Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

III. I'll be there

Mi primer paso estratégico fue acercarme más a Mai, una decisión de la que nunca me alegraré lo suficiente. La enfermera, de veintipocos pero sin duda la más eficiente del equipo, resultó ser no solo la mejor informadora de la vida y milagros de Kim Jongdae, sino también una agradable compañera para echar en el hospital unas cuantas horas más de las que ponía en nuestros respectivos contratos. Ella se encargaba de curar a los pacientes y yo de documentar su trabajo... si los enfermos nos dejaban.

Siempre había algún que otro paciente malhumorado o dolorido que no permitía que se acercase ningún cámara, por mucho que prometiésemos por activa y por pasiva pixelar la imagen en posproducción. Una tarde entró un chico de unos 19 años, con un golpe feo en el rostro. Decía que se lo había hecho con una puerta de vaivén, pero su actitud asustada y sus ojos húmedos no parecían encajar con una versión tan inocente de la historia.

Desde el primer momento se negó a que los cámaras anduviesen siquiera cerca de él, lo que me hizo sentir cada vez más curiosidad. ¿De qué tenía miedo? Alto, delgado pero musculoso, moreno, objetivamente atractivo; en otras circunstancias hubiese tratado de ligar con él. Desde luego, no parecía la clase de muchacho que se asustaría con facilidad o lloraría durante una cura.

Tampoco parecía que la cura fuese el problema, pero conforme el enfermero de triaje que le estaba echando el primer vistazo le preguntaba más sobre las circunstancias del golpe, fue mostrando más y más síntomas de estar al borde de un ataque de ansiedad. En algún momento le dieron un vaso de agua tratando de calmarlo. Fue entonces cuando advertí los moratones en su brazo.

Se hizo cargo del chico rápidamente Mai, porque el golpe, cerca del ojo izquierdo, sangraba mucho, y él no parecía estarse tranquilizando en absoluto. Creo que ese día me di cuenta de por qué trabajaban tan bien juntos Jongdae y ella. La ansiedad del muchacho iba en aumento y empezó a no poder respirar bien; Mai le hablaba con toda la dulzura posible, lo tumbó en una camilla y le desabrochó la camisa mientras le repetía que la mirase a ella, que todo iría bien. Parecía un cliché de película, pero de alguna forma funcionaba; le preguntó su nombre, "Jongin... Kim Jongin", su edad, dónde vivía, qué estudiaba... preguntas aleatorias para tratar de distraerlo mientras le ponía el oxígeno. En algún momento del proceso, el chico agarró la mano de ella y así, sin soltarla, poco a poco, comenzó a calmarse.

Mai acabó ese turno algo tocada. El muchacho le había agradecido tantas veces la amabilidad y la profesionalidad con la que lo había tratado, que ella también se había emocionado y no sabía dónde meterse. Me la encontré en una terraza del hospital donde solían subir a fumar o a tomar el aire los médicos entre turno y turno. Estaba llorando. Repetía que en tres años con Baekhyun nunca se había sentido valorada de esa forma. Por supuesto, yo no tenía ni idea de quién era el tal Baekhyun. Pronto tendría la ocasión de conocerlo.

Nos interrumpió Jongdae, cómo no, que buscaba a su enfermera. Empezaba a molestarme la dependencia que tenía de ella, aunque en el fondo de mi cabeza las tres o cuatro neuronas con sentido común que aún me quedaban tras varias semanas de obsesión incipiente sabían que la relación entre ambos era estrictamente profesional. Pero, cómo no sentirse atraída por un hombre como este... Aún así, me aferré rápidamente a la posibilidad de que el tal Baekhyun fuese su novio, marido, el padre de sus hijos imaginarios... lo que hiciera falta, pero que no se le ocurriese empezar a compararlo con "MI" Kim Jongdae.

"MI" Kim Jongdae, según pude advertir, tampoco pasaba un buen momento. Parecía agobiado, pese a que seguía sonriendo. Por lo visto había algún problema con el calendario de trabajo: alguien se había equivocado con las tablas y había colocado a varios médicos un turno detrás de otro, con una cantidad de horas seguidas prácticamente ilegal.

Bajamos a la zona de organización. Una administrativa huesuda y seca, no muy agradable, repetía que los turnos no podían tocarse, porque no había nadie para sustituir en el segundo turno a los médicos que tenían por error los dos seguidos.

—Usted puede protestar lo que quiera, pero los turnos no se tocan, al menos no el de hoy. No podemos llamar a un sustituto sin ninguna antelación. El turno se queda como está, doctor.

—La médico que tiene que cubrir el próximo turno lleva aquí desde esta mañana, ¿tomará usted la responsabilidad si algo sale mal por su agotamiento en las próximas horas?

—Mire, doctor, todos los médicos de este hospital son profesionales, ¿de acuerdo? Sabrá hacer su trabajo.

—Se lo pido por favor, ¿no puede intentar contactar a un sustituto?

—Discúlpeme, no puedo perder más tiempo con este asunto. —La administrativa se dirigía ya a la puerta de la sala cuando la detuvo de nuevo Jongdae.

—Espere. Espere, por favor. Yo cambiaré el turno con ella. Yo haré el próximo turno.

Cuando salimos, de vuelta a Urgencias, le sugerí a Jongdae que él debía estar igual de cansado que la otra médico. Llevaba las mismas o más horas ese día. Creo que fingió no escucharme, porque comenzó a bromear sobre si regalarle flores o comida a la administrativa para suavizar su carácter lentamente.

Mi trabajo había acabado allí hacía cerca de una hora, pero seguí rondando a la enfermera Mai y a Kim Jongdae durante un par de ellas más. Como la adolescente que Suho me acusaba en broma de ser, le daba vueltas a la idea de Mai rompiendo con el tal Baekhyun, que no parecía ser tampoco un encanto, y enamorándose del doctor Kim. Tal para cual. Compartían demasiadas horas de trabajo al día, demasiadas historias; ambos tenían esa dulzura casi irreal y un compromiso del 110% con lo que hacían. Ella podía ser menor que él, pero no lo era en madurez. También era guapa; estaba celosa de su cuerpo irritantemente perfecto y hasta de su pelo negro largo y ondulado, pese a que el mío también era bonito. En mi mente, en aquel angustioso momento, eran la condenada pareja perfecta.

Afortunadamente para mí, el turno de Mai sí había acabado, aunque todavía se quedó varias horas más, tratando de hacer algo más llevadero el del doctor Kim. Mientras yo rondaba a su alrededor sin hacer mucho, fingiendo acabar de grabar planos recurso que no necesitaba, Suho, divertido, rondaba a mi alrededor fingiendo estar enormemente interesado en los planos.

—Por favor, no te olvides de grabar las puertas cerrándose, recuerda que acabamos el próximo programa con ese recurso. Es importante. No vayas a olvid...

—Suho, para, llevas media hora diciendo eso. Tengo como cincuenta planos de las puertas grabados por mi y veinticinco por el cámara.

—Noooo... ¿En serio? Nunca lo habría imaginado. —Lo miré con ganas de fulminarlo de la existencia. —Está bien; ya paro, ya paro.

—No te rías, ¿intentas venderme? —bromeé.

—¿Te refieres a que si voy a contarle al médico de tus sueños que le estás acosando? No, no, tranquila. Eso sí, sí se da el caso tendré que declarar en tu contra, soy una figura pública, tengo que dar ejemplo...

Me reí. Siempre le daba bombo a lo de salir en la tele, como si fuese alguna especie de famoso solo porque presentaba una de las muchas secciones del programa.

—Deja de alardear de ser un segundón y si vas a seguir molestando ayúdame al menos a grabar recursos de la sala de espera.

—Lo siento, pero este segundón ha terminado su trabajo de segundón y ahora se va a casa a ver una peli. Buenas noches, Julieta.

De repente me di cuenta de que había sido innecesariamente hiriente con él. No era propio de mi ponerme a la defensiva por algo sin importancia, pero de alguna forma había ocurrido y, cuando lo hacía, mi defensa solía ser el ataque. Sentí una punzada de remordimiento; llevaba varias horas extra en el hospital esa noche, a mi lado. Lo observé despedirse de un par de enfermeros con una amabilidad que nunca usaba conmigo y me pregunté entonces qué pasaba entre nosotros, por qué no actuábamos el uno con el otro con el respeto y la cortesía que teníamos con los demás. Tal vez habíamos pasado hace mucho la frontera del compañerismo, tal vez no había querido verlo como un amigo, confiar en él, cuando hacía meses que él se comportaba como uno. Tal vez esta era su forma de reprocharme que no lo hiciera.

Lo mío... ¿Era orgullo herido? Me di cuenta de que me habían dolido sus bromas a costa de mi fijación por Jongdae. De repente pensé que había más cosas que me dolían, en el trabajo, con el puesto, con los jefes, con todo. ¿Lo estaba pagando con él?

Aquella noche me fui a casa con una sensación agridulce. Por un lado tenía nuevos momentos de Jongdae que atesorar; era feliz por poder estar cerca suya un día más, por poder comprobar más rasgos de su personalidad, incluso por poder escuchar su voz constantemente. Me fascinaba: segura y potente pero dulce, melodiosa; cuando hablaba, sentía que su voz me acariciaba.

Al margen de él y de su voz, por otro lado, me sentía mal por la gente a nuestro alrededor que parecía no pasar su mejor momento. Por el chico del golpe, por Mai, incluso por Suho. De repente me sentí mal también por mí misma, y por mis celos y mis respuestas innecesariamente ácidas y mi capacidad de hacer sentir mal a las personas a las que apreciaba.

Y, entonces, recordé el segundo turno voluntario de Jongdae. Era verdad, era verdad por mucho que evitase aceptarlo: no hacíamos precisamente buena pareja. ¿Merecía alguien como yo a una persona de su calibre? Me dormí esa noche con una respuesta demasiado evidente dando vueltas y más vueltas en mi cabeza.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro