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🌚 24 🌻

De regreso a la residencia

Al día siguiente, los hermanos Suárez estaban conversando de regreso a la casa mientras Agnes dormía en la sillita de seguridad.

―¿Cómo estás en verdad con Ander?

―Bien... tenemos nuestras discusiones pero ahí vamos.

―¿Es cariñoso contigo?

―En lo que puede sí. Aunque casi nunca. Tiene miedo de amar o por lo menos eso me hace pensar, que tiene miedo de perder el control cada vez que está cerca de mí.

―Pero eso es normal.

―Lo sé pero hazle entender eso mismo a él.

―Nadie le dice que cuando tiene que ser serio dejará de serlo.

―Ahí tienes ―enfatizó las palabras―, él cree que dejará de tenerlo siempre.

―Qué tipo tonto ―negó con la cabeza disgustado.

―Así es y lo acepto pero también discuto con él para que entienda que no es como él dice siempre.

―Claro que no pero creo que en parte lo entiendo, más con lo que le pasó con esa exclienta.

―¿Te refieres a...?

―Sí.

―Ya me lo había olvidado ―quedó pensativa―. Es cierto, quizás comprenda el porqué es así con el tema de las relaciones y no querer perder el control.

―Sí, Nayra pero no son iguales.

―Lo sé pero capaz que para él sí y es un asunto que tendría que resolver.

―¿Quieres que me vaya a un hotel así ustedes están solos?

―No, tranquilo, es lo menos que quiero ahora. Aparte está la niña y cuando está no me atrevo a hacer nada.

―Entiendo.

Mientras avanzaban hacia la casa, ambos charlaban y la mente de Nayra pensaba en lo que ya sabía pero que en aquel momento se había olvidado, recordando ahora lo que una vez le dijo la propia madre de Agnes, que era una exclienta de Ander.

―¿Y el cochecito es tuyo?

―De Ander. Me lo prestó para que me maneje a mi gusto.

―Vaya... se está soltando ―se carcajeó.

―Hace rato que me lo dio para lo que quisiera.


🌚🌚🌚


Casa del abogado

Apenas llegaron los tres a la casa, Ander estaba allí también.

―Parece que me va a dar la bienvenida mi mejor amigo también ―comentó elocuente.

―No tenía idea que estaría, se fue temprano.

Cuando Nayra levantó en brazos a Agnes, ella le dio las llaves de la casa a Nicolás para que abriera, las hizo pasar primero a ellas y luego entró él junto con la maleta.

―¡Amigo! ―manifestó contento de verlo de nuevo y se abrazaron.

―¿Cómo estás, hermano? ―preguntó alegre Nicolás.

―Muy bien, ¿y tú? ¿El vuelo cómo estuvo?

―Tranquilo, ¿tú no tendrías que estar trabajando? ―arqueó una ceja.

―A la tarde tengo una reunión, así que aproveché en venir y preparar algo para comer.

―¿Estás cocinando o pediste? ―cuestionó Nayra sorprendida.

―Pedí ―sonrió.

―Algún día podrías hacer una comida, no es nada del otro mundo, lleva tiempo pero se puede hacer.

―Para eso estás tú.

―No, querido. Que cocine casi todos los días no quiere decir que me guste, es necesario comer, pero no es que me guste la cocina. Ya te aclaré varias veces que no soy ni tu sirvienta, ni la de nadie.

―Pero se te da bien la cocina.

―Gracias pero ya sabes que existe el delivery. La mujer no tiene porqué hacer todo, nadie nació para ningún puesto de la casa, se turnan, nadie es fijo.

―Punto para ti ―respondió Ander.

Nayra llevó a su hermano a la habitación que le había elegido y lo dejó solo para que se acomodara a su gusto y volvió a la cocina.

―¿Por qué viniste? ¿Está todo bien? ―quiso saber.

―Está todo bien, no tienes que preocuparte. Quise venir para darle la bienvenida también. Es mi mejor amigo, es lo menos que puedo hacer por él.

―Entiendo.

―¿Estuvo todo bien en el camino?

―Sí, todo tranquilo. ¿Preparo la mesa?

―De acuerdo pero te ayudo ―admitió y le dio un beso en los labios.

La joven quedó sorprendida.

―¿Por qué?

―Porque quise. ¿No puedo?

―Sí... todas las veces que quieras.

Ander la abrazó por los hombros, le dio un beso en la sien y otro de nuevo en la boca.

―A veces soy bruto y estrecho... y no dejo que pasen más cosas entre los dos.

―Sé o creo saber el porqué de tu manera de ser cuando quieres y te controlas. Tienes miedo de cometer el mismo error, ¿verdad? ―él solo asintió―, pero tu hija no es ningún error, pudiste tener un relación errónea con alguien pero ella es parte de ti.

―No lo digo por ella, Agnes es una felicidad. Lo digo porque si te lo pones a pensar, pasó lo mismo. La madre de la niña era una exclienta y tú eras una empleada.

―Ya... ¿Y eso es malo para ti? No soy esa mujer, soy Nayra, lo que ves es lo que soy, Ander. Y soy desde hace días atrás, tu esposa aunque te sea difícil reconocerlo.

―No me es difícil reconocerlo, lo tengo que asimilar.

―¿Tienes miedo que pase lo mismo que te pasó con la madre de Agnes? ―cuestionó aquello por lo bajo viendo a la niña dormir en el largo sillón de la sala de estar.

―No me preocuparía por eso, en todo caso, usaría preservativo.

―¿Y si me quedo?

―Sería difícil. Esta conversación no la deberíamos tener, no ahora.

Nayra frunció el ceño.

―¿Te has hecho la vasectomía? ―fue lo primero que se le vino a la cabeza a ella―. Es lo único que se me ocurre, porque estéril dudo que seas...

Él no respondió pero sí asintió con la cabeza.

―¿Por qué? ―formuló sorprendida―. Con ese criterio, estás afirmando que Agnes es un error.

―No, estoy siendo práctico. No tengo hijos con otras mujeres, en el caso de haber estado soltero aún. Me pasó por confiar en ella, diciéndome que se cuidaba cuando no era así.

―Mal hecho por tu parte, porque debiste cuidarte igual. Pero lo hecho, hecho está y no puedes negar que la personita que está durmiendo en el sillón, te saca sonrisas y te alegra los días.

―Eso no te lo niego, te estaría mintiendo si lo hiciera pero por ese motivo decidí que lo mejor era ese procedimiento, lo que no calculé fue lo que apareció después de meses en mi vida.

―¿Te refieres a mí?

―Sí, no creí que iba a necesitar una niñera y que esa persona terminaría siendo mi esposa.

―Las vueltas de la vida.

―Exacto. Pero no estoy arrepentido si eso te preguntas, aunque fue raro todo, no me arrepiento.

―Ander, ¿te das cuenta que ni tú sabes lo que quieres? —le hizo entender—. Yo no puedo estar con un hombre que no se juega por mí, por más peligro que pueda correr con mi ex en el mismo país, tenemos una relación amorosa, decidimos casarnos por civil pero también lo quería por iglesia, te di la idea de pedirle a un cura que nos case en el jardín de tu casa, no quieres eso, pues si eso no quieres, está bien, no puedo obligarte, pero decídete, no soy Pearl, no te confundas ―dijo con seriedad mirándolo a los ojos―, te hiciste una vasectomía, de acuerdo, lo respeto también, en eso no puedo opinar porque fue un tema anterior a conocernos, pero también quiero cosas de ti, no voy a servirte todo a tu disposición, no soy estrecha, ni estricta como tú, soy así espontánea y directa, sin filtros, te doy mis opiniones y esto es lo que ves, tampoco te pido que tengamos relaciones ya mismo, sé esperar porque quizás crees que perderás el control, ¿y si lo pierdes? ¿Cuál sería tu gran problema? ―arqueó una ceja sin dejar de observarlo a los ojos―, sería muy normal que pierdas el control cada vez que te acercas a mí o estamos solos, nadie te dirá nada, nadie lo sabrá excepto tú y yo, pierdes el control porque tienes sentimientos de querer más, eso no te quitará lo brillante que eres en tu trabajo.

―Eres como una adicción Nayra, un veneno. Lo comprobé la noche del evento en esa terraza y dentro de la suite.

