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Veinte días más tarde
Estudio de Abogacía Aritzmendi
Ander dirigía una reunión con abogados en la sala de juntas de su estudio junto a su padre mientras terminaban de organizar una reunión pre-feria, estaba demasiado concentrado en cómo estaban yendo las cosas con Nayra porque desde la última discusión que tuvieron, no habían estado del todo bien.
El abogado casi no estaba escuchando nada hasta que confirmó algo que dejó pasmado a Aaron y lo miró con mucha atención pero no dijo nada. Cuando la junta terminó y estrecharon las manos, todos se retiraron menos su padre.
―¿Te diste cuenta de lo que aceptaste? ―preguntó observándolo.
―Sí, la reunión del fin de semana que viene.
―Sí, en tu casa y tú nunca quieres hacer una reunión en tu casa.
―Mierda... ―escupió con enojo golpeando con el puño su escritorio.
―¿En qué cuerno estabas pensando? ―cuestionó pero él volvió a hablar―, ni siquiera me lo digas, lo sé. Nayra.
―Hace veinte días que casi ni hablamos, ¿cómo quieres que esté? Desde la discusión de cuando me quedé en tu casa y apagué el teléfono que quedó ardida y la situación se complicó. Creyó que estaba con alguien más, en sus ojos le vi el fuego de los celos.
―La fierita te tira a morder ―rio entre palabras―. Son dos tontos, en vez de decirse que se gustan y ven la manera en cómo conocerse mejor, no... los señoritos no aflojan, tú le pones la cara de estrecho y ella te ladra.
―Debo reconocer que el jueguito en parte me gusta.
―Pero a veces el jueguito se debe terminar y hablar de frente, aplica tu actitud de abogado con la situación que tienes con ella... de manera delicada pero contundente.
―¿Qué crees que debo hacer?
Su padre revoleó los ojos y se llevó una mano a la cabeza resignado.
―Besarla y terminan con el juego. ¿Te quedó claro?
―Perfecto.
―Ahora vas a tener que decirle que hay una reunión por lo menos para que se vuelvan a acercar y terminen haciendo las paces ―se rio por lo bajo.
―Parece que te divierte la situación que tenemos, ¿no? ―arqueó una ceja mirándolo.
―Nah... solo un poquito ―se echó a reír otra vez.
Durante el resto del día Ander estuvo haciendo papeleos, atendiendo clientes, llamadas y correos electrónicos. Hasta que llegó el horario de cierre del estudio y tuvo que volver a su casa.
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Vivienda del abogado
Cuando llegó y entró, la vio sentada en una silla de la cocina junto a Agnes sentada sobre la mesa mientras jugaba con ella. La bebé se carcajeaba con mucha alegría. Le levantó el vestidito y le dio besitos con ruidos en su panza al tiempo que Agnes se sujetaba del cabello de su niñera. Ander se apoyó contra el umbral de la entrada de la cocina, se cruzó de brazos y piernas, y sonrió al verlas juntas.
―Buenas tardes.
Nayra se levantó de la silla sosteniendo a la bebé en sus manos y se la entregó a él.
―Hola.
De aquella manera se retiró a su cuarto, el hombre se mordió el labio inferior y revoleó los ojos.
―¿Podemos hablar como gente civilizada? ―caminó detrás de ella teniendo en brazos a su hija.
―Entendí la discusión que tuvimos la última vez. No hace falta volver a hablar.
―¿No me vas a hablar más?
―Hasta que se me pase el enojo, no. Hablamos normal pero no fluido.
―Pero es una ridiculez lo que me dices.
―Tuviste el coraje de decirme que si te pongo torcido, tú me sacabas. Pues no necesitas llegar a eso, puedes despedirme cuando quieras.
―¿Toda esta frialdad de tu parte porque dije eso cuando discutimos? ―quedó sorprendido.
―¿Te parece poco? ―cuestionó ardida de nuevo.
―Por favor Nayra... no seas así conmigo, tú no eres la que hace la ley del hielo.
―Exacto... por poco y me olvido, ese eres tú ―dijo con sarcasmo.
Entró al dormitorio y cerró la puerta en sus narices.
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Dos horas después mientras cenaban solos y sin Agnes ya que dormía, él se armó de valor para decirle lo que por imprudente había acordado con los demás abogados.
―Este fin de semana hay una reunión aquí... ―comentó pero ella solo lo miraba―, es una reunión pre-feria, todos los años se hacen dos, esta de este fin de semana y otra antes de fin de año... ―replicó pero la joven se mantenía callada―, bueno... si quieres puedes organizarla.
―Yo solo estoy aquí por tu hija... no por tus colegas y por ti.
―Te lo pido como un favor, nunca hice una reunión aquí y me gustaría que la organizaras.
―Nunca planeé una reunión antes.
―Solo serán cuarenta personas, entre abogados y parejas de estos. No necesitas hacer nada, solo con llamadas para el catering y si quieres alguna decoración, estará bien.
―¿Y dónde piensas organizarla? ¿En qué sector de tu casa?
―El jardín, ya pronto llegará la primavera y sería ideal usar el jardín.
―Está bien.
―Y si te entusiasma más organizarla, estarán mi madre y Rebecca.
―De acuerdo ―levantó una ceja sin dejar de observarlo.
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Sábado por la noche
Casa del abogado
La reunión estaba transcurriendo de lo más tranquila cuando ella les dijo a Brittany y a Rebecca que iba a ver a Agnes por si necesitaba algo. Caminó derecho hacia el ventanal para entrar a la cocina y de allí dirigirse al pasillo. Alguien más entró detrás de ella, un hombre que era colega de trabajo de Ander y que en ningún momento le había sacado la vista de encima a Nayra.
El abogado lo miró también y no le gustó nada.
―Discúlpenme pero debo ausentarme por unos momentos ―le contestó tanto a su padre como al padre de Rebecca.
―No hay problema ―respondieron ambos.
Aaron se quedó mirando a su hijo mientras se alejaba y entraba a la cocina.
En el pasillo se habían encontrado el hombre y la niñera.
―Me ha asustado ―expresó casi dando un respingo de nervios―, si busca el sanitario hay uno al fondo del jardín.
―No he podido dejar de mirarte desde que llegué. Eres preciosa, sabía que Aritzmendi tenía una niñera para su hija pero nunca pensé que serías una terrible mujer. Estás para comerte entera ―su voz sonó libidinosa y a la muchacha le pareció repugnante.
―Sería mejor que se ubique con lo que me dice ―emitió mordaz pero con nervios.
Intentó aligerar los pasos para salir del pasillo pero él le interceptó el camino y Nayra retrocedió.
―No me puedo creer que te tuviera tan escondida.
―Déjeme pasar —suplicó.
La joven se estaba poniendo realmente nerviosa y solo quería salir de allí. Cuando evadió su cercanía pasando por el otro lado, el hombre la sujetó de los pelos.
―A mí no me vas a plantar la cara y dejarme caliente ―apretó los dientes sacudiéndola del cabello.
Nayra pegó un gritito.
―¿Qué mierda estás haciendo Frederick? ―interpeló agarrándolo por detrás de la camisa y separándolo de ella—, te aconsejo que te vayas si no esto va a terminar mal ―notificó con furia contenida―, no vas a pisar más mi estudio y tampoco esta casa, mucho menos tratar de acercarte a ella porque si me entero, te aseguro que te hundo ―volvió a apretar los dientes soltando sus palabras con enojo.
En medio de la discusión, Nayra entró al cuarto para resguardarse.
El hombre salió enseguida de allí sin decirle algo más y tampoco despidiéndose de los demás.
Ander dio unos golpecitos en la puerta y luego la abrió para asomar su cabeza. La vio sentada en el diván a los pies de la cama y entró cerrando la puerta.
―¿Te encuentras bien? ―se sentó a su lado.
―Sí... Creo que me quedaré aquí, será lo mejor. Así no tienes que echar a nadie más por mi culpa ―sonrió con sutileza.
―Frederick desde que entró que le llamaste la atención, no tienes puesto algo provocativo y sin embargo llamas la atención.
―¿Por qué los hombres son así? ―casi sollozó.
―No todos somos así ―afirmó.
Ander comenzó a tomar mechones de su cabello suelto por el incidente anterior y levantó el pelo para rearmar el chunguito que llevaba sujeto con una bonita hebilla de piedras. Nayra levantó su mano hacia el cuello del hombre y subió hacia su áspera mejilla para acariciar con su pulgar el labio inferior masculino.
―Tú eres bueno, Ander.
―Listo ―dijo él y ella bajó la mano.
Se miraron a los ojos en las penumbras del cuarto y el hombre se levantó del diván, le sujetó la mano y ella se levantó también, el abogado llevó la mano femenina a sus labios y le depositó un beso en el dorso.
―Será mejor que volvamos con los demás ―sugirió y ella asintió con la cabeza.
Cuando aparecieron en el jardín de nuevo y sin tomarse las manos, Rebecca se acercó a Nayra para preguntarle si todo estaba bien.
―Sí, no te preocupes.
―¿Qué pasó dentro? ―quiso saber muy curiosa y tomándola del brazo para alejarse de los invitados.
―Nada ―dijo y la miró. Luego suspiró―, uno de sus colegas intentó propasarse conmigo y me abordó en el pasillo cuando salía de ver a Agnes.
―Qué sinvergüenza. ¿Y no hubo un beso para olvidar el mal trago? ―preguntó con picardía mientras sonreía.
―Qué cosas dices... No, no hubo nada de eso.
―Qué lento es ―se quejó.
La joven se echó a reír y después continuaron hablando.
Cuando Ander miró su reloj pulsera supo que con sutileza debía echar a los invitados porque ya no los soportaba. Hasta que le tocó el turno de despedirse de una de las abogadas que estaban invitadas.
―Pensé que no iba a venir Winona, sin embargo apareció ―expresó con desagrado Becca.
―Supongo que es abogada también, ¿no?
―Sí, una de las peores. La conocen como la arpía.
―¿Ustedes los abogados tienen apodos? ―casi lo preguntó en gracia.
―No, solo Ander y esta inmunda.
―Parece que no te cae bien.
―Para nada, siempre que nos vemos es para una discusión pero con el tiempo decidí ignorarla.
―¿Tuvieron algo ellos dos? ―observó la manera de actuar de la mujer frente a él.
―Que yo sepa no. Pero está claro que siempre le ha echado el ojo, el problema es que Ander jamás le prestó atención o le dio un motivo para que ella pensara otra cosa. Ya sabemos cómo es Ander... sin expresión ―se echó a reír de nuevo.
―Sí, es cierto ―comentó con unas risitas y volvió a mirar a ambos.
El abogado desvió la mirada hacia la joven y Winona giró la cabeza para clavar la vista también. Se excusó diciéndole que iba a saludar a los demás pero llegó para plantarse frente a Rebecca y a Nayra.
―Te saludo porque ya me voy ―se acercó a Becca y a propósito volcó la copa de champaña sobre el vestido de la argentina―. Discúlpame ―manifestó con falsedad.
―No te preocupes ―se mantuvo a raya.
―¿Eres la niñera? ―su interrogación fue directa.
―Sí ―afirmó.
―¿Y qué hace una persona de tu categoría en una reunión de profesionales?
―Supongo que lo mismo que ustedes, disfrutar de la reunión. No creo que en una reunión hablen de trabajo ―expresó Nayra tratando de que su lengua no se le fuera más de lo debido.
―Por lo menos no nosotras ―acotó Becca con sarcasmo.
Winona apretó los labios y se giró en sus talones para irse de allí.
―Me puso nerviosa ―admitió la joven.
―Que no te asuste la fachada... Puede ser muy bonita y pelirroja pero es vanidosa, engreída y un asco de mujer.
―Pero es profesional, yo solo soy la niñera y en mi trabajo no necesitas tener estudios para cuidar de un niño.
―Pues yo creo que es un poco peligroso también, se te llega a caer o le sucede algo y es una terrible responsabilidad. Nuestros trabajos fueron solo de sentar culos y estudiar. Que no te minimice porque eres mejor persona que ella. Y querida... ya que todos se fueron, me iré también ―le guiñó un ojo.
―Eres una tonta ―le dio una palmadita a su brazo y Becca la abrazó para saludarla.
―Te quiero amiga ―le dijo.
―Y yo a ti también ―respondió Nayra.
Todos se fueron y los últimos en irse fueron los padres de él. Cuando la casa quedó en silencio, Ander se quitó el saco, y la vio acomodar las cosas que había lavado el servicio del catering. Enseguida la ayudó.
―¿No te gustaría que compre un lavavajillas? ―preguntó.
―¿Por qué lo comprarías?
―Para que te ahorres el trabajo de tener que lavar siempre. Cuando vivía solo con Agnes eran pocas las cosas que usaba, prácticamente me la pasé pidiendo al delivery y tiraba a la basura las cosas descartables. Por eso si quieres, puedo comprar uno.
―Se puede usar mi sueldo para eso, ya que de todas maneras es un dinero tuyo.
―El sueldo te lo ahorras o lo gastas en lo que quieras, esto es parte de la casa.
―Cuando se termine el contrato y regrese a Argentina, no te va a servir de nada el lavavajillas.
―¿Quién dice que debes volver a Buenos Aires? ―su pregunta la tomó por sorpresa.
―El contrato cuando se venza o antes por algún otro motivo que veas raro en mí ―se rio por lo bajo.
―Puede que decida renovarte el contrato más adelante.
―Pero eso no lo sabes todavía, no puedes decir algo así de no estar seguro.
―Quizás tengas razón pero pueden pasar muchas cosas también de aquí a una nueva renovación del contrato.
―Es verdad.
Una vez que terminaron, él apagó las luces y caminaron hacia las habitaciones para irse a dormir.
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