De Ei-chan a Eiji
✯Género y subgéneros: Drama / Romance/ Slice of life
✯Personaje principal: Eiji Okumura
✮Advertencia(s): Inseguridades, menciones de abandono infantil y menciones de bullying.
✯Nota: Cuando salió la convocatoria, de inmediato pensé en hacer un chubby Ash lidiando con baja autoestima. Sin embargo, entré en un dilema porque también quería hacer esta trama. Al final, elegí este debido a que ya tenía forjado la historia y es sobre un tema que he visto que no se toma mucha relevancia en la comunidad LGTBI.
Por último, debo decir que he escrito este OS con sumo respeto a las personas que se enfrentan a este tipo de situación. Si algún lector lee este fic tiene eso o conocen de alguien que lo tenga, de verdad, no me puedo imaginar lo difícil que debe ser convivir con esa confusión y miedo desde el nacimiento. Solamente puedo brindar mi apoyo emocional a ustedes y que siempre habrá un altruista, alguien que dé la mano desinteresadamente, para poder ayudarlos. ¡Será difícil sobrellevarlo, pero no se rindan! Habrá una luz después del túnel.
¡Sinceramente, espero que disfruten este pequeño aporte!
También gracias a PoderKurbi por hacer siempre estas maravillosas dinámicas. Vayan a leer la antología Love Yourself de Banana Fish 2020 para descubrir más historias conmovedoras.
*
En el mundo, se conocen cuarenta tipos diferentes de intersexualidad. En términos generales, un intersexual es un sujeto que oriunda dentro de su cuerpo una ambigüedad genital, es decir, que posee características sexuales masculinas y femeninas, de diverso grado y obviedad; biológicamente nacieron de ese modo.
Existen pocos estudios que giren alrededor de estos individuos en la actualidad, pero en la sociedad y en la ciencia han tratado de estimarlos y entenderlos de la mejor forma, siendo menos despectivos y refiriéndose a esos rasgos particulares con una descripción más tenue como "trastornos del desarrollo sexual".
Sin embargo, en 1964 eran totalmente indiferente al respecto, considerándolo una anomalía grave, aunado al estigma social, conductas peyorativas y la ignorancia médica sobre la inmediata intervención quirúrgica para definir su sexo.
En ese mismo año, nació un bebé en un humilde pueblo de Izumo, Japón, sobre seno de una familia pobre, cuyas esperanzas de vida se redujeron al mínimo por su aspecto.
Esta es la historia de Eiji, el intersexual.
*
Abril 1964
El calor era sofocante, la presión de su pecho aumentaba de la misma manera que los dolores de parto. Ya estaba bastante dilatada. Su vista se nubló por sus lágrimas y sudor cada vez que pujaba. Las voces de la partera y de las otras mujeres que la ayudaban a parir las escuchaba en la distancia. Su propia consciencia la mantenía enfocada en sacar al bebé lo más pronto posible.
Yoshiko gritó al punto que sus cuerdas vocales desafinaran por el intenso dolor en sus partes íntimas al ser rasgadas violentamente por la cabeza de su preciosa criatura. Sus fuerzas se agotaban por cada empujoncito que realizaba, pero debía seguir intentando.
Las más ancianas de la aldea pronosticaron que tendría una niña por las dimensiones de su vientre, era grande pero no lo suficiente para considerar la espera de gemelos. Tuvo un embarazo tranquilo y sin muchas novedades. A pesar de la pobreza, con su esposo pudieron sobrellevarlo de la mejor manera. Aunque su esposo quiso un varón y los gastos se iban a elevar más con la llegada de su hija, estaban felices a su manera.
—¡Ya casi, señorita Yoshiko! — animó la partera, lista para recibir la bebé con mantas a mano. Las otras dos ayudantes preparaban el baño con agua caliente. —¡Preparense que ya viene!
Los alaridos de la japonesa preocupaban a su joven esposo, quien estaba sentado al otro lado de la habitación de su choza. Solamente rezaba en tener un bebé sano y su esposa con vida, no tendría las fuerzas si debe enterrar a uno o a ambos.
Antes de sucumbirse en sus pensamientos negativos, ocurrió. Pudo ver la silueta de su bebé, era como un angelito. Ella sonrió con cansancio antes de perder el conocimiento.
Entonces, los primeros llantos del bebé hicieron eco en las cuatro paredes.
Del otro lado de la puerta, se tensó el marido de Yoshiko, mas la felicidad se elevó hasta la coronilla, al escuchar a su bebé.
Entró vehemente a la habitación donde estaba dando luz su esposa, con una sonrisa en su rostro.
—¡Nació! — expresó con voz gozosa. —. ¡¿Qué es, una niña?! — lo que menos se esperó fue una bienvenida lúgubre por parte de la partera y las ayudantes. Observó que el bebé estaba envuelto en sábanas, pero su esposa tenía los ojos cerrados. —. ¡¡¿Yoshiko?!!
—Ella se encuentra bien, señor Joji. Solamente descansa, fue un parto difícil. — indicó la partera, con voz suave.
Joji pudo respirar más tranquilo. —¿Y el bebé...? — lo vio sano, así que estaba confundido por las actitudes tan extrañas de las féminas.
La partera lo observó con profunda pena. —Necesito hablar con usted, en privado.
El japonés no pudo ocultar la incertidumbre dibujada en su faz. Siguió a la partera junto con su bebé a una habitación aparte.
Rápidamente dedujo que el meollo de toda esa situación incómoda era acerca de su hijo o hija. El miedo lo invadió como una ventisca que congeló cada rincón de su cuerpo.
Cuando la partera colocó al bebé sobre una mesa vieja y despojó la manta que lo cubrió, Joji quedó estupefacto, que tuvo que parpadear varias veces y brotarse sus ojos con sus dedos.
—¿Q-Qué?
Bizarro era la manera más fácil de describir las partes íntimas del bebé. Tenía una protuberancia, haciendo entrever algo parecido a unos pronunciados testículos. Lo perturbador del bebé era que poseía vagina, y labios vaginales con un pequeño andrógino glande.
Joji quedó mudo. Los quejidos del bebé al no percibir el calor emanado de la manta fue el único sonido entre ellos.
Por un largo tiempo, la partera se dignó a suspirar. —No sé qué es. En mi vida nunca he visto un caso así — observó a un anonadado Joji. —. Tampoco sé si lo logrará sobrevivir, pero, si lo hace, conllevará a una serie de problemas.
El padre estaba aturdido. No tenían dinero para llevarlo con un médico y chequearlo, ni siquiera como para llevar un tratamiento a largo plazo. Eran pobres, y según el panorama tumultuosa que se estaba presentando, las decisiones eran más dolorosas que tomar.
¿Quién podría asegurar que el bebé no sufrirá por su condición?. ¿Cuánto tiempo iba a resistir?. ¿Iba ser un mal peor si lo dejaban con vida?
Joji amó a su bebé desde el momento que supo que su esposa estaba embarazada, pero pensó en la mejor opción para los tres, aunque su corazón se rompiera en mil pedazos.
No podían darle la calidad de vida que se merecía. Porque a simple vista, su bebé era un fenómeno.
Él desvió la mirada, procurando no quebrarse ante su bebé. —¿Puede encargarse?
La mujer frunció su ceño, mostrándose firme. —Por supuesto... — observó al bebé que estaba al borde de las lágrimas. —. Creo que será más fácil para Yoshiko si piensa que el bebé murió pocos momentos después de nacer.
Joji sonrió con tristeza. —Teníamos la certeza de que iba a ser una niña... — su voz se rajó, procurando no llorar. —. Íbamos a ponerle Eiko...
—Comprendo... — la partera dijo con voz suave. —. ¿Quiere decirle algo antes que me lo lleve?
El hombre exhaló irregularmente mientras cerró sus ojos. —No... no... — era un cobarde.
Comenzó a derramar sus amargas lágrimas al percatarse que la partera se fue junto con su bebé. Los lloriqueos de su primogénito paulatinamente disminuyeron tras hallarse lejos de la choza.
Tan solo esperaba que alguien más tuviera un corazón gentil y valiente para criar a su bebé, una persona contraria a él. Si no había una persona de ese calibre, entonces esperaba que su bebé no sufriera tanto en su vida o en su fallecimiento.
—Lo lamento... — cayó de rodillas, abatido por la culpa. —. Lo siento...
Ese era un pecado que iba a cargar por toda su vida.
*
Con un pesadumbre silencio, Shunichi y su esposa Eiko caminaron a través de las faldas de la montaña de su pueblo. Tras haber perdido a su bebé por una muerte súbita una semana atrás, decidieron migrar a la ciudad de Tokio para comenzar de nuevo, un éxodo prometedor, debido que se tornó muy doloroso la estadía ahí, en especial para Eiko, cuya depresión empeoró.
Vendieron todo lo que tenía para poder mudarse y llevaban pocas cosas en su haber. Los pueblerinos entendieron completamente sus intenciones. Ellos eran una pareja joven y no tenían la ligadura de cuidar a ancianos padres porque ya habían fallecido hace tiempo.
Shunichi tenía la gran aspiración de tener una carrera universitaria, era el sueño de un simple campesino. Sin embargo, no pudo negar que estaba preocupado hasta los huesos por su esposa. Ver a su hijo muerto en brazos fue muy traumático para ambos y ella se culpaba por lo ocurrido, pero él decidió ser fuerte en esa nueva travesía. Ella lo iba a necesitar más que nadie.
—Shunichi...
El aludido paró en seco al escuchar la voz de su esposa. Por causa de la repentina muerte de su bebé, ella se negó a hablar. Pudo sentir escalofríos al volver oír su dulce voz.
—¡¡¿Eiko, qué ocurre?!! — acortó la distancia entre ellos y sostuvo sus hombros con fervor. —¡¿Te duele algo?! ¡¿Dónde?!
Eiko estaba absorta, observando la nada con un rostro lleno de asombro. —¿Lo escuchas?
—¿Qué cosa? — alzó las cejas.
Shunichi se concentró en cualquier ruido en la redonda. Distinguió un ruido leve pero muy humano: el llanto de un bebé.
Antes de que pudiera reaccionar, Eiko corrió tras el apagado bullicio, con brillo de esperanza reflejado en sus ojos.
—¡¡Eiko!! —gritó Shunichi al correr tras ella.
Era increíble para Shunichi Ibe la velocidad de los zancos desesperados de su esposa. Ni las ramas, ni el fango, ni siquiera el cabello sobre su rostro fueron impedimentos para hallar los débiles alaridos de un infante.
Eiko se le adelantó pero su esposo pudo mantener el ritmo hasta donde estaba el bebé perdido. Estaban en medio del bosque, donde casi nadie rondaba por esos rumbos, solo animales salvajes.
No tardaron mucho tiempo en encontrarlo, pero para ellos fue eterno. Rápidamente Shunichi pudo entender el destino que le iba a deparar a la criatura si su esposa no se hubiera percatado de sus llantos. La respuesta de la incógnita sobre su abandono fue aclarado cuando observaron las partes íntimas del bebé.
El corazón del japonés se estrujó al ver que ni siquiera tenía una manta cubriéndolo y aún tenía su cordón umbilical.
—¿Por qué...? — exhaló Eiko tras ponerse de cuclillas y cargar el bebé. —. ¿Quiénes son esos desalmados que te rechazaron...?
Shunichi frunció sus labios y se posicionó a la par de su esposa. Fue ahí que notó una nota y la leyó en voz alta. —Que descanse en paz, Eiko. — le heló la sangre de inmediato.
No obstante, la japonesa no se inmutó ante la sombría carta. El bebé seguía llorando levemente, así que ella levantó con una mano los pliegues de su yukata y dejó expuesto sus senos. Con cuidado guió al infante a su pezón derecho, considerando que aún mantenía leche.
La sonrisa de Eiko fue cálida cuando el bebé comenzó a mamar.
—Compartimos el mismo nombre — Eiko rió entre dientes, su rostro se llenó de fulgor y sus ojos se cristalizaron de lágrimas. —. Ella es perfecta.
Shunichi se conmovió. Para una familia, el bebé representó ser una carga, pero para ellos encontraron un nuevo tesoro, aún con sus evidentes defectos.
—Entonces debemos llamarla de diferente forma para evitar confusiones — Shunichi rodeó a su esposa y a su bebé con sus brazos, para brindarles su calor corporal. Ya estaba decidido, tenían una nueva hija. —. Somos tus padres ahora, Ei-chan...
Shunichi pudo jurar que observó a la bebé sonreír suavemente ante sus palabras.
*
Octubre 1964
La vida no pudo ser más maravillosa para ambos. Pudieron encontrar un pequeño apartamento para poder vivir, Shunichi encontró un empleo como asistente de un estudio fotográfico y la pequeña Ei-chan era la bebé más risueña que habían conocido, le gustaba la compañía y era para nada huraña. Los vecinos estaban fascinados por la nueva familia que se asentó en el lugar.
Eran la típica familia feliz, aunque no todo era color de rosas.
Al cabo de unos meses, Eiko notó algo extraño en las partes íntimas de su bebé. Adentro, una protuberancia crecía.
—¿Es posible que sea algo malo? — preguntó una mañana Eiko mientras alimentaba a Ei-chan en la mesa. Su esposo comía su desayuno. —. Sé que las condiciones de Ei-chan no son normales... ¿será que esto es consecuencia de la guerra?
Shunichi y Eiko no sabían sobre los antecedentes de la familia de su hija, así que tomaron la referencia como una gran posibilidad. A penas han pasado más de veinte años desde que las bombas atómicas estallaron y han habido enfermedades rarísimas y mutaciones en niños desde entonces en Japón.
Tal vez ese era el camino correcto dar una respuesta definitiva con Ei-chan, pero el miedo persistía para ellos en llevarla con cualquier pediatra. Aunque eso no significaba que nunca la llevaban con ningún médico, el dilema rondaba que jamás le mencionaba que se hallaba ahí abajo.
—Me gustaría saber la respuesta... aunque sea darle un nombre a su condición... — murmuró Shunichi, dejando sus palillos a un lado del plato.
Eiko sonrió de lado cuando Ei-chan soltó su pezón y sonó un pequeño pop. La bebé alzó sus ojitos angelicales y estiró sus brazos para tocar el rostro de su madre, entrelazando sus deditos gorditos en su largo y lacio cabello.
La japonesa besó las mejillas rosadas de la menor y la acomodó en su pecho para darle palmaditas en su espalda con el fin de sacarle el aire.
Shunichi sonrió calidamente ante la escena.
—Sabes, ayer le pregunté a nuestra vecina, la señora Mariko, sobre cómo fue la situación de su hijo mayor... — comentó Eiko luego que Ei-chan eruptara.
—¿Situación? — arqueó una ceja.
—Sí, resulta que él, su hijo, no le bajaron sus testículos como correspondía. Sin embargo, hubo un médico fenomenal, según sus palabras, que logró ayudarlo.
El japonés abrió levemente sus ojos, percatandose a donde quería llegar su esposa. —¿Crees que nos podrá auxiliar con Ei-chan?
—Eso creo... — musitó Eiko. —. Al ver como crece eso de ahí, me da escalofríos. Tengo miedo a que hemos dejado pasar mucho tiempo para encontrar un diagnóstico con Ei-chan. — se aferró a su bebé. —. ¿Y si tiene algo muy malo?
—No te preocupes — dijo rápidamente Shunichi, en aras de calmar sus nervios. —. La hemos llevado al pediatra y él mismo ha dicho repetidas veces que Ei-chan es una bebé muy sana. Son pocas las ocasiones que ella se ha enfermado... y nunca ha tenido problemas en orinar o defecar.
Eiko suspiró tras escuchar esas palabras que sirvieron como apaciguamiento para el dolor en su corazón. —Shunichi...
El aludido se puso de pie y acortó la escasa distancia que tenía con su tesoro más preciado: su esposa e hija. Las abrazó protectoramente y poco tiempo después notó el leve temblor de Eiko.
—Hagamos una cita con ese médico, veremos que nos dice.
El japonés sintió que su esposa asintió sobre su pecho. Ei-chan balbuceó en medio de ellos.
*
Cuando llegó a la visita con aquel médico, la familia Ibe jamás pensó que iba ser tan traumático.
En sus mentes quedó grabada la expresión estupefacta del profesional al momento de revelar pañal de Ei-chan. Quedó ensimismado observándola con ojos saltones, estaba quieto como una piedra.
—¿Qué?, ¿qué sucede? — se alarmó Eiko mientras abrazaba a un afligido Shunichi.
El médico suspiró y luego cubrió nuevamente con el pañal al infante. Con una expresión estoica se dirigió a los padres.
—Debo de hacer una serie de exámenes a la bebé... para estar seguro de su diagnóstico.
Shunichi se le tensó sus hombros. —A simple vista, ¿qué considera que tiene?
El médico movió su quijada. —En mi vasta experiencia... puedo decir que su hija posiblemente tenga un tumor interno. En efecto, ahí pueden ver otro resaltando arriba de sus labios vulvares.
—¡¿Qué?! — gritó Eiko, exaltada. Shunichi palideció.
