IV. Best luck
Cuando llegué al hospital, a la mañana siguiente, a propósito, algunas horas antes de lo habitual, Jongdae todavía seguía allí. Tenía aspecto cansado, pero su sonrisa tenía la vitalidad de siempre. A veces aquel hombre me parecía demasiado irreal para ser cierto. ¿Cómo podía seguir teniendo energía para ser amable cuando a mí, que había dormido casi ocho horas, todavía me costaba siquiera sonreír tan temprano en la mañana?
Aquel día no teníamos que grabar con Jongdae, que, además, había conseguido mover algunos hilos y podía por fin irse a casa a dormir unas horas. Por mi parte, traté de evitar estar demasiado cerca suya durante el poco tiempo que coincidimos. Me seguía sintiendo culpable por el incidente tonto del día anterior, por recordarle a Suho que no era demasiado relevante en el programa, cuando sabía perfectamente lo importante que era para él su carrera profesional. Me había despertado dándole más y más vueltas, y a cada vuelta me sentía más avergonzada de mí misma, de que me gustase un hombre como Jongdae cuando yo estaba tan lejos de estar a su altura. Me preguntaba cómo era posible hacer sentir permanentemente tan bien a los demás, decir siempre lo correcto... A veces me parecía demasiado perfecto para ser humano.
Cuando apareció Suho por el hospital, puntual como siempre, lo noté distante. Era algo que me temía, así que estaba preparada para tratar de revertirlo. Lo saludé con mi mejor sonrisa y le llevé café, su favorito... Eso le desconcertó. Probablemente no me había visto tan amable desde nuestros primeros meses trabajando juntos.
—¿Y esto? Dime que no has roto algo y estás intentando comprar mi silencio...
—Anda ya. Pasaba por delante de la cafetería y decidí aprovechar que he llegado temprano por una vez. No hay truco. Y ni siquiera le he echado Rohypnol.
—Rohypnol, curiosa elección de palabras... ¿No se te habrá ocurrido viol...?
—SUHO.
—No he dicho nada. —Sonrió mientras comenzaba a sorber el café caliente con una mirada pillastre y una sonrisa incipiente en las comisuras de los labios.
Me reí en silencio de nuestras tonterías y lo observé mientras bebía. Era tan fácil reconquistarlo... En ese momento quería abrazarlo y pedirle perdón, pero no podía hacer eso. Tenía que mantener cierta dignidad. Además, si iba a empezar a verlo como un amigo lo haría poco a poco; empezaba a entender que hacía mucho tiempo que se lo había ganado... pero siempre me ha costado más de lo habitual reconocer a alguien bajo la palabra amigo.
Suho había estado ahí en muchos momentos complicados de mi vida reciente. No es que me hubiera abrazado mientras yo lloraba por un exnovio, principalmente porque nunca he llorado demasiado por un exnovio; sino que, de alguna forma, siempre estaba ahí cuando necesitaba un consejo laboral, un favor o simplemente alguien con quien ir a tomar algo después de un día estresante. Alternando su seriedad habitual con un humor pillastre y juguetón, de alguna forma hacía que todo pareciese más fácil.
El día mejoró después de que Suho empezase a ser el mismo de siempre, aunque las cosas en el hospital estaban comenzando a ir raras. Sin Jongdae y con un jaleo considerable de cambio de horarios de los otros profesionales a los que seguíamos, me di cuenta de que, de alguna forma, Mai tampoco era la misma del día anterior.
Por supuesto, al principio no caí, pero pronto recordé el incidente con el chico moreno y cómo se había venido abajo después, e intuí que las cosas no iban bien en su vida personal. Me preguntaba qué clase de relación tendría con el hombre que mencionó, ¿necesitaría consejo?, ¿desahogarse? Intenté que se abriera conmigo, pero no funcionó. Parecía haberse alejado de todos de repente.
Estuvo así toda la semana, tanto que empecé a acostumbrarme a la nueva Mai, callada, distante, incluso brusca; en el fondo yo estaba demasiado ocupada trabajando y admirando a mi médico favorito. El que no se acostumbraba, sin embargo, era precisamente Jongdae. Trataba de hacerla reír, la trataba con una delicadeza infinita... Yo me mordía el labio y fingía que no me importaba, pero la realidad era que empezaba a temer que Kim Jongdae estaba muy colado por su eficiente enfermera. ¿Cómo era posible que fuese tan amable cuando ella era cada vez más cortante?
Un día que no había mucho trabajo y Mai se había ido a casa temprano, me crucé con Jongdae mientras volvía de grabar en la farmacia del hospital. Yo siempre me alegraba de verlo, pero me sorprendió observar que él también parecía alegrarse.
—No querrás por casualidad tomar una copa con un médico que no trabaja mañana....
Me dio un vuelco el corazón. Quería reírme de puro nerviosismo y decir que sí mil veces, pero me contuve. Llevaba meses fingiendo que solo estaba ahí por el trabajo, no podía portarme ahora como una colegiala. Opté por camuflar con una broma ligera las ganas que tenía de gritar como niña de 14 años en concierto de EXO.
—Mm... Espera que miro la agenda... No, lo siento, tengo cena con el presidente, tenemos que discutir sobre la cobertura de la próxima cumbre del G20...
Me reí, se rió y el mundo pareció girar de repente en el sentido correcto por primera vez en muchos años. Verlo frente a mí, mirándome con toda la dulzura de sus ojos, apoyado en la pared con delicadeza, relajado, sonriéndome solo a mí... de repente tuve una sensación de hogar, como si yo perteneciera en realidad a aquel instante, como si toda mi vida no hubiese tenido sentido hasta aquel preciso momento. Estaba en casa, él era mi casa, el hogar que hacía tanto que no tenía. Él era la respuesta a toda mi vida.
Definitivamente, me estaba enamorando. Esa tarde, mientras caminábamos juntos hacia el pub, tuve miedo. Había tenido pareja, novios, hombres a los que había querido. Había dicho varias veces que estaba enamorada y, aún así, nunca había sentido nada parecido. Ese cosquilleo loco por todo el cuerpo que me hacía querer perder la cabeza, a mí, que siempre controlaba cada movimiento... Esa sensación de pertenencia, como si mi lugar estuviera dondequiera que fuera él... Esas ganas eternas de tener cada centímetro de su cuerpo solo para mí. Me pregunté qué ocurriría si me equivocaba, si no era la persona adecuada, si no llegaba a quererme nunca, si no era su tipo, me pregunté si realmente lo merecía... De nuevo esa maldita voz interior que me susurraba que estaba apuntando demasiado alto.
Hice oídos sordos. A todo. Aquella tarde era mía, me la había ganado, llevaba mucho tiempo esperando algo parecido. Él y yo, solos, sin cámaras ni compañeros ni pacientes, disfrutando sin más de la compañía del otro. Era todo lo que podía desear.
Nos sentamos en un local relativamente tranquilo. Aún no era tarde, así que éramos una de las pocas parejas del pub. Parejas... me recreé imaginándonos como una. "Tal vez los otros clientes piensen ahora mismo que lo somos...". Las observé; ningún hombre era tan guapo como Jongdae, pero eso era previsible. Me pregunté cómo me vería a su lado. Maldita vida sedentaria... Nunca debí haber dejado aquel gimnasio. Me prometí a mí misma hacer dieta a partir del día siguiente mientras pedíamos algo con alcohol que sugirió él y que bebí sin prestar mucha atención a lo que era. No estaba muy bueno, pero ¿acaso importaba?
Hablamos todo el tiempo. Me di cuenta de que tenía cierta timidez que no le había notado antes, tal vez porque ahora estaba fuera de su elemento, tal vez por estar a solas con una chica... Parecía ese tipo de hombre. Aún sí, no dejó de ser encantador en ningún momento; aquel deje de timidez lo hacía aún más tierno y atractivo a la vez.
Lentamente, traté de llevar la conversación hacia su vida fuera del hospital, pero no funcionó. Observé, divertida, que siempre se las arreglaba para acabar hablando del trabajo.
—A veces me pregunto si no te afecta a ti también nuestro trabajo.
—¿A mí? ¿Te refieres al trabajo en Urgencias?
—Quiero decir... Desde que estás aquí, con el programa, has visto muchas cosas... incluso personas morir muy cerca de ti... Sería comprensible que eso...
—¿Me hiciese daño? —De repente tuve curiosidad. ¿Qué estaba tratando de decir?—. Bueno... supongo que me afectaría más si tuviese responsabilidad... Puede que yo sea testigo, pero sois vosotros los que lleváis la peor parte... El peso que vosotros cargáis... no sé si yo podría hacerlo.
—Es verdad... Tal vez sea eso. Lo que más duele es siempre el "¿y si pude hacer más?", la presión por hacer lo correcto sabiendo que una ligera equivocación puede significar la muerte de alguien... Supongo que llega un momento en el que todo esto puede superarte, simplemente...
Me dio un vuelco el corazón. ¿Era eso? ¿A eso se refería?
—Tú... ¿Estás bien?
—Sí, sí... —De nuevo aquella sonrisa tímida, casi ingenua, que dejaba traslucir sin embargo una fuerte madurez—. No es por mí... Hace tiempo que acepté esa parte de mi trabajo... Estaba... Estaba pensando en Mai, ¿sabes? Llevamos trabajando juntos bastante tiempo, ha tenido momentos malos, pero nunca la había visto así.
De repente, la sonrisa se me heló en el rostro. Así que era eso. Empecé a notar como me subía el color a las mejillas. ¿Me había traído aquí para hablar de su enfermera? ¿Solo porque habíamos sido medio amigas durante unos días? ¿Quería usarme de intermediaria para llegar a ella? ¿Me estaba utilizando? Traté de obligarme a callar, pero mi despecho era mayor. Sonreí con lo que intuí que era una mirada asesina involuntaria.
—Jongdae, estás colado por Mai, ¿verdad?
Abrió mucho los ojos, mientras comenzaba a ponerse algo colorado.
—¿Y... yo? ¿M... Mai? No, no, no. Solo... Su trabajo... Me preguntaba... Qué... Estoy preocupado por ella... Nosotros... Estamos juntos en... ¡No, no! Me refiero a juntos como compañeros... Nunca... Yo... ella no...
Mentiría si dijera que no disfruté aunque fuera un pelín de su desesperación tratando de convencerme. Después del mal rato que me acababa de hacer pasar, se lo merecía. Aunque en el fondo no podía enfadarme, estaba demasiado adorable tratando de desmentir una relación imaginaria. Además, me había tranquilizado su reacción. De alguna forma, sabía que estaba siendo sincero.
Acabamos, no obstante, antes de lo que imaginaba cuando salimos del hospital. Nos despedimos agradablemente, lo habíamos pasado bien... Pero algo no estaba bien. Por supuesto, él no tenía la culpa. Era yo la que me había hecho ilusiones antes de la cuenta... Estaba claro que quería hablar de Mai, llevaba días preocupado por ella. Fue culpa mía malinterpretar las señales. Aunque no había llegado realmente a pasar entre nosotros nada desagradable, mientras volvía a casa una especie de enorme nudo en la garganta me daba unas ganas también enormes de llorar.
Maldita sea. Hacía mucho tiempo que no lloraba por nadie; de hecho, nunca había llorado por algo tan absurdo. Me repetía a mí misma que no había pasado nada, que éramos dos compañeros que habíamos quedado para tomar algo, que yo no había hecho nada patético ni él me había rechazado... Pero me sentía como si le hubiese declarado mi amor a gritos y él me hubiese dejado por otra. Todo estaba dentro de mi cabeza, lo sabía; pero dolía, vaya si dolía.
En apenas un par de horas, había pasado de sentirme la chica más afortunada del mundo a querer borrar del planeta mi ridícula, ilusa, pequeña, atontada existencia.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro