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El pasado de Gabriel Agreste

Seguro que muchos habrán pensado: por qué el padre de Adrien no deja que él y su pareja estén juntos? Por qué sigue conservando ese pensamiento tan homofóbico en pleno siglo XXI?

Lamento deciros que estáis totalmente equivocados si pensáis que yo estoy en contra de la homosexualidad cuando es justo al contrario. Ahora supongo que no lo entenderéis, por eso os lo aclararé con esta triste historia.

Hace unos años, empezando la universidad, yo era el típico chico afeminado, vulnerable, pero a la vez era inteligente, decidido y firme con mis ideas. No estaba delgado precisamente, mi cuerpo estaba bien formado, pero mis rasgos faciales eran motivo de burla y de morbo por parte de muchos varones. No era bajito, más bien se podría decir que era alto, aunque no al punto de llegar a ser una jirafa. Además, el que me apasionase la moda y el diseño empeoraron más la situación con estos idiotas. Yo realmente no tenía interés amoroso en nadie, era algo que no me importaba mucho, estaba más centrado en mis grandes aspiraciones. Bueno, eso era así hasta que un día decidí salir de fiesta con un grupo de amigos.

Las discotecas no eran mi punto, además de que no me hacía mucha gracia ver a todos mis amigos besándose salvajemente con algunas de las chicas que había allí y estando muy ebrios, pero quería ir para sentirme integrado, para ser uno más. El problema que hubo fue cuando mis amigos me dejaron solos por ir a su antojo. Unos hombres mayores y pervertidos se acercaron a mí, no dejaban de molestarme y de meterme mano. Yo sentía asco, pero no me atrevía a hacer nada, ya que físicamente se veían más fuertes que yo y eran más, dos o tres no recuerdo bien. Pero en ese instante de tiempo llegó mi salvación: un hombre muy alto, robusto, con una melena hasta el cuello y una barba algo abundante, pero no excesiva del color del Sol cuando anochece, unos ojos grandes y brillantes turquesas como el mar del Caribe, una piel blanca, una camiseta simple y sencilla y unos tenis de color negro y unos pitillos vaqueros. Se acercó a donde estábamos nosotros y se enfrentó a esos tipos. Recibió muchos golpes, pero él también los había dado, tuvo suerte de que la cosa no fue a peor gracias a que los porteros los detuvieron.

Después de eso fuimos a fuera, aquel hombre se encontraba muy mal. Cogí mi coche y lo llevé al hospital, donde le curaron sus heridas, que afortunadamente no eran muy graves. Cuando salió me acerqué a él y le agradecí.

–Muchas gracias por ayudarme, un segundo más y a saber cómo hubiese acabado.

–No hay de qué. Odio ver tipos como esos molestando a los demás. Esos imbéciles se merecen una buena paliza para escarmentar y no abusar sexualmente de los demás sin su consentimiento.

–De verdad, me has salvado, no sé cómo agradecértelo.

–No es necesario que hagas nada por mí, el hecho de que estés bien es suficiente para mí.

Esa gran honradez y esa hermosa sonrisa tan bella y tan pura, fueron los motivos por los que me empezó a llamar la atención, cosa que no me había pasado con nadie realmente. Él se veía que era especial, bondadoso y amable. Sentía que podía confiar en esa persona para todo.

–Tengo dinero si quieres, no me importa darte un poco.

Al escuchar eso, se echó a reír.

–Descuida, tengo un buen trabajo en el que gano un buen sueldo, pero agradezco tu ofrecimiento.

–No estás en la universidad?

–No. Trabajo como profesor de arte en un colegio.

–Eso es increíble! Cuántos años tienes?

Tardó un poco en responder a esta pregunta, desviando la mirada para segundos después volver a mirarme a los ojos.

–Tengo 22. Hace un año que obtuve la carrera de Bellas Artes. Y tú, qué estás haciendo?

–Yo estoy estudiando diseño de moda en la universidad, este es mi primer año.

–Entonces supongo que tendrás 18, no? No te veo cara de haber repetido.

–Así es.

–Eso también es muy interesante, al fin de al cabo, es arte también.

–El arte de diseñar.

–Exacto –sonrió nuevamente.

Pasó un rato hasta que volví a retomar la conversación.

–Cómo te llamas?