—Podrá ser cancerígeno si no lo removemos de inmediato. Ese es mi primera hipótesis que tengo hasta ahora.
Reinó un silencio abrumador. Al cabo de unos minutos, el doctor explicó los exámenes que debían de realizar y les citó nuevamente a su consultorio.
Confiaron ciegamente en él. Sus pocos ahorros desaparecieron por dichos exámenes y por la operación que realizaron a su bebé de seis meses. Los costos hospitalarios eran muy elevados al punto que el matrimonio Ibe tuvo que pedir un préstamo bancario. Se tuvieron que mudar a un apartamento aún más estrecho por la falta del pago del alquiler.
Aún con todos esos flagelos, decidieron seguir adelante con el procedimiento, convencidos que era lo mejor para su hija, sin buscar otra opinión médica.
Él era un médico excepcional y habían pocos como él, ¿por qué ir con otro que no tenía la pericia necesaria?
Ellos no poseían con el suficiente dinero para la extracción de la protuberancia externa de Ei-chan, así que decidieron ahorrar para hacerlo en un futuro próximo y con la tranquilidad que el tumor era benigno.
Sin embargo, Shunichi y Eiko no estaban plenamente conscientes de lo que ese doctor hizo con Ei-chan. Él supo de antemano que tenía la bebé, pero prefirió decir una mentirilla blanca, pensando que ellos no lo iban a comprender tanto como él sobre la situación.
Ei-chan era una mujer, pero no estaba completa.
El médico no removió ningún tumor, fueron pequeñas y poco desarrolladas gónadas masculinas, los testículos de Ei-chan. Consideró que era lo mejor para la bebé ya que tenía mejor formado los órganos reproductivos femeninos que los masculinos. No se preocupó mucho por el glande, debido a que no era funcional, según su criterio. Simplemente les advirtió que, a consecuencia de la cirugía, muy probablemente su hija quedaría estéril.
Aún con todo lo dicho, Shunichi y Eiko pudieron respirar tranquilos, aunque fue efímero.
Los verdaderos problemas se estaban por avecinarse.
*
Septiembre 1970
—¡Ei-chan, regresa! ¡¡Debes ponertelo antes de ir a la escuela!!
El infante de seis años de edad corrió portando solo con sus calzones, alrededor del pequeño apartamento. —¡No quiero, papá! — sacó la lengua.
Shunichi emitió un ofendido alarido. —¡¡Es un hermoso vestido rojo con vuelos y encaje!! ¡Te verás preciosa!
—¡Qué no!
—¡Qué sí, Ei-chan!
—¡Pero si está horrible!
Sintió que su alma se iba de su cuerpo. El japonés luchó en comprar ese vestido en la tienda de ropa más famosa de Tokio, pensando que su hija, esta vez, le gustaría.
—No la fuerces a probarselo, o será como aquel vestido que rasgó estando en la calle...
Shunichi aguantó las ganas de llorar al momento de girar su rostro y ver a su hermosa esposa. —Eiko... — dijo con voz aguada por las lágrimas. —. Solo quiero que Ei-chan se vea bonita... — le enseñó el vestido con lástima. —. ¿Cómo podré mostrar en el estudio de fotografía a mi adorada hija si no se arregla?
Refunfuñó. —Es tu culpa en seguir comprando vestidos, sabiendo que Ei-chan los aborrece — emitió una pequeña carcajada ante la mirada triste de su esposo. —. Simplemente tómale fotografías con sus pantalones o con sus overoles. Verás que saldrá linda, eso está de moda ahora.
Shunichi, luego del regaño, bajó su mirada y abrazó a su esposa. Solamente quería vestir a su hija como una muñequita de porcelana.
Eiko solamente sonrió.
La vida de la familia Ibe ha tenido sus altibajos, más con relación sobre el estado psicológico de su hija.
—¡Ya estoy listo!
Y era que Ei-chan se comportaba como un niño.
Shunichi y Eiko vieron de soslayo a Ei-chan, con el pecho descubierto, portando una capa roja y cabeza de tigre. Estaba imitando al protagonista del anime del momento: Tiger Mask.
Shunichi suspiró, irritado mientras que Eiko sonrió.
—Mi tesoro... — la japonesa caminó hacia su hija. —. Vamos a vestirte, se hace tarde para la escuela.
—¡Pero si ya estoy listo! — frunció sus labios y ceño.
—Podrás llevarte tu traje de Tiger Mask si te pones ropa abajo — sonrió entre dientes. —. No querrás una sanción en la escuela.
Ei-chan dio un respingo. —¡No, no, no! ¡Sería un mal ejemplo!
Sin más, salió corriendo hacia su habitación.
—Papá, prepárate a salir ya que Ei-chan se viste a la velocidad de la luz — comentó Eiko, con voz divertida. —, también ya es tarde para ti a ir al trabajo.
Shunichi Ibe resopló, teniendo en mente que acumuló otro vestido más para su colección.
—¡¡Estoy listo!!
Ei-chan salió dando zancos desde su habitación hasta donde estaban sus padres. Vestía unos pantalones psicodélicos de color amarillo con franjas cafés de corte de campana y una camiseta negra metida al pantalón.
Shunichi solamente negó con su cabeza. Esa vestimenta fue comprando en contra de su voluntad. —¿No te hace falta nada?
—¡No, tengo todo en mi mochila! — sonrió ampliamente. Luego llevó a su padre al pequeño altar ubicado en una esquina de la sala de estar. En ella, había una pequeña urna con su incienso. —. Ya nos vamos, hermano.
—Adiós, hijo — dijo Shunichi con voz suave mientras juntaba sus palmas. Eiko sonrió tristemente. —. Regresaremos pronto.
A pesar que pasaron los años, el matrimonio Ibe no se ha olvidado de aquel bebé que perdieron. Inculcaron a Ei-chan que, aún fallecido su primogénito, seguía siendo parte de la familia y merecería respeto.
*
Tomados de la mano en las alborotadas calles de Tokio, Shunichi podía sentir sus hombros tensarse por cada paso que daban.
No quería darse color a su pequeña que estaba preocupado por su bienestar. En su acta de nacimiento, tras inscribirlo como sus padres, lo reconocieron como una niña. Legalmente Ei-chan era una "ella", pero mentalmente era como niño; su cabello era de corte de varón, prefería jugar con los chicos, hablar como ellos, incluso se ha presentado a sí mismo como "Eiji" y los demás niños y padres pensaban que era un chico.
Sus deseos en pertenecer al sexo opuesto alarmaba a sus padres. Aún así, amaban a Ei-chan y querían criarlo de la mejor manera. Por lo mismo, mantenían la mente abierta ante cualquier diagnóstico, sabían que su hija era un caso especial. Sin embargo, su esposa y él no querían desviar su sexualidad por creencias posiblemente efímeras de una mente infantil, mas les angustiaba el hecho que estuvieran perjudicando a Ei-chan si no tomaban las medidas necesarias. ¿Acaso el tumor externo que aún permanecía en su cuerpo sí era un glande como pensaron?
Siendo un niño o niña no causaba tantos problemas hasta el momento; no obstante, el matrimonio Ibe percibía que habrá repercusiones cuando Ei-chan creciera. ¿Después de eso, qué harán?
—Papá, yo... lo siento... — Ei-chan arrugó su rostro, apenado. —. El vestido no estaba feo... es solo que... no me gusta ponerme uno... —cerró sus ojos. —. Me siento... feo usándolo.
Shunichi se detuvo en seco. ¿Acaso ser varón o fémina era más que solo una cuestión biológica? Ei-chan se refería a sí mismo como un "niño" desde hace tiempo y era consciente ello. No era un mero desliz como sus maestras les reportaban que su hija tenía problemas de comunicación.
Ei-chan alzó su mirada, con preocupación. —¿Papá?
— Yo soy quien debo pedir disculpas, Ei-chan — se puso de cuclillas. —. Quise obligarte hacer algo que no te gusta. — sonrió suavemente. —. ¿Me perdonas? —lo que no espero Shunichi fue la reacción pasiva del menor. Ei-chan dejó que sus párpados cubrieran sus infantiles orbes y la tristeza se dibujó en su rostro. —.¿Ei-chan?
—Papá... — se mordió el labio inferior. —. ¿Yo... soy raro?
Parpadeó rápidamente. —¿Qué? — se ofendió levemente. —. ¿Quién te ha dicho eso? — era obvio que esa conjugación no la aprendió en casa.
—Todo el mundo. — musitó.
Eso rompió el corazón de Shunichi. A pesar que le enseñaron a Ei-chan a ser más independiente, de ir al baño solo y usar el lavabo de chicas, que era una niña. Mas no era suficiente para eludir la atención de las demás personas y que la juzguen.
Ei-chan era diferente y sabía que lo era debido a que se percató que, ahí abajo, era ambiguo, no era como los demás chicos o chicas.
Recuperando las fuerzas, Shunichi suspiró. —Escucha, Ei-chan... — llamó mientras acarició sus cortos cabellos. —. Habrá gente que no te comprenderá y te tratará mal... es inevitable... pero verás que resolveremos todo esto. — el menor lo observó con ojos llorosos.
—Lo intento, papá... me gusta las cosas de niña, quisiera ser niña, pero... me siento más cómodo ser niño...
¿Cómo era posible que una pequeña de seis años se estuviera debatiendo sobre su género?
—Eiko-chan... no te esfuerces tanto — exhaló, con su corazón aún oprimido. —. Simplemente sé tú misma... — luego de esas palabras, lo abrazó. —. Recuerda que eres el tesoro de papá y mamá, te queremos por tu forma de ser.
Shunichi notó que Ei-chan se separó sutilmente de él. No se espero en apreciar el rostro estupefacto y conmovido del menor.
Esto ya era grave. Necesitaban hablar con un psicólogo o buscar a alguien quien los guíen.
*
Luego de un encapotado día laboral gracias a sus preocupados pensamientos, Shunichi llegó a su apartamento con sin muchos ánimos. La conversación con Ei-chan se impregnó en lo profundo de su ser. Nunca había escuchado algo parecido en su vida, por lo que lo sacaba de su zona de confort. Debía discutirlo con Eiko, tenía el presentimiento que algo errado hicieron para que Ei-chan se sintiera que estuviera viviendo en un cuerpo ajeno a lo que ella quiere. Su hija no había sido así de sincera con él, era como si detrás de aquellas palabras estaba pidiendo auxilio.
No podía negarlo y era inevitable pero estaba aterrado a que su esposa experimentara el mismo miedo que él.
Shunichi abrió la puerta, sintiéndose triste y con desaire. Sin embargo, esos sentimientos se esfumaron al escuchar risas.
—Ya regresé... — dijo con voz dubitativa. Las risas perduraron aún cuando se quitó sus zapatos. Pudo distinguir que eran las carcajadas de su esposa e hija, pero había otra que no podía ubicar.
Al momento de entrar al comedor, la expresión de Shunichi cambió, casi comicamente.
—Hola, cariño. — soltó una risotada Eiko al ver a su amado en completo aturdimiento.
Ei-chan sonrió con alegría. —¡¡Hola, papá!! — emitió una risita. —¡¡Traje a un amigo!!
—¿Eh? — fue lo único que Shunichi solamente logró responder.
El invitado esbozó una sonrisa cortés. —Buenas tardes.
Shunichi vio en su comedor a su hija sentada al lado de un niño. Lo que no lograba procesar el japonés era que... ¡ese niño era guapo!. Rubio, de ojos verdes y de piel blanquecina que provocaría la envidia de las mujeres asiáticas. ¡Parecía un príncipe de cuentos de hadas! Lo peor de todo no era el hecho que estaba de metiche en su casa, sino que estaba muy cerca de su preciosa Ei-chan.
¿Qué hacía él ahí? No era común alguien de su calibre en Japón y, lo más que desconcertaba era que hablaba japonés a la perfección. ¡¿Y por qué su esposa se estaba riendo de él?!
—¡Ah, sí... b-buenas tardes...! —saludó Shunichi con torpeza. —E-Ei-chan... ¿quién es...? ¿Un amiguito de la escuela...?
Eiko se aguantó su risa.
La aludida negó con su cabeza. —¡¡Él vive en este mismo edificio!! — volteó a ver al invitado. —¡Su nombre es...! ¿Aslu... emmm, Asha?
—Aslan... — respondió, cansado.
—¡Ah, Ash!
El rubio suspiró. —Perdón por la intromisión, señor. Ei-chan me ha visto por aquí y me ha invitado en varias ocasiones... hoy me animé a pasar. Espero que no le moleste...
Shunichi estaba pasmado. ¡¡Ese niño era un encanto por sus modales!!
Entonces, Eiko decidió intervenir ante lo mudo que se quedó su esposo. —El padre del pequeño Aslan, el señor Griffin, trabaja en su propia clínica y a veces llega tarde del trabajo —informó mientras se acercaba a su esposo. —. Hoy, cuando recogí a Ei-chan de la escuela, lo vimos en la entrada de la puerta 209. Resulta que Aslan olvidó las llaves del apartamento. Le hablamos al señor Griffin lo ocurrido y, apenado, nos agradeció...
—¿Entonces... te quedas solo...después de clases? — Shunichi estaba estupefacto. Ese niño rondaba entre los 6 o 7 años de edad. No parecía ser mayor que su hija.
Aslan asintió. Shunichi no quiso indagar más sobre la vida de los extranjeros.
Asimismo, Shunichi observó el rostro lleno de felicidad de Ei-chan, como si estuviera emocionada por tener un amigo. Del tiempo que ha estado estudiando, él no ha escuchado que ella se junte con nadie. Un sentimiento de pesar comprimió su corazón en tan solo pensar que Ei-chan jugaba sola en los recreos o que nadie quería acercarse a ella.
Así que decidió no espantar a ese niño foraneo. Parecía tener buenas intenciones con su hija, en especial la forma linda e indiferente cada vez que la veía.
Tal vez Ash también quería ser su amigo pero era tímido en hacerlo.
—Bueno, si así es el caso, ¿por qué no hablamos con tu padre en que nosotros te cuidaremos mientras él trabaja, Aslan? —sugirió el japonés, suavemente.
—¡¿En serio?! — gritaron al unísono Aslan y Ei-chan.
Eiko estaba levemente sorprendida.
—Sí, así no te quedarás solo y el señor Griffin estará más tranquilo... así podrás jugar con nuestra hermosa y adorable hija... —los últimos adjetivos los expresó con melosidad.
—¡¡Papá!! — elevó la voz Ei-chan, avergonzado.
Por su parte, Aslan frunció su ceño. —¿Hija...? Pero Eiji es nombre de hombre...
Se retorció en su asiento. —Es que... mi nombre es Eiko... —musitó, con un ligero rubor en sus mejillas. —. Porque jugamos a los policías mi alias es Eiji... así como tú eres Ash para mí... — sonrió débilmente.
El matrimonio Ibe estaba en shock. No se imaginaron que Ei-chan siguiera presentandose como "Eiji" ante extraños. La ansiedad se manifestó en sus rostros, esperando la reacción del niño.
—Espera... — se quedó pensando Aslan por un tiempo, colocando su dedito índice en su mentón. Cuando lo procesó, su cara se tornó rojo como el tomate. —¡¡¿Eres una niña?!! —la vio de pies a cabeza.
Ei-chan asintió, con tristeza. Esa expresión no pasó por desapercibido por el rubio. —Sí...
—Tesoro... — murmuró Eiko.
—¡P-Pero qué importa! — gritó Ash, con una sonrisa forzada debido a que la impresión aún no lo abandonaba. Aún recordaba las veces que fue brusco con ella debido a que pensó que era un chico. ¡Qué tonto era, a las chicas no se les pegan! Aunque no estaba seguro el por qué ella hablaba como un niño. Aún así, le agradaba. —. ¡M-Mientras podamos jugar carros, a los espías o la pelota, está bien! — juntó sus palmas de las manos, en forma de ruego. —. Solo no me hagas jugar muñecas...
Aslan no era consciente, en virtud de sus palabras, iluminaron el rostro de Ei-chan con un precioso gesto de admiración. —¡Pero qué dices, sí yo odio a las muñecas!
Ambos niños rieron, haciendo que se formara tibieza en los corazones conmovidos de Eiko y Shunichi.
*
Esa noche, tocaron dos veces el timbre del apartamento a las ocho de la noche.
Shunichi abrió la puerta y se encontró con singular hombre: era extranjero, alto, de pelo castaño y con una expresión suave.
—Buenas noches, señor y señora Ibe... soy Griffin Callenreense, el padre de Aslan...
El japonés sonrió entre dientes. —Señor Callenreense, bienvenido. Mi nombre es Shunichi Ibe — puso su dedo índice en sus labios en señal de silencio. —. Procure no hacer mucho ruido, los niños ya se han dormido.
—¿De verdad? — se mostró asombrado. —. Generalmente Aslan no duerme a esta hora.
—Supongo que está cansado luego de haber jugado con Ei-chan casi toda la tarde —explicó y después se apartó un poco del marco de la puerta —. Por favor, pase adelante.
Griffin asintió en forma de agradecimiento. —Con permiso.
Ambos hombres entraron a la casa y rápidamente el olor a comida cocinarse inundó sus olfatos.
—¡Oh!, bienvenido —saludó Eiko después de haber probado la sopa de miso. —. Tome asiento, en breve serviré la cena.
El castaño negó. —No es preciso. No quisiera molestar a esta hora.
—Insisto, quédese — habló Eiko. —. Ha trabajado todo el día y una buena comida caliente le hará bien — sonrió. —. Por cierto, mi nombre es Eiko Ibe... yo fui quien lo llamó por la tarde.
Le devolvió el gesto con otra sonrisa. —Gracias... mi nombre es Griffin Callenreense.
Poco tiempo después, arreglaron la mesa y comieron en paz. No quisieron despertar a los niños en virtud de que les costarán dormir luego si cortaban su sueño abruptamente.
La charla fue amena entre los vecinos y conocerse mejor.
—Oh, con que es psicólogo infantil... — repitió Shunichi, sumamente interesado. —. Espero no inmiscuir, pero... ¿por qué Japón?
Griffin emitió una risa suave. —Créame que no es el único que me lo pregunta. Sé que es no es común ver un extranjero por estos lares... y menos padre de familia.
—Aslan habla muy bien el japonés —aduló Eiko. —. Me sorprendió bastante su fluidez, eso me dice que él ha estado aquí desde hace mucho.
—De hecho, él nació aquí — sonrió pero con ligera tristeza. —. Estudié en la Universidad de Richmond en Canadá, ahí conocí a Brooke, la madre de Aslan. Su padre fue soldado que luchó en la segunda guerra, entonces la orden de reubicarse fue emitente. Así que ella vivió aquí durante toda su vida hasta la Universidad. Después de casarnos, y por el fallecimiento de sus padres, concertamos en hacer vida en Japón. Ambos nos gustó la idea en formar una familia en el país donde creció.
Eiko curvó sus labios hacia arriba, emocionada. —¡Que maravillosa historia!, usted habla bastante bien el japonés también — juntó sus manos. —. Estoy ansiosa en conocer a la señora Callenreense.
Griffin bajó la mirada. —Brooke, mi esposa falleció al dar a luz... — suspiró.
Las expresiones de los japoneses cambiaron drásticamente.
—Mis más sentido pésame... — murmuró Shunichi, conmovido. En tan solo pensar que el señor Callenreense ha criado a su hijo solo, un país ajeno, le oprimió el corazón.
—No hay cuidado... — mantuvo su sonrisa. —. Permanecer en Japón ha sido agridulce, pero siento que estoy cerca de ella si vivimos aquí... además, este es el hogar de mi hijo ahora. — quiso mostrarse alegre ante sus vecinos.
—Aslan debe ser una gran bendición para usted... — susurró Eiko.
—Lo es... él es mi todo...
Plácticaron sin tener la noción del tiempo. Acordaron en que la familia Ibe iba a cuidar de Aslan después de la escuela hasta que Griffin llegara por él.
Ellos no se iban a imaginar que a raíz de los eventos de ese día, se iba a forjar una estrecha amistad entre ellos, en especial entre Ash y Ei-chan.
Más tarde, esa noche, después que Griffin se llevara a Aslan en sus brazos, Shunichi y Eiko por fin pudieron acostarse en su cama matrimonial
—Fue bueno en conocer a nuestro vecino hoy, es una persona agradable.
Shunichi tenía clavado su mirada en el techo bajo la oscuridad, aún pensando en la confesión de su hija y la extraña conexión que ató hacia el señor Griffin como un amparador para ellos.
—Sí... — murmuró el japonés. —. Su hijo será buena compañía para Ei-chan...
Y es que Shunichi no pasó por la vista gorda el trato que se tenían, a pesar que apenas empezaron a hablarse recientemente.
—Aslan es un niño tan dulce... estoy segura que tendrá una bonita amistad con nuestro tesoro... es una corazonada. — Eiko suspiró, encantada.
Por su parte, la cabeza de Shunichi estaba coptada de preocupaciones. No podía hallar lo dulce que ha pasado con ellos. Su corazón le pesaba en saber que Ei-chan no estaba completamente feliz.
—Eiko...
Shunichi quiso compartir sus pesares con su esposa en ese momento de privacidad, pero vaciló. No se atrevió a arruinar su buen humor. Seguramente, si se lo contaba ahora, ella no podría conciliar el sueño después.
Él quería olvidar, al menos efímeramente de todo. Quería reemplazar su angustia con otros sentimientos más placenteros.
Buscó a Eiko en la oscuridad, entre las sábanas se posicionó encima de ella y la besó fervientemente sin mediar palabra.
Ella exhaló con su nariz ante el sorpresivo contacto físico. Cerró sus ojos, arqueó su espalda cuando su esposo despojó de sus prendas y se derritió en sus brazos.
*
Pasaron dos semanas para que Shunichi abriera la aflicción de su corazón a su esposa. También le confesó sus pensamientos al respecto. Lo hizo dentro de su habitación, luego de que regresó temprano del trabajo y Ei-chan y Aslan veían anime en el televisor de la sala de estar.
—Misericordia... — Eiko le tembló la quijada y llevó sus manos en sus labios. —. ¿Nuestra hija te contó todo eso?
Shunichi sintió su cabeza explotar del estrés y de la desconsolación. —Sí... — suspiró, cansado mientras se resolvía sus cabellos con sus dedos. —. Realmente me siento triste... e impotente.
Eiko no suprimió sus lágrimas. —Ei-chan... — jadeó, estupefacta. —. ¿Nosotros la acorralamos a esos pensamientos?
En tan solo pensar que fueron los causantes de reprimir a su tesoro, había compungido su interior. —No lo sé... — su voz fue lánguida. —. No lo sé, Eiko...
La respiración de la aludida fue agitada. —Shunichi...
Rápidamente, el japonés rodeó sus brazos en el cuerpo petrificado de su esposa, dándole la oportunidad de llorar en su hombro. —No tenemos dinero en acudir de nuevo con el doctor que vio a Ei-chan cuando era una bebé... — vio fijamente la pared, tratando de hallar sus palabras adecuadas entre los llantos de Eiko que carcomían sus tímpanos. —. He pensado... en pedir ayuda... al señor Griffin.
Eiko asintió sin que sus sollozos subsidieran. La culpa autoimpuesta empezó a correr el buen juicio de ambos.
*
Agosto 1970
—¡Ei-chan, atrápala!
La pelota giró por los aires, con trayectoria al cuerpo del japonés.
—¡La tengo! — gritó con su pierna lista, dando aviada para patearla.
El sonido de la pelota estrellarse en el pie de Ei-chan atrajo la atención de todos. Estaba tan cerca de la portería que casi se podía saborear un gol.
Fue tan rápido la patada de Ei-chan que el niño que estaba jugando como portero no la vio venir y entró en la red sin problemas.
—¡¡GOL!! — gritaron todo el equipo por la victoria. El partido se estaba llevando a cabo en el parque pero los niños se lo tomaron en serio.
Aslan corrió a toda velocidad hacia Ei-chan y se le abalanzó. El gozo era tan grande en su ser por haber presenciado uno de los mejores goles en su vida. —¡¡Eso fue grandioso, Eiji!!
El aludido sonrió entre dientes. El único que tenía el privilegio de llamarlo así era el rubio.
—¡¡Fue por tu defensa que nos salvó, Ash!! — Ei-chan lo abrazó cálidamente. —¡¡Hoy nos ganamos los helados!!
—¡¡Victoria!! — gritaron los otros tres niños integrantes del equipo improvisado de fútbol. Los del equipo perdedor solamente refunfuñaron.
Para Aslan, desde que Ei-chan entró a su vida, a mejorado considerablemente. Era más feliz y sociable, y era más sencillo para los demás niños acercarsele con Ei-chan a su lado debido a que estaban inseguros de hablarle a un extranjero.
Aún si su círculo social creció, Aslan no dejó abandonado a Ei-chan. Siempre procuraba tratarla con delicadeza, ya que era una chica. Aunque debía admitir que era la chica más fenomenal que ha conocido: no era débil, jugaba con los niños, y era poco femenina, en especial cuando su papá indirectamente hablaba sobre vestidos. Sin embargo, ella también tenía su lado dulce: le encantaba estar en la cocina, hacer oficio, tejer y hasta hacer manualidades. Hasta Ei-chan le regaló un collar de pasta coloreada con pintura para su cumpleaños.
Ha decir verdad, ella era muy linda, la niña más bonita de todo el vecindario, pero era su secreto. No han sido amigos por mucho tiempo, pero la consideraba como su mejor amiga.
¡Además, sus padres y su papá permitieron que estudiaran el próximo año en la misma escuela! Tan solo esperaba que estuvieran en el mismo salón.
No fueron conscientes del tiempo, y de un momento a otro, luego de llenar sus estómagos de helado, era la hora de regresar al complejo de apartamentos porque ya iba a empezar Tiger Mask.
—¡Vamos, Eiji, corre! — dijo Aslan en voz alta mientras subían las gradas.
—¡Ya voy! —jadeó. —. Tienes piernas más largas.
—¡No es cierto! ¡Tú eres el enano! — sonrió de forma traviesa.
Ei-chan hizo un puchero.
Cuando finalmente llegaron al apartamento de la familia Ibe, los niños se sorprendieron al percatarse que estaban Eiko, Shunichi y Griffin en el comedor. La mesa estaba regada de papeles extraños, libros y otros apuntes.
—¿Papá? — Aslan frunció el ceño. — ¿Qué pasó, qué haces aquí?
Griffin intentó apaciguar el ambiente tenso del lugar con su cálida sonrisa. — No ha pasado nada malo, Aslan. Solamente debo hablar con los señores Ibe de un asunto importante.
Ei-chan observó a sus padres con sus ojos dilatados. Eiko y Shunichi no pudieron ocultar su angustia de su hija tanto como ellos hubieran querido.
—¡¿Me porte mal?! — preguntó Aslan a los padres de Ei-chan, claramente paralizado.
Shunichi emitió una risita suave. —Para nada. Tu comportamiento ha sido de maravilla.
Eiko suspiró levemente ante los rostros confundidos de los niños. —¿Ya es hora de su programa? — se acercó a la televisión y la encendió. —. ¿Por qué no lo ven mientras nosotros, los adultos, hablamos en privado.
Ei-chan notó que su mamá le subió volumen a la televisión más de lo que tenía permitido. Eso lo hizo asustarse. —¿Está bien todo, mamá?
Eiko forzó una sonrisa mientras se incorporaba. —Por supuesto.... — rió alegremente. —. Puede ser que este secretismo sea parte de una sorpresa.
—¡¿Una fiesta?! — los ojos de Ei-chan brillaron. Aslan, por su parte, estaba asombrado.
La japonesa les regaló una última sonrisa y colocó su dedo índice en sus labios en señal de silencio.
Los niños no les tomó mucha importancia luego que los adultos se encerraron en la habitación del matrimonio Ibe. Una vez que comenzó el anime, se olvidaron de todo.
Sin embargo, Aslan no estaba del todo cómodo. Su vejiga pedía a gritos en liberar sus líquidos. Intentó aguantar hasta los anuncios pero le fue imposible.
—¡Argh, voy al baño! — dijo Aslan de prisa. Ya no pedía permiso en ir puesto que ha estado visitando tanto a sus vecinos al punto que ya se habían acostumbrado a su presencia. Era como parte de la familia.
Ei-chan no le despegó la mirada a la pantalla. —Aja...
Corrió, procurando no orinar en el camino. El baño estaba algo apartado, por lo que tenía que pasar el pasillo que conectaba las habitaciones para poder llegar.
Toda su concentración se esfumó al escuchar un jadeo dentro de un cuarto cerrado.
—¡¡...ño!!, ¡¡¿está completamente seguro?!!
La voz no era muy clara y solamente pudo distinguir unas palabras de la voz de la mamá de Ei-chan. Se escuchaba asustada y no quería inmiscuirse en la conversación, pero su curiosidad fue tan grande que a Aslan se le olvidó las ganas de ir a orinar.
—Sí, hablé con mis colegas en Canadá sobre los exámenes y tomografías que le han sacado durante su vida. No hay duda... ella es intersexual. Por lo que me han comentado y lo que he notado superficialmente, ella se inclina más al ser del sexo opuesto.
Aslan abrió grandemente sus ojos, esa voz serena era la de su padre, pero, ¿de qué hablaban? ¿Qué es intersexual?
—¡¿Entonces si era verdad?! ¡¿las cirugías de reconstrucción vaginal no eran necesarias?! — era la voz del padre de su amiga. —¡¿Le quitaron sus testículos?! —gimió de tristeza. — ¡¿Ella tenía testículos?!
El niño frunció el ceño. No estaba entendiendo nada.
—Francamente, todo esto es nuevo para la medicina, a pesar que han habido antecedentes de casos similares. Mi mayor preocupación no es el asunto físico sino psicológico — pausó. —. Necesito hablar con Ei-chan de todo esto cuando esté lista... no me sorprendería lo confundida que ha estado por este mal diagnóstico médico.
—¡¿Qué hacemos entonces?!
Hubo una pausa.
—Críen a Ei-chan con amor. No recaigan en estereotipos y haganla saber que sus preferencias valen. Estén pendientes de sus cambios de humor, posiblemente sea molestada por lo que es; apoyenla y haganla saber que en su familia se puede refugiar...
Aslan se alejó de la puerta, desorientado y fue hacia la televisión con paso agitado. Si su padre quería ver a Ei-chan era porque estaba enferma. ¿Cómo? Si él veía a su amiga muy sana.
—¡Oh, Ash! Ven, casi no te perdiste de mucho — Ei-chan sonrió ampliamente mas ese gesto se borró drásticamente ante la mirada ofuscado de su amigo. —. ¿Que tienes?
Aslan clavó sus ojos en Ei-chan, analizando si veía algo fuera de lo normal, pero no encontró nada. —Yo solo... — negó con su cabeza. —. ¿Eiji, te sientes mal?
Parpadeó. —¿Qué? No... estoy de maravilla — parpadeó con confusión. —. ¿Por qué?
¿Acaso su padre halló algo feo en su amiga que ni siquiera ella sabía que estaba enferma de intersexual?
—Olvidalo. Creo que entendí mal.
—¿Qué?
—Nada sin importancia. — tenía que preguntarle a su padre de todo eso.
Por su parte, tras verse ignorada, Ei-chan infló uno de sus cachetes, con molestia.
*
—¿Me llamaste, papá?
Alzó su mirada ante el rechinido de la puerta abrirse. —Sí, Aslan. Ven aquí...
Pasado las nueve de la noche, padre e hijo regresaron a su apartamento. Griffin dejó a Aslan ponerse la pijama y lavarse los dientes para luego llamarlo a su cuarto.
El niño caminó hacia la cama , dio un salto alto y se cayó acostado sobre ella. Sus ojos brillantes como el jade más fino observaron a su progenitor.
—¿Qué sucede? —musitó.
Griffin sonrió con una ligera tristeza. —Aslan, mi niño... ¿te gusta mucho Ei-chan, verdad?
El rubio se ruborizó hasta el cuello. —¿G-Gustar? ¡P-Pero si solo somos amigos!
El hombre suprimió una carcajada. Su hijo era muy transparente. —Me alegra que tengan una bonita amistad... y mejor aún que estudiarán en la misma escuela pronto.
—Sí — sonrió de tal manera que hizo que el corazón de su padre regocijar. —, no será tan duro en hablar a mis compañeros — de repente, esa cálida hermosa sonrisa desapareció. —. Papá, ¿puedo preguntarte algo?
—Dime.
—¿Ei-chan... — vaciló. —, está enferma?
Griffin le faltó el aire. Su hijo no era tonto y lo ha visto trabajar antes, rápidamente pudo captar que hoy pasaba algo fuera de lugar al estar en la vivienda de los Ibe, en especial el trato que hubo entre ellos como si fueran unos pacientes en su consultorio.
Iba a ser infructuoso si intentaba evadir su pregunta o engañarlo. Así que decidió seguir su plan inicial y sincerarse parcialmente con él.
—Hijo, escucha — se acercó a él. —. La vida de Ei-chan, a partir de ahora, no será nada fácil —buscó su mirada y halló una curiosa. —. No tiene una enfermedad, pero tiene un... problema que le afectará cuando crezca.
Esa declaración asustó a Aslan. —¿Va a curarse?
—Pues... más que una cura, es una decisión que ella debe de tomar en un futuro, y para ello, va a necesitar mucho apoyo de su familia, de sus amigos — dio una palmadita en su hombro. —, de ti.
El rostro del niño mostraba una maraña de confusiones. —¿Pero... qué tiene?
—Eso es algo que le corresponde a ella decírtelo cuando esté lista... si es que, algún día, quisiera confesar — suspiró. —, solo... sé un buen amigo con ella y que siempre esté cómoda.
Aslan no le quedó claro lo que su padre intentaba decirle exactamente. ¿Ese problema era lo que lo llamó "intersexual?". No se atrevió a preguntar, sin embargo, algo que estaba seguro era que siempre estaría ahí para Ei-chan, así como ella lo ha hecho.
