XX. De nuevo.
estoy y estaré ocupada con la krbkwk y mis tareas, así que lamento la tardanza que habrá por esto ;;
disfruten <3.
Tuvieron que pasar cuatro días antes de que Katsuki y Eijirou pudieran volver entablar una conversación seria a solas. Y no era para menos, considerando que Kirishima logró cumplir con su parte del trato esa misma tarde de Lunes, pidiéndole una remuneración más alta a Sero.
Hanta, por supuesto, no pudo negarse. El pelirrojo es un buen ayudante en las labores más pesadas al fin y al cabo, y les iba bastante bien en su cacería.
Así fue como Eijirou comenzó a trabajar formalmente para el azabache y a chambear un poco en lo que encontrara, desde ayudar a Jirou con sus animales raros a sacar la basura de Ashido. Todo con tal de conseguir aquel codiciado dinero humano.
Cuando el Viernes llegó, lo hizo igual que tantos otros días: desabrido y cotidiano al parecer, siempre cansador. Eijirou había encontrado una oportunidad de acompañar a Sero en búsqueda de una recompensa y, no contento con el cansancio que el trabajo le provocó, decidió ir al restaurante de la morena para verse con el rubio.
Allí, lo esperó con suma paciencia, como solía hacer en sus primeras aventuras humanas. Solo que esta vez, nota que fue más gustoso, conversando con Mina fluidamente sobre sus días. Ella lo felicitó por su nuevo trabajo y el avance cognitivo antes de despedirse.
Al terminar su horario laboral, Katsuki partió en dirección a la casa de la bruja con el pelirrojo a su lado y varias dudas en mente.
—Hoy Hanta me pagó —comenta el emocionado ex dragón, sabiendo que el rubio se cuestionaba por qué lo ha ido a buscar. Le muestra, por lo bajo, una bolsita de tela que debe de cuidar—. No sé bien cuánto sea, pero-... tómalo.
—¿Eh? ¡Eijirou... tsk, esto tuyo —dice atónito, devolviéndoselo. En su cabeza, resolvió hacer del problema algo suyo en compensación a todo el mal tiempo que le hizo pasar al otro—. No necesito puta ayuda, yo puedo encargarme de esto.
—¡Pero no te estoy ayudando! —Contrarresta, insistente—. Hace unos días, Kyoka me dijo que ayudar significa algo así como rescatar gente en peligro... a menos que...—Lo observa, preocupado—. ¿Te están atacando? ¡¿Te duele algo?!
Katsuki vuelve a chasquear la lengua cuando el pelirrojo trata de medir torpemente su temperatura corporal, sin saber siquiera qué significa hacer eso, copiando lo que alguna vez vio hacer a Jirou. Invade su espacio, tocándole la cara.
—¡No, tarado! —Está algo ruborizado, también. Y quita la manota del moreno con un golpe—. Déjalo, aish —Cruza sus brazos.
Eijirou asiente, haciendo un puchero. ¡Realmente quiere cooperar con esto! Ayudar a la causa, no a Katsuki, mas el rubio con su terquedad era muy reacio a aceptarlo. Como de costumbre, arrastra todos sus problemas él solo. Y el ex dragón tampoco sabe cómo darle a conocer su punto de forma clara.
Por lo que prosiguen un corto tramo en pensativo silencio, hasta que un fuerte y dulce olor llama la atención del más alto. Están pasando por cerca de unos puestos a los que no le prestaba interés, pero que siempre percibe el delicioso aroma que brota de ellos.
—¿Qué es eso? —cuestiona Kirishima, apuntando con su cabeza cuando están a unos pocos metros del lugar.
—Mmh, creo que ahí venden dulces, como los de la otra ve-...
—¡Uh, yo quiero!
Eijirou trota en dirección a la tiendita, exaltando a un distraído Katsuki. Para cuando el pálido se da cuenta, el otro está hablando con una mujer de manera animada, y haciendo algunas preguntas sobre esos llamativos productos.
Tarda en acercarse a él porque se siente cansado, enseriando el rostro. Y cuando llega, Eijirou tiene en sus manos dos fresas enormes cubiertas de miel enganchadas a un palo tipo brochette, dispuesto a devorarse ambas de un solo bocado, mas conteniéndose.
—¡Katsuki, miraaaa! Son enormes —Muestra, como todo lo que suele descubrir—. Al menos... ¿podrías aceptar este... regalo? —Pide, sin darle muchas opciones. Le tiende uno.
Y el cenizo, un tanto cohibido por sus emociones de pecho, acepta. Hace tiempo, demasiado en realidad, que nadie le hacía un gesto amistoso, un presente. Solía dárselos él solo y, que de la nada y tan desinteresadamente, pase...
—Gracias —musita, mirando la golosina. Se siente tonto. Estúpido Eijirou. El estúpido Eijirou brilla, en sus ojos y en su sonrisa, Katsuki lo quiere evitar por esto.
Proceden a caminar, saboreando sus pseudopaletas de forma despreocupada—¿Cuánto se supone que te costó esto?
—Mmmh, dijo que uno es dos de bronce —Empieza a hacer gestos raros con sus manos—. Dos... cuatro. ¿Cuatro de bronce?
El pálido lo mira, extrañado—¿Cómo sabes eso?
—Kyoka me enseñó a contar un poquito —comenta, sin abandonar su labor de engullir—. Dice que me servirá mucho o algo así.
Ah. Un deje de desilusión se dibuja en el rostro del rubio. Es cierto que educó poco y nada a Eijirou desde que éste es un humano.
Dejando de lado el tema de la belleza de la lectura (que ni siquiera consistía en aprender a leer, y fue algo que acabó desatendiendo caprichosamente), en la vida del ex dragón solo ha sido una dolorosa piedra, alguien quien lo lastimó más de lo que desearía. Y no sabe cómo sentirse con ello.
—Sí, lo hace —Da una mordida a su dulce.
Con respecto a los pocos días que pasaron, el cocinero y la bruja no estuvieron conviviendo. Se evitaban a toda costa, siendo indiferentes del otro. Ni ella ni él se pedirían alguna disculpa, a pesar de Katsuki saber que Jirou conocía de la verdad y de su cuidado con el moreno.
No le interesa darle de explicaciones, menos entrar en una discusión o algo así. Quiere estar en paz, es simple y llano.
—Hey, Katsu... ¿puedo saber por qué te llevas tan mal con Kyoka? —Kirishima recuerda la interrumpida charla, esa en la que se había quedado con ganas de saber más.
—Bueno...
Y si Katsuki se lo pone a pensar, hay muchas razones en verdad. Desde su juventud llena de irresponsabilidad hasta las estúpidas reglas de la bruja. No podían convivir más de una semana sin acabar con una pelea fuerte o una guerra fría, siendo Hanta su principal intermediario.
Qué déjà vu, piensa en lo rencorosos que son.
—Nuestras personalidades chocan. Y por temas del pasado, chocaron más de lo que deberían.
—... ¿Tiene que ver con ese Bakugou? —pregunta, receloso.
—Sí —Asiente, tratando de rememorar algunos puntos para no hacerla larga— porque es mi apellido. Proviene de un clan, un grupo lleno de estafadores y traficantes... Digamos que estuve metido en cosas ilegales por un buen tiempo.
—... ¿Cosas malas?
—Exacto... Mira.
Katsuki se asegura de que nadie más aparte del pelirrojo los estuviera observando, porque seguía habiendo gente muy metiche que lo reconocía, y, sin muchos preámbulos, toma la golosina entre sus labios. Así, con sus manos libres, corre su ropa inferior. Deja a la vista un pequeño tatuaje de una K en su cadera.
Es uno oscuro y simple, caligrafía hermosa. Imposible de percibir a menos que el portador estuviera completamente desnudo o, por casualidades de la vida, se descubriera esa zona.
Eijirou se sobresalta.
Había visto tantas veces esa marca que acabó obviándola en el cuerpo del otro, como si fuera un lunar o una cicatriz más. De todos modos, tampoco es como si pudiera contemplar esa zona naturalmente, y menos desde que es un humano.
Lo analiza, queriéndolo tocar.
—Habré tenido trece años cuando me lo hicieron. Fue una muestra de que ya era un hombre, y un recuerdo constante de mis propios errores —Comienza a relatar, recomponiéndose y retomando camino con el pelirrojo—. Un día quise... quise secuestrarte, pero por una u otra razón, terminé trabajando para Kyoka y Hanta —Baja su mirada—. Y... me encariñé contigo lo suficiente como para no hacerte daño.
El moreno traga duro, sin interrumpir el momento, como si fuera un ajeno a éste. Katsuki me quiso. Katsuki me quiere. Rememora las pocas cosas que puede evocar sobre esos días.
—Por supuesto que no fue fácil criarte, los dragones Kirishima son bien conocidos por su agresividad. Acabaste siendo más dócil que ningún otro, en realidad. Y, sin embargo —vacila—, no dejé ese mundo hasta que casi te matan por mis errores.
Katsuki siente los ojos penetrantes, anonadados, del moreno a su lado, pero él no devuelve la vista. Lo entiende, era obvio que el ex Kirishima no recordara algunas cosas tan bien.
—Abandoné ese "trabajo" luego de eso, ¿sí? Te compré legalmente como mío a Jirou, quien no pudo negarse porque morirías de tristeza al alejarte de mí. Abandoné mi apellido, o no podría reintegrarme en la sociedad otra vez, al menos no el poco que quise. Y el resto, es historia.
Nuestra historia.
Eijirou asiente, expectante al final del relato, quizás nostálgico. Algunas cosas le comenzaron a cuadrar, desde el súbito cambio de ambiente, donde se alejó de Kyoka, Hanta y Denki, hasta todas esas zonas a las que evitaban ingresar. Recuerda la vez en la que fue atacado injustificadamente por personas raras. Todo eso, tenía sentido ahora que lo ve en retrospectiva.
Qué ciego ha sido como un dragón. Qué ciego fue y será ante el rubio, sin embargo, porque no conoce otra forma de estar con su compañero. Porque lo peor es que no se arrepiente de confiar en él, mas se siente muy tonto por caer tan rápido.
Al final, posa una mano sobre el hombro de Katsuki, a modo de entendimiento. Vaya, qué complicados son los humanos con algunas cosas, qué complicado es él. ¿Qué podría decirle ahora que todo eso había pasado hace tantos años?
Nada.
—Supongo que... podemos empezar de nuevo. Vamos a empezar de nuevo, Katsuki.
Y le dedica una sonrisa sin penas ni glorias, simplemente es confiada y reluciente como él y su inocencia.
Una sonrisa que revolotea más de lo necesario en la cabeza del rubio.
La semana pasó más rápido de lo normal, poco entrañable verdaderamente. Acabó dando lugar a un nublado Domingo, rodeado de petricor y altas probabilidades de nuevas llovizna.
Un feliz Eijirou juguetea en torno a la casa de la bruja, persiguiendo a un raro animal (ardilla) que Kyoka le había advertido que no son peligrosos. Le hacía gracia su ruidito y quería atraparlo sí o sí para darle de comer.
En eso estaba entretenido, pasando su tarde. Tan inmerso en mimar a la alimaña, que no escucha los ligeros pasos en la sombra. No percibe como el aire alrededor suyo se siente diferente y que lo están observando de lejos.
Y para cuando oye el crujir de una rama, se hizo demasiado tarde. Antes de poder reaccionar, Eijirou es atrapado por una extraña neblina, una un tanto tranquilizante que hace que no logre reaccionar. Piensa en que quizás cayó en la trampa de alguna especie de flor rara de Jirou...
Pero se equivoca.
A sus espaldas, unas manos lo toman, dejándolo contra un árbol al que debe apoyarse. El pelirrojo tampoco puede hacer mucho para evitarlo. Cubren su boca, mas logra visualizar un rostro, unos ojos afiladamente azulados.
—No te pasará nada, el efecto no dura mucho —Habla esta persona, sin enojos de por medio. Muy parsimónica para lo que realmente está sucediendo en ese instante—. Soy Kai, ¿sí? Kai el dragón, yo no te dañaré.
Kirishima se tranquiliza un poco, quizás por las orbes familiares o por el extraño gas que los envuelve. Sea como fuere, no piensa con su máxima claridad, pero divaga en que tiene mucho miedo y teme por su vida.
Solo desea que Katsuki venga a ayudarlo, o tal vez Hanta, o tal vez Kyoka o Denki, porque él si está en peligro.
Y siente que podría desfallecer en cualquier momento.
+
—Bruja.
Mientras tanto, Katsuki llama a la mujer con desgano, bajando al sótano de ésta en su búsqueda. A ella no le gusta para nada la intromisión, le parece extraño tenerlo allí en realidad, y lo mira con el ceño fruncido.
—¿Qué demonios quieres aquí?
—¿Haz visto a Eijirou? —responde directo.
—Pues, si no está por aquí abajo, no. ¿Por qué?
El rubio se tensa. Cierto es que no quiere revelar que un extraño escalofrío atravesó su espalda algunos minutos atrás, en una friolenta sensación.
Tiene un mal presentimiento, como si estuviera demasiado calmado para que un moreno de casi dos metros y medio, ruidoso y llamativo estuviera correteando por allí afuera. Como si el cielo se hubiera oscurecido demasiado de pronto y el aire era espeso.
—Nada. Solo se está tardando mucho y pronto estará el almuerzo —miente, porque ni siquiera ha empezado a cocinar.
—Ahm, ¿qué horas son? —Cuestiona extrañada, parándose de su asiento—. No debe de tardar en volver, si van a comer...
Bakugou suspira, ella no le fue de ayuda para nada. Y amaga a retirarse, resignado a estar rodeado de inútiles, cuando los pasos de Hanta resuenan por las escaleras y salen susurros de él.
A Katsuki solo le bastó oír un—Hey, Kyoka. Denki no quiere despertarse, ¿le diste algo raro? —Para saber que todo iba mal.
El pelirrojo se mece en los brazos de Kai, despabilando poco a poco, un tanto ensordecido por toda la situación. Deseando que el momento tan solo fuera una pesadilla.
—Lamento tener que hacerlo así —Oye al chico que lo trae a la dolorosa realidad—, pero no encontré otra manera de acercarme a ti y...
—¿Qué quieres? —contesta seco. No acaba de fiarse, no acaba de comprender nada.
—Yo quiero hablar bien, contigo...
—¿Por qué quieres eso? —Sigue tosco, fingiendo ser amenazante.
—Porque quiero ayudarte —Confiesa sin titubear—. No puedo dar muchos detalles ahora, debo irme pronto o Akira sospechará y hará las cosas más difíciles luego —A lo lejos, murmullos de varias personas se dejan oír—. Tus humanos te están buscando también.
—... ¿Entonces?
—Quiero que nos volvamos a ver, donde nos encontrábamos seguido —Aclara, posando al pelirrojo contra el árbol para pararse—. ¿Puedes llegar allí?
Donde nos encontrábamos seguido. Hace un gran esfuerzo por recordar de qué hablaba, ganándose una punzada en la nuca.
—¿El... lago rosa? —El otro asiente—. No te estoy entendiendo, ¿Cómo puedes...
El llamado de los otros se oye cada vez más cercano y Kai se impacienta mucho peor, amagando a irse con apuro.
—Solo reunámonos a las cero horas del próximo Sábado. Te esperaré solo, en el lago rosa. Estaré escondido por las dudas —Da un último vistazo a su alrededor—. Y, por favor, ven.
El cambia formas corre para desaparecer entre la bruma de los árboles, dejando a un pelirrojo estático y confundido y con una extraña sensación en su pecho.
Es entonces cuando Sero lo encuentra, a pesar de él no hacer ningún ruido por estar en shock. Hanta se acerca para tomarlo, porque está en el suelo, y revisa sus pulsaciones.
—¡Mierda, estás vivo! —Algo parece relajarse en el semblante del azabache, quién lo recompone y abraza—. ¡Chicos, aquí está! ¡¿Qué pasó?! ¡¿Te encuentras bien?!
—Y-yo...
¿Quiere ayudarme? Si yo no tengo...
Y Eijirou rompe en llanto, en los brazos del cazador, porque no sabe qué decir. Se deshace en rabia y confusión. Se aferra al mayor, en busca de consuelo, mientras percibe como Kyoka y Katsuki se acercan a ellos rápidamente.
No, claro que no está bien.
¿Alguna vez lo estuvo?
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