VII. Rainfall
El primer paso de mi plan consistía en lograr una cita con él que no fuese para hablar de Mai. El siguiente viernes era un gran momento, porque él no tenía guardia ese fin de semana y yo no trabajaba tampoco. Siempre me han gustado los hombres que toman la iniciativa, pero por Jongdae era capaz de saltarme cualquier convención.
Decidí proponérselo el miércoles, lo suficientemente temprano como para que no tuviese hechos otros planes pero lo suficientemente tarde como para no parecer desesperada. Le había escuchado decir que estaba interesado en el arte, así que la inauguración de una exposición de pintura japonesa me pareció un excelente movimiento. Aproveché un momento en el que estábamos todos en una de las salas de descanso para sentarme junto a él, disimuladamente, y fingir que revisaba la escaleta de Suho para el próximo programa, esperando iniciar en algún momento una conversación casual que me llevase, con un poco de maña, al punto deseado.
El momento, sin embargo, no surgía. No se me ocurría nada que decir y él estaba demasiado concentrado repasando informes médicos. Dichoso trabajo... ¡Trabajo! Eso era, empezaría preguntándole algo del trabajo, así podríamos acabar hablando de desconectar y yo le plantearía el viernes perfecto... Estaba a punto de preguntarle por un paciente que había pasado a una cirugía de urgencia aquella mañana cuando un pitido corto de su móvil le avisó de que acababa de recibir un mensaje. Maldito móvil. Lo dejé responder mientras observaba por el rabillo del ojo su sonrisa más tierna. ¿A qué o a quién sonreía así? Sentí una incómoda punzada de celos. Más me valía actuar de una vez, no iba a seguir soltero eternamente mientras yo me decidía o no a dirigirle la palabra.
Me dispuse a hablar en el momento en el que volviese a meterse el móvil en el bolsillo, pero solo me dio tiempo a decir una palabra.
—¿Has...? —Corté suavemente mientras observaba cómo se levantaba, terminaba de introducir el móvil en el bolsillo y ponía la más luminosa de sus sonrisas. Juraría que estaba a punto de...
—Tengo una cosa que deciros. —Entrelazó sus manos con cierto nerviosismo y nos miró a todos en la habitación: estaban sus compañeros más cercanos de su turno de Urgencias, Suho, un miembro del equipo de grabación y yo—. Quería hacerlo un poco más adelante, pero parece que todo va a ir más rápido de lo que esperaba. El caso es que... —Hizo una pausa y se echó a reír tímidamente—. Vaya, no hay una forma suave de decir esto... El caso es que me caso el mes que viene... Iba a esperar a que estuvieran las invitaciones, pero hemos cambiado la fecha y parece que se van a retrasar. Quedáis todos invitados y será un honor contar con vuestra compañía.
No recuerdo mucho después de eso. Sé que hubo abrazos, tengo la vaga impresión de haberlo abrazado yo también, de haber olido su perfume, varonil y suave. No se si fui capaz de sonreír, pero nadie me peguntó si me encontraba bien, así que doy por hecho que mi interpretación fue lo suficientemente buena. Mai me miró con cara de preocupación al salir de aquella sala, así que hice alguna broma sobre ganar la lotería y me alejé de ella.
Pasé el resto del día en una sensación de irrealidad, como si el universo no encajase de repente. Como si todo estuviera del revés y yo fuese la única que lo viese. Me fui a casa en cuanto pude, sin hablar con nadie. Tampoco tenía nada que decir.
Al día siguiente no fui a trabajar. Presenté una baja y me quedé en casa el resto de la semana. No desaparecí, respondí mensajes y llamadas de teléfono, me conformaba con no ver a Jongdae. Me reí, bromeé, dije a todos que todo iba bien... Y fue así, al menos el primer día.
Después empecé a ser consciente de que había perdido al hombre de mi vida.
Sería absurdo decir que lloré. Se llora por el final de una película emotiva, por situaciones estresantes, por reñir con alguien que te importa... Sí, lloré, claro que lloré. ¿Quién no lloraría? Aún así, no me dormí con dolor de cabeza ni amanecí con los ojos enrojecidos. No amontoné trocitos de papel higiénico mientras comía helado a cucharadas ni ninguno de esos clichés de comedia romántica. La mayor parte del tiempo ni siquiera tenía ganas de llorar. Me hubiese conformado con olvidar mi propia existencia.
¿Cómo explicar lo que queda cuando pierdes una parte de tu alma? Ese vacío permanece como herida abierta, después como cicatriz... Pero no hay nada que pueda eliminar la ausencia. Lo único que me permitía fingir que estaba bien era mantenerme distraída, pero su maldita sonrisa y su mirada me perseguían. Tenía los vídeos del programa, fotos del hospital en mi móvil, recursos en el chat de grupo del trabajo... Me dolía el alma cada vez que veía su rostro y recordaba hasta qué punto lo necesitaba en mi vida y nunca lo tendría. Necesitaba olvidar, pero en aquellas circunstancias olvidar era una cosa más que la vida me impedía hacer.
El lunes siguiente me las arreglé para supervisar las grabaciones a distancia y llegar al hospital cuando Jongdae había terminado ya su turno. No era una situación que pudiese mantener mucho tiempo y ni siquiera tenía un as en la manga. Necesitaba desesperadamente algo que me permitiría estar en el hospital lo mínimo o incluso nada en absoluto.
Cuando llegué ese lunes, sin embargo, mis preocupaciones sobre cómo evitar seguir viendo al hombre que me había descubierto que tenía corazón para después rompérmelo pasaron a un segundo plano. En la entrada había un caos considerable. Un familiar de un paciente se había presentado en el hospital y había tratado de sacarlo a la fuerza. Habían tenido que llamar a la policía, que ahora trataba de calmarlo sin mucho éxito.
—¡Tengo derecho a llevármelo! Yo sé lo que necesita. Necesita estar con su familia, no que lo maten a base de drogas. ¿Quién les ha dado permiso para...?
Me acerqué mientras escuchaba la voz de Mai y la de un policía respondiendo a la vez.
—Está bien, puede subir a verlo, está bien cuidado, le doy mi palabra de que... —Mai seguía intentando tranquilizarlo, mientras que la voz del policía sugería más bien que estaba a punto de perder la paciencia.
—Hay resoluciones judiciales para estas cosas...
Observé al familiar. Era un chico joven, de veintitantos, no muy alto, de mirada oscura y decidida, que se ajustaba las gafas con aire seguro y no parecía estar escuchando a nadie.
—Quiero que saquen a mi hermano de ahí o les denunciaré a todos. Si hay que tomar alguna decisión por él la tomaré yo, es mi responsabilidad. Ustedes no son nadie para decidir por mi hermano.
—Por favor, entienda que es una situación muy grave, si deja de recibir tratamiento podría hacerlo otra vez... —La voz de Mai seguía siendo conciliadora, aunque empecé a notar cierta indignación en su mirada.
—Yo me encargaré de que no vuelva a pasar —la cortó él con voz seca.
—Escuche, no puede llevarse a su hermano a ninguna parte si él quiere recibir tratamiento —señaló otro policía.
—Mi hermano no quiere estar aquí y yo tampoco quiero que esté. Es ridículo. No está loco ni es ninguna nenaza. Es un hombre hecho y derecho, y si no lo es yo mismo me encargaré de que lo sea. Quiero que un agente me acompañe a la habitación y le preguntaré si él quiere seguir ingresado. Si me responde que no, esto es una retención ilegal y tendremos que denunciarla como tal.
Empecé a sospechar de qué paciente estaban hablando y por qué Mai estaba tan interesada en el caso. Mientras se dirigían a las habitaciones me pegué a ella para confirmar mi teoría.
—¿Es tu Jongin, verdad?
—Exacto... Espera, ¿cómo que "mi"?
Estuvieron a punto de no dejarme pasar al ala de psiquiatría, pero Mai era el salvoconducto perfecto y yo no pensaba perderme la resolución del incidente. Además, quería ver al chico.
Entró Mai la primera, seguida del hermano y el policía y, por último, yo. Jongin estaba levantado, apoyado contra la pared, con el pijama de manga corta del hospital dejando al descubierto las cicatrices de los brazos y las muñecas. Debo reconocer que me impactó su mirada en dirección a su hermano. ¿Era vergüenza, dolor, miedo? Tal vez las tres cosas.
—Jongin, te voy a hacer una pregunta y me vas a responder con sí o no. ¿De acuerdo? Estos señores quieren seguir manteniéndote aquí porque consideran que tu familia no puede encargarse de ti. ¿Tú quieres seguir ingresado voluntariamente? Sí o no.
Estaba haciendo una pregunta, pero su tono llevaba implícita una respuesta. Pensé que Jongin tendría que ser muy valiente para responder que que sí en ese momento. No respondió de inmediato, sin embargo; había cruzado los brazos para tapar las heridas, casi de forma instintiva, y parecía realmente asustado, pero no dijo nada. Tras unos segundos logró recomponerse y miró a Mai, que se había adelantado y se había situado dando la espalda al hermano, muy cerca de Jongin.
—¿Jongin? —La voz fría y firme del visitante sobresaltó al chico, que parecía haberse tranquilizado ligeramente teniendo más cerca a Mai.
—N...
Mai debió darse cuenta de que estaba a punto de ceder a la presión de su hermano, porque, con un rápido movimiento, llegó hasta él y le cogió el rostro entre las manos.
—Parece que estás sudando, ¿estás bien? Voy a tomarte la temperatura —comentó mientras se interponía entre el hermano y él, cubriendo su campo de visión y fingiendo comprobar su frente antes de ponerle el termómetro.
El hermano se movió, incómodo.
—Enfermera, haga el favor de dejar a mi hermano responder, ¿quiere?
Mai se apartó del paciente, pero su acercamiento había logrado cambiar por completo la expresión del chico. Ahora parecía más ruborizado que asustado.
—Te he hecho una pregunta, Jongin, ¿quieres seguir voluntariamente aquí? —insistió el visitante.
Tras unos segundos eternos, una voz grave y tímida respondió.
—Sí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro