VI. Make it count
Amor... No es que yo supiera demasiado sobre ese tema. Cuantas más vueltas le daba, más me inquietaba el hecho de estar sintiendo cosas que desconocía. Era una especie de sensación de vértigo, como si estuviera a punto de lanzarme al vacío, pero lo peor de todo era que deseaba hacerlo, con toda mi alma.
Mi conversación con Mai volvió a cambiar su forma de actuar. Si bien seguía sin ser la del principio, había empezado a abrirse de nuevo. Parecía haber comprendido que podía confiar en alguien si tenía problemas y eso le dio cierta seguridad. Empezamos a hablar más a menudo y, poco a poco, fuimos ampliando el vínculo entre ambas. Fue así como, de repente, una tarde cualquiera, me encontré a mí misma contándole a la enfermera de Jongdae que me gustaba su jefe. Ni siquiera tuvo la delicadeza de hacerse la sorprendida.
—Me lo veía venir.
—Ah, ¿sí? Pero, ¿tan obvio era? —Noté cómo me iban subiendo los colores... No estaba acostumbrada a contarle a nadie lo que sentía o lo que dejaba de sentir; mis relaciones sociales eran escasas, siempre lo habían sido. Charlar con alguien de mis romances no entraba en mi concepto de vida cotidiana.
—Hombre... Obvio, obvio... No. Pero ten en cuenta que es Kim Jongdae, es fácil enamorarse de un hombre así.
—Supongo que sí... —Me reí con cierto nerviosismo mientras cuestionaba si realmente quería saber la respuesta de lo que estaba a punto de preguntar—. Tú y él... ¿Nunca...?
—¿Yo? Bueno, tuvimos una aventura bastante pasional hace como un par de meses, pero... —Mis ojos debieron comenzar a atravesarle el corazón, porque rápidamente se echó a reír y cambió de tono—. ¡Pues claro que no! ¿De verdad crees que si yo me hubiese enamorado de ese hombre te habría permitido siquiera acercarte a él? No se me escaparía ni aunque tuviera que cortarte en pedacitos para evitarlo...
Nos reímos de buena gana. Hablar con ella era refrescante, de repente empezaba a sentir que algo entre él y yo era realmente posible, que era más que una niña dejándose enredar por una fantasía. De repente, nos vi como realmente éramos: una mujer y un hombre, tan cerca que podíamos rozarnos el alma, tal vez habiéndonos esperado el uno al otro durante muchos años, a falta de un último empujón para empezar a querernos.
Deseaba tanto conocerlo, descubrir esas partes de él que no contaba en el hospital, lo que lo hacía vulnerable, lo que buscaba en la vida, qué era para él la felicidad... Me moría por tener un par de horas más a solas con él para escucharlo hablar, para descubrir más de ese universo suyo que tanto me fascinaba... Me moría por tener permiso para abrazarlo, después, hasta sentir que su alma y la mía se fundiesen para siempre en una sola. Ese era en aquel momento mi ideal de plenitud.
Asesorada por Mai, decidí no alejarme más de él. Aquel absurdo incidente en el pub era ya agua pasada, pero no pensaba dejar que una tontería similar me hiciese volver a recluirme en el negativismo. Iba a conquistar a Kim Jongdae. Aún no sabía cómo, pero si algo tenía claro es que definitivamente iba a conseguirlo.
Por otra parte, el trabajo en el hospital avanzaba bien. El programa tenía buena audiencia y la vida de Urgencias era especialmente entretenida. Sin embargo, las cosas estaban a punto de dar un giro inesperado.
Una tarde en la que estaba repasando algunos detalles de las próximas grabaciones, junto a Jongdae, Mai y el resto de profesionales que seguíamos a menudo, Suho apareció con aire preocupado y se sentó en silencio a mi lado. Traía una carpeta llena de papeles entre los que parecía buscar algo desesperadamente.
—Junmyeon, ¿va todo bien? —pregunté, tras observarlo durante unos segundos. Me respondió sin dejar de rebuscar en la carpeta.
—Tenemos un pequeño problema, nada importante, seguid con lo que estabais. Yo... ahora... —Se le cayeron la mitad de los papeles y acabamos los dos en el suelo recogiéndolos.
—Me estás asustando —le susurré—, si fuera pequeño ya lo habrías resuelto.
—Necesitamos un abogado —susurró a su vez—. Para ayer.
Dos minutos más tarde estábamos encerrados en un despacho mientras yo trataba de evitar que me diese un infarto. Al parecer era algo sencillo, un artista había demandado al programa por usar sin permiso una de sus canciones. Supuestamente la productora se hacía responsable de cualquier problema de esa clase, aunque la sola idea de acabar declarando en un juicio me daba dolor de cabeza. El problema principal estribaba en que la productora no tenía contratados servicios legales, éramos una empresa pequeña aún y los jefes, por lo visto, esperaban que "ayudásemos" a solucionar "este tipo de cosas".
—En resumen. Necesitamos un abogado de confianza especializado en temas comerciales que presentarle al jefe. No me preguntes por qué diantres cree que conocemos a alguno. De momento he llamado a un bufete que me ha recomendado la enfermera... Mai. Se supone que son buenos.
—¿Están locos? ¿Quieren que nosotros gestionemos la respuesta legal? —De repente me di cuenta de algo—. Espera, ¿le has contado a Mai...? Pues sí que tenéis confianza... ¿No será que...? Es decir... La chica es guapa... —sugerí con una sonrisa perversa.
—Dinah, por favor. Solo le pregunté por abogados, nada más. Además... Yo no hago esas cosas en el trabajo... No como otras... —añadió Suho con una sonrisa aún más perversa que la mía.
—Tocada y hundida —reconocí. Aunque en el fondo se me acababa de ocurrir una fascinante idea para sacar a Mai de su relación tóxica...
Quedamos esa misma tarde con el abogado, que resultó ser considerablemente joven. Apenas llegaría a los 30. Nos recibió con una sonrisa segura, algo pícara, que le sentaba bastante bien; no pude evitar fijarme en que era objetivamente atractivo. Me ponía nerviosa su mirada. Magnética y penetrante, parecía estar llegando al último rincón de tus pensamientos, a ese en el que guardas precisamente lo que no quieres que lea un chico como él.
Durante la conversación me sorprendí a mí misma observando durante demasiado tiempo sus labios perfectamente delineados, hasta que una media sonrisa suya especialmente inquietante me hizo temer que sabía exactamente en qué estaba pensando.
Maldita sea... Evité el contacto visual durante el resto de la charla, que no duró mucho. Acordamos que la siguiente reunión sería con los jefes, aunque Suho y yo tendríamos que recibir asesoramiento también. Aparentemente, a artista en cuestión, bastante desconocido en general, se le había ocurrido la genial idea de denunciarnos a nosotros personalmente como responsables del programa.
Acabamos aquella primera cita con cierta preocupación, aunque el abogado insistía en tranquilizarnos. Aprovechó que Suho salió el primero del bufete para retenerme dentro, sujetándome el brazo apenas un segundo.
—Tranquila, le aseguro que todo está bajo control. —Rió con suavidad. —Además, no pienso dejar que vaya a la cárcel. No sería nada divertido... Me sentiría mal y tendría que ir a verla a prisión... Sería una situación muy incómoda.
Me guiñó un ojo, se dio media vuelta y volvió a su despacho con una sonrisa cargada de dobles, triples y juraría que cuádruples sentidos. Salí del bufete pensando en cómo esconderme debajo de una mesa la próxima vez que tuviese que mirarlo a la cara.
Al día siguiente, de vuelta al hospital, me alegré especialmente de volver a ver a Jongdae. Aquella sonrisa suya increíblemente dulce y sincera me hacía sentir que todo estaba bien, aunque el universo se derrumbase a mí alrededor. En realidad, nada así estaba ocurriendo, pero tenía la insistente sensación de que, si ocurriese, estaría a salvo con solo tener cerca esa sonrisa. Debo reconocer que me sentí algo culpable por el incidente con el abogado, aunque ¿a qué clase de criatura desvergonzada y creída se le había ocurrido hacer algo así? Está bien, realmente solo me había tocado el brazo... Pero eran todos esos dobles sentidos, aquella mirada taladrando mis pensamientos más íntimos, lo que me molestaba. Inquietaba. ¿Ponía nerviosa? Lo que fuera.
Sin poder evitarlo, lo comparé con Jongdae. Era como poner juntos a un seductor procedente del mismísimo infierno y al ángel que te mira con cara de circunstancias mientras te pierdes contemplando los labios perfectos del primero... Me reí de la comparación. Afortunadamente, aquel abogado no era en absoluto mi estilo. Siempre había buscado ese tipo de relaciones sobre las que se puede construir una vida, esas que merecen la pena a través de los años, porque sobreviven a lo bueno y a lo malo. Personas en las que confiar, con valores, dispuestas a luchar por las cosas importantes de la vida...
Jongdae era irracionalmente perfecto. Recordaba haberlo visto orar después de perder a un paciente y me sorprendió algo en su mirada cuando salió de la habitación. Como si hubiese estado al borde de un abismo y hubiese sabido a qué agarrarse para esquivarlo, pero conservase las cicatrices de lo que le había empujado a él. Me atraía tanto eso de él... Era divertido, simpático y energético y a la vez serio, maduro, con cierto aire profundamente melancólico, a veces hasta triste, que me hacía querer abrazarlo y ser su apoyo el resto de mi vida. Creo que me recordaba a mí. De alguna forma, sentía que mi alma estaba en conexión con la suya.
Animada por Mai y por mi absoluta seguridad de que estábamos hechos el uno para el otro, decidí que necesitaba un plan si quería conseguir que me mirase algún día como yo lo miraba a él.
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