–Erich Kurtzberg.

–Es un nombre muy bonito. Eres alemán?

–Efectivamente. Cuál es el tuyo?

-Gabriel Agreste. Yo soy de aquí, de Francia.

–Ya veo. Pues... Encantado, Gabriel Agreste. –hizo una reverencia. En fin, ha sido muy agradable pasar el rato contigo, pero creo que me iré ya a mi casa, me está empezando a doler la cabeza por los golpes...

–Espera!

–Qué ocurre?

–Me... Me darías tu número?

–Claro, por supuesto! –agarró mi mano y el bolígrafo que había en la recepción y me lo escribió, con una letra muy hermosa. Nos vemos –mientras se iba, de espaldas me hacía el gesto de despedida.

No me lo podía creer. Esta vez sí podía confirmar que me había enamorado, claro, cómo no hacerlo. Nunca estuve en contra de salir o gustarme alguien de mi mismo sexo, al contrario, estaba abierto a todo. Mis padres también eran muy tolerantes con eso, no tenían ningún problema si salía con un chico, tuve suerte de tener padres liberales.

Tras pasar unos días me volvió a hablar para quedar. Yo acepté. Se repitió varias veces, fuimos al cine, al parque, a la cafetería, de tiendas (también tenía muy buen criterio con la moda), a todos los sitios de París que había por conocer. En cada cita era más encantador, cariñoso, agradable y tranquilo. Fuimos conociéndonos más y más y nos dimos cuenta de que el sentimiento amoroso era mutuo. Así que un día nos declaramos y empezamos a salir. Cuento todo esto muy por encima porque ahora es todo muy bonito, pero la cosa solo acabaría mal.

Pasó un tiempo de relación y noté que Erich estaba muy distante conmigo, ya nada era como antes. Empecé a sospechar de que estuviese poniéndome los cuernos con otra, pero realmente nunca lo hizo. Nunca estuvo con otra durante nuestro noviazgo, no fue tan cruel como para hacer eso. Era de los que odiaban la infidelidad y no estaba dispuesta a cometerla, prefería cortar y después irse con quien quisiera, así no andaría con otra persona sabiendo que otra ocupó su vida. Y así fue. Decidió romper nuestra relación y semanas después ya andaba con otra mujer, una mujer de pelo castaño con flequillo de media melena, ojos azules, bajita y delgada, de piel blanca también. Se llamaba Michelle. En ese instante quedé destrozado, no sabía por qué me dejó ni por qué la prefería a ella antes que a mí, ni se dignó a dar explicaciones. Y si era todo una mentira? Y si realmente no me quería?

Pensé que eso iba a durar poco tiempo, pero pasaron los años y siguieron juntos y se casaron. Yo también conocí a otra mujer, mi difunta esposa Emily y también contraje matrimonio con ella. Justo en el mismo año, pero en días diferentes tuvimos a nuestros hijos, pero nunca llegué a saber su nombre hasta ahora, que mi hijo vino con él a mi casa y no pude evitar ver en él a mi querido amado de aquella época. Sorprendentemente en vez de odiarlo me cayó bien, parece buen chico y tiene el mismo talento que su padre para dibujar. Pero por desgracia, sé con demasiados detalles quién es su padre y sé que no quiero que mi hijo sufra con ese chico lo mismo que yo sufrí con su padre. Sé que mi hijo no debe estar con él, precisamente con él porque sé que todo acabará mal para él. No quiero para mi hijo lo mismo que recibí, lo quiero mucho y lo último que quiero es que lo pase mal con alguien que le ilusione para después destrozarle el corazón sin darle ni un solo motivo por el que lo hizo.

Esto me enseñó muchas cosas y me enseñó a ser un hombre más fuerte, independiente y tener más tolerancia al dolor. Lo único que me importa ahora es mi trabajo, mi hijo y mi mujer, que en paz descanse. Quiero que mi hijo crezca feliz y evolucione como persona, que siga adelante como hice yo, quiero que sea alguien en la vida. Ese niño solo podría impedirle avanzar y hacer de su vida una desdicha, mi hijo es más débil que yo y temo que caiga en depresión por ello.

El amor es cierto que es una de las cosas más hermosas que el ser humano puede sentir, pero a la vez es una de las más dolorosas.






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