XII. My dear
A la mañana siguiente olvidé la cita de Chanyeol con la discográfica. Suho y yo apenas dormimos unas horas, avisamos en el trabajo de que tardaríamos en llegar y salimos para la comisaría donde llevaban en caso. No quisieron darle explicaciones, ni sobre el chico ni sobre la prueba de alcohol en sangre.
Él había recuperado la compostura y volvía a ser algo parecido al Suho de siempre: serio, calmado, activo... Pero yo sabía que no estaba bien. Conforme pasaban las horas y no había respuesta, su ansiedad fue creciendo y acabó alejándose de mí para tomar el aire, solo. Cuando volvió me dijo que había hablado con la productora y que lo apartarían del programa por el momento. Me ahorré el comentario de que "por el momento" tenía todas las papeletas para ser una forma educada de decir que iban a despedirlo.
Cerca de la hora de comer recordé que había quedado en almorzar con Chan. Dejé a Suho en su casa y fui a la de mi novio. Llegaba tarde, no era la primera vez que lo hacíamos ninguno de los dos... No parecía estar de buen humor, sin embargo. Me sorprendió su expresión cuando le dije que había estado con Suho, pero si algo no me esperaba era una escena de celos.
—Suho, Suho, Suho. Estoy harto de ver a ese tipo al lado tuya todo el día. ¿No tiene novia? ¿Amigos? ¿Abogado? ¿Por qué tenías que ir tú? —Se dejó caer en el sofá poniéndose los auriculares.
—Oye... Se presentó en plena noche, ¿vale? ¿Qué querías que hiciera? ¿Echarlo? Hasta donde sé, es un buen amigo, no voy a tratarlo como a un extraño... ¿En serio te vas a poner a escuchar música? Si tienes algo que discutir por lo menos sé maduro y háblalo.
—No tengo nada que hablar. A ti te parece bien que otro hombre pase la noche en casa de mi novia. Si quieres dejarme como un idiota, adelante. ¿Por qué no? —Se quitó los auriculares y los tiró sobre la mesa—. Mañana lo mismo meto yo en mi casa a mi amiga del estudio, eh.
—Eres injusto, ¿vale? Yo no he metido a nadie en ninguna parte. Y si crees que soy la clase de persona que deja tirado a un amigo no sé con quién demonios estás saliendo, porque no es conmigo. —Se levantó del sillón mientras yo hablaba y fue a replicar, pero no le dejé—. Es que no me estoy creyendo que venga a tu casa y me estés haciendo una escena. Se suponía que éramos las mujeres las que hacíamos cosas así, pero está claro que no piensas portarte como un hombre.
Me di la vuelta sin dejarlo responder y salí de la casa dando un portazo. Comenzaba a arrepentirme a unos diez metros calle abajo cuando escuché unos pasos correr en mi dirección. Evité hacer caso al impulso de darme la vuelta, pero alguien lo hizo por mí. Una mano me sujetó del brazo para girarme, tras lo que me encontré frente a frente con ni novio, con los ojos muy abiertos.
—¿De verdad te vas a ir?
—¿Qué quieres? —Empleé toda la dureza que fui capaz de darle a mi voz.
—No te vayas... Es verdad, sí que soy un idiota.
—Eso lo has dicho tú.
—En la discográfica me han mandado a casa, dicen que mi música está desfasada, ¿sabes? Que haga un curso de producción, ¡de producción!
—Y lo estás pagando conmigo.
—Lo siento. No te vayas, te acabas de ir y ya te echo de menos... —Me miró con ojos de cachorrito. Maldición. No podía evitarlo, me desarmaba... Lo abracé.
Así, tan repentinamente como había comenzado, acabó nuestra primera pelea.
Aquella tarde, ya en el hospital y dirigiendo la grabación del programa sin Suho por primera vez, hablé con Mai sobre la situación. Lo llevaron a otro hospital, pero tal vez ella pudiera enterarse al menos de si el chico había fallecido o no. Pintaba mal, pintaba muy mal, pero tenía que aferrarme a la posibilidad de que estuviera vivo.
Mai no me tranquilizó. No podía entrar en las bases de datos estando delante los jefes y en aquellos momentos tenía sus propias preocupaciones.
—No he podido verlo. Cada vez tengo más miedo... Necesito saber que está bien...
—¿No fuiste a su casa? Tenías la dirección.
—Fui, anoche, pero me interceptó en la calle ese hermano inquietante suyo. No sé cómo changos me vio antes de que llegase siquiera. Fue muy extraño, primero me dijo que me fuera y después que tomase un café con él. Me di la vuelta y entonces me cogió del brazo y me dijo que no huyese después de lo que había hecho. Me hizo daño.
—¡¿Te hizo daño?! Voy a matar a ese renacuajo. Hasta aquí podíamos llegar...
—No es tan bajito como parece, frente a frente... Te aseguro que impone... Además, está esa mirada... Bueno, me cogió tan fuerte del brazo que me ha dejado las marcas de los dedos... No parecía que intentase hacerme daño... Pero fue tan brusco... Mira. —Se levantó la manga del uniforme para enseñarme el brazo.
—Ni se te ocurra justificarl... —Me quedé callada mirando su brazo. Había visto esas marcas antes, en otro brazo—. Mai, fue él. No tengo pruebas pero lo sé. Eran las mismas marcas, en el brazo de Jongin, solo que más fuertes.
El resto de la tarde transcurrió con Mai y yo agobiadas por nuestras respectivas preocupaciones, mientras aparentábamos tener el mejor de los días. Entre broma intrascendente y rutina de trabajo aún más intrascendente, Mai se imaginaba el cuerpo de Kai herido y tirado en algún lugar y yo a Suho dándose a la bebida después de tirar su vida por la borda. Nuestro instinto de supervivencia seguía diciéndonos que aún no estaba todo perdido, pero una suerte de sexto sentido nos golpeaba una y otra vez con la sensación de que las cosas no iban bien en ninguno de los dos casos.
Cerca de la hora de acabar el rodaje y los turnos de Mai y Jongdae, entró en nuestra ecuación este último. Yo acababa de susurrarle a Mai que iba a tratar de despistar a la enfermera jefe para que pudiese acceder a la base de datos, cuando una voz muy cerca de mí me hizo dar un salto.
—Dinah, ¿qué está pasando?
Ni Mai ni yo habíamos advertido la presencia del médico tan cerca nuestra.
—Nada, nada. Solo estábamos bromeando —respondí, tratando de aparentar una tranquilidad que no tenía—. Decíamos que día menos pensado hackeamos el sistema y rob...
—Dinah, dime lo que necesitas. Debe ser importante para que lleves preocupada toda la tarde.
Me quedé en silencio. ¿Tanto notaba mis cambios de humor? En aquel horrible momento fui plenamente consciente de lo probable que era que supiera perfectamente lo que sentía... lo que había sentido por él y por qué hacía dos semanas que apenas me comunicaba con él si no era estrictamente necesario. Me sentí demasiado desnuda y avergonzada como para pedirle nada, pero a la vez no podía dejarle esperando una respuesta cuando parecía genuinamente preocupado por mí.
—Es... Un amigo... —¿Debía decirle la verdad? Tal vez cambiase por completo su forma de ver a Suho. ¿Lo estaba traicionando si hablaba de sus problemas sin consultarle antes? Pero Jongdae podía ayudar, como médico, probablemente le sería mucho más fácil consultar cualquier información dentro del sistema—. Es Suho. Ayer hubo un accidente... Por eso no está aquí hoy...
—¿Está bien? ¿Está herido?
—Sí, sí; no... Es decir, él está bien... Fue un chico el que salió a la carretera... Era de noche... No lo vio y... Ahora no nos dicen nada, ni siquiera si está vivo o muerto. Está desesperado, necesitamos saberlo, al menos.
No dijo nada. En silencio, se dio la vuelta y se sentó delante de uno de los ordenadores. Contuve la respiración mientras él tecleaba unos datos frente a la pantalla.
—Un chico de unos 20 años —aventuró—. Exacto. Entró a las 2:10 de la mañana; acompañado de familiar. Arrollado en la calzada. Traumatismo craneoencefálico y heridas cortantes en rostro, torso y extremidades. Pérdida abundante de sangre...
Empecé a marearme y tuve que sentarme. Suho... Suho... Al oír el ruido, Jongdae levantó la mirada del ordenador.
—¿Estás bien? Mai, trae un vaso de agua. —Se levantó—. Estás muy blanca.
Negué con la cabeza.
—Sigue leyendo, por favor.
—¿Seguro que estás bien? No hay mucho más que pueda leerte. Eso es todo lo principal.
—¿Todo? ¿No hay forma de saber si... si ha muerto?
—¿Muerto? —Enarcó las cejas—. No, no. De hecho está en planta. —Echó un vistazo a la pantalla—. Habitación 188.
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