VI. Cómo entrenar a tu humano²
esto podría considerarse lo que no me entró en el capítulo anterior o sería larguísimo (y no tenía ganas de editar tanto) ;)
Katsuki bufó de cansancio, desplomando su cuerpo sobre el sillón sin cuidado y pensando en cómo Jirou lo hubiera regañado por hacer eso. Había vuelto a la casa hace algunos segundos y se encontraba agotado como todos los Lunes, con ganas de que la semana, que apenas comenzaba, acabara.
"Aunque esta acabe, la próxima seguirá siendo la misma mierda", se reclamó, acomodándose mejor en el mueble.
Se extrañó al momento de no sentir ni ver a nada ni a nadie revoloteando a su alrededor enseguida de llegar. Solo se había cruzado con los otros dos imbéciles afuera y apenas les intercambió algunas palabras, pero eso no le interesaba en verdad. Eijirou no lo había recibido como siempre y, de hecho, hace unos pocos días que había dejado de hacer eso, como si simplemente se hubiera rendido a tratar de darle cariño a su amo.
Katsuki no lo admitiría, pero le hizo en falta el saludo amigable del chico.
Entonces revisó, cauteloso, por el corto campo de visión que poseía desde el sillón en busca del pelirrojo. Supuso que este se encontraba arriba o ayudando a la bruja y a Hanta (por fin había aprendido su nombre) porque no lo divisó aledaño a él. Pero que la puerta del estudio de Jirou se abriera de pronto, dejando ver al ex dragón con el cabello mojado y hacía abajo desmintieron sus sospechas.
Eijirou, al topárselo, le sonrió con naturalidad, aunque pronto relajó su ceño.
—Hola. ¿Cómo estás? —preguntó por cortesía, sin titubear. Había mejorado muchísimo su habla, notó Katsuki.
—... Bien —contestó frunciendo la cara en duda—. ¿Qué hacías ahí? —creía que todos tenían prohibido la entrada al cuarto de la bruja a excepción de, claro, ella misma y a veces el cara plana, por eso le extrañó.
Él se encogió de hombros—Ayudar —murmuró, dirigiéndose hacía la salida—. Que descanses, Su- Katsuki.
Sin decir más, salió por la puerta sin cerrarla, dejando más intrigado al rubio. Bueno, al menos había dejado de usar ese estúpido apodo que le puso al inicio de su aprendizaje comunicativo. Era muy estúpido y acaramelado, demasiado, combinando bien con la personalidad molesta del pelirrojo. Y al ex Suki no le interesaba eso, no es como si hubiera notado el cambio.
Bueno, sí lo notó, lo notó de inmediato, ¡pero tenía cosas más importantes en las cuales pensar en ese momento! Cosas como "¿y ahora qué mierda hago para que mi jefa crea que ese pelopincho apenas sabe hablar?", porque el pelopincho parecía manejar mucho mejor el tema de la pronunciación, o eso demostró, que días atrás y eso complicaba la mentira. Más tarde, le contaría de sus planes al susodicho, ahora quería descansar un poco del ajetreado día.
A un lado de la casa, Sero y Jirou cargaban unas cosas en la montura del Kaminari, quien parecía disgustado por su inquietud ocasionada, probablemente, por el peso del equipaje y el nerviosismo del show en donde debería mostrar sus dotes de dragón frente a un tumultuoso público dentro de poco.
—Sé que es estresante, Denki, pero lo harás perfecto como todos los años. Tranquilo, ¿sí? —animó Jirou, acariciando el hocico de la bestia con cariño para relajarle—. ¡Oh, Eiji! ¿Pudiste cumplir con la tarea que te encomendé?
Él asintió con desgano—Sí, pude. Ehm —osciló unos segundos en preguntar—. Ustedes... se van mucho tiempo, ¿verdad?
—Sí... y te vamos a extrañar muchísimo. Prometo enviarte una carta —comentó ella con una ligera sonrisa—. Ei... ¿Estás seguro que no quieres venir con nosotros?
Negó—Sí, no, eeh. Yo... prefiero quedarme —A cuidar a Katsuki, pensó con sorna, como si el rubio necesitara que un inútil como lo es él lo cuidara.
—Está bien, es entendible —o no tanto para ella, en realidad, porque no entendía cómo ese cazador idiota podría tener a alguien tan fiel como Eijirou bajo su mando—. Bueno, quiero que sepas que- ¡HANTA, CUIDADO CON MIS PLANTAAAAS!
Marcaban las nueve de la noche en aquel viejo reloj de pie, y recién se había oscurecido el cielo, cuando el cazador y su ex bestia se quedaron completamente solos, iluminados por unas tenues velas, alejados del otro en la misma sala y evitando todo contacto visual o físico.
Minutos atrás, Hanta y Jirou se habían marchado con muchas prisas, siempre asegurándose que las cosas para el stand de la bruja estén todas y en condiciones, y ni siquiera tuvo que pasar un minuto de la despedida para que la incomodidad se sintiera entorno a los dos chicos. Parecía que, en cualquier momento, podrías palpar su malestar.
—Voy a cocinar —avisó el rubio, acabando el silencio y parándose de su lugar. Era tarde para él, que acostumbra acostarse temprano, y eso lo irritó—. ¿Quieres comer también?
—No —mintió. En realidad sí tenía hambre, mucha. No había almorzado bien por todas las prisas y el gruñido de su estómago lo delató.
Maldición. Las mejillas de Eijirou se tornaron rojas de vergüenza en ese instante, encogiéndose en su lugar y ocultando su rostro en el libro que pretendía leer a pesar de no saber hacerlo, nomás los dibujitos impresos le llamaron la atención. Ah, Katsuki había descubierto su mentirita en cuestión de segundos y eso solo lo hizo sentirse culpable. Quiso disculparse, pero el rubio habló primero.
—Tsk, sos un tarado —y se fue a la cocina, donde revisó el contenedor frigorífico lleno de hielo lunar y comestibles frescos.
De todos modos, el chico no le tomó la palabra al ex dragón y se puso a cocinar para ambos. Prepararía algo simple y rápido, sopa de verduras con ojos de ternero amarillo, que se servía fría. No demoró mucho en prepararla y el pelirrojo puso la mesa de mientras.
—Vamos a comer los dos, pelopincho, y más te vale que te guste porque quiero que dejes limpio el plato —advirtió amenazante.
El contrario asintió, receloso, y se sentó frente a él en silencio y cabizbajo. También engullió con rapidez la comida, como queriendo irse pronto de la incómoda escena, y sus actitudes irritaban peor a Katsuki.
¿Por qué Eijirou actuaba como si le tuviera miedo?
Después de eso, lavaron lo que se ensució (aunque el ex dragón insistió en que esa solía ser su tarea y debería hacerlo solo) y se fueron a dormir por separado. Katsuki se maldijo, entonces. Había olvidado de comentarle el plan del día siguiente al chico y creyó que éste ya debía estar durmiendo en la otra habitación, nada más alejado de la realidad, el cansador insomnio fue mutuo.
La mañana del Martes llegó y llegó con desgracia.
Ambos habían comenzado el día con el pie izquierdo, despertando demasiado tarde que de costumbre y desayunando a las apuradas y en un extraño silencio claramente incómodo.
Eijirou presentía que algo saldría mal. Lo presintió desde que se cruzó con su compañero nada más salir de su cuarto, porque Katsuki se veía (y lo veía) intranquilo, pero no su intranquilidad normal, aquella intranquilidad que decía mírame un segundo más y te parto la jeta de un golpe, no, sino una intranquilidad impaciente, una azorada de quiero decirte algo y no sé cómo mierda hacerlo, y así fue.
El rubio dictaminó—Me harás un favor —con fingida paz, tras darle un sorbo a su té.
Y el estómago de Eijirou se había revuelto del nerviosismo, sin necesidad de saber qué era ese favor, simplemente suponiéndolo—¿S-sí? ¿Qué pasa? —preguntó flaqueante, alejando una cuchara de su boca.
—Hoy vamos a ir juntos a mi trabajo —comentó con total normalidad que turbó peor a su acompañante. Ese tono de voz significaba Katsuki ya había decidido por él— y necesito que finjas que no sabes hablar bien, ¿sí? Sí.
El pelirrojo tardó unos segundos procesando bien la noticia, siendo lo último lo que más le costó pasar. ¿Quería que haga... qué? Negó frenéticamente con su cabeza, entonces, cuando entendió la gravedad de lo que el chico quería.
—¿Ir contigo? ¿Trabajo? ¡¿Fingir?! N-no, no, y-yo no puedo —se encogió en su asiento—. ¡Y-yo no puedo salir, habrán muchas personas y no sé-!
—¡Eijirou, sí sabes! Tú pue-...
—¡N-no, yo no sé! —le interrumpió—. Yo no quiero ir.
—No fue pregunta, vas a ir.
—No, no quiero.
—Eijirou, vas a ir.
—No.
—¡Sí, vamos a ir! —ni siquiera sabía de dónde había sacado tal paciencia como para no gritarle, gritarle gritarle, al chico.
—¡Pero, Katsuki! Yo no quiero, yo no me siento listo, yo necesito más tiempo —y entre cada yo, su estrés aumentaba al igual que su temblor. Continúo repitiendo las mismas frases con algunas variantes por unos segundos.
Y Katsuki suspiró, tampoco iba a ser tan cruel con su compañero, quién parecía al borde de un fuerte ataque de pánico. Se acercó a él para tomarlo firme por los hombros, haciendo que lo miré a los ojos—¡Mierda, Eijirou! Escúchame. ¿Confías en mí?
—¿Q-qué?
—Que si confías en mí, imbécil.
Claro que sí lo hacía, pensó Eijirou, confiar en Katsuki era natural. Lo hacía cuando debían enfrentarse a bestias monstruosas y estaban rodeados por éstas. Lo hacía cuando debían maniobrar en el cielo, escapando o jugueteando un poco en las montañas. Lo hacía cuando debía proteger a su amo a toda costa, siguiendo sus planes, su instinto, sabiendo que Katsuki no lo defraudaría, creyendo que todo saldría bien porque, si Katsuki estaba con él, nada podría salir mal.
Claro que confía en Katsuki en la batalla.
Pero esto era algo diferente, esto era mucho más simple y complejo que ello, complejo para ambos, especialmente para el pelirrojo. Ahora él ya no era un dragón, su cabeza se lo había recordado mil veces en lo que pasó del incidente, ahora él ya no era él, y le costaba aceptarlo.
Esto no llegaba a ser algo de vida o muerte ni por asomo, solo lo sintió así, y se quiso abofetear por su poca confianza.
—S-sí... ¡Sí, claro que confío en ti!
—Entonces ten la certeza de que nada malo va a pasarte, porque no lo voy a permitir, ¿sí? —dijo con la mejor tranquilidad que encontró en el momento.
—Bu-bueno...—Eijirou bajó su mirada, ocultando unas lagrimas que pedían salir a toda costa. Se sintió bien el tratar de Katsuki, que había sido lejano todo este tiempo, y soltó una bocana de aire para calmar tensiones—. Iré...—susurró ya mejor.
—Sí, irás —se separó con una sonrisa segura.
Ahora, los rayos del deslumbrante sol comenzaron a molestar a los chicos incluso antes de salir del frondoso bosque en dirección a aquel poblado. Hacía bastante calor desde temprano, como de costumbre, por ser verano.
Y lo peor era que iban tarde.
Katsuki no notó que su horario de salida se había pasado por estar tratando de tranquilizar a Eijirou y, cuando por fin cayó en cuenta de que no era tan temprano como creyó, en cuestión de segundos ambos estaban en medio del bosque trotando con mucha prisa, tomados de la mano para que el moreno no se pierda y maniobrando por el irregular suelo.
Casi a la par del rubio, un cabizbajo pero no lento Eijirou lo acompañaba, temeroso aún. No podía con los nervios de tener que convivir con más personas en su forma humana y esa sería su primera vez en un ambiente diferente, por lo que se encontraba tratando de disimular el pánico y la culpa por el atraso.
Iban en silencio, concentrados. El pelirrojo sentía que cualquier cosa que dijera solo irritaría más a su compañero, pero también quería disculparse por las molestias. No se percató cuando habían disminuido el paso y ya no habían tantos enormes arboles rodeándolos.
—Deja de actuar como si fueras a robar la maldita corona, imbécil —reprimió Katsuki con la respiración agitada, sintiendo por su agarré como el otro temblaba—. Ya estamos cerca.
Eijirou cabeceó únicamente. Que lo llamara imbécil solo lo desanimaba más, aún sin saber qué significaba eso, mas conociendo que era un insulto recurrente.
" Espera, ¿cerca? " Observó como su horizonte se llenaba de viviendas de diferentes formas y tamaños y también captó como algunas personas trabajaban o convivían a lo lejos, y quiso huir. Huir de ahí, desistir de lo que le había dicho a Katsuki por ser un cobarde y volver a la casa de la bruja, preso del pánico.
Pero no lo hizo. El tener a su compañero tan cerca y el sentir sus manos unidas le daba una cálida confianza, a pesar de todo, y quiso creer que no podía ser tan mala la situación, ¿verdad? ¿Qué era lo peor que podía pasar?
El entrar al pueblo fue regular, sin contratiempos. Algunas personas los miraban demás porque llevar de la mano a alguien alto, bronceado y con el cabello rojo y en punta no es algo convencional de ver (aunque lo normal en ese poblado sea llevar bestias enormes a una feria) pero, más allá de eso, no pasaba nada del otro mundo.
La peor parte se la llevó al tener el local de frente. Habían llegado, por fin, al lugar y Katsuki tenía que entrar por otra puerta. Mientras lo guiaba por un pequeño callejón, Ei sintió su estomago revuelto otra vez. Ahí dentro sí tendría que convivir con alguien que no era ni Jirou ni Hanta o Katsuki, y eso sí era diferente porque ¿y sí decía algo malo? ¿Y sí hacía molestar a Katsuki frente a alguien más? ¡¿Y si molestaba a alguien más?!
Posó una mano temblorosa sobre el hombro del rubio para detenerlo cuando éste se disponía a pasar por la puerta. Él volteó a observarlo, con el ceño fruncido, y se llevó una mirada decaída, una que le rogaba que lo esperara.
Katsuki rodó sus ojos y, lejos de insultarlo o sacarle la mano, le dedicó una sonrisa lastimera, aquellas que tanto odiaba hacer pero que tranquilizaban a su amigo.
—Vamos, Eijirou, no pasará nada. Confía en mí —y lo jaló tomando su brazo para adentrarse.
Adentro de la cocina, una mujer morena los esperaba de brazos cruzados. No se encontraba tan animada como de costumbre, viéndose intimidante a pesar de su mediana estatura.
—¡Oh, hasta que te dignas a llegar, Katsuki!
—Tsk, es la primera vez que llego tarde —bruja, agregó en sus pensamientos.
—¡Y espero que sea la última! —reclamó, amenazadora. Quería regañarlo más pero no tenía tiempo—. Ahora ve a tu estación y prepárate. ¡Rikido debería haberse ido hace quince minutos, Katsuki, QUINCE MINUTOS!
El chico solo asintió, notándose enervado e intranquilo, su intranquilo normal, y tomó dirección al bobbinato* para lavarse las manos y empezar a hacer su trabajo. En tanto, un tembloroso Eijirou se había quedado paradito en la entrada, expectante a la situación, y tratando de no defraudar a su amo.
—Hey, tú debes ser el amigo de Katsuki, ¿verdad? —Llamó ella. El pelirrojo tardó en asentir, saliendo tarde de su trance—. Oooh, ¿yyy cóo. moo. tee. llaa. maas? —cuestionó, como si estuviera hablando con un niño.
—Eh... Eijirou —murmura cabizbajo.
—¡Es un lindo nombre! —halagó. ¿Por qué la gente podía cambiar su actitud en segundos?—. ¿Y cuál es tu apellido, cielo? ¿O no tienes?
—¿Ooh, ape-apellido? Ahm, yo... y-yo no...
—¡Kirishima Eijirou, no olvides lavarte las manos! —le gritó el rubio desde la otra punta de la cocina, quien oía la conversación a pesar de estar ocupado picando papas.
—Así que es Kirishima, ¿eh? ¡Como los dragones, eso es genial! Tú puedes llamarme Mina Ashido, cualquiera de las dos formas está bien.
El Kirishima, no, el ahora renombrado como Kirishima asintió turbado por la energía que la fémina desprendía. Mina era bonita, en realidad, y se veía mejor que hace unos momentos donde regañaba al rubio.
—Creo que te cuesta entenderme —supuso—. Bueno, Katsuki tenía razón, eres muy apuesto...
—... ¿Gra-gracias?
Eijirou quedó anonadado, ¿en serio Katsuki había dicho eso sobre él? Y hablando del rubio, éste le dedicó una mirada amenazadora y ruborizada en la lejanía a su jefa, rojo no exactamente por el calor de las hornallas, y maldijo para sus adentros a la mujer por revelar eso ¡que lo había tomado desprevenido en ese momento! (Pero no negaría que el chico si está guapo). Hasta sus compañeras se rieron de él, cuchicheando.
Soltó otro bufido cansador. Ese día sería larguísimo y raro, proyectó.
- capítulo largo hoy pq el otro me quedó muy corto. ojalá lo hayan disfrutado, besitos 💕
Nota 2022: me sigue dando muchísima paja corregir estos capítulos, así que disculpen los fallos narrativos. (debería estar en presente xd)
Bobbinato: en esta historia, una maquina que larga agua limpia inventada por mí. Son enormes, cilíndricas, de colores metálicos, y de pie. Tienen un grifo que tira el agua limpia y varios filtros, se debe limpiar cada cierto tiempo y hay muchas versiones de ellas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro