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XXIII. Un último deseo.

wtf... ¡¿ya son 6k LEÍDAS?! Pero-
Aaah 🥺💕 los amo, basta.

Sentado comúnmente en el sillón, Eijirou apoya la cabeza entre sus manos para observar mejor el infinito nada, encorvándose. Tiene la mirada perdida, divagando por naturaleza. Busca discernir los sentires tanto del resto como los suyos propios.

Porque está triste, pero está feliz. Está bien y vacío.

Es como siempre, en realidad, porque jamás terminó de entenderse a sí mismo. Nunca comprendió a su yo humano de alguna manera, porque la cabeza solía darle vueltas hasta marearle, y le es frustrante si lo ve en retrospectiva.

Acabaron siendo seis (casi siete) meses en los que aprendió muchísimo y seis-casi-siete meses en vano, donde concluyó una insignificancia. Donde pasó semanas y semanas sin un camino claro, horas desorientado y con un extraño mal sabor de boca.

Y asimismo, no siente que sus sonrisas hayan sido falsas en lo absoluto.

Le falta mucho por profundizar de esta travesía, probablemente. Le faltan dudas que saldar y gente a la que conocer, hablar, palabras por descubrir. Lleva mucho tiempo preguntándose, ¿cómo sería todo si esto no hubiera pasado? Lleva mucho encontrándose a sí mismo repudiando y añorando esa idea, pues no logra visualizar un momento diferente del actual, en un mundo deseoso y lejano.

Veinte días se pasarán volando, bien dicho lo tiene Kyoka.

Al menos, se consuela en saber porqué está así. Katsuki ha renunciado a su empleo esa misma tarde y con él, tuvo la suerte de poder ir a despedirse de la mayoría. Y el adiós resultó ser más doloroso de lo que creyó, tanto como mentirles a la cara, fingir ser alguien que no es a sus compañeros.

Porque sí, esas personas, aquellas que habitan en la cocina, lograron tener un hueco en su corazón con las anécdotas interesantes sobre un mundo, el suyo; con los bocadillos exquisitos (o extraños) y el delicioso aroma de lo que sea que prepararan. Con todo lo que hicieron para cederle un espacio allí, en el restaurante, a pesar de él no contribuir realmente.

Eijirou jamás podrá superarlos, no querría hacerlo de todos modos.

Pero era obvio, sin embargo, que en la vuelta a su antigua vida muchas cosas cambiarían para que la normalidad progresara. El cazador ya no desea, y no tiene porqué, ser un cocinero más que para sí mismo. Ya no tienen razones para estar ahí.

«—Eijirou y yo nos iremos bien lejos de este pueblo, nada más.»

Una mueca triste decora y decoró su rostro. Tras las palabras que sentenciaron su ida, se había despedido de cada uno de ellos con los ojos llorosos: de Hagakure y sus espejos y su extraña piel, de Sato y su deliciosa comida, de las camareras de nombres que no logra recordar y, por sobre todo, de Ashido y simplemente ella.

Adiós con un apretón de manos, una caricia en el hombro, un abrazo; uno fuerte e inoportuno que solo la dueña del lugar se atrevió a darle. Lo percibió como si estuviera a punto de perder a una gran compañera, una buena amiga, y correspondió a él.

Sin embargo, las últimas palabras que le dedicó la mujer resuenan en su cabeza aun. Han sido raras, al menos para él. No les encuentra sentido.

«—Tengo mis razones para decir que es un buen hombre, señor Kirishima». Fue en un susurro y una pausa. «—Créame, pues estoy segura que cualquier mujer querría estar con usted, ¡con lo atento y apuesto que es!». Acotó, estrechándolo peor.

Un suspiro huye de su cuerpo y un sonrojo invade sus mejillas. Probablemente, jamás pueda cuestionarle el verdadero significado de todo eso, probablemente no vuelvan a verse jamás. Y no sabe cómo sentirse al respecto de ella, también.

De todos modos, no sería la primera vez en tener tales dudas. No sería la primera vez que le menciona una tal mujer de la que él no tiene ni idea. «¿Una pareja? ¿Como... Jirou? ¿Como Katsuki y Hanta? ¿Eran sus parejas?».

Cansado de no tener respuestas claras, se levanta de su lugar y viaja a la cocina en busca de algo para beber; tanto pensar le ha secado el cerebro. Allí, se encuentra con Katsuki, quien está apoyado contra la pared, puliendo una de sus viejas armas. Revisándola con esmero hasta que siente la rojiza y silenciosa mirada del pelirrojo sobre él y, por costumbre, frunce el ceño.

—¿Qué pasa?

Un encogimiento de hombro es su contestación. Ah, no otra vez. El rubio solo atina poner los ojos en blanco.

—... ¿Por qué estás triste ahora?

—¡No estoy triste, en serio! —exclama con franqueza.

—¿Entonces...?

—Bueno, es que- —Baja su mirada, examinando cuáles serían las palabras indicadas—. No puedo creer lo que está pasando. Llevo tanto tiempo esperando decaído, creyendo que nada volvería a ser como antes que, tener una oportunidad así es... wow. Y... no digo que me arrepienta de lo que está por suceder, simplemente voy a extrañar a esas personas... A todos los voy a extrañar.

Acaba su relato con un tono de voz flojo y Katsuki lo contempla, sorprendido por la sincera confesión (y demasiado elocuente de su parte, a decir verdad). El rubio estira y acerca su mano libre para acariciar el puntiagudo pelo con delicadeza, dándole un tacto cálido que relaja al otro un segundo...

Y no se contiene, le propina un zape en la nuca.

—¡¿Eh?! ¡¿Y eso por qué fue?! —exclama, viéndole sonrojado.

—Es que hablas como si te fueras a morir, idiota —Cruza los brazos—. Seguirás vivo por lo que sea que dure tu estúpida vida, solo volverás a ser un dragón.

Eijirou observa sin mirar al más bajo, inquieto. Es una verdad que, dicha de tal forma, le parece demasiado surrealista. Es un hecho cada vez más palpable, las cartas que se ha estado intercambiando con el cambia formas lo comprueban: nada parecía detenerlos.

Pero es como si no pudiera relacionarse él mismo con su antigua imagen, como si sus enormes alas, su escamosa y puntiaguda cola, y sus terroríficos cuernos jamás hubieran sido parte de él. Es como si él fuera, naturalmente, un humano con un periodo de vida raro y apariencia extravagante.

Y, por más que le cueste asimilarlo, debe aceptar que está entusiasmado con todo esto. Contento y embobado.

—Así que deja de pensar en esas idioteces —Continúa el rubio—. Mejor, solo deja de pensar en general. Acabarás abrumándote otra vez, imbécil.

Eijirou asiente repetidas veces, un poco avergonzado de sí. Quiere agradecerle, abrazarle, mas el rubio no está interesado en recibir afecto ahora; su lenguaje corporal lo delata. Así que el chico vuelve a lo que fue, beber algo de agua. Y luego, sube a su habitación porque es probable que pueda acompañar a Sero más tarde.

En tanto divaga que, si hay algo que ha aprendido, es que Katsuki no es fácil de leer. Pero cree comprenderlo mucho más que antes. Y eso es un alivio, comparado con los primeros días, cuando...

Cuando parecían desconocerse de toda una vida.

Muchas cosas, muchos recuerdos le duelen aún mas, como ha dicho Katsuki, se está abrumando él mismo. Debe abandonar aquello que lo lastimó para poder avanzar, decidido a lo que quiere. Y Katsuki ha avanzado en esta travesía con él, juntos.

Los días pasarán con una increíble cotidianidad, sin tomar en cuenta sentimientos. Eijirou trata de disfrutarlo lo más posible...

Porque, si sus limitadas habilidades matemáticas no se equivocan, ya van por el onceavo día. Y su corazón se acelera un poco más con cada hora vivida.

Algunos pequeños topes con otras personas lo descolocan y realmente, Katsuki preferiría estar en cualquier otro lugar que no sea allí: paseando por una feria colmada de inútiles campesinos y siendo acompañado por (la vieja bruja) Jirou y (el cara plana) Sero.

Ah, y por un jubiloso Eijirou. Dato importante, tal vez.

Preferiría estar en cualquier otro lugar y, sin embargo, no bastaron muchas palabras para convencerlo de ir. Katsuki se sorprendió a sí mismo no arrepintiéndose (del todo) de su positiva decisión, pululeando receloso.

Lo cierto es que Kirishima había sido el de la idea, la de salir todos juntos al festival de otoño como una especie de regalo de despedida adelantado. Y los tres aceptaron a sus ganas de poder conocer al mundo un poco mejor, sin entenderlo porque la gente apesta, mas por ahí iban, por Eijirou.

No es como si Katsuki hubiera tenido muchas opciones al respecto, de todas formas. Y «es tu maldito dinero, haz lo que quieras con él» que no deseó ser un aguafiestas para los demás por primera vez. No deseó perderse de esto como acto de buena voluntad.

Y no la estaba pasando taaan mal, pero nunca lo admitiría.

Quizás se siente un poco manipulado por su compañero, embobado por el calor y la energía demasiado positiva del lugar. Todo es muy anaranjado y todo combina con Eijirou. Eijirou está entretenido por algunos juegos bobos, con premios todavía más berretas; y él está impresionado por los muchos alimentos que el pelirrojo quiso degustar, y aguantando las ganas de ordenarle que se detenga porque podría vomitar pronto.

Aunque si le vomitaba a Jirou encima, entonces la tarde habría valido la pena.

Una sonrisa espeluznante se forma en sus labios por la idea. Seguía siendo el mismo forro de siempre, claro, algunas viejas costumbres nunca mueren y él es irremediable. Intenta disimular su expresión con algo más relajado cuando Eijirou les habla, señalando un puesto con la cabeza.

—¡Hey! ¿Qué es eso?

Sero es el que responde. Le explica que es una persona que hace y vende dibujos a carboncillo, rápidos y simples. Y viendo algunos trabajos colgados, son obras bastantes bellas que logran embelesarlo.

El pelirrojo no se contiene y le pide (por favor) uno de ellos cuatro a la chica a cargo, lo que le costará un poco caro, pero el dinero no es algo que le haya importado a él en general. Ninguno se niega a participar del retrato.

—Esto tomará algunos minutos —decía ella, acomodándose—. Traten de no moverse mucho.

Al cabo de aproximados cinco aburridos minutos, la muchacha le extendió el amarillento y grueso papel al comprador. Los otros tres lo ojearon curiosos de qué salió. Y estuvieron más que satisfecho con el resultado final.

Ella ilustró a Eijirou en el fondo, siendo el más alto y con una tímida y puntiaguda sonrisa, rodeando por los hombros al azabache y a Jirou. En un costado, Hanta se mostraba con su típico ceño amistoso y calmado, con la cabeza un tanto ladeada. Jirou en el medio de los hombres no se quedó atrás, con una suave sonrisa y tomando sus manos, mostrando las gotas de sangre tatuadas en el dorso de las mismas.

Y al otro extremo, Katsuki... Katsuki cruzado de brazos, no sonríe pero tampoco se lo ve enojado: está neutral y es lo mejor que ha conseguido. Se lo ve... siendo parte, al menos.

—Wow... Me encanta —expresa el ex dragón con sinceridad—. Muchas gracias, señorita.

La chica le devuelve el gesto y ahora, prosiguen en su excursión por el lugar. No les queda mucho por visitar y, sin embargo, no logran transitar cuando Kyoka se detiene a observar algo detenidamente a la distancia.

—Eso de allá... ¿Acaso esas son calaverazas? —cuestiona al aire, tratando de divisar mejor—.  Creo que sí, necesito verlo de cerca —Toma de la manga al azabache—. Hanta, acompáñame.

—Pero yo-...

La mujer se lo lleva a cuestas, sin escuchar replicas, y abandona en lo suyo a los otros dos hombres. Ambos quedan inmóviles, analizando su alrededor sin saber a dónde dirigirse, y un tanto ensimismados.

—Hey, Katsu —llama el pelirrojo—. Estaba pensando, ¿no sería genial tener un dibujo donde, bueno, salgamos nosotros dos solos? Y todavía me-.

El mencionado interrumpe—Sí, suena bien —Voltea para regresar—. Mmh, yo lo pago.

—¿Eh?

—¿Vienes?

—¡Ah! Claro, claro.

No dice más y lo persigue para volver sobre sus pasos. Fue más rápido que la primera vez, siendo recibidos por la misma chica que aceptó su pedido y en dos minutos, lo tuvo listo para llevar.

Ambos lo examinan por encima. La expresión de Eijirou no varió mucho, solo se agachó un poco para quedar casi a la altura de su compañero. Sigue teniendo emoción en su mirada, bien transmitida en los trazos, y sigue viéndose atractivo.

Pero no es el único. Katsuki... también sonríe. Quizás resignado, de costado, con los ojos entrecerrados y no está mirando al frente, lo está observando a él. Lo contempla con cariño mal disimulado, tranquilo.

Se encuentra muy hermoso así.

—Considéralo un regalo de mi parte —murmura el más bajo como si fuera nada, cuando retoman en busca de la bruja y el cazador.

—¿Un regalo...? ¡Gracias Katsu, me gusta mucho!

Ah. Eijirou quiere abrazarlo fuerte, casi que se animaría a hacerlo de no ser por la multitud. De no ser por la reconocida voz del azabache, que emerge entre la muchedumbre.

—¡Heeey! ¿Dónde se habían metido? —Hace algunas señas hacia ellos—. ¡Vengan! ¡Por aquí venden unos dulces que quiero que pruebe Ei!

La bruja a su lado rueda sus ojos. En sus brazos, carga dos verduras de forma espeluznante—Es solo una excusa para poder comprarlos, son sus favoritos —gestualiza.

Un bufido escapa del rubio y una risa del pelirrojo. Vuelven a juntarse en lo que el tiempo pasa despiadado.

Antes de poder notarlo, oscureció y la gente, como ellos, debieron regresar a sus hogares a descansar de tan ajetreada tarde. Aún así, fue como un soplido de aire nuevo para el pelirrojo. Por unas horas, pudo despejarse del todo. Olvidar cómo se sentía, lo que pasó, si era o no quien quería ser. Solo fue Eijirou, Eijirou curioseando y Eijirou con Kyoka, con Katsuki y con Hanta.

El Kirishima considera tener muchos tesoros de su aventura humana, espejos, monedas, recuerdos; pero ninguno tan importante como Katsuki sonriendo y sonriéndole grabado en un papel, como todos ellos juntos y pasándola bien.

Había sido, aunque no querían pensarlo así, una grata despedida.

Eijirou no disimula su ánimo al observar como Katsuki mete delicadamente las cosas en una canasta. Comida que ellos prepararon, sándwiches, jarras con agua y...

—Creo que ya es todo —El rubio dice, revisando por encima—. Podemos irnos.

El otro asiente y con eso, se retiran los dos solos y sin prisas. El sol está alto en el cielo, con algunas nubes tapándole y, en teoría, llegarán a su destino para poco después del almuerzo.

«—Espero que sepas por dónde estás yendo, tonto». Claro que lo sabe. Eijirou conoce esa zona como la palma de su mano. Ha ido a limpiarla con Sero tantas veces, y siempre se le hace muy interesante de ver.

Deambulan silenciosos por el bosque. Poco después, llegan a un bonito prado. Verdoso, anaranjado, rojizo fundidos en un paisaje perdido en la nada.

—Wow, entonces era verdad...

—¡Síp! Ajam —Se corrige—. Sí, ah. Me encanta estar aquí.

—Al menos tienes buenos gustos.

Se acomodan en la hierba. Es notorio que el otoño rodea el lugar, pero no entorpece el ambiente para nada. Eijirou empuja al otro y comienza a corretear, juguetón. Katsuki reniega y lo persigue para devolvérsela.

—¡Cuando te agarre vas a ver, maldito!

—¡Quiero verte intentarlo!

Es tan natural en ellos que lo hace ameno, en realidad.

+

No tardaron en empezar a comer en la intemperie, hambrientos, y a hablar un poco hasta estar satisfechos. Entonces, Eijirou le muestra las más bellas flores que hay en la zona como si fueran algo muy importante. Le cuenta de estas, de sus usos y probables maldiciones, pues convivir con una bruja por tanto tiempo le dejó manías.

Katsuki solo lo escucha, inmerso en su rostro y voz, como si estuviera a punto de alejarse e intentara no olvidárselos jamás. Como si estuviera por perder a aquel amigable pelirrojo para siempre.

Un día más y esto se acaba, ¿eh?

—Por cierto —Eijirou lo saca de su ensoñación. Suena tímido—, ¿sabes qué traje?

—¿Mmh? ¿Qué?

El muchacho se estira y revisa, saca del canasto un libro bordo, ligero y mediano con toques dorados. Le genera escalofríos al rubio, quien reconoce el objeto enseguida.

—Creí que era un buen momento para terminarlo.

Katsuki asiente y lo toma. Está al tanto de que es una excusa de la que no dirá nada porque le parece indicado cumplir con el capricho del ex dragón. Eijirou apenas logra leer la portada, titulada "El último deseo de". No logra saber de qué o quién, es algo que le da curiosidad.

Ni siquiera es una historia tan buena, sabe Katsuki. Pero el otro siempre quiso conocer cuál es su final, deteniéndose de continuarlo a solas porque era algo exclusivo para ambos, personal.

—Está bien, te leeré lo que falta —Lo abre para comenzar a rebuscar—. ¿Qué recuerdas de esto?

—Ahm, todo lo que me contaste —se encoge de hombros.

—¿Te lo releíste en algún momento? —Él niega—. Bueno.

Sentados como están en el pasto, es el mismo proceso de siempre: carraspeo y gusto, perdición y cercanía entre ambos. Algunos detalles los van rememorando sobre la marcha, es disfrutable aún así, casi sin pausas.

En algún momento, Eijirou bosteza y se detiene para reacomodarse en el suelo, utilizando sus brazos de almohada. Por la perspectiva, le sigue sorprendiendo lo precioso que se observa Katsuki desde abajo, con sus pestañas rubias revoloteando y su piel, a pesar de maltratada por los años, viéndose suave. Con sus ojos rojizos, inmersos en leer con paz.

—Ajam —Interrumpe su narración para beber agua—. Solo faltan unas páginas más y-...

—Sí, lo note —dice, triste por la trama. Las cosas iban saliendo muy mal—. Supongo que no acabará bien, ¿verdad?

No recibe más respuesta que una mueca. Agarra la vasija y toma. Y se acomoda y prosigue. La historia cuenta que, cuando ambos estaban aceptando sus sentimientos y parte de la familia comenzaba a aprobar a la mujer, una tragedia los envuelve. La dama muere de manera dolorosa y él no logra salvarla. Muere a manos de otras personas. Y eso Katsuki decide cambiarlo.

—Ahm. "(...) le resulta mágico como su amor se apersonó justo a tiempo, para ayudarla a escapar de los males de la gente y de sus propios gritos. Besa la mejilla del hombre en agradecimiento, él es quien limpia sus lágrimas y heridas. Se siente una mujer completa a su lado, en sus brazos, y besa su boca y (...)" —continúa inventando.

Cuando concluye, Eijirou se apoya en su brazo, sin levantarse del todo—Wow —Trata de leer lo que sea que este escrito allí—. ¿De verdad termina así?

—Sí —cierra el libro, abrupto.

—Oh —murmura, formando una pequeña sonrisa—. Eso es bueno, supongo.

Katsuki asiente, despacio. Se siente idiota por mentirle, haber cambiado el final únicamente por tenerlo feliz. Pero vale la pena y más en un momento así.

—Entonces...—Vuelve a mascullar—. ¿Crees que tú y yo también podremos...—Se da una pausa— estar juntos para siempre?

—... No hagas preguntas tan idiotas —dice sonrojado y extrañado, desilusionando un poco al otro—. Claro que sí, ¿crees que querría estar con alguien que no fueras tú?

—Pero-... —No se contiene de abrazarlo, sentados como están. Katsuki nunca expresa sus sentires más que con acciones, a veces engañosas, y se siente mucho mejor cuando el rubio lo toma por los hombros para apegarse más, acariciarle—. Katsu, yo quisiera que, bueno... Yo quisiera besarte.

—¿Qué? —Anticlimático. Se aleja lo suficiente como para observarlo—. No, no soy tu estúpida novia como para hacerlo-...

—Espera, sabes que no sé qué es una novia —Contraataca—. Pero eres como mi pareja, aún así. Bah, eso es lo que me explicó Hanta, que los besos se dan entre una pareja, personas demasiado cercanas y especiales. Tú eres especial para mí. Y si no quieres, está bien —Comienza a avergonzarse—. Mierda, no. Olvídalo-...

El otro se carcajea, detiene la charla unilateral—Relájate un poco, tarado...—Vacila—. Supongo que está bien, hagámoslo.

—¡¿En serio?!

—Sí —Da el primer paso y acerca su rostro, roza sus labios y suspira—. No es algo que me interese perder, de todos modos.

—Katsu...

Y se funden en algo inexperto, inexplicablemente cálido. Ojos cerrados, ocultando si es un sueño o no, pero parece tan real su tacto sobre el otro. Y lo es. Un beso suave, lento. Le encanta, aunque es incómodo por el lado de que ninguno sabe cómo proceder, les fascina y los embelesa.

Un chasquido suena apenas se separan, ruborizados hasta las orejas y deseosos de más cariño. Fue breve mas suficiente.

—Es triste y gracioso, ¿sabes? —susurra Eijirou, sobre la faz contraria—. Como las cosas empezaron a ir demasiado bien entre nosotros y pum, tengo la oportunidad de mi vida —Katsuki traga duro, ansioso—. Como empezaba a sentirme tan bien contigo... tan bien que casi no quiero volver a ser-

Otro beso caprichoso se forma, abalanzándose, solo para que deje de hablar o él podría añorar lo mismo. Y no, no puede, no debe. Sería hipócrita pedir algo así, tras todooo lo que han vivido. Tras todo lo que ha dicho.

Serían imbéciles al tirarse para atrás luego de tanto, por lo que deben disfrutar esto ahora, que no es más que una prueba de su propia conmoción. Y Eijirou, que no sabe controlarse, se deja llevar demasiado, apretujando más al rubio por la cintura y mordiendo por error.

—Mmmh —Le propina un empuje—. No te emociones, idiota-...—vocifera.

—¡Lo siento, no quería hacerlo! —Una pizca de decepción se ve en su mirada—. O sea, sí quería el beso, solo lamento que- —tapa su pena con las manos—. Ni siquiera sé cómo sentirme ahora, perdona.

—Solo, no entres en pánico —dice únicamente, relamiendo su labio inferior—. Eijirou, mírame.

Eijirou sube la mirada, paulatino. Sus ojos están algo llorosos y sus mejillas tan rojas como su cabello. Tiembla—¿Arruine todo, cierto?

—No...

Una caricia en su mejilla es lo que lo relaja. Quiere llorar, no quiere dejar de recibir estos mimos, pero teme que solo sea una ilusión. Jamás logró acabar de comprender nada, mucho menos descifrar a quien, irónicamente, más conoce. No quiere confundirse.

—Katsuki, ¿tú me amas?

Suelta un bufido. Y en lugar de quejarse, solo lo acepta—Más de lo que tú crees.

—Entonces es suficiente para mí.

Vuelven a envolverse en un abrazo fuerte, como si fuera el último. Eijirou besa la frente de su rubio y Katsuki su quijada. Luego, deciden recostarse en el pasto a mirar el cielo, cada vez más apagado por las nubes, lo más próximo posible pero sin encimarse. La hierba les pica y el viento los despeina peor.

El frío solo les indica que pronto deberán regresar a lo de la bruja o será peligroso. No quieren, pero de otra no les queda.

—Así que todo volverá a la normalidad mañana, ¿eh? —cuestiona Katsuki al aire—. ¿Estás listo para lo que sea que vaya pasar pronto? —Y se contemplan a los ojos, rubíes brillantes y magníficos.

Una sonrisa confiada se dibuja en los labios del moreno, una que resulta encantarle al rubio. Y en un susurro, suelta la verdad:

—Nací listo para esto, Katsuki.

- He escrito y reescrito este cap varias veces y esto es lo que más me gustó.
espero no lo hayan sentido forzado.

Y ojalá nos leamos pronto.

pd: Denki también fue de paseo pero lo dejaron en una zona especial para él. Ei le regaló un muñeco, piensa que tiene forma de Kaminari.

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