XVII. Your moonlight
Levantó la cabeza sin saber de dónde venía la voz y se giró hacia el lado contrario. Maldita sea, seguía estando tan adorablemente confundido como siempre.
—Lay, aquí...
Me encontró, por fin.
—¿Dinah? —exclamó abriendo mucho los ojos—. ¿Qué haces aquí?
—No, no. ¿Qué haces tú aquí? No si... va a resultar que después de todo sí que estabas enamorado, ¿eh? —Seguí fingiendo que me había bebido hasta el agua de los floreros y me colgué de su cuello. Era divertido tomarle el pelo. ¿Hasta qué punto me creería?—. Reconócelo, has venido a buscarme para pedirme matrimonio. Está bien, concedido, pero quiero una casa en las Bahamas.
Me separó de él suavemente, mirándome con ternura. Maldita ternura la suya.
—Sabes que nunca quise que lo nuestro terminara. Pero no estoy aquí por eso, el novio y yo fuimos a la universidad juntos, solo que yo me especialicé en psiquiatría, ya sabes. Éramos muy amigos entonces... Todavía lo somos.
—Baila conmigo.
Lo cogí de la mano y tiré de él hacia la pista. Mientras Lay me miraba con cara de estar observando a un cachorrito caerse de un escalón, de repente fui consciente de que sí que había bebido más de la cuenta. No estaba fingiendo estar borracha, estaba borracha. ¿Qué diantres estaba haciendo? Me rescató en aquel momento una voz a mi espalda y un brazo alrededor de mi cintura que tiró de mí hacia atrás, suave pero firmemente.
—Dinah, ¿nos vamos?
Me giré. Suho me miraba con seriedad y el ceño ligeramente fruncido. Como siempre, de alguna forma, cuando necesitaba ayuda allí estaba él.
—Eres un amigo —le susurré, dejando caer la cabeza sobre su hombro. La cabeza empezaba a darme vueltas, me había subido el alcohol más de lo que pensaba. Solo quería irme a casa.
Desperté a la mañana siguiente con resaca emocional. Había bebido, pero no lo suficiente como para seguir sufriendo las consecuencias fisiológicas. Las emocionales eran otro asunto. Había ocurrido. De repente la boda ya era pasado. No había vuelta atrás, Jongdae estaba casado. Me levanté de la cama por inercia, arrastrando los pies hasta la ducha. Ni siquiera me quedaba el consuelo de decir que la vida no era justa, porque lo era. ¿Merecía yo a Jongdae en mi vida? Él era una especie de ángel bajo la bata y el estetoscopio y yo tras las cámaras y los micros era una ilusa con demasiado genio que a veces no era consciente del daño que hacía a los demás. ¿Qué había hecho para tener un hombre como él a mi lado? Tenía lo que era justo: nada.
Maldita sea. Aquella boda absurda... ¿Por qué acepté ir? Estúpida, más que estúpida... Recordé el numerito con Lay. ¿Cómo se me había ocurrido...?
Salimos juntos durante un año cuando ambos estábamos en la universidad. Fue mi relación más larga. Lo dejamos porque él no sentía por mí lo mismo que yo por él. Calmado, tierno e increíblemente trabajador, era la clase de persona que toma sus decisiones en base a la lógica y no al corazón, que no se deja llevar muy lejos por los sentimientos. En aquel entonces yo esperaba fuegos artificiales por su parte y tuve en cambio a un hombre dispuesto a compartir su vida conmigo, pero sin las hormonas dibujando corazones en el aire a nuestro paso. Nos gustábamos, yo lo quise, todo era agradable a su lado, pero nunca se puso nervioso por una cita conmigo, nunca tuvo celos de verme con otro, nunca me llamó tras unos días atareados porque necesitase verme...
Me recordaba a la relación entre Chanyeol y yo, solo que ahora era yo la que sentía menos. Aunque... con Chanyeol al menos me unía una irremediable atracción física y era mi mejor apoyo emocional en un momento sentimentalmente complejo, pero Lay nunca había necesitado nada de mí. Hirió mi orgullo. Qué infantil de mi parte. Así que lo dejamos y no volví a saber de él hasta la boda de Jongdae. Vaya noche para reencontrarnos... Tenía que hacer el ridículo justo ese día, justo con él. Estupendo.
De repente recordé otro momento del día anterior que había olvidado. Mai. ¿Dónde diantres se había metido Mai el resto de la tarde? Es decir, podía imaginar con quién y cómo, pero ¿dónde? En cualquier caso, como buena periodista, necesitaba datos. A este paso iba a pasarme a la prensa rosa... Decidí llamarla por teléfono. Tuve suerte, estaba a punto de acabársele la batería... ¿Dónde había estado toda la noche para no haber podido cargar siquiera el teléfono?
Quedamos para tomar un café. Para mi sorpresa, cuando llegué a la cafetería no estaba sola: un chico alto, moreno y sonriente, que conocía bastante bien a esas alturas, estaba a su lado. Me fijé en las manos entrelazadas de ambos. Interesante.
—Jongin, ¿verdad? Soy Dinah. Ayer todas las chicas de la boda queríamos ser Mai. Veo que salió bien...
De nuevo esa risa aguda suya... Se ponía especialmente adorable cuando se moría de vergüenza.
—Espero que no se notara que estaba temblando —respondió.
—Me hiciste temblar a mí, desgraciado —apostilló Mai, ruborizada—. No sabía si pegarte por hacer eso delante de todo el mundo o... comerte allí mismo con sirope de choc...
Un beso rápido de él en los labios la hizo callar. Sonrieron. Los ojos de Jongin eran un océano de ganas de seguirla besando hasta el infinito. Mai le acarició las mejillas mientras lo miraba, arrobada... Segundos después los dos se dieron cuenta de que estaban en medio de una cafetería y se separaron carraspeando y fingiendo que no había ocurrido nada. Tortolitos...
—Dinah —terció ella—, en realidad queríamos avisarte de lo que va a pasar a a partir de ahora. He dejado a Baekhyun, pero Jongin sigue en casa y su hermano pronto descubrirá que estamos juntos. No sé cómo va a acabar esto, pero si algo sale mal quiero que sepas lo que está pasando. No te puedo prometer que salgamos vivos de esta...
—Mai, por favor, ¿cómo puedes decir eso? —interrumpí—. Debe haber alguna forma de...
—Si la hay no la conozco.
—No puedo denunciarlo, es mi hermano —intervino Jongin—. No es mucho mayor que yo, pero fue el que tuvo que madurar primero y se hizo cargo de mí. No teníamos a nadie... Nuestra madre siempre tuvo problemas de... adicciones... Lo dejó cuando se quedó embarazada de mí y luego volvió otra vez... Cuando murió mi padre no teníamos a nadie. Él siempre fue bueno conmigo, dejó los estudios para trabajar, para poder cuidar de mí... Fue desde que murió mi madre, hace unos años, cuando todo cambió. Apenas sabíamos nada de ella, pero Kyungsoo tuvo siempre la esperanza de que la recuperaríamos algún día... Creo que la realidad lo rompió... Se volvió violento, posesivo... Me prohibió bailar... Y mi vida es el baile... No puedo dejarlo... No puedo...
Mai entrelazó sus dedos con los de él, con fuerza. Parecían haberse convertido el uno en la fuerza del otro. Acordamos que yo seguiría de cerca la situación por si ocurría algo nuevo y nos separamos dejándome la situación un sabor agridulce, y cierta inquietud, como si algo más estuviese mal en todo aquello.
Una llamada de teléfono nada más llegar a casa confirmó mis sospechas.
—¿Dinah? —La voz al otro lado del auricular parecía especialmente seria.
—Abogado Byun, ¿teníamos algo pendiente?
—Te llamo como amiga esta vez. Lo siento... No... No sabía a quién llamar y... Recordé que eres cercana a mi Mai y... —Se lo cortó la voz y escuché algo que parecía un sollozo. Estaba tan acostumbrada a escucharlo bromear que me impactó especialmente.
—¿Qué ha pasado? —Me asusté—. ¿Mai está bien? ¿Baekhyun?
Se recompuso antes de responder.
—No lo sé... Dinah, por favor, ayúdame... No sé qué hacer... La quiero tanto...
—¿Qué está pasando?
—No lo sé, eso es lo peor, que no lo sé... Llevo aceptando todo lo que me ha hecho hasta ahora, porque la quiero... Las infidelidades, el chantaje emocional, su genio; incluso ha llegado a quitarme dinero para pagar esa adicción que no quiere tratarse... Y ni siquiera me importaba. Yo solo quiero cuidar de ella, pero ahora dice que se va... Yo sé que me quiere... Yo lo sé...
—Baekhyun, no entiendo nada de lo que estás diciendo. ¿Infidelidades? ¿Adicción? ¿De qué diantres estás hablando?
—¿No lo sabías? Lo siento, no debí hablar tan a la ligera... Pensaba que ella te habría contado todo eso... Soy un idiota, perdóname.
—No es a mí a quien tendrías que pedir disculpas, pero sigo sin saber qué esperas de mí.
—Ni siquiera sé lo que pedirte... Mai no está bien. A veces... Mira, te lo digo porque eres su amiga y sé que te preocuparás por ella. A veces pierde el control y actúa de forma imprevisible, toma decisiones incoherentes, percibe cosas que no son, se comporta de forma depresiva o violenta... Depende del caso. Pero no es culpa suya; tienes que entender eso. Tiene problemas con sustancias... Empezó a tomar algunas cosas por el dolor de espalda, por tantas horas en el hospital... Y ahora no puede parar. Yo... he hecho lo que he podido, le he dado dinero, se lo he negado, he pasado por alto sus... inconsistencias... Bueno... Cuando descubrí lo suyo con el doctor Kim estuve a punto de dejarla. Después decidí que si ella se quedaba a mi lado yo lo perdonaría todo con tal de tenerla conmigo... Pero ahora... Ahora está haciendo cosas que no tienen vuelta atrás y yo... La sigo queriendo.
Traté de asimilar lo que estaba escuchando. Respiré hondo. Uno... dos... tres... Está bien, necesitaba preguntarlo. Necesitaba saber. Si me había mentido quería saberlo. Tenía que saberlo.
—¿Puedes repetirme lo del doctor Kim?
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