🌚 22 🌻
Un mes después...
Estudio de Abogacía Aritzmendi
Desde que el abogado y la niñera decidieron tener una relación sentimental todo marchaba bien, aunque a veces Ander se ponía en modo estrecho y Nayra lo terminaba ablandando con una sonrisa o hacerle ver que no todo debía ser serio. La verdadera madre de Agnes no los había vuelto a molestar y para ellos era un gran alivio. La bebé ya tenía once meses y era feliz junto a los dos. Aritzmendi estaba tan cómodo y feliz con la relación que tenía con Nayra que hasta le dejó conducir el otro coche que él guardaba en el garaje. Era de color azul noche y relativamente pequeño.
Durante esos días, la misma se encontraba fastidiosa y la joven lo llamó varias veces a su móvil pero no la atendió y decidió llevarla al pediatra pero antes quiso pasar por el estudio de su novio para avisarle por lo que aprovechó en usar el coche que él le había ofrecido. Bajó de este cuando llegó a la acera del estudio y sacó a Agnes con el asiento portátil.
Nayra entró y se acercó a la secretaria para preguntar por él.
―Está en una reunión.
―Ya me parecía, no contestaba el teléfono y vine por eso. ¿Le podrías avisar que llevo a su hija al pediatra? Empezó a levantar fiebre de un momento a otro y no vendría hasta aquí de no haberme respondido la llamada.
―Tranquila, se lo diré.
―Gracias.
―¿Quieres que le avise ahora?
―No quiero molestarlo.
―Seguro que va a querer saberlo, es su hija.
―Sí y ya sabemos cómo es, ¿no? ―dijo y ambas se rieron.
―Señor Aritzmendi... disculpe la molestia, aquí está Nayra.
Soltó el botón del intercomunicador y la joven se sorprendió.
―¿Hace cuánto que lo conoces?
―Muchos años.
―¿Y todavía lo debes tratar de usted? Mamiiita ―revoleó los ojos.
―Esa es una de las condiciones y te aseguro que es lo más decente que vi en mi vida en un hombre. Paga muy bien y es muy caballero.
La mente de Nayra fue a la noche del beso y frunció levemente el ceño porque no parecía el mismo hombre que la había arrinconado en la terraza con el que estaba describiendo la secretaria.
―Sí, siempre una se fija en esas cosas y hasta algunas veces más por cómo te trata que por el sueldo, más que nada por la propia paz mental.
―Exacto.
Aritzmendi salió de la sala de reuniones y le clavó la mirada en la suya.
―Perdón por venir.
―¿Qué necesitas?
―Solo avisarte que llevaré a Agnes al pediatra, no tiene cita pero como sé que hoy atiende la llevo, empezó a levantar fiebre.
Él le acarició la mejilla.
―Llévala. ¿Por qué no me lo dijiste por teléfono?
―¿Lo tienes apagado o en silencio? ―reafirmó la pregunta.
―Punto para ti.
Uno de los abogados salió para ir a fumar.
―Afuera por favor ―giró la cabeza para decírselo.
―Sí, claro.
Cuando la muchacha escuchó la voz del hombre, la piel de los antebrazos se le erizó y Ander notó aquello, Nayra trató de mantener la cabeza agachada porque no quería que el hombre que había salido la mirara, pero era en vano porque Verónica la había nombrado antes. El abogado apretaba la mandíbula y posó su mano en la muñeca de ella para intentar calmarla. La caricia que le había dado hizo reaccionar a la joven y observarlo a los ojos.
―No te hará daño.
―Iré al pediatra, va a ser lo mejor.
―Tendré el teléfono con sonido, cualquier cosa me llamas.
―Sí, sí.
Casi salió disparada de allí y con miles de preguntas y dudas en su cabeza. Tenía miedo de encontrárselo de vuelta y que causara problemas. O que la ponga en una situación comprometedora.
Se metió en el coche junto con la niña sin darse la vuelta.
Una hora y media después, Nayra regresó a la casa y preparó un baño con agua tibia para la bebé para luego darle el remedio que le había dado el pediatra.
Mientras le daba el baño sujetándola con el brazo por debajo de su cuerpo, aprovechó con el otro en llamar a su hermano porque sabía bien que nadie los iba a escuchar.
―¿Qué pasó?
―Renunciaré al trabajo.
―¿Me perdí de algo? Ya de un principio estabas reacia a trabajar para él.
―Sí, lo sé pero ese no es el caso... Ay Nico... Ander me gusta mucho.
―¿Por eso renuncias? ―casi se le escuchó indignado.
―No... Es Blas. Está aquí.
Nicolás quedó petrificado.
―¿Cómo?
―No lo sé.
―¿Dónde lo viste?
―En el estudio de Ander. Estaba en una reunión junto con otros más y con él.
―Qué hijo de puta ―dijo enojado.
―Me quiero ir, no voy a estar segura tampoco acá.
―Nayra... aunque te vayas, vas a tener que enfrentarlo en algún momento.
―No puedo enfrentarme a alguien que siempre será mi sombra.
―Deberías, lo hiciste una vez.
―No lo enfrenté, directamente cambié el número porque tanto tú como yo lo creímos mejor, pero jamás pensé que iba a ser tanta casualidad encontrarlo en el mismo lugar. Sé que Ander ya se dio cuenta quien es y qué me hizo porque se lo conté.
―¿Cuándo se lo contaste?
―Una noche y le conté todo lo demás en una reunión.
―Ya recuerdo cuál. Me dijo que te iba a llevar.
―¿Te cuenta todo? ―cuestionó sorprendida.
―Somos mejores amigos.
―¿Qué más te cuenta?
―Cosas de nuestro trabajo y algunas otras personales.
Nayra tragó saliva con dificultad cuando escuchó esas palabras de su hermano.
―Ah... Bueno, te dejo, tengo que sacar a la beba de la bañera.
―¿Cómo está?
―Un poco mejor pero tuve que llevarla al pediatra porque levantó fiebre.
―¿Y qué te dijo?
―Tiene una leve otitis.
―Pronto se le pasará.
―Sí, bueno... Hablamos más tarde. Un beso.
―Hasta pronto.
Antes de cortar, Nayra le habló de nuevo.
―Nico... me olvidé de decirte algo... Estoy saliendo con Ander.
―Por lo menos me lo dijiste tú también.
La joven frunció el ceño sin entender del todo.
―¿Cómo? ¿Ya lo sabías?
―Sí, me lo contó Ander no hace mucho.
―Vaya, pensé que se lo iba a guardar.
―Ya ves que no. Te dejo tranquila y me alegro por ambos.
―Gracias, un beso.
―Otro para ti.
Apenas cortó la llamada, vio a la niña que estaba relajada y dormida cuando la sacó del agua y la arropó para llevársela contra su pecho y mecerla para que durmiera con tranquilidad. A medida que la vestía de nuevo, la pequeña continuaba con su relajación. La dejó reposar en su cuna, encendiendo el babycaller y ella se llevó el otro. Iba a ver si acomodaba algunas cosas en la cocina y luego acomodaría los baños de las habitaciones. Un mensaje de un número desconocido le llegó pero lo ignoró. Y así tres más. El sonido le aturdió y decidió revisarlos.
La cara se le desencajó cuando supo de quién se trataba.
Creíste que no te había visto pero eres demasiado obvia para agachar la cabeza.
Hace dos años que no sé nada de ti.
Ahora que te encontré, no te va a ser tan fácil escaparte de mí de nuevo.
¿Acaso le calientas la cama a ese témpano de hielo?
No le respondió ninguno de los mensajes e intentó calmarse. Respiró hondo y expulsó el aire. La música de la llamada comenzó a sonar y la cortó. Durante el resto del día su teléfono vibró con insistencia.
🌚🌚🌚
A pesar de que la relación entre los dos estaba aparentemente sólida y sin ningún contratiempo, la mente de Nayra pensaba todavía en los mensajes que su exnovio le enviaba, y todos los días a partir del mes anterior recibía uno o dos para atormentarla como lo había hecho en su relación con él. Y aunque le dolía, sabía que debía de hacer algo al respecto porque no iba a dejarla tranquila, ni a ella y tampoco se fiaba de lo que podría hacerle a Ander y a Agnes.
Necesitaba irse de allí.
Con tristeza, tomó a Agnes en sus brazos mientras la niña seguía durmiendo y la meció mientras la contemplaba. Miró la valija ya lista y volvió a mirar a la bebé, le dio un beso en la frente y otro en la mejilla, y salió con ella y la maleta del dormitorio.
Se dirigió al cuarto de Ander y entró en silencio, dejó a la pequeña en la cama de su padre y se retiró de allí con sigilo y sin hacer ruidos.
Lamentaba mucho irse de allí en medio de la noche pero era lo único que podía hacer, alejarse y no perjudicar a ninguno de los dos y mucho menos meter a Ander en el problema que todavía parecía que tenía con su expareja, porque estaba claro que Blas no iba a descansar hasta terminar jodiéndola de nuevo. Se había obsesionado con ella al punto de que tuviera que cambiar su número personal y aceptar el trabajo actual con el que ya estaba instalada desde hacía varios meses.
Levantó la manija de su valija y la sujetó caminando con la misma hacia la entrada de la casa, la barbilla le temblaba fuertemente y no podía mantenerse tranquila. Trató de relajarse mediante la inspiración y la exhalación de la respiración, pero cuando posó la mano en el picaporte, la voz de Ander la sorprendió.
―¿Qué haces? ―su pregunta la tomó por sorpresa y se giró en sus talones para observarlo.
―Me has asustado.
―¿No me responderás? ―volvió a interrogarla―. ¿Qué haces con la maleta? Agnes apareció en mi cama.
―Creí que sería bueno que la tuvieras unas horas.
―¿Hasta que tú aprovechabas para irte? ―cuestionó indignado―. ¿Y nuestra relación?
―No quiero causarte problemas. Ni a ti y mucho menos poner en peligro a Agnes ―admitió con la barbilla trémula.
―¿De qué manera podría ponernos en peligro? Ese tipo no es nadie.
―Hace tiempo que me envía audios, mensajes y me llama. Lo ignoro completamente pero antes que haga algo, porque sé bien cómo es, prefiero irme aunque lamento que nuestra relación se tenga que terminar así ―dijo con congoja y agachando la cabeza.
―No quiero que te vayas ―habló rotundo y con seriedad.
Ander se encontraba de pie frente a la joven con un pantalón de seda negra y la bata de la misma tela y color. La bata estaba abierta y se le veía una leve piel bronceada. Le ardían los dedos por tocarlo.
―Vamos a la cocina ―contestó acariciando su mejilla al tiempo que la miraba a la cara y la abrazó por los hombros.
―¿La bebé duerme?
―Sí. La puse en su cuna.
―Debo irme... Si sigo quedándome, todo se pondrá peor.
―Siéntate ―sugirió ayudándola.
―¿Lo has estado viendo en estos días?
―No, dos reuniones tuve con él.
―¿Y qué te pareció? ―entrelazó sus manos y apoyó los codos en la mesa.
―Un pedante, no me gusta su actitud.
―Un poco parecido a ti ―bajó las cejas compungida.
―¿Crees que lo sigo siendo? ―cuestionó intrigado.
―No, ahora no. ¿Qué sugieres que podría hacer? Había pensado varias veces en hacer una restricción de acercamiento pero cuando Nicolás me dijo de cambiar el número y viajar aquí, creí que ya no me iba a molestar más.
―Como primera medida podrías denunciarlo. Pero eso lo tendrías que hacer en tu país.
―Es complicado todo, porque ya pasó hace dos años atrás. No tengo pruebas y nadie me creerá y pedir una restricción, ¿por cuál motivo? Se burlará de mí y pensará que quiero joderle la carrera profesional.
―Él te denigró frente a los demás y te cacheteó, y no le importó. Piensas mucho en alguien que no vale la pena. No estás pensando como una abogada.
―No soy abogada ―separó las manos y negó con la cabeza.
―¿Qué te dice tu instinto?
―Que debo irme.
―Él no va a poder tocarte ―contestó con firmeza en su voz.
―¿Cómo estás tan seguro? ―frunció el entrecejo cuestionando aquello―. En cuanto me vea caminar por las calles de aquí querrá acercarse.
―Aún si se acerca a ti, no va a poder hacerlo, antes de que lo haga, ya estarás casada.
Su rostro quedó impávido y con las cejas levantadas.
―No te entiendo.
―Me casaré contigo.
―Aguarda un segundo, no tengo intenciones de casarme contigo.
―¿Me estás despreciando? ―inquirió arqueando una ceja.
Rio casi a carcajadas.
―No... pero no veo el punto.
―Vives bajo el mismo techo, estás protegida pero con un matrimonio de por medio, puedo protegerte mucho más, sabiendo los demás que eres mi esposa, no van a atreverse a tocarte y tampoco a acercarse a ti de manera indebida y mucho menos faltarte el respeto, te lo aseguro. Todos en la ciudad tienen en claro quien soy y lo que represento en este ambiente, no van a intentar nada.
―Te conté esto no para que tengas el deber de casarte conmigo. Esto no es asunto tuyo. Sé que tenemos una relación pero creo que es apurado todo.
―Esto para mí no es ninguna obligación ni nada que creas que es. Solo serán un par de firmas entre los dos y nada más. No quiero que esto llame la atención de nadie.
La cara de Nayra estaba segura que no era la adecuada, sin embargo, trató de poner su mejor expresión y responderle.
―Entiendo que solo son papeles legales y nada más, y lo hacemos por una protección mía. No pretendía algo más o no por el momento porque si bien somos pareja, no creo que sea momento para una unión marital.
―Tarde o temprano algo así iba a suceder.
―¿Con respecto a mi ex?
―Sí ―confirmó.
―Pero no tienes que hacer algo que no quieres por algo que es solo mío ―le apretó con cariño la mano que tenía sobre la mesa.
―Es una decisión ya tomada y no pienso retractarme. Ya te dije que no me estás obligando a nada, Nayra.
―De acuerdo ―le dijo más calmada y suspiró.
―Tampoco quiero que te vayas porque Agnes no tendrá quien la cuide.
―Sí... ―quedó un poco cortada con su respuesta―, tienes toda la razón, entonces me iré a dormir ―se levantó de la silla y él lo hizo también―. Gracias por esto ―lo miró a los ojos―, buenas noches y que descanses.
―Buenas noches.
Ella giró en sus talones saliendo de la cocina y tomó la valija para volver a entrar a su cuarto.
Ander agachó la cabeza por ser un cobarde en ni siquiera darle un beso, pero la alcanzó en el pasillo antes de abrir la puerta de su dormitorio y la sujetó del brazo sin hacerle presión. La joven se dio vuelta para mirarlo a los ojos y él se inclinó para besarle los labios.
―Duerme tranquila. Vas a estar segura, no te preocupes por nada ―expresó con sinceridad dándole de nuevo un beso en la boca y otro en la frente mientras la sostenía de las mejillas.
―Gracias ―sollozó―, le tengo pavor.
―Tranquila, no te pasará nada, ve a descansar.
―Está bien, buenas noches de nuevo.
―Gracias.
Nayra abrió la puerta y luego la cerró al tiempo que Ander quedaba allí de pie y con miles de cuestiones en su mente. Preguntas y dudas por pensar si la manera en cómo se lo había dicho, había sido la correcta o había metido la pata hasta el fondo. Con un suspiro de resignación más que de cansancio entró a su recámara para intentar dormir de nuevo.
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