él mismo me pudiese consolar por eso lo eché, lo culpé esa noche de todas mis desgracias y cuando se marchó me derrumbé aún más por clavarle los dientes de ese modo sabiendo que no era verdad, que yo nunca lo hubiese podido odiar.
Ya no me aguantaba, estaba rota, me caía a pedazos y no importaba cuanto lo tratase de disimular.
Esa misma noche me asomé al balcón, la luna estaba clara en el cielo y entonces supe cual era la solución a tanto dolor.
Abajo vi a mi hermano, discutía otra vez con nuestros tíos en las mesas del patio, ellos lo culpaban, lo estaban destrozando también, en las manos llevaba un casco, señal de que se iría una vez más, estaba sola.
No lo odiaba, pero si me odiaba a mi misma por no poder hacer nada, por hacerle daño y eso bastó.
Miré al cielo desbordando, dejé ir una última lágrima de dolor, pedí perdón a Dios por la decisión que estaba tomando y entonces me arrojé, cogí un último impulso y atravesé el pequeño balcón.
Sentí el vació en el estómago, luego caí y caí tres pisos hasta los adoquines que separaban el suelo del suave césped y lo oí, oí demasiado fuerte el crujir de mis propios huesos al romperse y todo se desvaneció.
No había rastro de dolor, tampoco de los pedazos rotos que había sido la vida los últimos meses y eso me gustó.
Un último respiro y vi a mis padres.
En esa ocasión la sangre roja, espesa, tiñó los adoquines y la hierba húmeda de una mansión, la vida se haría más fácil para algunos, a otros esa noche se les rompió en mil pedazos el corazón.
__________________Nota.(
😭😭😭😭
La versión de Jena me mató...Chau😭
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro