Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XIII. Beso de espaldas.

Gracias por las 1k leídas 🥺 los loveo 💕💕

Eijirou se apresura a salir del sótano de la bruja, intentando no caerse por las escaleras a pesar de su brusquedad. Sus labores allí abajo han terminado por lo menos ese día y no piensa en volver hasta mañana, el lugar le da miedo a veces con tanta tenebrosa vegetación.

Sube y se encuentra con Katsuki en la cocina, revisando que las reservas de hielo lunar estén en condiciones hasta que el otro capta su atención. Se dedican una mirada y el pelirrojo le sonríe, haciendo una ceña con su cabeza que el cocinero entiende y acepta desganado.

Ambos toman asiento en el sillón con una proximidad que ninguno nota, no les importa. El momento más esperado por Eijirou ha llegado y se siente feliz, a pesar de tratarse de algo trivial en la vida de Katsuki. El rubio carraspea en tanto agarra y abre el libro que siempre deja a mano, dirigiendo su mirada al pie de pagina, recordando donde se quedaron la última vez. Y con un tono de voz firme, de ese que le gusta en secreto al pelirrojo, comienza a narrar las desventuras de un príncipe y su misteriosa amada bajo la fija mirada de su compañero.

Por supuesto que Eijirou lo escucha atentamente. Lo escucha, analizando sus expresiones y lo que dice, piensa en lo triste de la vida de esos ficticios personajes, de la dama roja y sus sacrificios como una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre y en lo malas que pueden llegar a ser las personas a veces, no lo entiende. Piensa en lo feliz que está por tener amigos tan geniales como lo son Kyoka y Hanta, porque él también siente que está atrapado en un cuerpo que no le pertenece y ellos hacen su mejor esfuerzo para ayudarle.

Cavila, divaga en su imaginación, en lo que Katsuki prosigue con su locuaz habla. En ocasiones le sorprende que el cocinero posea una pronunciación tan perfecta y una elocuencia increíble, a pesar de tener una mala habladuría constante y lo desagradable de su actuar. Esta faceta de Katsuki, la que no grita y regaña a cada rato, le gusta mucho.

—[...] y él y ella, entre lagrimas, logran su cometido. Su acercamiento culmina en un beso, uno lleno de sentimientos contrarios entre sí. Se juntan con tristeza y amor, quizás una emoción sobresale más que la otra, pero ninguno podría-.

—Espera, Katsuki —el susodicho para, mirándolo con duda—. Bu-bueno, yo... Yo me perdí.

—Tch, ¿otra vez? —se quejó. Ayer lo había detenido unas tres veces en media hora y esperaba que hoy no suceda lo mismo—. ¿En qué?

—Sí, bueno, ehm —el contrario enarca una ceja—. ¿Qué... qué se supone que es un beso?

Ah, con que de eso se trataba. Katsuki se congela un instante. Esperaba de esa pregunta en algún momento, pasó más tarde de lo que pensó en realidad; sin embargo, no tenía una respuesta clara para darle.

¿Cómo explicarle a alguien que no fue humano costumbres únicamente humanas? Siquiera sabía si el besar era un invento de algún loco que se hizo moda o un extraño impulso del cuerpo, solo sabe que es algo que se da y ya. No es como si él fuera un romántico empedernido con miles de significados para eso, a pesar de gustarle las novelas de romance.

Tampoco es como si hubiera experimentado muchos besos en su vida, de hecho. Quizás besó a alguien una vez hace mucho tiempo atrás y poco le interesaba recordarlo en ese momento, le desagrada.

Demasiado replanteo para algo que debería ser sencillo de explicar, cree.

—Es una mierda humana —murmura y se maldice por su tonta contestación.

—Y pero... ¿qué se hace? —a Eijirou le sorprende esa respuesta media impropia de Katsuki. Él, por lo general, sabía cómo aclarar sus dudas literarias en un instante, cosa que esta vez no ocurrió.

El rubio bufa. No quiere tener esta tonta charla, pero tampoco es un puto crío para que esto le afectase. Ni siquiera conversaban sobre sexo (y ojalá jamás tener que hacerlo, ugh, hablar de contacto físico con humanos). Katsuki hace una mueca de asco antes de responder.

—Cuando dos personas se quieren mucho, acercan demasiado sus putas caras, cierran sus ojos, y unen sus bocas. Eso es besarse.

—Aaah...—canturrea, creyendo entender—. Espera. Eso significa que... ¿nos íbamos a dar un beso ayer?

—... ¿Qué?

—Sí, bu-bueno —Eijirou se pone nervioso, encogiéndose de hombros—. Ayer te acercaste mucho a mi rostro y... yo te quiero mucho... No sé si tú a mí me quieras, pe-pero... ¿entiendes?

Tras unos segundos expectantes del otro, Katsuki suelta un bufido de gracia, mirando incrédulo al chico por sus cavilaciones. ¿Cómo llegó a esa conclusión? Esto estaba siendo más estúpido de lo que creyó.

—¡No te rías, no es mi culpa no entender! —replica, ofendido.

—No es mi culpa que seas tan idiota —aprieta el puente de su nariz, sin dejar de estar socarrón—. Dioses.

—Quien me explicó fuiste tú, así que... No sé —se retracta de lo que quería decir—. Continúa, creo que entiendo.

—Es una acción, la que ya te dije. No... no íbamos a besarnos, mierda. Hice eso para revisar tu jodida herida, nada más.

Eijirou asiente, queriendo cortar la conversación de una vez mas con varias dudas al respecto. Hace rato no tenía tanta desconexión con las costumbres humanas y el besar se le hizo intrigante. Se ruboriza al imaginárselo como lo describió Katsuki. ¿Será cómo dar un abrazo... pero para compañeros muy cercanos? Aunque si así fuera, debería poder hacerlo con el cenizo, ¿no? ¿Su relación no había mejorado lo suficiente como para hacerlo?

Mejor le preguntaría a Sero cuando volviese, porque por cartas sería raro, y le pediría una demostración también.

Lo que restó de la lectura se la pasó pensando en ello y en cómo se sentiría dar uno, casi no pudo centrarse en la historia.

La noche les ha llegado y lo hace solitaria, sombría, sin tormentas que la acompañase; pero sí con algo de viento. Parecía que el día siguiente, domingo, vendría tranquilo y agradecieron ello.

Esa noche, tras acabar de leer, Katsuki fue a preparar la cena solo, Eijirou se encontraba demasiado ensimismado como para no estorbarle. Comieron con un incómodo silencio, casi sin verse las caras y, después de lavar los trastos, se propusieron ir a dormir.

—Espera —detiene el rubio antes de que subiera los primeros escalones, tomando por el brazo al contrario. El pelirrojo lo contempla sorprendido—. Debo... revisar tu herida.

—Ah, claro.

Eijirou se sentó en lo que Katsuki buscaba rápido las cosas y regresaba, se queda calladito. El cenizo se acomoda a la par suya en el sillón, arrimándose y acercándolo para retirar esos vendajes improvisados con cuidado de no dañarlo.

Toma el mentón del pelirrojo para tener mejor vista y lo analiza con detenimiento. Eijirou tiembla bajo el tacto y la mirada contraria, empeorando cuando dos de los dedos de Katsuki pasan por encima de la cicatrizada herida sin ese extraño ungüento y él se eriza.

Kirishima, quien para entonces había mantenido presionado sus parpados con nerviosismo, atisba al cocinero cuando deja de sentir los dígitos de él paseando por su rostro, pero aún percibe el aliento rozando su mejilla y la fija mirada encima suyo. Katsuki sigue inspeccionándolo, por supuesto, con una preocupación impropia en su expresión.

El pelirrojo se da la labor de examinarlo y se sorprende a sí mismo diciéndose lo atractivo que se le hace la cara del rubio así de cerca, sintiendo sus mejillas arder y abochornado por ponerse así frente al otro, aunque...

Mantienen sus rostros cerca. Podría volver a cerrar los ojos y juntar sus bocas como en esa historia.

Un cosquilleo indescriptible se pasea por sus labios y las ganas de besarse con el otro son muchas, pero no se atreve, se inhibe a sí mismo y niega sus incómodas ideas. Empeorando la cosa, sus ojos se centran en la boca del contrario y ésta se le hace extrañamente atractiva.

Quizás tuvo demasiada novela ese día.

—Parece que no necesitarás más vendajes —dictamina Katsuki, ajeno a la situación que vive el moreno—. Ten, si te pica o algo así pásate ésta mierda por encima y ya.

El rubio le da el ungüento sin más y el otro parpadea varias veces antes de salir de su ensoñación—¿Eh? ¡Oh! C-claro, claro...

Se quedan unos segundos en silencio. Eijirou bajó su vista hacia el pote y luego, vuelve a subirla para analizar a su compañero. Katsuki simplemente está ahí, un tanto alejado, con la boca entreabierta en una mueca y Eijirou se emboba cuando sus ojos se encuentran, generando un ambiente extraño entre ambos, uno lleno de tensión.

Entonces, el pelirrojo cae en cuenta de que esa sería, quizás, la última vez que su compañero se le arrime tanto (para revisar su rostro) y está contrariado con ello.

El cocinero reacciona cuando siente que se va a sonrojar. Niega con su cabeza y se para en silencio, encorvado.

—¿Dónde te vas? —pregunta un sumiso Eijirou.

—Arriba, ¿dónde más? 

—Ah...

Cierto. Es muy tarde como para quedarse viendo las caras, aunque al día siguiente tampoco tendrían mucho por hacer. Admira al rubio subir con lentitud y él se queda unos segundos en su lugar antes de contemplar el irse a acostar... solo.

Sabe que no deberían dormir juntos ahora, y mucho menos luego de esas extrañas ideas paseándose por su cabeza, no le haría bien. No tiene una buena excusa, además, como insomnio por los ruidos de lluvia para pedirle al rubio quedarse.

Sin embargo, ahí está Eijirou, apresurándose a subir las escaleras (intentando no caerse por su brusquedad) y tomando a Katsuki por el brazo cuando él iba a entrar en la habitación casi abandonada. Este lo mira con el ceño fruncido, está cansado notó.

—Uh. ¿Qué mierda quieres ahora?

—Ehm, tú dijiste que tu cama es muy incomoda y tu espalda está mal, así que... ¿por qué no duermes en mi cama?

—Pero-.

—Dormiré en la de Hanta —interrumpe, atolondrado—. No creo que a él le moleste si soy yo y se la dejo como antes...

Katsuki frunce el ceño en duda, analizando si es conveniente hacerlo. Al final, solo suelta un suspiro resignado.

—Bien, vamos.

Eso alegra un poco al pelirrojo, a pesar de saber que la razón es por conveniencia suya.

Entran y Eijirou cumple con lo que dice. Se pone lo que simula ser un pijama (que no eran más que ropas viejas que Sero le había dejado) y se acuesta donde no es su cama, la encuentra bastante cómoda. Siente como su compañero hace lo mismo cerca suyo.

La oscuridad y el silencio los consumen, pero no es tan pesado como de costumbre.

Katsuki se acomoda, dándole la espalda al chico, quien quedó yaciendo estático. No se esperaba un buenas noches, por supuesto que no. Mira el techo, a pesar de no haber nada allí, hasta decidir que no quiere divagar, quiere dormir.

Eijirou se reacomoda en el colchón. Le da la espalda al otro y cerró sus ojos para descansar al fin.

Cuando Katsuki despertó en la mañana del Domingo, lo había hecho tras unas pesadilla que no recordaba muy bien, exaltado.

Hace rato había dejado de tener sueños en general, no es como si le importara de todos modos. Dormía y como lo hacía, despertaba descansado, nada más. Pero esto le impresionó por lo poco que reconstruye en su cabeza.

Recordaba que su Kirishima aparecía ahí y él no podía acercársele por mucho que lo persiguiera. La bestia volaba, se veía libre e inalcanzable. Y él se sentía acorralado por su entorno.