―Un veneno que te hace bien, Ander. ¿O no? ―emitió de manera insinuante y sonriéndole de lado.

―No tientes, nena... ―sonrió casi con una risita.

Nicolás apareció en la cocina, aunque estaba desde hacía unos minutos atrás cerca de ellos pero escondido para escuchar la conversación.

―¿Ya comemos? ―cuestionó viendo la vajilla acomodada en la mesa.

―Pronto ―dijo Ander.

―Nay, te traje algo de Buenos Aires.

―¿Qué? ―quiso saber.

―Mate.

―Te adoro ―respondió contenta―. ¿Yerba mate trajiste también?

―Sí. Cinco paquetes.

―Genial ―expresó contenta―. Aunque acá se pueden conseguir pero es difícil.

―No importa, estás abastecida por ahora ―rio.

Unos minutos después, los cuatro almorzaron y luego de un par de horas Agnes se quedó dormida de nuevo para su siesta y Ander se fue a la reunión en su buffet, dándole un beso en los labios a Nayra delante de Nicolás.

―Vaya, vaya... La Pantera se está comportando como un cachorrito ―bromeó el argentino.

―Eso será lo único que verás frente a ti, hermano ―le dijo Ander.

―Pues por lo menos sé que eres cariñoso con mi hermana. Porque te estaba considerando un amargo y con poco tacto.

Nayra quedó perpleja.

―Nico... ―habló en susurros.

―En las discusiones uno no puede ponerse meloso ―dijo el hombre.

―Pero tampoco ser un estrecho e insensible.

―Por la manera en cómo me dices las cosas, me inclino a pensar que ustedes dos estuvieron hablando de mí y de la forma en cómo soy con tu hermana ―se dirigió a Nicolás.

―Obvio. Y me gustaría tener una conversación contigo más tarde, si puede ser ―dijo de brazos cruzados.

―Sí, por supuesto. Ahora debo irme. Nos vemos en unas horas.


🌚🌚🌚


Buffet de abogados Aritzmendi

La reunión fue tan aburrida como lenta, Ander creyó que estaba en una reunión interminable con posibles socios, uno hablaba, el otro miraba su móvil, otra abogada le mostraba el escote, su padre hablaba con él y con otro más, pero Ander solo le prestaba atención a Blas. El sujeto era el tipo más egocéntrico y arrogante que jamás había conocido, asqueroso en sus modos de dirigirse a los demás y despectivo, podría decirse que era un carilindo, pero le quitaba puntos todo lo anterior y era factible que Nayra había terminado con él después de tres meses de salir juntos.

Aritzmendi se levantó de la silla y apoyó las manos sobre la mesa.

―La reunión terminó, les haremos llegar un correo electrónico a cada uno con nuestra decisión. Gracias por su tiempo y que tengan buena tarde ―expresó y todos se pusieron de pie.

Cuando fue el turno de Blas acercarse a Ander para estrechar la mano con la suya, el último lo miró directamente a los ojos y le habló;

―Necesito hablar contigo ―casi se le sale lo asqueroso que era en su trabajo, pero trató de contenerse.

El rostro del argentino fue sorpresivo pero emitió una leve sonrisa.

―No sonrías porque no será nada lindo lo que te diré ―escupió y Blas quedó estupefacto―. No tiene nada que ver con esta reunión de ahora.

Apenas Aaron se retiró de la sala de juntas, quedaron ambos hombres enfrentados y la pantera dio su primer arañazo.

―Sé que tuviste algo con la joven que viste hace unas semanas atrás aquí.

―Por lo que vi a simple vista, es la niñera de tu hija.

―Veo que estás informado.

―¿Acaso no se puede saber quien es el señor Aritzmendi? ―se cruzó de brazos y levantó una ceja.

―Sí pero solo de mí, no de los demás. Y solo se debería saber sobre mi trabajo, no de mi vida privada. Yo te conozco bastante bien como para no considerarte dentro de la firma de socios del buffet.

―No tienes pruebas.

―Las cosas que me contó Nayra son pruebas para mí.

―Jamás hubieron fotos o denuncias en mi contra.

―Afirmas que hubo maltrato entonces ―Blas quedó incómodo con lo que Ander le mencionó―. No me gustas nada, ya desde la primera vez te observé bien y no me caes simpático, puede que no haya pruebas en tu contra de los maltratos verbales y físicos, pero no los necesito para saber la clase de hombre que eres, y está más que claro que le creo a mi esposa.

―¿Tu esposa? ―el hombre estalló de la risa―. ¿Acaso te entregó lo que no me entregó a mí? ―cuestionó con sarcasmo.

El abogado le dio un derechazo haciéndolo caer al piso.

―Cuidado con esa boquita. Yo no soy Nayra que no quiso denunciarte para no manchar tu carrera profesional, yo termino hundiendo a la persona que me jode y que la jode a ella o a alguien de mi familia. Tengo bien puesto el apodo que me dieron. ―Bordeó la mesa para tomar el maletín―, te advierto desde ahora que no quiero verte cerca de ella, porque si lo sé, solo con un llamado puedo acabar contigo y no creo que lo quieras ―sonrió de lado con arrogancia mirándolo desde su altura ya que Blas aún seguía en el piso.

Ander le pidió que se levantara y no fuese tan flojo, y posteriormente le pidió que se retirara porque ya no tenía de qué más hablar con él. El americano salió de la sala de juntas y le avisó a su padre que se iba a la casa.

―¿Qué quisiste decirle al señor Torres?

―Es una larga historia.

―¿Tiene relación con Nayra?

―¿Cómo te diste cuenta?

―Por tu manera de actuar con él.

―Te dejo a cargo, me voy ―le dijo sin darle más detalles de lo que su padre le había dicho.


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Casa de Ander

Oficina

―Quiero saber qué te ocurre con mi hermana ―le contestó directo Nicolás.

―Está todo bien con tu hermana.

―No, no lo está ―negó con la cabeza también―. De estarlo, ninguno de los dos estaría en esta situación. Nayra me cuenta pocas cosas porque tiene miedo de decirte la verdad.

―Esta mañana antes de almorzar me lo dejó claro.

―Lo sé porque los escuché. Y me pareció bien que te haya dicho lo que piensa. A veces creo que no piensas en mi hermana o te da lo mismo si la tienes o no a tu lado.

―Eso no me lo puedes decir ―lo miró sorprendido.

―Es la verdad, eso es lo que pienso y ella ya te lo dijo también. Te dijo también que no te das cuenta lo que te pasa con ella, que no reaccionas y que no reconoces que algo fuerte te pasa con ella.

―¿Qué quieres que te diga? ―cuestionó incómodo―, la verdad es que nunca amé y tampoco me amaron. Es así, me gustaba la madre de Agnes pero no creo que la haya amado.

―Tienes la posibilidad frente a ti, ¿qué carajo esperas, Ander? Tú mismo me dijiste por teléfono que te gustaba y mucho, que siendo como eres, no te importaba que te llevara de las narices, no te entiendo la verdad. Y sería bueno que tú mismo te comprendieras porque no parece que tengas todo claro.

―Tengo miedo de ser más afectuoso con ella por miedo a que me diga algo.

―Pues por lo que yo tengo entendido de Nayra es que eso es lo que está esperando de ti ―expresó poniéndose de pie―, me iré a dormir, y consejo de amigo que te quiere bien, no des vueltas, dile lo que sientes por ella. ¿No te sientes raro cerca de Nayra?

―Demasiado, casi no puedo respirar. Me pone nervioso, me siento raro como dices.

―Eso no es solo calentura, hermano. Ni solo deseo, eso es amor, Ander. Te gusta, estás enamorado de ella y no te das cuenta.

―Ahora lo hago.

―En fin... te dejo tranquilo, a ver si pueden terminar en la cama... Necesitas sexo, macho ―su amigo rio casi a carcajadas.

―De tenerlo, no lo haría estando tú aquí y menos con la niña en la casa ―arqueó una ceja.

―Podría llamar a Rebecca mañana y llevar a la niña a dar un paseo, ¿qué opinas?

―No, no es por no tenerte confianza, no me lo parece, queda muy obvio.

―¿Y qué te importa si queda obvio? ¿Cuánto necesitas? ¿Dos horas, seis horas o todo un día? ―estalló de risas.

―No seas idiota ―respondió al tiempo que hacía ruidos con su boca―. Vete a dormir, hazme ese favor.

―Buenas noches ―emitió Nicolás.

―Gracias, buenas noches para ti también.

El argentino salió de la oficina y se encontró con Nayra que iba de camino hacia allí junto con la niña en brazos.

―Buenas noches, hermana ―le dijo dándole un abrazo.

―Hasta mañana, estaba por ir al despacho para que Ander le diera las buenas noches a Agnes.

―Todavía está dentro. Hasta mañana, bombón ―le replicó a la niña dándole un beso en la mejilla.

Poco rato después, el abogado le habló a la joven.

―¿Duermes conmigo hoy? ―su pregunta la sorprendió.

―¿Eso quieres? ―abrió más los ojos.

―Sí, si tú quieres también.

―De acuerdo.

Unos minutos más tarde salieron ambas para dirigirse al cuarto de la niña, la muchacha la desvistió y luego le puso el pijama, metiéndola en la cama y arropándola. Se acercó a la biblioteca para leerle un cuento.

La niña se durmió a los pocos minutos y ella dejó el libro sobre la cómoda, le dio un beso en la frente y otro en la mejilla, le encendió la lámpara con formitas de colores de la mesa de noche y le dejó la puerta entornada.

Nayra se dirigió a su dormitorio para desvestirse y ponerse un nuevo camisón de color verde oscuro con algunos volados y sin nada sugestivo. Era de seda y con botones al frente. Se puso perfume, se soltó el pelo y se colocó las pantuflas para salir del cuarto e ir al de Ander.


🌚🌚🌚


Dormitorio de Ander

Golpeó la puerta pero nadie le contestó, asomó la cabeza y no lo encontró, entró cerrando la puerta y se fue del lado de la ventana, y desarmó la cama se metió en esta. Luego comprobó que él estaba duchándose. Cuando salió del baño a oscuras, ella asomó la cabeza entre las sábanas para observarlo mejor. Ander estaba de espaldas a ella buscando una ropa interior, Nayra abrió más los ojos cuando vio las nalgas al aire y la amplia espalda, casi emitió un jadeo. Apenas el hombre terminó de ponerse el bóxer, le habló;

―Sé que estás dentro de la cama, tu perfume quedó en el dormitorio.

―Perdón...

―¿Por qué me lo pides? No has hecho nada malo, Nay.

―Te vi casi desnudo... por completo... ―confesó y frunció el ceño quedándose pensativa del porqué se lo dijo.

―¿Te gustó lo que viste? ―preguntó casi con risitas.

La joven quedó muda.

Ander se acercó a la cama para meterse en ella.

―Ese camisón es peor que uno ajustado y con transparencias.

―Lo creí más conveniente.

―Pues no para mí. ¿Por qué me da la impresión que estás incómoda y nerviosa? ¿Tienes miedo que te muerda? Si te acercas más no lo haré, a menos que en verdad quieras una mordida de la pantera.

Nayra ante los nervios solo pudo reírse y cayó en la cuenta que podía decirle indirectas y seducirlo fuera de la cama, pero dentro de la misma, era una tonta y estaba nerviosa como ahora.

―Prefiero un beso.

El hombre se acercó a ella pasándole un brazo alrededor de la cintura y la atrajo hacia él en el medio de la cama matrimonial. Nayra quedó con las manos en los hombros masculinos y mirándose a los ojos en la penumbra de la habitación.

―¿Qué te pasó desde hace unos minutos atrás hasta ahora?

―Nada, hoy tuve un día productivo.

―Me parece bien.

―¿No quieres una mordidita?

―No ―le dijo con una risita y le dio un beso en los labios.

Ander la sujetó de la nuca y con la otra mano le levantó la pierna para que él acomodara entre los muslos de la muchacha uno de sus muslos. La argentina sentía que con el beso la estaba abrasando y más rara se sintió cuando Ander le abrió las piernas con una de las suyas.

―Tranquila, no tengas miedo, no quiero hacerlo esta noche, no con gente en la casa. Solo quiero que tengamos un poco de intimidad como no la tuvimos antes. Me dejas sin aliento, me llevas y me traes, me vuelves loco, pierdo el control contigo pero ya no me importa nada. Imagino mil maneras para hacerte mía. Te deseo, te ansío y te anhelo, te quiero y te amo, Nayra —le declaró con total sinceridad.

―¿Por qué me lo dices ahora?

―Porque si no te lo digo siento que no podré estar tranquilo.

―Te quiero, Ander. Te quiero demasiado. Y te amo también.

Lo sujetó de las mejillas y lo besó en los labios.

―Sé que quizás yo no era la que esperabas, pero trataré de hacer lo mejor que pueda.

―Nayra, eres más de lo que esperaba. Ni siquiera esperaba enamorarme. No he tenido nada planeado, llegaste a mi vida de manera inesperada y agradezco a tu hermano y al destino haberte encontrado y conocido ―confesó con sinceridad y volvió a besarla.

Nayra y Ander se encontraban frente a frente y con sus cabezas apoyadas en cabecera de la cama, mientras él continuaba besándola, ella lo abrazó por el cuello y se deleitó con la sensación de placer que estaba experimentando. Los labios de Ander bajaron hasta el pecho de la joven y desprendió el primer botón del camisón, aflojando un poco el escote elastizado. La punta de su lengua lamió con sutileza la piel perfumada de Nayra y con lentitud fue ascendiendo desde allí hasta la garganta entre besos y caricias con la lengua. La respiración de la muchacha se había entrecortado y susurró su nombre, sentía el corazón desbocado. El hombre mordió con suavidad la barbilla y terminó devorando su boca nuevamente.

―¿Quieres un poco más?

―Por favor... siento que lo necesito.

Ander reanudó el beso a medida que desabotonaba los siguientes tres botones para dejar al descubierto sus pechos.

―¿Puedo? ―inquirió con incomodidad.

―¿Por qué no? No tienes que pedirme permiso para tocarme ―respondió con la voz entrecortada de nervios y ansias al mismo tiempo.

Se besaron una vez más y él bajó a su cuello mientras una de sus manos acariciaba con delicadeza uno de los pechos, los pequeños gemidos de Nayra caían en el oído de Ander y lo único que volvió a sentir la joven fue la boca entreabierta del hombre succionando el pezón en el momento en que manteniendo sujeto el seno, lamió el contorno de la aureola así como también el pezón y el pecho. Aritzmendi hizo exactamente lo mismo con su otro pecho y no dejó de mirarla en la oscuridad.

―Ander... siento que quiero más, por favor ―gimió por lo bajo.

―No tienes idea de cómo estoy yo pero debemos frenar, te imagino tan curvilínea desnuda que siento que voy a tener un orgasmo de solo pensarte ―admitió besándola mientras le tocaba los pechos con ambas manos.

―Loca me vuelves.

―Lo sé pero por esta noche ya fue demasiado.

―Me dejaste rara, Ander.

―Caliente ―casi se rio a carcajadas―, y yo también lo estoy pero es mejor esperar. No quiero hacer algo con tu hermano y la niña aquí.

―Opino lo mismo ―sonrió acariciando sus mejillas y dándole otro beso en la boca.

El abogado la besó mientras le abotonaba de nuevo el camisón por delante.

―Jamás te las operaste, ¿verdad?

―No, son naturales.

―Parezco un niño con juguete nuevo.

Nayra casi estalló de la risa cuando lo escuchó tan sincero y se llevó las manos a la boca para contenerse.

―Lo siento, pero de verdad me has causado gracia... Parece que has quedado conforme, ¿no?

―Demasiado, aunque es lo de menos, no te niego que me encanta, pero ya el hecho de saber que estás en mi cama junto a mí, es lo que anhelaba.

El hombre la arropó cuando ella se acostó sobre el colchón y apoyó la cabeza en la almohada. Ander se acercó más a ella para abrazarla por la espalda, besarle la frente, la mejilla y los labios, él entrelazó la otra mano libre con la de la joven solo para sentir que de alguna manera estaban unidos también y así dormir con tranquilidad ambos.

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