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IX. Good night

Cuando llegué a casa aquella noche, no lo hice sola.

No sé qué decir sobre esa tarde. Creo que tenía tanta necesidad de olvidar a Jongdae que me olvidé hasta de mí misma. Me encontré de repente siendo alguien a quien no reconocía, pero no era capaz de parar. Me gustaba aquel chico, necesitaba que me gustara, y yo le gustaba a él. Era todo lo me hacía falta en aquel momento.

Fuimos a comer juntos y acabamos por la noche en un reservado de algún pub. En el intermedio me contó que la música era su vida, aunque no había conseguido que le diese de comer. Llevaba componiendo desde los trece años y sabía tocar casi cualquier instrumento, lo que me pareció algo exagerado, pero decidí no comentar nada al respecto. Tampoco es como si me importase demasiado si tocaba el trombón o no. De hecho, en aquellos momentos probablemente estaba bastante ocupada observando la línea curva que bajaba de su cintura. Fue una tarde compleja.

Entre tequila, demasiado tequila, ginebra con limón y una serie absurda de licores que no había probado en mi vida, cuando salimos del local estaba considerablemente afectada, lo que hizo que Chanyeol, que evidentemente tenía más experiencia que yo en lo que a alcohol se refiere, se ofreciera a acompañarme a casa. Él me sujetó por la cintura y yo me abracé a él. Honestamente, no sé cómo llegamos sin acabar rodando calle abajo.

Una vez en la puerta de mi casa, le dije que se fuera. Se había quedado parado muy cerca de mí, con la mano apoyada en la pared, dejándome a mí entre ella y su cuerpo, observándome sin hacer ningún movimiento, pero sin dejarme escapar. Tenía su pecho demasiado cerca como para permitirme pensar demasiado, pero si algo no quería era una escena +18 con la cabeza dándome vueltas y mis niveles de conciencia en -1. Sabía que acabaría haciendo algo de lo que me arrepentiría a la mañana siguiente.

Para mi sorpresa, cuando le dije que se fuera quitó el brazo, se dio media vuelta y comenzó a alejarse, sin más. Digo comenzó porque lo siguiente que observé fue cómo un brazo que parecía ser el mío lo sujetaba del bolsillo trasero de su ceñido pantalón vaquero y lo atraía hacia mí. Él por supuesto, se dejó.

Nos besamos en el dintel de la puerta, como dos adolescentes, recorriéndonos los cuerpos arqueados en torno a un ir y venir de manos y labios sedientos hasta que un vecino se nos quedó mirando y yo me escurrí de su abrazo para abrir la puerta.

Después está todo muy borroso. A la mañana siguiente me desperté sobre el pecho de el, en mi salón, en mi sofá, con la blusa abierta y sin la menor idea de qué había ocurrido entremedias. Me incorporé lentamente mientras trataba de hacerme cargo de la situación. ¿Qué diantres habíamos hecho? Maldito tequila y maldito Chanyeol.

El maldito seguía dormido. Debo reconocer que no estaba tan asustada como para no disfrutar de la visión de su cuerpo semidesnudo, con el pecho subiendo y bajando al compás de la respiración, y sus peligrosamente atractivos labios entreabiertos que se movían de cuando en cuando como si un sueño incómodo les hiciera murmurar palabras silenciosas. Pasé los dedos sobre ellos suavemente, esperando que no se despertase justo en ese momento. Sonrió, en sueños y yo le devolví otra sonrisa involuntariamente. Maldición. Así que a esto habíamos llegado...

Me levanté del sillón abotonándome la blusa. Podía jurar que llegaba tarde al trabajo. Mientras me duchaba, Chanyeol se despertó. Me lo encontré cuando volví al salón, completamente vestido y con una sonrisa tímida que me obligó a morderme el labio para no volver a quitarle la camiseta.

—Vas a trabajar, ¿verdad?

—Me temo que no dan días libres por pasarse con el tequila...

—Puedo... Si quieres... ¿Tienes un rato libre luego?

Salimos de mi casa a la vez, yo a la carrera y él mirándome demasiado. ¿No se suponía que para los hombres esas cosas no significaban nada? Después de despedirnos ("Hasta luego", "Te busco en el hospital"), me dio un beso en la boca.

No negaré que me gustó. Llegué al hospital con una sonrisa tonta bailándome en los labios y sin un asomo de resaca.

—Estás muy animada hoy, algo has hecho.

Llevaba sintiendo la mirada de Suho en la nuca durante toda la mañana.

—Tal vez... —No pude evitar darle la razón con una sonrisa pícara.

—Veamos... ¿El abogado sin conciencia? ¿Un exnovio? ¿Un...? No... Espera... No puede ser. ¿¿El músico?? ¿El denunciante patológico? ¿Ese idol frustrado con problemas de organización?

—Suho, por favor, baja la voz, que pareces un programa de crónica rosa con abdominales.

No sé por qué dije eso. Aún hoy me sigo preguntando en qué diantres estaba pensando. Una mirada extraña de Suho me confirmó la sospecha de que mi alusión no había pasado desapercibida, pero decidí hacerme la loca. Tal vez si no incidía en el tema...

—Abdominales. Interesante apreciación. Abdominales. Cuéntame, ¿en quién estabas pensando en concreto ahora mismo? Por favor, no me dejes con la intriga...

Fingí estar muy entretenida con el móvil, pero podía detectar sin problemas su mirada perversa. Me la había ganado a pulso.

—Bueno, si no tienes abdominales puedo reformular la frase, no hay problema.

—No, no, aquí hay dos preguntas. La número uno probablemente sea demasiado indecorosa, así que respetaremos la intimidad de los tortolitos. La número dos es otra cosa: ¿cuándo has visto tú mis presuntos abdominales, querida compañera?

Me reí para evitar explicarle que le había visto cambiarse de camisa cuando grabábamos un reportaje meses atrás. Alguien debería decirle que las puertas entreabiertas y los espejos son una muy mal combinación, pero yo no pensaba ser ese alguien. Le dejaría ese tema a su futura "tortolita".

Estaba a punto de salir de la sala donde estábamos repasando el guion del día, un rato después, cuando me sorprendió por la espalda la voz de Suho.

—Ten cuidado, ¿vale?

Me volví, sin entender.

—¿Yo? ¿Ahora? ¿Te refieres a grabando?

—No importa... —Sacudió la cabeza levemente y volvió a concentrarse en los papeles que revisaba, para volver a mirarme segundos después—. No, sí importa. No quiero que te hagas daño a ti misma.

—Suho, te prometo que no tengo idea de...

—¿De verdad te gusta ese chico?

Me quedé sin palabras. Así que era eso... Había entrado en modo hermano mayor.

—No es asunto mío, lo sé, pero hay algo mal y lo sabes.

—¿Algo mal? ¿Con Chanyeol?

—No es eso. Da igual. Ten cuidado con los pasos que das, ¿vale? —Hizo una pausa antes de continuar—. Debería habértelo dicho antes, pero cuenta conmigo si quieres hablar o lo que sea.

Salí de la habitación sin saber si ofenderme por el paternalismo o sentirme halagada por que le importase hasta el extremo de decirme algo así directamente. En cualquier caso, resultaba agradable saber que contaba con él como amigo, especialmente teniendo en cuenta que no había sido demasiado amable con él últimamente. Con nadie, en realidad. Pero, ¿qué había querido decir con "algo mal"?

Decidí no darle demasiadas vueltas. Al fin y al cabo, es muy típico eso de sobreproteger a quienes quieres, especialmente cuando eres un chico y tu amiga es una chica y acaba de volver de su primera cita con un hombre que no conoce en una nube rosa y hablando de abdominales... Visto desde fuera, no sonaba muy confiable.

Mai, sin embargo, fue menos evidente. Yo sabía que ella sabía, pero, al margen de algunas sonrisas de semicomplicidad, ninguna de las dos dijo nada. Parecía algo agobiada y eso era extraño, porque no solía agobiarse con facilidad. En un descanso, me llevó aparte.

—Dinah, ¿puede considerarse acoso si alguien va a tu casa aunque le digas que no quieres nada con él?

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