XII. Quieto.
El oír del repiqueteo de las gotas de lluvia golpeando en el techo, el viento silbando, batiendo las plantas, la copa de los árboles, y el gotear constante a su alrededor. Todo, absolutamente todo esto, está enervando demasiado al rubio, quien intenta concentrarse en su solitaria lectura nocturna.
¿Habrá alguien que supiese cuánto durará esa jodida tormenta? Las nubes parecen no querer dar tregua a la zona y Katsuki no ve la hora de que el diluvio acabe por fin, ¡y eso que apenas ha pasado un día entero desde que empezó la lluvia! Desea no desperdiciar más días de trabajo, maldita sea que no, pero le es imposible salir de esa casa sin resultar empapado y embarrado hasta la médula, además de que el bosque estaría intransitable por un tiempo.
El rubio piensa que se trata de las típicas tormentas de verano, de esas que aparecen de la nada y se van de igual manera, dejando un fuerte calor sofocante a humedad, e insulta todo lo habido y por haber gracias a ello que aún no pasa.
Abajo, inmerso en sus actividades cotidianas del sótano, la situación y opiniones del pelirrojo no datan de ser tan opuestas de las de Katsuki. Eijirou duda de que la lluvia parase en algún momento, haciéndola interminablemente molesta, y comenzando a echar en falta el olor a comida recién preparada y a las conversaciones con las personas de aquel restaurante, aparte de a Hanta y Kyoka por supuesto; a ellos los extraña aún más.
¡Maldición, hasta prefería seguir comiendo de las monstruosidades que osan llamarse comida de Ashido antes de continuar encerrado sin nada que hacer!
Eijirou se aburre, muchísimo. El tiempo parece transcurrir demasiado lento a su alrededor, la herida en su rostro le pica demasiado, pero no puede rascarse, le incomoda también y, a pesar de haber tenido un pésimo descansar con su compañero la noche anterior, no quiere ir a dormir aún.
Para colmo, no le queda mucho trabajo en el estudio de la bruja. Tiene que subir al rato de acabar, no es como si le gustase lo oscuro del lugar de todos modos, y se encuentra con Katsuki murmurando sobre las hojas de un libro cualquiera y portando su típico ceño fruncido.
"Kyoka me dijo que se arrugaría como pasa antes de tiempo por pasársela con cara de orto", recuerda. Aunque no sabe qué significa eso, le causa gracia.
—Oye, ¿puedo? —pide permiso para sentarse cerca suyo en el sillón, sin muchas opciones.
El rubio lo mira con el ceño fruncido.
—Tch, has lo que quieras. Me da igual —e igual no podía pasar del pie de página por el ruidoso afuera.
Eijirou acata a la acción antes de darse cuenta de que tampoco tenía qué hacer con el rubio, empeorando el ambiente. No poseía temas de conversación interesantes y, aunque podría pedirle volver a tener un momento de lectura, Katsuki parecía indispuesto a continuar con un libro. Se queda tamborileando el posa-brazo con sus dedos, dedicándole miradas de reojo al otro chico por momentos, y frunciendo un costado de el rostro intentando calmar la picazón.
Katsuki percibe la obvia incomodidad casi al mismo tiempo que Kirishima y eso lo enervó peor. Entonces maldice, dejando el libro a un lado del sillón y parándose, yendo a los estantes cercanos y tomando algunas cosas que había dejado allí.
—Mejor reviso tu puta herida —avisa, sin observar al muchacho—. Digo, a menos que quieras que se te infecte.
—Eh, bueno. Hazlo...
El cocinero vuelve a él con intenciones de quitarle el molesto vendaje en su rostro, sentándose donde antes para mejor acceso a éste, y el pelirrojo se deja hacer. Había algo de sangre seca que, al estar medio pegada a la tela, logró que soltara un siseo doloroso entre medio de la acción. Katsuki chita, parando.
—N-no importa, tú sigue.
Las ganas de saber cómo se encuentra su cara ahí abajo eran más grandes.
El rubio acaba de retirar el vendaje lo más paulatino que puede para no lastimar al moreno y se atreve a revisar su rostro, sosteniendo desde la barbilla con una mano y sintiéndolo tenso, acalorado. La marcada piel se veía bien, quizás ni siquiera era necesario ponerle una venda nueva, y le sorprendió ello por la gravedad que presentaba ayer el corte.
—Ni tan mal —comenta para disipar las dudas del pelirrojo. Éste suspira con algo de paz, pero sin dejar de estar del todo tenso.
Katsuki abre el mismo frasco que uso el día anterior y embarra un poco de la pasta en sus dedos. Luego, se dedicó a repasar la herida del otro con mucho cuidado, apreciando el sobresalto de Eijirou bajo su continúo tacto.
—Te curaste rápido —reafirma.
—Oh, bueno... Tal vez sea parte de mi naturaleza dragón, ¿quién sabe? —El chico se encoge de hombros, cohibido, deseando que eso que le incómoda acabe para poder verse en un espejo. Se inquieta peor al sentir el aliento contrario mucho más cerca de su cara.
—Puede ser. Y mierda, quédate quieto, necesito revisar que no hayan larvas en la parte que apenas cicatriza —O podrían dañarte, excusa.
Eijirou traga duro antes de asentir y quedarse lo más inmóvil que puede, casi que aguantando la respiración. Katsuki piensa que exagera al reaccionar así y prosigue con lo suyo: apreciar de cerca (demasiado cerca) el viril rostro de su acompañante mientras le frota pastas raras y curativas. Y se pregunta qué hizo mal para acabar en esa situación.
Ahora, y siendo mucho más incómodo que la escena anterior, Katsuki se encuentra boca abajo, en la cama que le fue asignada a el pelirrojo, con la espalda al descubierto.
Tras tener la herida aceptablemente revisada y con menos vendaje, Eijirou pidió darle ayuda a los rasguños del rubio también, sin saber las consecuencias y que ello sería... raro. Demasiado insólito a la vista, tacto y oído de él, pasando sus dedos llenos de un ungüento por la ancha espalda lo más delicado posible y escuchando los ligeros sonidos guturales que salen del joven.
Tener tan inmune a Katsuki le da ligeros chispazos ansiosos al pelirrojo, que trataba de poner el mejor esfuerzo sobre su compañero para no martirizarlo más de lo que ya hace.
—Será mejor que vuelva dormir aquí —decide un Katsuki abochornado, ocultando su ruborizado rostro contra la almohada e intentando no jadear por el ardor— porque hace frío y este estúpido lugar es más cómodo que mi puta cama.
—... Como quieras...—la verdad es que no tenía ganas de discutir y deseaba acabar con la vergonzosa situación lo más pronto posible.
Pero no pasaría. La tersa piel de Katsuki ardía peor con cada paso de sus dedos y Kirishima no daba más de la pena por estar tocando al otro, haciéndolo demasiado tortuoso.
Para colmo, y continuando con el incómodo ambiente a pesar de todo, terminaron igual de acoplados que la noche anterior. A ninguno se le ocurría otra forma de dormir, a pesar de haber varias y mejores. El cansancio y el bochorno contribuían a sus malas decisiones también.
—Mierda. ¿Podrías quedarte quieto o es que tienes hormigas en el culo?
—No, claro que no tengo —dice antes de volver a removerse en su lugar—. Solo.. no lo sé.
Tch—Duérmete de una puta vez entonces.
Y Eijirou suspira lo más silencioso que puede, fallando en su intento de relajación. Volvería a ser una larga noche contra la pared y la lluvia de fondo no serían su única compañera.
El pelirrojo ni siquiera debe de abrir sus ojos para notar que se encuentra en la misma situación del día anterior, sintiendo como los brazos de Katsuki rodean su torso entre sueños, lo aprieta y aproxima más. Al menos no estaba tan apenado como la primera vez que ocurrió, pero eso no le quita lo vergonzoso de la situación y sus mejillas acaloradas.
Eijirou cree que debería (y podría) acostumbrarse a despertar así, si las cosas y el clima continúan como están y siguen sin poder salir, aunque ya no aprecia la lluvia fuera y eso es un alivio.
Recuerda que la primera vez que Katsuki lo abrazó para dormir fue en el primer día en que se vio envuelto en ese extraño cuerpo, pero ninguno de los dos entendía nada de nada y las cosas eran tan... diferentes. De todos modos, recuerda que solían dormir así antes de que él se volviera un humano. Bueno, no así así, pero de una forma similar e incluso diría que más apegada.
¿Acaso no eran ellos los inseparables compañeros que dormían juntos en la intemperie, bajo el cielo nocturno, sin importar la tormenta o el calor que los agobiase? Eijirou, el Kirishima, casi que se hacía bolita para cubrir a su compañero de todo mal y Katsuki acariciaba sus rojizas escamas, tranquilizándolo hasta alcanzar el mutuo sueño.
Se inquieta. Las memorias de esa época se le hicieron tan distantes al pelirrojo que le sorprendió el poco tiempo que, en realidad, había transcurrido desde entonces. Pero había vivido tanto, tantas cosas en ese corto lapso temporal, que consideró olvidar que en algún momento él fue algo más que un inútil humano. Aceptarlo por fin y dejar de torturarse a sí mismo con la idea de poder volver a ser un dragón o, de lo contrario, sus propios pensamientos lo seguirían atormentando.
Ser una persona no le es tan malo, además. Pudo conocer mucha gente nueva, historias nuevas, probar comidas de todo tipo aparte de la carne cruda. Aprendió de un idioma, apenas empezaba a entender la belleza de la lectura y las interminables costumbres humana.
Es todo un nuevo mundo para el ex dragón y no le disgusta ello.
Pero tenía un lado malo también, un lado que lo lastima en demasía. Sabe que si no vuelve a ser un dragón, Katsuki no podría ejercer como cazador otra vez (o al menos, no con él de acompañante), y eso le duele. Lo acongoja el hecho de que, por mucho que trate de cambiarlo, no podía y, a pesar de estar los dos bien, él aún espera la inevitable partida del rubio.
Extraña ser un inmenso Kirishima. Extraña volar, surcar los cielos, viajar a incontables lugares y enfrentarse a monstruosas bestias sin importarle nada más. Todo eso, junto al rubio.
Unas lagrimas escapan de sus ojos y él las limpia con el dorso de su mano lo más rápido que puede. Claramente está triste y no sabe qué quiere hacer consigo mismo.
Para su suerte, Katsuki no tarda mucho en despertarse igual que siempre. Le dedica unos insultos con notoria vergüenza por permitir que lo abrace sin moverlo y luego se levantan a tener su típica rutina mañanera donde Eijirou intenta despejarse solo.
Cuando se dan cuenta, la hora del almuerzo les llega y todo esto acompañados de un cielo nublado y con la zona llena de engañosos charcos de agua, mas sin lluvia, lo que no dura mucho.
Tras comer, Katsuki advierte para salir a recoger el agua de los recipientes que puso el día anterior para rellenar el Bobbinato, que estaba a nada vaciarse completo. Eijirou insiste en ayudarle porque empezó una pequeña llovizna fuera y tampoco tenía mucho por hacer además de lavar los platos.
Acepta, salen y se mojan en lo que meten los recipientes y los vacían en la maquina. Los rayos de sol se exhiben a pesar de las gotas que caen del cielo y eso alegra a ambos, esperando que al día siguiente volviera un radiante día.
—Se casó una bruja —bromea Eijirou, pensando en lo que Kyoka le contaba sobre sus creencias, otra vez sin entender de éstas.
—Esperemos que no haya sido la vieja de Jirou, por favor.
- disculpen la tardanza y lo feo del cap, solo no andaba con ánimos de escribir y no me salía expresar nada como quería.
prometo y creo que los capítulos que vienen serán mejores uvu <3
ahora, me retiro a fingir que lo del manga no me afecta, besos 😗✌🏻
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