XXI. El camino a casa.
En un intento por recomponerse, Eijirou bebe de un extraño té verde bajo la intensa mirada de dos pares de ojos. Jirou, quien fue la que lo preparó a las apuradas, dijo que lo relajaría del susto; él piensa que es en vano.
Sigue tenso y tembloroso.
Incluso se siente muy cohibido, a pesar de haber dejado de llorar hace un rato y que solo la bruja y Katsuki están alrededor suyo en el poco concurrido comedor de la casa. Ninguno dice nada porque no quieren presionarlo a hablar, pues es notorio que él está conmocionado, mas las ansias por saber qué le sucedió son grandes.
Ni siquiera el impetuoso rubio se anima a vociferar algo para romper el momento de tensión. Simplemente, está cruzado de brazos, mordiendo una de sus uñas con el ceño fruncido. Kyoka es la más cercana a Kirishima y Sero está fuera, revisando a Denki.
—¿No vas a decirnos qué ocurrió, Ei? —La mujer clama con calma en el incómodo silencio.
No es malintencionado. Sin embargo, lo abruma peor.
Y el pelirrojo baja su mirada. Otra vez, no sabe por dónde comenzar. Siempre es la misma historia, la de él contra sí mismo y el complicado vocabulario.
Eijirou vuelve a darle un sorbo a su bebida, lento, mientras una sola duda es la que golpea su cabeza:
¿Debería arrastrar a Kyoka (y, por consiguiente, a Hanta) en esto?
Eijirou sabe, y entiende, que ellos dos no hacen más que intentar ayudarlo en su travesía, llenándole de saberes y alegrías. Suelen buscar su bienestar, conociendo la mayoría de sus malestares, y animándolo a seguir aprendiendo.
Pero esta situación la percibe diferente del resto.
Porque, ¿qué tal si todo es una trampa y... acaba perdiendo aquello que más ama?
Él no es tonto (bueno, tal vez un poco). Sabe que no debería confiar en desconocidos así como si nada porque podría ser muy peligroso, porque nadie se salva de ser traicionado por la espalda y... en el fondo, deduce la razón del cambia formas para citarlo.
Le atemoriza, le tiene muchísimo miedo a la noticia de que jamás volverá a ser un dragón, oír de las propias palabras del victimario su peor pesadilla, porque le asusta dejar de vivir en su burbuja de esperanza y enfrentar la oscura realidad.
De todos modos, ¿no es eso lo que ha estado haciendo todo este tiempo? Combatir los grandes cambios en su ambiente, en su propio cuerpo, y...
Tiene muchas cosas a las que analizar aún y tiene poco espacio para hacerlo. ¿Cuánto desea que Kyoka y Hanta se metieran en un asunto... que solo debería involucrarlo a Katsuki y a él? No quiere, no puede decirles lo que sucedió.
Este es un tema suyo y de Bakugou mas, a su pesar, tampoco acaba de estar bien con él.
Se siente arrinconado.
Al final, opta por mentir lo mejor que puede. Su té ya se ha acabado para entonces y no logra pretender hacer algo más, necesita conseguir tiempo para pensar antes de relatar la verdad.
—Lo siento —Comienza susurrante, cabizbajo—. Y-yo estoy confundido, no recuerdo bien y me duele la cabeza.
—Ah... aún debes estar mareado por los efectos del gas, es normal —Supone la bruja, desconfiando del otro internamente—. Tal vez lo mejor sea que tomes una siesta.
Eijirou asiente y se levanta apurado para acatar a la orden. Es obvio que desea evadir el tema y agradece que lo entiendan en secreto.
Se despide, disculpándose, y se encamina oyendo el típico chasquido de lengua de Katsuki; eso solo lo hace sentir peor.
No puede dormir a pesar de estar cansado, por lo que es una siesta frustrada. Decide aprovechar el momento para divagar, en realidad, y no puede decir cuánto tiempo pasó recostado en la cama pero sabe que no es poco.
Estaba distraído, observando a un inexistente punto en el techo, cuando el cazador mayor irrumpe en la habitación, sobresaltándole.
—Ay, espero no haberte despertado —habla Sero desde la puerta, con una pequeña mueca dibujada en sus labios.
—No, no realmente —contesta hastiado—. ¿Pasó... algo? —Se sienta en el colchón, refregando uno de sus ojos.
—Bueno, he venido a informarte que, aunque Denki tuvo algo de nauseas, está bien —comenta y Eijirou asiente aliviado—. Kyoka se está encargando de él ahora, no es grave. Y...
Tienen unos tensos segundos de divagación, con el pelirrojo expectante del otro y el estómago revuelto. «¿Será que...?».
—No fue por las flores que estás así, ¿cierto?
El pelirrojo traga duro. Mierda. Entristece el rostro. Si nunca fue bueno mintiendo, mucho menos lo sería ante el azabache, quien lo conoce mejor que nadie en esa casa.
Vuelve a asentir, cohibido y con un poco de resignación, pero no pronuncia palabra.
—Oh...—Sero se acerca para sentarse en su cama, tratando de ganar confianza—. ¿Puedo saber qué se supone que sucedió?
Eijirou suspira en lo que parece decir «deja de hacer las cosas tan difíciles para mí». Hanta es muy persuasivo para él. Y en verdad, le duele mantener secretos con el hombre a quien considera una parte importante de su vida y desarrollo, no siente que pueda verlo a los ojos en este momento, y eso lo acongoja demasiado.
Termina aceptando, cabizbajo, y cuenta parte de la historia con recelo.
—Una persona me atacó y supongo que a Denki igual. Lo hizo para pedirme algo muy importante... Algo que nos involucra a Katsuki y a mí.
El azabache logra escucharle bien, pero tarda unos segundos en procesarlo. No fue nada inteligible aquello.
—¿Qué? —cuestiona atónito, entonces—. ¿Qué demonios pasó exactamente?
Esta vez, sin embargo, y tras un momento dubitativo, Eijirou niega con su cabeza. No. No quiere causarles más problemas ni a él ni a la bruja, y desea enfrentarse solo a la nueva dificultad.
—Lo siento, yo quiero hablarlo con Katsuki primero —confiesa con tristeza—. Pues sabrás, es algo de los dos.
—Y nadie te detiene de querer eso, no puedo obligarte a contármelo... pero suena a algo demasiado importante para todos —dice con un tono duro—. Eijirou, no quiero presionarte a nada, pero deberías-...
—Lo sé, ah —Interrumpe, sin levantar la cabeza aún y susurrante—. Mierda, lo sé, Hanta. Es solo que... no sé qué hacer con esta información, no sé cómo sentirme.
—¿Quieres pensarlo a solas?
Kirishima suelta un suspiro cansado, harto de esto y de sí—Creo que ya tuve suficiente tiempo para pensar y solo quiero sacármelo de encima. Es...
—Complicado, ¿no? —Complementa, acostumbrado a esa frase. Y el otro asiente—. Mira, si no soy yo a quien debes hablarle, entonces creo que Katsuki, ehm. Él estaba investigando la zona cuando pregunté, así que de seguro desea saber esto.
—Bueno...
Eijirou consigue subir su mirada para observar a el otro chico, quien estuvo a la expectativa de él todo el tiempo. Se ruboriza cuando sus orbes se encuentran, a diferencia de las fieras bien conocidas; las de Sero son oscuras y calmadas, bonitas a su parecer. No percibe que lo este regañando y eso le gusta en realidad.
Le gusta la seguridad con la que Sero maneja sus palabras y probablemente, la mayoría de sus decisiones. Es una de las cualidades que le encantan de ambos cazadores, tanto del azabache como la del rubio.
Y él quiere ser igual, estar a la par de ambos.
—Iré a hablarle —Completa su frase sin flaquear.
—Buena suerte con eso, entonces —Y se acerca al rostro contrario para susurrar:—Que Kyoka no te vea, ella sí que es muy metiche, shh.
El ex dragón suelta una pequeña risa y se levanta de la cama, aunque mareado, más ameno por la charla. Siempre le es fortuito conversar con el otro y lo atesora demasiado, suele esclarecerle cosas que solo no comprende.
—Muchas gracias, en serio —habla antes de marchar—. Y Hanta, yo...—Queda un momento, pensativo de qué acotar— prometo que serás el primero en saber cuando las cosas se aclaren.
El aludido asiente con una ligera sonrisa—Será un honor.
Y Kirishima le corresponde al gesto antes de correr en búsqueda del rubio, solo debe localizar su rastro y ya está.
Katsuki inhala lo más profundo que sus pulmones le permiten, llenándolos del contaminado aire exterior.
Y no lo entiende.
Es imposible que los vestigios de ese olor provengan de alguna flor, al menos no una pura sin mezcla. Aún con su poca experiencia en el tema, puede dictaminar que no se trataba de una Belladormentada (y mejor, porque esas eran mortales) o de alguna variación de ésta como se creyó originalmente.
¿Siquiera había algún tipo de planta por ahí? Kirishima no sería tan tonto como para meterse por donde hay algo amenazante, era probable que Jirou le diera indicaciones del lugar y Sero de su fauna, aunque bueno.
Katsuki repasa lo que podría haber experimentado el pelirrojo y todos los escenarios eran extraños, en específico si debía incluir al Kaminari. ¿Cómo demonios fue posible que algo atacase a tal distancia? ¿Y por qué ninguno oyó nada?
Otro detalle a tomar en cuenta, era que Sero encontró sollozante y tembloroso al moreno. Aquello podría significar un atentado de alguna bestia hacia Eijirou (y quizás lo del dragón fue solo casualidad), pero cuál y por qué.
Llega a la conclusión de que esa cosa debió de tener un objetivo claro y se estanca allí con un dolor de cabeza. La falta de información le impedía poder razonar más a fondo, maldición. Y no quiere acercarse al chico, quien parecía reacio a pronunciarse respecto, muy afectado por todo otra vez.
¡Y sí! Está molesto (y preocupado) por aquel misterio, es obvio que Kirishima les está ocultando algo y, sea por lo que fuere, lo enerva muchísimo.
Bufa hastiado. Aunque es una tarde de descanso desperdiciada, esto le recuerda un tanto al pasado, en sus momentos donde debía idear una estrategia o prevenir la del contrincante, no existían los días libres y aún así, se sentía con más libertad que ahora.
Y sigue reflexionando sobre el escenario, muy metido en sus pensamientos, hasta que unos ruidos provenientes de los arbusto lo ponen en alerta.
—¡Katsu!
Katsu se relaja al caer en cuenta de que se trata del atolondrando ex dragón, aunque un tanto desconcertado por lo mismo. Eijirou se detiene frente a él.
—¿Ah? —El nombrado levanta una ceja—. ¿Qué demonios haces aquí? ¡Deberías estar descansando, tonto!
Kirishima suelta un resoplido, enseriando su expresión y quedando en blanco. Por un segundo, pierde toda la seguridad que siquiera sabe de dónde sacó.
¡¿Cómo demonios le iba a contar al histérico del rubio sobre el cambia formas siendo claro y conciso?!
Maldice su momento de impulsividad y un poco a Hanta por dársela.
—¿Venías a...—Vuelve a hablar Katsuki, para sacarlo de su ensoñación.
—¡Lo siento! Vengo a hablar, vengo a hablar... —aclara, haciendo un ademán— sobre lo que me pasó —Y acota inseguro.
Katsuki asiente, sin cambiar su semblante confundido. Y le hace una seña para que prosiga.
—Ehm, la cosa empezó porque estaba viendo un bonito animal y me sentí cansado de pronto —relata con seriedad, sin detalles—. Creí que podría ser las flores raras esas, pero sentí como unas manos me tomaban y, bueno... resulta que el dragón de la perra, Kai, logró localizarme...
Ah, eso era. Katsuki abre la boca, atónito. ¿Qué demonios querían esos dos para entrometerse donde no los llaman? ¡Ya les han dejado en claro que los odian y el sentir es mutuo para colmo!
La única razón por las que no regaña al ex dragón, es porque prefiere que acabe con los hechos antes de interrumpir; mas esto se está tornando muy importante.
—¡Él... estaba solo y se veía preocupado! ¿Bien? Diciendo cosas extrañas...—Baja su mirada—. Y me pidió que nos encontráramos en el lago rosa el Sábado a la noche, a las cero horas —Acaba, de repente, su relato.
¿El lago rosa?
El leve recuerdo de que allí fue donde se presentaron con Akira y su dragón (a quien creyó, imbécilmente, un Aoyama) invade su cabeza. Fue en una arriesgada misión que duró mucho, quizá un mes, y gracias a esto convivieron más que con cualquiera.
El rubio siente escalofrío. Mierda, si no hubiera tomado tan malas decisiones y no hubiera sido tan impulsivo, esto no habría pasado, y Eijirou y él...
—¿Qué deberíamos hacer? ¿Crees... que podría ser una trampa?
No tendrían que pasar por tantos peligros.
Katsuki trata de dar una respuesta rápida, considerando su ingenio y el de la rubia.
Puede ser una treta, es la opción más viable en realidad; un cepo para saldar cuentas. Pero no cree que la sed de venganza de Akira sea tanta como para enviar a su dragón solo en una zona boscosa. Incluso si desconocía la presencia de Hanta y Kyoka, seguía siendo surrealista.
—Deberíamos... deberíamos ir, pero con muchas precauciones —responde, tras el abrumador silencio. Eijirou le dedica una mirada desconfiada—. ¿Te ha dicho algo más?
El pelirrojo niega con la cabeza. Por el momento de pánico, era probable que algo se le estuviera escapando de las manos, pero no sabía qué más podría servirles.
—La cosa es cómo llegaremos allí, limita con el reinado Yaoyorozu —comenta más para sí mismo que para el otro. Pasa una mano por su cabello para peinarlo.
Y Eijirou teme. Solo hay una opción, es obvio que ambos la pensaron. La que es más sensata, rápida y la que el pelirrojo quería evitar.
«Denki».
—¡Maldición! Tendremos que pedirle ayuda a Sero y a la vieja de Jirou —Refunfuña con notoria molestia Katsuki.
Y pelirrojo no dice nada, porque es cierto. Porque si quieren saber la verdad de los hechos, los otros tendrían que intervenir al menos un poco, sin importar orgullos o miedos.
Así que regresan cabizbajos a la casa, resignados (con diferentes razones, ciertamente) a pedir el favor. Contándole su situación actual a esos dos y las posibilidades de todo.
Y mierda, claro que acabaron aceptando incluso antes de que Katsuki les ofreciera alguna suma de dinero.
Eijirou quiso cancelar esa misión y no ir por los peligros que esto podría (o no) conllevar, mas ya era tarde y los planes ya estaban puestos sobre la mesa. Era inevitable que se encontrarían con el muchacho semi dragón (y, en el peor de los cazos, con Akira).
—Ojalá ese imbécil tenga algo importante para nosotros, puta madre.
No les quedó más que esperar y rezar porque las cosas salgan bien.
Los días no han pasado con mayores problemas además de sus ya conocidos insomnios y paranoias que comenzaron a afectarle mucho más de lo común.
Aunque el tiempo transcurrido le estaba sirviendo para procesarlo un poco mejor, Eijirou está más que distraído en su día a día. Unas enormes ojeras decoran sus desolados ojos y su semblante no pasa de pequeñas sonrisas y seriedad.
Y su propia inhibición le está pasando factura, esto se notó específicamente en la tarde de Miércoles.
Katsuki vuelve del trabajo con su típica expresión de me hablas, te mato. Le sorprende un poco no tener al pelirrojo merodeando por allí o que no lo haya ido a buscarlo, tal vez lo extraña.
Sus temores se intensificaron cuando ve algo de sangre casi seca en el piso de la entrada. No era mucha, sin embargo, por el contexto en el que están le fue suficiente.
Entra corriendo al lugar, azotando la puerta. Y siente la presencia de personas en la cocina, así que se apresura a llegar, importándole nada su cansacio y lo raro que puede llegar a verse.
—¡¿Qué sucedió?! —Irrumpe histérico.
Tres pares de ojos lo contemplan al mismo tiempo. Resulta que Eijirou está sentado, con la bruja parada al lado suyo cosiendo su brazo derecho, y un desaliñado Sero estaba tomando su temblorosa mano para animarle.
—Ah, Katsuki —El azabache decide ser él el que le dé la noticia. Los otros dos vuelven a su anterior actividad, mientras Sero se lleva a rastras al rubio—. Una misión se nos complicó y Ei resultó herido, nada grave pero tuvieron que coser un poco —murmura con una mueca.
—¡Mierda, creí que...—suelta más tranquilo—. Ugh.
—Sí, bueno —Sero repasa la habitación con sus ojos, pensativo—. Katsuki, sabes que no quiero entrometerme en tu vida y la porquería que hagas con ella, pero solo te diré una cosa. Deberías hablar con Eijirou.
—¿Qué?
—¿Es que acaso no lo notas?
—¿Qué mierda se supone que....
—Katsuki —Interrumpe, obviando.
—... Tsk. Está bien, le hablaré. Aunque no sé qué quieres lograr con esto.
—Ya sabrás.
Hanta se cruza de brazos y lo que sigue es un momento incómodo con ambos sin atisbarse siquiera. Agradecen que Kyoka es habilidosa en lo que hace, porque no pasan ni quince minutos cuando acaba.
Ella se acerca a hablarles, anunciando el trabajo finalizado. Katsuki aprovecha esto para escabullirse en la cocina e ir ver a su compañero mientras los otros dos conversan.
Por supuesto, se encuentra con un sentado Eijirou cabizbajo y deshecho. No lo escucha llorando, aunque lo percibe mal y tiritante.
—Ei...
Y Ei se sobresalta.
—Ah, Katsu...—Suelta con desgano, sin volver a bajar la mirada—. ¿Pasa algo?
El mencionado niega con su cabeza y se permite acercarse a analizar mejor al pelirrojo, entrecerrando sus párpados.
No va a negar que él se observa horrible, es verdad como los ojos de Eijirou son una ventana a sus sentimientos. A veces, brillan de felicidad, de seguridad y de contagioso ánimo, otras (como hoy) son un apagado granate sin paz.
Kirishima es un libro abierto al que Katsuki no se ha molestado en leer estos días.
—¿Estás bien? —Se abofetea internamente por la pregunta tan estúpida que acaba de hacer—. Digo, ¿te duele?
Niega con su cabeza—No es algo importante.
—Va.
El rubio no puede evitar comparar al pelirrojo actual con el optimista de hace una semana, y le resulta un gran cambio facético.
Cuando Eijirou falla en algo, cuando las cosas no van como él quiere, por más mínimo que fuera; parece estresarse en sobremanera.
Y, probablemente, esto es solo su culpa.
Ahora, están en silencio. Perciben como los otros dos hablan y luego, cada quien se va por su parte en la casa, pero ellos no pueden alejarse hasta que la tensión se hizo insoportable.
—Debo ir a cambiarme... —Suelta Kirishima, decaído. Y se levanta para ir al living.
—Eijirou.
—No, Katsuki —Voltea a verle, con el ceño fruncido—. No necesito tu compasión, en serio.
Ah, con que es esto a lo que se refería Sero.
—Eijirou, ¿qué te pasa? —El otro abre la boca para negarse, aunque,—. «Solo quiero que me tomes en cuenta», ¿eh? Pero quien está ignorando la situación es otro, así que suéltalo de una buena vez.
Y el semblante de Eijirou se tuerce en tristeza y dolor, pestañea demasiado. Una parte de él se siente aliviado por esas palabras, por el recuerdo de su avance y la notoriedad de este. Pero sigue sin tener la energía suficiente como para demostrarlo.
—... Estoy muy cansado —musita, cabizbajo—. No estoy durmiendo bien y...
—Mmh...
—Solo quiero ser feliz, Katsuki —Y su voz se quiebra, lagrimeando como tantas veces ha hecho frente al rubio—. Quiero volver a casa, quiero volver a ser yo mismo. Es como si cada vez que siento hacer las cosas bien- No lo entiendo, Katsuki, ¿qué hago mal?
—Mierda, eh...—Como acto reflejo, abre sus brazos para estrechar al pelirrojo, siendo correspondido con cuidado de su herida. Y ahora el que teme por su dolor en el pecho es él—. No siempre se trata de eso y... Mierda, Eijirou, no es tu puta culpa. La vida es jodida molestia que se encarga de apalearnos cuando quiere.
—Katsu...
—Desahógate, pero enojándote, culpándote por esas porquerías no cambiarás nada —Acaricia, sin notarlo, los hombros del chico.
—Me gustaría ser...—Analizándolo bien, su compañero tiene razón, Katsuki ha intentado enseñarle lo mismo varias veces y él es quien sigue flaqueando. Es muy sensible, pero se entiende a sí mismo en la desesperación de errar, de tener que revivir miedos y no saber hacia dónde ir. Y no quiere ser el debilucho que alguna vez mostró ser. Termina suspirando y cambiando la frase a último instante.—. Seré más fuerte de lo que ya soy, solo tuve un mal momento.
—Entonces confía en que harás las cosas jodidamente bien, y toma un puto palo para defenderte, porque nadie puede tirarte abajo más que tú mismo —«y me encargaré que ningún otro bastardo lo haga», piensa secretamente.
Eijirou ríe encima del abrazo por las toscas palabras del hombre, percibiendo algo de paz en su pecho. Aún así, no puede evitar sentirse tonto. Aún así, no puede evitar avergonzarse de sí mismo un segundo.
—Creo que ya hemos tenido esta maldita conversación antes.
—Sí, pero espero que ahora seas menos estúpido.
La luna ilumina perfectamente el camino mientras un azabache maneja con destreza su Kaminari, centrando la vista al frente. Detrás suyo, viajan dos impacientes hombres; Katsuki y Eijirou.
Nadie habla porque ninguno se siente eximido de tener nervios, era innecesario de todos modos, han repasado el plan cientos de veces y quieren pretender seguridad.
Tras lo que pareció una desesperante eternidad, el ansiado Sábado ha llegado como si nada hubiera pasado. Y la mayoría se encontró inquieto para entonces, en esperas del cercano anochecer.
Apenas dió la hora acordada, salieron dejando a Jirou sola en casa por el frío; esa noche pareció helar como nunca antes. Servía para disimular el temblequeo de sus nervios, al menos.
—Déjanos por aquí, el resto lo caminaremos —Advierte Katsuki, cuando están muy cerca de la zona.
—¿Seguros? Puedo-...
—No —habla Eijirou—. Por favor, Hanta.
El jinete asiente desconfiado y el resto, es descender hasta tocar el suelo. El Kaminari se estira mientras los tres se bajan de su lomo, curioso por el irreconocible lugar (y un poco molesto, porque interrumpieron su sueño).
—Me quedaré aquí, entonces, con Denki —musita, pasándoles el pequeño equipamiento necesario—. Y Eijirou...—El susodicho lo observa y Sero le tiende una especie de ocarina—. No dudes en tocarlo si nos necesitas, ¿bien?
Kirishima asiente, conmovido por ello. Le dedica una gran sonrisa al azabache antes de abrazarle fuertemente y soltar un «jamás podré compensarlo, en serio gracias». Katsuki solo observa la escena incómodo, rodando sus ojos.
Se encaminan a la par, iluminados por el cielo y una lámpara se aceite que transporta el rubio, es tenebroso y helado. Al poco tiempo de marchar, sienten un acuoso ruido y, pronto, visualizan el rosado lago.
Es bellísimo e, irónicamente, peligroso. La flora alrededor de este se encuentra marchita, no solo por el final del otoño, y el suelo era árido y seco; pero ese es un tema aparte.
Aguardan inquietos, ambos próximos del otro pero sin llegar a tocarse. Encogidos en sí, aunque atentos a su alrededor.
Bakugou se estremece por una ráfaga de viento bien frío. Maldición, odia demasiado esta época del año.
—Hey, Katsu, ¿quieres...
—Lamento interrumpir.
Una voz corta sus respiraciones y la charla. Ambos miran en dirección a la oscuridad de los pocos árboles poblados y de ahí, un chico alto y pálido azulado se deja ver.
Se acerca a ellos con lentitud.
—Veo que has traído a tu compañero —dice, dirigiéndose al pelirrojo—. Yo lamento mucho las horas, eran las únicas donde pensé que podría venir —Admite bajo—. Y como podrán ver, Akira no se encuentra conmigo en este momento, pero eso no significa que no estoy preparado para atacarlos y...
—Ve al punto —responde, a la defensiva, el rubio.
—Está bien, seré conciso. Yo quiero ayudarles...
Kirishima está por preguntar la razón de ello, ¡no lo comprende! ¿Es que ese chico no entendía lo jodido de su situación?
Sin embargo, todo su ser (y el de su acompañante) se congelan peor cuando la siguiente frase sale de la boca del dragón.
—... porque creo que puedo volver a Eijirou a la normalidad.
- volví con las actualizaciones de este fic.
los extrañé 💕
pd: maldito serokiri más sano que el krbk aquí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro