🌚 9 🌻
Casa del abogado
Por la noche Nayra entró al cuarto y lo vio trabajando desde su portátil sentado en la cama, le dejó la bandeja con el caldo y un vaso con agua.
—¿Te sientes mejor?
—Sí, gracias. ¿Puedes poner la laptop sobre la cómoda?
—Sí, claro.
—¿Sopa otra vez? —se quejó.
—Te dije que hoy iba a ser todo líquido.
—Pero me siento mejor, podrías haberme traído unas galletas de agua.
—Nada de eso, por hoy todo líquido.
La expresión del rostro de Ander fue de desagrado pero terminó por comer lo que le había dado. Ella por su parte fue a buscar el suyo a la cocina y luego se sentó en una silla al lado de la cama.
—¿Hay crutones?
—Sí.
—¿Y por qué no trajiste algunos? Los quiero dentro del caldo. Por lo menos para tener algo más pesado en el estómago.
Nayra se mordió el labio inferior y revoleó los ojos. Ander agarró la campanita y la movió frente a sus ojos con una sonrisa de burla. Ella dejó su cuenco sobre la mesita de noche y salió para buscar los crutones. Enseguida apareció en el cuarto.
—Aquí tienes.
—Échame un par, por favor —su voz sonó amable y le regaló una sonrisa.
Nayra casi se derrite.
—¿Conforme? —preguntó tirándole algunos sobre el caldo.
—Mucho. Gracias.
—Pareces un niño quejándose por querer comer dulces.
—Sí —cerró los ojos y puso la boca en una línea recta para afirmarlo.
Ella se puso algunos crutones también.
—Parece que tú los querías también.
—Puede ser —rio por lo bajo.
En silencio cenaron con tranquilidad.
—¿Tienes sueño? —quiso saber él.
—Un poco. Casi ni dormí —bostezó.
—Échate a dormir aquí.
—¿Estás loco? —rio cuando le escuchó las palabras.
—No, te lo digo en serio —lo dijo con seriedad.
Ella tragó saliva con dificultad.
—No lo creo Ander, es poco serio y poco profesional también —negó con la cabeza de manera dudosa.
—Te lo pido con seriedad, Agnes y tú pueden dormir en la cama. Pon a la niña en el medio y listo.
Nayra casi se echó una carcajada nerviosa.
—Soy un caballero.
—No lo dudo.
—¿Entonces? —recalcó la pregunta—. Tienes mucho sueño y yo cualquier cosa que necesite, tocaré la campanita —rio por lo bajo.
—Está bien.
Cuando él terminó de cenar también, le dejó el vaso de agua sobre la mesita y ella salió de la habitación para llevar todo a la cocina y acomodar todo. Una hora después trajo en brazos a la bebé estando ella con un pijama. La dejó en el medio de la cama y Ander la tapó acurrucándola contra él. Nayra tuvo que darse la vuelta para no seguir mirándolos. Se le había atorado un llanto en la garganta. Él apagó la luz de la mesita y ella se metió en la cama. Quedó de costado dando la cara hacia el hombre.
—Buenas noches.
—Buenas noches, descansa —respondió Ander.
—Tú también. —Cerró los ojos y de a poco empezó a quedarse dormida.
El abogado la miró detenidamente, el reflejo de la luna caía en el rostro de ella y el hombre quedó aún más encantado por las delicadas facciones que se le notaban. Ander tuvo el impulso de acariciarle la mejilla pero se negó a cometer la locura que se le había cruzado por la cabeza. Intentó dormir y lo hizo con tranquilidad después de tener un sueño que casi parecía real. En el mismo se encontraban ambos dándose un beso y ella diciéndole que lo quería. Se despertó con aquel afán de que eso fuera cierto, pero tuvo que darle la espalda para no seguir machacándose la cabeza y tratar de dormir al fin.
En la madrugada Agnes lloriqueó y Nayra apoyó su mano sobre la barriga para calmarla, el instinto de Ander hizo que llevara su mano sobre la femenina también. La joven abrió los ojos ante el gesto del hombre pero se dio cuenta que aún se encontraba dormido. La realidad era que el abogado estaba despierto y cuando ella cerró los ojos, él los abrió para mirarla.
Alrededor de las siete de la mañana, la bebé terminó por despertarse y giró en el medio de ellos para quedarse boca abajo. De a poco y como pudo, ella sola llegó hasta la barbilla de su padre donde se la apretujó y él abrió los ojos sonriendo.
Nayra se despertó y vio a Agnes echada contra la cara de su padre y la sacó de allí.
—Vamos a ver tu pañal y a darte el biberón, deja que duerma tranquilo tu padre —salió de la cama con ella en brazos directa hacia la cocina para prepararle la leche.
Varios minutos más tarde le hizo el provechito y fue al cuarto para cambiarle el pañal y vestirla también. Mientras la tenía en la cuna, fue ella quien se aseó y se vistió.
La campanita comenzó a sonar de nuevo y ella suspiró agachando la cabeza. Fue enseguida a ver lo que quería.
—Sonó temprano. ¿Qué se te ofrece? —cuestionó.
—Agua y el desayuno, por favor.
—¿Ni siquiera un buenos días? ¿Hola, cómo estás? ¿Nada?
—Dormimos juntos y sé que te despertaste temprano.
Salió del cuarto sin decirle algo más. Preparó dos té con algunas tostadas y queso crema con algo de mermelada. Llegó poniendo la bandeja sobre la mesa de noche y le entregó la taza de té.
—¿Té de nuevo? —se quejó.
—Mañana te doy un café. Agradece que te hice dos tostadas con queso crema y mermelada.
—Es muy poco, voy a tener hambre dentro de un par de horas.
—Vas a tener que aguantártela. Necesitas más líquidos para no deshidratarte. La intoxicación requiere consumo frecuente de líquidos. —Quiso cambiar de tema—, ¿mi hermano te llamó ayer?
—No... ¿hablaste con él?
—Ayer estuvimos por el chat del WhatsApp y me dijo que te iba a llamar pero parece que se olvidó.
—Seguro que debe tener un caso que lo debe estar desquiciando.
—Tú te desquicias casi siempre sin trabajo —acotó con burla—. Después si te levantas para estar un rato en la sala o cocina, cambiaré tus sábanas... si quieres.
—¿Para qué? —frunció el ceño mirándola con atención.
—Dormí en la misma cama... —dejó en el aire el comentario.
—No me molesta. No cambiarás las sábanas porque tú te acostaste también.
—Bueno... es que pensé que no te gustaba que alguien más usara las sábanas.
—Te aseguro que no me molestó. Yo te pedí que durmieras conmigo, así que tranquila.
—Está bien.
Desayunaron tranquilos y cuando ella terminó casi a las apuradas porque se sentía extraña estando muy cerca de él, salió del cuarto dándole una excusa. Él aprovechó para llamar a su mejor amigo.
—Hola, hermano. ¿Cómo estás?
—Hola, amigo. Muy bien, ¿y tú cómo sigues con la intoxicación? Me dijo mi hermana que estabas bastante jodido, ayer te iba a llamar y me olvidé por completo. Un caso que estoy llevando me está sacando canas verdes.
—Estoy mucho mejor, por lo menos no tengo fiebre y del estómago me encuentro bien. Y con los casos te entiendo muy bien... —Ander quiso decirle algo—, me gusta tu hermana —se lo confesó sin vueltas y tan directo que ni él mismo se lo creyó.
Nicolás abrió más los ojos sorprendiéndose.
—Vaya... Ander, ¿qué te pasó? ¿Te afectó la intoxicación? —cuestionó con burla.
—No lo sé, Nicolás... —suspiró llevando un brazo por delante y poniendo la mano en la axila—. No quería decírtelo porque eres mi mejor amigo y ella tu hermana.
—¿Por qué crees que te gusta?
—Ella de por sí me gusta, todo de ella me gusta. Desde el carácter que se carga hasta su manera de ser conmigo. Tiene una personalidad arrasadora, algo que no acostumbro a ver en las demás mujeres que son abogadas o en general. Y admiro su paciencia conmigo. La admiro a ella.
Su amigo se quedó callado.
—¿No me dirás nada? —le formuló queriendo saber.
—Sí... que no esperaba que me dijeras algo así.
—Sé que está mal.
—No está mal, yo no dije eso. De un principio por algo te sugerí que Nayra fuera la niñera de tu hija.
—¿Creíste que iba a gustarme?
—Puede ser o por lo menos que se llevarían bien porque sé cómo es mi hermana y la manera en cómo lidia contigo. Eres difícil, eres como esos casos complejos y estructurados. Con acertijos y enigmas. Por eso te dije sobre Nayra.
—Me... me lleva de las narices y no le importa.
Nicolás estalló de la risa.
—¿De repente te noté nervioso o fue mi parecer?
—Parezco un adolescente... Hace tiempo no me pasa algo así, creo que nunca me pasó algo así con otra mujer. El día que me la sugeriste, tendría que haberte dicho que no. —Se frotó la frente.
—Esto es algo bueno Ander.
—¿Acaso no te molesta que me guste tu hermana? —inquirió estupefacto.
—No, para nada. Somos adultos, los tres... no me enojaría por algo así, sería tonto hacerlo.
—Te lo agradezco. ¿Qué sugieres que haga o qué le digo?
Su amigo volvió a reírse.
—No tengo idea, Ander. Es mi hermana, no sé. Tampoco para que me digas que eres virgen porque Agnes no salió de un repollo.
—Lo sé cabrón... pero... es tu hermana.
—Y a ti te gusta —se carcajeó—. No sé qué consejo darte, solo deja que las cosas sigan como están ahora, no precipites nada. No sé la verdad. No sería bueno que le digas que te gusta porque saldrá huyendo.
—Tampoco soy flojo de palabras en el plan sentimental.
—Por eso mismo. No apures nada. Ese es el único consejo que puedo darte.
—Supongo que gracias pero tampoco me ayudaste —unió las cejas con frustración.
—Hice lo que pude —rio—. Te dejo, hasta pronto.
—Hablamos. —Cortó la llamada.
El abogado quedó mirando la pantalla en negro de su móvil y pensó en llamar a Madison.
—¿A qué debo tu llamada, bombón?
—¿Cómo estás Madison?
—Muy bien, ¿y tú bombón?
—Recuperándome de una intoxicación.
—El otro día estuve en la casa de tus padres y tu madre no me dijo nada. ¿Ahora estás mejor?
—Sí, gracias. Me están cuidando muy bien.
—¿Puedo saber quién?
—La niñera de mi hija, que a su vez es la hermana de mi mejor amigo.
Madison comprendió al instante el motivo de su llamado.
—¿Cómo se llama?
—Nayra.
—Bello nombre. ¿Qué necesitas, bombón? Intuyo que tu llamada es para algo vinculado a esta joven.
—Exacto. Me gustaría que consigas un conjunto de camisón y bata. Le debo uno, porque el que tenía, se lo vomité.
—¿Qué quisiera ella? ¿Seda, satén, algodón?
—Ella no sabe que te estoy llamando.
—Vaya... ¿Quieres que compre un solo conjunto basándome más o menos en lo que me puedas decir de su personalidad, o prefieres que vaya y le muestre?
—Prefiero decirte y ya tú ves a partir de ahí.
—De acuerdo.
Durante largo tiempo Ander habló con Madison, la asesora de imagen personal de su madre para regalarle un conjunto de cama a Nayra, mientras veía a la joven desde la ventana de su cuarto que daba al jardín trasero. Porque se lo debía y porque se lo quería regalar en agradecimiento por haberlo cuidado. Tomó su portátil y buscó una florería por internet, algo que jamás había hecho para una mujer. Cuando eligió lo que para él era bonito y que estaba seguro que le iría a gustar a Nayra, lo pagó y le pidió que enviaran las flores ese mismo día por la tarde. Cerró la laptop y la dejó sobre la cama, se recostó un rato más y se puso de costado estirando el brazo.
—Mis sábanas huelen a ti —comentó a solas tocando el lugar donde Nayra había dormido la noche anterior.
De aquella manera terminó por quedarse dormido una vez más.
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