Bufa. Solo fue una puta pesadilla y ya, de esas que lo enervan por no poder conseguir lo que quiere. No tenía por qué significar algo.

Refriega sus ojos, sentándose en la mullida cama (y jodido suertudo el pelirrojo por dormir ahí desde hace tiempo) y pasa la vista por el lugar. Observa la espalda ancha de su compañero, quien seguía sumido en un sueño profundo.

Entrecierra sus ojos, mirando a la nada, pensativo. Eijirou ha actuado más raro que de costumbre cuando está con él y no podía entender qué le provocaba esa idiotez al moreno. Es decir, es natural que el otro sea un idiota, Eijirou está aprendiendo a ser un humano al final de cuentas, pero el ambiente que le género ayer por la noche lo había sacado de onda.

¿Y qué demonios con que nos íbamos a dar un beso?

Reitera, no. Hace años renunció a esas cosas y está feliz así.

Para cerrar con broche de oro su malhumor mañanero, el verano pareció volver. Hace un poco de calor, como había previsto, y no le sorprendería que las temperaturas aumenten con el pasar del tiempo.

Guiado por su propia sed, se para de la cama, abre una ventana y baja para empezar el día. Tiene mejores cosas en las que pensar.

Decide ir al pueblo a por víveres y a hablar con su jefa. Piensa en qué debería comprar para la semana y en llevar un arma blanca porque claro que no olvida lo que les pasó días atrás, posee una marca en la espalda que se lo recuerda constantemente.

Hace su rutina, desayuna algo rápido y se va sin fijarse qué con el pelirrojo. Es probable que el moreno siquiera se despierte para cuando vuelva del pueblo y no pensaba en llevárselo.

Iba muy atento a su alrededor, desconfiado. La zona está llena de vegetación y barro casi seco, habiendo un fuerte olor a tierra mojada.

Visualiza el poblado a lo lejos y suspira cansado, odia convivir con la gente. Compra algunas cosas en el camino a hablar con su jefa, por supuesto que ella entiende el problema y le avisa que igual no tuvieron tanta clientela. Le responde con monosílabos cuando ella habla de su día y le pregunta sobre el pelirrojo. Luego, pasó por algunas tiendas más y se fue pensando en que debería aprovechar para lavar la ropa.

Llega a la casa y lo primero que quiere hacer es guardar las cosas. Sin embargo, un pelirrojo atolondrado aparece en su camino y lo abraza con ganas.

—¡Katsuki!

—¡UGH, quítate de encima, idiota! —lo intenta empujar—. ¡Que hace calor!

—¡Bueno, eh! —se separa y ve al rubio sacudir su ropa—. ¿Dónde te habías ido? ¿Por qué hueles tan rico...?

—Al pueblo —responde, agarrando unas bolsas de tela llenas de víveres—. Ayúdame a guardar las cosas y deja de exagerar.

—¿Me trajiste algo?

—No.

Eijirou asiente con un puchero y ayuda a guardar las cosas. Cuando despertó esa tarde, lo había hecho solo y eso lo había mantenido preocupado hasta que escuchó al rubio regresar.

—Te hubiera dejado una puta nota avisando que me fui —murmura Katsuki, metido en sus labores hogareñas—. Pero sería en vano, no sabes leer.

—Bueno... ¡podrías enseñarme!

—No, jodete. No soy tu niñero.

Aunque sería conveniente que el otro aprenda algo nuevo, y el cocinero es bueno enseñando, mas su paciencia no servía para esas cosas. Tal vez le encomendaría a alguno de los otros estúpidos a que ayuden al ex dragón a leer. Sí, se asiente, eso haría...

Sin embargo, conoce de poca gente que puede hacerlo. Seria difícil encontrar a alguien digno, pocas personas siquiera aprenden a hablar correctamente y no quería gastar su dinero en maestros.

Suspira. Tiene muchas cosas en las que pensar.

- cometí un error temporal en la historia que ya fue editado (igual nadie más que yo lo notó heh). perdonen la falla uu trataré de que no vuelva a pasar.

saluditos uvu 💕
si ven errores avisen jejeoc luv u.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro