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II. Orgullo.

El amanecer llegó, anunciándose con altas temperaturas desde temprano, y a los chicos no les quedó más opción que levantar campamento y avanzar con apuro, adentrándose por el frondoso bosque, porque la tarde se avecinaba insoportablemente caliente y no querían morir rostizados con todas sus cosas encima.

Al menos han tenido una buena noche juntos y sus cuerpos ya no duelen tanto.

En cuanto al viaje, este se tornó cansador y silencioso desde un inicio, pero duró menos tiempo de lo estipulado por no haber tenido paradas, la calurosa tarde los habría golpeado sino y hubieran tenido que detenerse hasta el anochecer.

Sus corazones dieron un vuelco de relajación cuando visualizaron, tras horas de caminar, una pequeña cabaña cubierta de fango y plantas en el medio del bosque. Hubiera sido indistinguible, puesto que la zona está llena de árboles gigantes y es algo sombría, de no ser por el enorme Kaminari* que juguetea o algo así alrededor de esta.

Eso ahuyentaría a cualquiera, verdaderamente, por lo peligrosos que podían llegar a ser tales bestias, mas no les interesó a ambos chicos.

—Oi, cara plana —llama Katsuki al chico que cuida al animal, aproximándose despreocupado. ¿Cuál era su nombre?  Él los mira con suma confusión en el rostro, casi como si hubiera visto un fantasma—. Dile a la vieja bruja que salga, le vengo a cobrar unos favores.

Pero cara plana no tuvo tiempo ni de defenderse. Una mujer, quien en realidad se veía más joven que cualquiera allí, sale de al lado del gran dragón amarillo con un semblante de pocos amigos, vistiendo ropas violáceas y unos largos pendientes blancos.

—Uh, Katsuki, que "agradable" sorpresa que hayas venido...—comenta con desagrado ella, haciéndole una seña a Sero para que siguiera jugando con el Kaminari—. ¿Qué le pasó a tu Kirishima? Que raro no verte revoloteando con tu compañero, ¿te abandonó al final?

—¡Claro que no me abandonó, vieja bruja! —Una vena de molestia comienza a notarse en su frente demasiado rápido, a pesar de ser él el de la idea—. ¡Mi Kiri-, Eijirou está junto a mí!

Y voltea para señalar al inadvertido pelirrojo. Eijirou está muy atrás suyo, en realidad, distraído viendo extasiado a su compañero dragón Denki y a otro de sus amigos cercanos, Hanta Sero. ¡Jugaban juntos cuando ellos eran unas crías de cincuenta años humanos! Pero no recordaba a Denki tan inmenso y brillante. Es más, juraría que el Kaminari era mucho más pequeño que él la última vez que lo vio...

Ah, verdad, que él ahora es un diminuto humano.

—... ¿Qué demonios le pasó a Ei?

El susodicho observa a la bruja Kyoka Jirou, sintiendo la misma emoción que tuvo con Denki y Sero. ¿Hace cuánto no la veía? ¿Diez años, tal vez? ¡No le importó nada, ni su propio cansancio! Tira de la pesada mochila con la que cargaba y corre hacia ella con ánimos de abrazarla, casi embistiéndola, y ella se deja querer casi al instante con un nuevo semblante más amistoso, pasando de la incomprensión a corresponderle en un segundo. ¡Le comenzaba a gustar dar abrazos y animar a la gente! Aunque solo se los hubiera dado a dos personas.

Como sea. El rubio observa de brazos cruzados la escenita que tenían a pocos metros él.

—Tch —¡Tiró mis cosas así como si nada! pensó—. Ayer tuvimos un pequeño percance con otro dragón y queríamos saber si tú podrías ayudarnos con...—Señala con su mano al pelirrojo— lo obvio.

La mujer enarca una ceja, soltándose un poco del agarre del chico y volviendo a su expresión seria.

—¿Y por qué debería ayudarte a ti, eh? ¿Tengo que recordarte qué fue lo que paso la última vez que estuviste aquí con Eijirou?

Uh, ella dio un golpe bajo en una fibra sensible. Katsuki realmente quería enterrar eso y esa bruja no se lo permitía cada que podía.

—Eso pasó hace años, supéralo ya y ayúdanos.

Jirou rueda los ojos con desagrado y redirige su mirada al pelirrojo. Este, que parece no querer soltar el agarre en sus hombros, se observa bastante bien de humano. Atractivo, alto y sano, con algunos raspones superficiales y los dientes y pelo demasiado puntiagudos. Quien en serio se ve mal físicamente es Katsuki, teniendo uno de sus costados abdominales hinchados y unas enormes ojeras.

Sin embargo, y al calar mejor en la mirada del chico pelirrojo cuando le dio oportunidad, observó como sus ojos ya no parecían como los de antes, tan despampanantes como las estrellas. No brillan con la intensidad del mismo fuego como solía recordar, sino que se veían acristalados y tristes, desesperados por una respuesta. Y su sonrisa, a pesar de ser verdadera, era desganada.

—No te digo que lo hagas por mí —musita Katsuki, tras notar que ella también lo percibió—, hazlo por Eijirou. Él quiere volver a ser un dragón.

Y la mujer, tras replanteárselo por unos segundos, suspira resignada. Que le tuviera muchísimo afecto al ahora ex dragón que cuidó desde pequeño le venía en contra y lo sabe, ha extrañado muchísimo al juguetón animal. 

Jirou les hace una seña vaga a ambos para que entraran con ella a su casa, dedicándole una ojeada a Sero con expresión rendida, y él solo asiente, entendiendo.

—Solo porque te debo un favor y realmente quiero a Ei, eh.

—Ajá. —Rueda sus ojos, siguiéndola—. Nos largaremos de aquí nada más tengamos una puta solución.

Adentro del hogar se encuentra bastante refrigerado y calmo, lleno de estanterías y frascos con contenidos de dudosa procedencia. Katsuki se sienta en un sillón, dejando sus mochilas en algún costado, reconociendo cada instancia del lugar como si jamás hubiera cambiado. De mientras, su Kirishima revolotea con curiosidad, ¡hace años que había dejado de poder entrar ahí y había olvidado cómo se veía! Le pica la curiosidad.

—Eijirou, quédate quieto y no toques nada raro —ordena por seguridad Katsuki, mas no obtuvo caso. El cabeza hueca seguía curioseando—. ¡Eijirou, te dije que- AH!

Un puntazo. Su costado abdominal izquierdo, que nunca ha dejado de arder, pero que ignoró en todo el viaje, punzó. Se ve notoriamente hinchado, moreteado y peor que sus otras heridas apenas tratadas. El ex dragón no pudo ignorar el quejido que soltó su amo, así que se acerca con culpa y se sienta a su lado con la cabeza gacha y en silencio, queriendo disculparse sin saber cómo.

La bruja, quien había estado a la habitación paralela a esa, vuelve con un frasco en su mano y pensando «qué escandalosos»—Ten, Katsuki. Este ungüento calma el dolor y la hinchazón, te hará sentir bien, supongo...—Se lo tiende con la tapa desenroscada y el rubio solo lo toma para pasárselo con sus dedos por la zona afectada en silencio, sintiendo el frío recorrer su cuerpo—. Ahora, cuéntenme qué demonios pasó con Ei.

El pelirrojo se apresura para intentar explicar lo que había sucedido y no molestar a su amo. Como la vez anterior, solo salieron gruñidos e intentos de oración de su boca, haciendo gestos con sus manos que acompañan a su inentendible relato, y logrando que la única mujer presente soltara una carcajada. 

Con un pequeño golpecito, Katsuki lo detiene.

—¡No sabes hablar, idio- AH! —La punzada volvió fuerte, aunque ya no ardía tanto—. Lo que pasó fue así. Robé mercancía de una cazadora con la que había hecho alianza, creo. Ella nos persiguió por una hora en la noche y después nos hizo una treta donde su dragón azul nos disparó con su... ¿rayo? Caímos en picada y Eijirou amaneció así.

¿Un dragón azul? Jirou asiente a lo que escuchó, atenta a las palabras del rubio y dándose una idea de lo idiota que era este por hacer esas cosas incluso después de años.

—¿Sabes qué pudo haber sido eso y si hay forma de revertir esta mierda? —cuestiona él, dando por finalizado su relato.

—Sí... Algo así —Se paró en busca de su preciada colección de libros sobre bestias, necesitando de uno en especifico y localizándolo al instante—. Por lo que me cuentas, puedo decir que eres un verdadero imbécil busca pleitos, pero eso ya lo sabíamos todos así que ni al caso. —El chico iba a objetar, pero ella continuó—. Eijirou fue atacado por el aliento de un dragón cambia formas.

Katsuki tarda unos segundos en procesar lo que le acaban de decir, pestañeando más de la cuenta como si fuera tonto—¡¿Ah?! ¡¿Eso siquiera existe?! —y por qué no concoce de su existencia, también.

—Sí, idiota, existe —responde ella, abriendo su libro y mostrando las paginas correspondientes—. Son criaturas muy raras de encontrar, incluso yo solo he visto uno. Por lo general, solo pueden cambiar su propia forma a la de otro animal, siendo idéntica al de este pero, y si el cambia formas tiene la edad suficiente, cada luna llena logrará lanzar un aliento que convertirá a un objetivo en lo que el dragón quiera... Y eso, por lo que sé, es irreversible.

¿Irreversible?

Mierda, mierda, mierda.

—¡¿Estás bromeando?! —exclama con enojo en sus palabras y el ceño fruncido—. ¡Dime que es una puta joda, vieja bruja!

—¡Katsuki, por todos los dioses, CÁLMATE! —pide. Frente suyo, Eijirou ha palidecido y no luce bien—. ¡No, por supuesto que no estoy bromeando! ¡¿Crees que mentiría con algo así?!

No, claro que no. Jirou siempre es seria cuando se tratan de estas cosas. Por mucho odio y resentimiento que le tuviera al rubio, no le mentiría con esto, ¡y menos si involucra a su antiguo Kirishima! 

Y divagando en él, Katsuki observa a Eijirou en ese instante, sin saber con qué va a encontrarse. Solo halla una mirada más triste y asustada, perdida en el suelo.

Apagada.

Cierto es que, siendo un Kirishima, Eijirou le es casi indispensable en sus misiones. Dejando de lado el hecho de que era una bestia llamativa de más de doscientas toneladas y flameante color rojizo, solía ser utilizado de transporte, incluso por tierra; de escudo en algunas batallas, de rompe vientos y derribador de molestos árboles. Siempre impresionante. Sin titubear al hacer sus tareas, digno compañero para Katsuki.

De todos modos, Katsuki también es demasiado bueno en su trabajo de cazador sin él, nadie podría quitarle eso. Incluso antes de Eijirou, el rubio ya era temido y respetado por la gente en los reinos y aclamado entre los cazadores y aventureros.

Pero sin su compañero sus travesías ya no serían lo mismo.

Habían entrenado juntos durante años y años, perfeccionando sus habilidades mejor que nadie, lastimándose una y otra vez, solo para que, en un instante, Eijirou se transformara en un inútil humano y mandara toda su perfecta vida sin darse cuenta a la mierda.

Y todo por su culpa.

Es todo tan surrealista para Katsuki que debe tomar su cabeza entre sus dos manos, sintiendo que podría perderla en cualquier momento; y encogiendo su cuerpo en el sillón, importándole poco todo el dolor abdominal que eso le causó.

Ha perdido a Eijirou, a su Kirishima.

Y lo peor es que no han pasado más de dos días de esa transformación y las cosas ya están comenzando a salirse de control.

Mira a Eijirou una vez más, sin soltar su cabeza ni dejando de encogerse. Este lo observa, estando tan impactado como él, con los ojos bien abiertos y preocupados, casi llorando. Sufriendo quizás más que cualquiera en esa sala.

Pero, aun así, aún sintiendo todo ese sufrimiento por dentro y por fuera, una pequeña sonrisa dolida se forma en los labios del pelirrojo. Una sonrisita lastimera, como diciendo "todo estará bien, Katsuki" sin decirle nada directamente.

—Chicos, yo lo siento pero...—trata de hablar Kyoka para sacarlos de su burbuja. Debía de avisarles que ella tiene otras labores aparte de mirarse las caras ese día.

—Bruj-, Jirou —Interrumpe Katsuki, sin dirigir su mirada a ella. Cerrando sus ojos y repitiéndose que él podía hacerlo—. Cúmpleme un último favor.

—Ehm, ¿sí?

"Cuida a Eijirou de ahora en más por mí. Me iré, solo." La idea surcó su cabeza más de lo que le gustaría.

—Danos asilo por un tiempo —pide finalmente, pasando saliva por su garganta luego. Abriendo sus ojos en dirección a su compañero y devolviéndole la jodida y estúpida sonrisa lastimera—. Deja que Ei y yo nos quedemos aquí por un tiempo, por favor, al menos hasta que él sepa hablar.

La mujer los mira extrañada, creyendo haber escuchado mal. Pero ha oído todo y bien.

—Ahm, yo...—Enseria el rostro, calculando sus posibilidades. Algo parece prender en su cabeza—. Acepto, pero debes mantenerte calmado, Katsuki. Cal-ma-do. Hablaremos de cuánto sale el arriendo, quizás podría cobrarte algún que otro favor mientras le enseño a Eijirou hablar —comenta lo último con picardía en su voz.

Katsuki muerde su lengua, harto de todo. Seguro él podría enseñarle a ser un humano mejor que nadie, o lo qué sea.

Acaba suspirando, cansado, y vuelve a su expresión altanera.

—Es un trato, bruja.

Porque por su Kirishima, haría lo que fuera. Hasta doblegar su maldito orgullo de cazador.

- Bueno, ¡espero que les esté gustando esta historia tanto como a mí planearla y escribirla!
En tanto a las edades y apariencia de los chicos, son muy variadas pero la mayoría pasa de los 25.

Kaminaris: en esta historia, un tipo de dragón amarillento (por si no se dieron cuenta xd).

saluditos uvu <3

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