—De acuerdo. —respondió, con convicción.
*
Septiembre 1970
Aslan tocó la puerta del apartamento de su amiga con emoción. Se denotó su alegría con un rubor en su rostro y una sonrisa cegadora. Vestía su nuevo uniforme de color negro y su mochila llenos de libros.
Hoy, para Ei-chan y él, era el primer día de escuela primaria de Izanagi.
Cuando se abrió la puerta, iba a explotar su felicidad, pensando que iba ser recibido por su amiga. Sin embargo, su mirada se enfocó en otra Eiko, la madre.
—¡Buenos días, señora Ibe! — sonrió entre dientes. —¿Está Ei-chan lista?
La japonesa negó con su cabeza, en sus facciones estaba dibujada una enorme preocupación.
—Ay, Aslan-kun, creo que hoy tendrás que ir solo.
Eso lo asustó. —¡¿Qué?! ¿Por qué...?
—Ei-chan no está lista... — bajó la mirada. —. No quiere salir de su habitación.
Aslan, de inmediato, se enojó. Ella desde hace semanas estaba ansiosa por acudir al primer día de clases. Ahora, pensaba, que tenía la osadía de quedarse dormida y dejarlo plantado.
No, no, no. No lo iba a permitir.
—Voy a pasar — no estaba preguntando. Se metió de escurridizo dentro del apartamento, sin darle cabida a Eiko en poder pararlo. —. ¡¡Eiji, holgazán, levántate!!
Sin embargo, el rubio se detuvo en seco tras escuchar unos sollozos. Asomó su mirada hacia donde provenían y logró ver una habitación abierta. Dentro de ella, estaba Shunichi consolando a su amiga.
La escena desconcertó a Aslan. —¿Eiji...?
Shunichi y la aludida dieron un respingo ante el visitante no esperado. Ei-chan, cuando se percató de quién se trataba, escondió su rostro en el regazo de su padre.
—Vete... —murmuró Ei-chan.
Aslan parpadeó. —¿Pero qué pasó?
De repente, la madre de su amiga apareció por detrás, sin tener la menor idea qué hacer.
—Ei-chan no quiere usar el uniforme. Está... triste por eso. — informó Shunichi con voz suave, haciendo su hija llorar más.
—¡¿Qué?! — alzó la voz Aslan, anonadado.
El rubio bajó la mirada y notó que la falda estaba en el suelo. Sabía perfectamente que Ei-chan no le gustaba usarlas, pero nunca se imaginó que ella haría una rabieta por eso. Si ella era una niña, ¿qué pensaba, qué usaría el uniforme de varón?
Entonces, la conversación que escuchó y las palabras de su padre de aquella noche resonaron por su cabeza. Ei-chan iba a pasar por varios problemas... ¿acaso este era uno de ellos? ¿Eso era... la intersección? No... interanual. ¿Cómo era la palabra? Empezaba con "inter".
—¿Aslan-kun? — llamó Eiko, tras ver al niño perdido en sus pensamientos.
Decidido, frunció su ceño y dio un zanco a la habitación. —Con permiso — cogió la falda del piso y corrió en el pasillo. —. ¡Usaré el baño!
Ei-chan se incorporó por el extraño comportamiento. —¿Ash?
Eiko y Shunichi se vieron las caras. No tenían ni idea lo que se iba a suscitar y escuchaban mucho bullicio en su baño.
De repente, la puerta del lavabo se abrió estrepitosamente y Aslan salió a toda velocidad hacia el cuarto.
Quedaron mudos al verlo, su rostro estaba rojo de la vergüenza pero trataba de mantener su sonrisa amplia. Estaba vistiendo la falda de su hija.
—¡Mira, Eiji, lo que te pierdes! —empezó a menear las caderas. — .¡¡Qué fresca es!! ¡No hay nada que temer!! — su sonrisa empezó a torcerse. —. ¡¿Sabías que en Escocia los hombres usan faldas?! ¡Ahora entiendo el por qué! Y tú llorando por no estar cómoda. —alzó su pulgar y guiñó su ojo.— ¡Cien por ciento garantizado!
Aslan quedó tieso ante lo perplejo que estaban los presentes. Quiso darse una manada en su rostro, ¡sabía que fue una mala idea!
Luego, el encantamiento que mantuvo a todos en un silencio incómodo, se rompió.
Ei-chan se rió a carcajadas. —¡¡Ayy, Ash!! —se ahogó entre risas. —¡¡Pareces una Barbie!! ¡Eres Bárbara!
Aslan se puso bravo. —¡¡Oye!! ¡Eres mala! — ahora su rostro ardió pero de ira. —¡¡Sí que eres cobarde!! Apuesto mis figuras de Tiger Mask a que no te pones esa falda durante todo el ciclo escolar.
Había tocado un punto sensible de su amiga: su competitividad.
Dicho y hecho, Ei-chan se levantó de su cama, con una mirada de fuego en los ojos. —¡A qué sí! — corrió hacia Aslan y ambos fueron al baño. —. Devuelveme mi falda, Ash.
—¡Con gusto!
Shunichi y su esposa quedaron atónitos por el giro tan inesperado. Todos los intentos que ellos trataron para conver a su hija en vestirse el uniforme fueron infructuosos. El niño Aslan lo hizo ver tan fácil.
Rápidamente, ambos niños aparecieron en el umbral de la puerta, con un semblante acogedor.
Los padres de la japonesa casi suspiran de alivio al ver a Ei-chan con su falda puesta.
—¡Nos vemos, papá, mamá!
Aslan le tomó la mano a su amiga. —Sí, sí, adiós. ¡Ya es tarde!
Y así fue que ellos desaparecieron de su vista en un santiamén. Solamente se escucharon las risas y la prisa de sus pasos para llegar a la escuela.
El matrimonio Ibe no sabía cómo sentirse al respecto, pero se alegraban brevemente que su tesoro no se sucumbió en la depresión, al menos ese día.
En ese instante nadie lo sabía, pero la gracia que cometió Aslan, se iba a forjar en una amistad inseparable para los dos niños, y por producto ello, Ei-chan tendría más problemas que afrontar.
*
Diciembre 1978
Siempre estuvo consciente que era diferente al resto. Fenómeno, rara o macha eran algunos de los apodos que siempre describían a su persona, en especial las niñas. Al principio no le tomaba importancia a aquello debido a que tenía el amor de su familia y las clases no eran un martirio porque Ash estaba siempre ahí, apoyando en todo lo humanamente posible.
A su voluntad, intentaba ser más femenina o lo que la sociedad japonesa lo consideraba como una. No era ningún idiota, sabía perfectamente que, de nacimiento, era una niña, entonces empezó a hablar como una, a referirse como una, por el bien de sus padres y de su propia supervivencia, hasta le pidió a Ash que ya no la llamara como "Eiji", pero, en su mente, ella era un él... ella era Eiji.
Era extraño y estaba muy confundido. A medida que fue creciendo y tuvieron una clase de ciencias sobre el cuerpo humano, notó que algo no estaba bien con su cuerpo.
Entonces, a la edad de catorce años, Eiji le comentó a sus padres sus sentimientos. A partir de ese momento, su mundo se le vino abajo.
Sus padres ya sabían que le estaba pasando... y tenía nombre. Todavía estaba grabado la letra de Griffin cuando se los escribió en papel:
I N T E R S E X U A L.
Ese día, todos lloraron. Griffin, el padre de Ash llegó para auxiliarlos y esclarecer mejor su situación.
Ahora todo tenía sentido, pero dolía mucho.
Era una amalgama de ambos sexos, que intentaron definir cuando era bebé, pero se equivocaron. Le hicieron más daño.
En vez de llenar alivio a su ser, Eiji estaba muchísimo más desorientado. Griffin le dijo que lo tomara con calma en virtud que solamente él podía decidir si ser hombre o mujer, comenzar a tomar hormonas y él podía recomendar a especialistas para la reconstrucción de sus órganos sexuales. Sus padres, tristes y sintiéndose culpables, le iban a brindar apoyo incondicional.
Para Eiji, sería un chiste en pensar dos veces sobre su sexo porque siempre se consideró un chico. Eso era tan obvio desde que empezó a forjar su personalidad, y no sería visto tan fuera de lugar si decide tomar ese camino.
Aún así, sin embargo...
—Oh, Ei-chan, aquí estás...
El aludido volteó su cabeza hacia la voz. Se encontraba solo, en el parque, en un columpio. Casi estaba anocheciendo y el viento era helado, mas no sintió frío tras verlo a él.
—Ash...
El rubio frunció el ceño. —¿Has estado bien? Últimamente te he visto decaída... — se acercó a Eiji y le tomó las manos. —. Ya te lo he dicho, si Yurio te sigue molestando, le partiré el hocico.
... él guardaba sentimientos hacia Ash. Porque las niñas les gustan los niños y viceversa, ¿eso quería decir que era una chica?
—No, no es eso — sonrió cálidamente. —. Simplemente tengo muchas cosas en mi cabeza estos días...
No lo convenció en absoluto, pero Ash no quiso indagar tampoco. —De acuerdo —lo jaló suavemente para que se levantara. —. Vamos a casa, no quiero que enfermes...
Ash siempre lo aceptó como era, y eso era algo que eternamente iba a estar agradecido. —Sí...
Cuando entró a su casa luego de despedirse de Ash, cenó con sus padres y procuró actuar normal aún si su mente era una maraña de emociones.
Al terminar, se encerró en la habitación donde se ubicaban los restos de su hermano que nunca conoció. Con total respeto, encendió incienso al altar. Quedó ensimismado viendo que no había ninguna foto de él, así que se lo tuvo que imaginar que tan hermoso fue de bebé: tierno, perfecto, varón y no intersexual.
En silencio, Eiji derramó las lágrimas que estaba aguantando. —Hermano... cuánto me hubiera gustado que... hubieras sobrevivido... — se imaginó una niñez feliz, con su hermano grande jugando con Ash y él. —. Tal vez... estando tú aquí... le darías consuelo a nuestros padres... cuidarías mejor de ellos que yo...
Se imaginó un hermano mayor fuerte, el pilar y el orgullo de la familia Ibe. Un verdadero hombre.
*
Mayo 1979
Eiji, después de clases, buscó a Aslan para ir al complejo de apartamentos juntos. Luego que sonara la campana, una chica de otra clase pidió hablar con él en privado.
El japonés suspiró fuertemente. No era la primera vez ni la primera chica que se le acercaba así. Pudo concluir inmediatamente de que se trataba por tan solo ver el rubor intenso de ella.
Esperó un poco en la característica esquina que Eiji bautizó como "rechazo instantáneo". Allí siempre se le confesaban a Aslan y él, sin tacto, las mandaba a volar.
Y hoy no fue la excepción.
Durante el camino, Eiji vio a la chica llorando con sus amigas, quienes estaban formando una media luna para consolarla.
Eiji rodó sus ojos. Cada chica que se le confesaba ni siquiera ha entablado una conversación real con Aslan, ¿cómo esperan que sean correspondidas? Aunque no las culpaba, Aslan se volvió extremadamente guapo y galán.
La pubertad beneficio hasta con creces a su amigo. Y lo peor aún, él estaba cayendo en sus encantos y él ni se esforzaba en hacerlo.
Cuando vio a Aslan parado y con un rostro aburrido, Eiji sonrió.
—Creo que fuiste un poco rudo con ella — lo regañó sutilmente. —. Está llorando y sus amigas están tratando de calmarla.
Aslan hizo una mueca de desagrado y su rostro se tornó colorado. Hoy Ei-chan estaba radiante. — Son unas intensas... y ninguna de ellas me gusta. —desvió la mirada. Además él tenía conocimiento que todas y cada una de ellas, de uno u otro modo, ha hablado mal de Ei-chan. Dichas actitudes eran imperdonables.
Eiji mantuvo su sonrisa, solo que esta vez, se torció. —Bueno, creo que es mejor así — en sus manos, llevaba ambas mochilas. —. Ten, saqué tu bolsón para que no pases por donde están.
Aslan le devolvió el gesto con una sonrisa tierna. —Gracias — cogió sus pertenencias. —.¿Nos vamos?
—¡Claro! — alzó la voz. Sus piernas movieron su falda de forma agraciada. —. Hoy es viernes, podemos hacer algo.
—De hecho, he pensado un lugar que te podría interesar...
Eiji alzó su mirada, Ash tenía su rostro muy rojo. —¿Estás bien?, ¿te sientes enfermo?
Se cubrió su rostro entre sus manos. ¡Joder! Su rostro irradiando curiosidad, esos ojos hermosos y sinceros observándolo fijamente y su cabello corto que escondía muy bien sus orejas que le daba ganas de tomar sus hebras negras entre sus labios; ¡Ei-chan era su diosa!
—¡No hay cuidado, de veras! — Aslan intentó controlar sus emociones. —. ¿Qué dices, quieres ir?
—¿Dónde? — parpadeó.
Sonrió entre dientes. —Es una sorpresa.
Eiji sintió su corazón salirse de su pecho. Fue grato para él percatarse que Ash lo invitó a salir. ¿O eso pensaba? ¿Era una cita? No era raro que ellos fueran a pasear, pero había un sentimiento dulce en el ambiente que dicha proposición sonara tan especial e íntimo.
—De acuerdo — dio un zanco para estar enfrente de Ash y estiró sus brazos hacia atrás. —. Guíame, confío en ti...
El timbre melodioso de su voz y su expresión lleno de emoción, le dio fortaleza a Aslan en sonreír ampliamente y agarrar sutilmente una de las manos de Ei-chan. —Entonces, hay que apurarse.
Eiji emitió un jadeo ahogado y divertido cuando fue jalado por Aslan y empezó a correr. Luego de asimilar lo ocurrido, rió a carcajadas junto con el rubio.
Ni el tiempo, ni la multitud, ni el hecho que aún portaba el uniforme fueron impedimento para ellos en perderse entre sus risas y en sus miradas.
Luego al cabo de una hora, estaban lejos de la ciudad de Tokio, casi en el periférico. Ellos lo podían confirmar: habían casas, vegetación y mucho aire puro.
—No te preocupes, ya casi llegamos... — le indicó tras ver un camino boscoso. —. Solo cierra los ojos.
—¿Qué? —alzó una ceja.
—Confía en mí.
Eiji sintió sus piernas como gelatina por el gesto tan dulce que le regaló. —Sí... — murmuró al mismo tiempo que los cerró.
Aslan sonrió levemente. Agitó su mano frente la cara de Ei-chan, para asegurarse que no estaba viendo. Luego de confirmar, el rubio tomó las manos del pelo negro con sumo cuidado, y comenzó a dar pequeños pasos sobre el camino adoquinado.
Eiji estaba fascinado que no podía borrar la sonrisa en sus facciones. Ash era atento con él, procuraba en que no se resbalara durante el trayecto y con voz agradable le indicaba en donde poner el pie.
Mientras más caminaban, Eiji podía escuchar los pájaros cada vez mejor, retumbando sus cantos en sus tímpanos.
—Bien, llegamos. Puedes abrir los ojos.
Eiji levantó sus párpados con lentitud, dando pestañeos para acostumbrar su vista ante lo desconocido. El sonido de las aves era más intenso, así que, al momento de abrir sus ojos por completo, pudo apreciar que estaban en medio del bosque y habían varios pájaros, de diferentes tamaños y colores, volando sobre ellos.
Él se quedó sin aliento. El paisaje era realmente hermoso. —Ash... — sonrió ampliamente sin despegar su vista a las copas de los árboles.
Por su parte, Aslan contempló la imagen encantadora de Ei-chan. Desde que tenía memoria, ella siempre le ha gustado el avistamiento de aves. Al principio creía que era un simple hobbie, pero a medida que fue creciendo, empezó a creer que esa fascinación en ver los pájaros volar daban una sensación de libertad, una que la japonesa admiraba y, en cierto sentido, deseaba.
—¿Te gustó? — preguntó, sabiendo ya la respuesta.
Eiji suspiró, manteniendo su sonrisa. —¿Qué si me gusto? —levantó sus brazos y dio media vuelta—. ¡¡Me encantó!!
Aslan sintió su corazón palpitar más fuerte. —Eiko...
El aludido se sorprendió al ser llamado por su nombre de pila. Era raro que Ash lo usara y lo dijera de manera íntima y suave.
—¿Uh? — murmuró Eiji, sintiendo nervioso al momento que Ash tomó ambas de sus manos y su mirada estaba perdida, viéndolo directamente a él.
Aslan tragó saliva mientras miraba a Ei-chan con ojos intensos y ansiosos. —Tú... — dio un apretón en su agarre y luego palpó el dorso de las manos de la japonesa con sus pulgares. —... desde hace tiempo he tenido estos sentimientos, ha llegado un punto que necesito expresarlos...
—A-Aslan... — Eiji se ruborizó. Un calor agradable entibió sus adentros.
El rubio se tomó un momento para regular su respiración. —Tú... me gustas, Eiko — sin pensarlo, se acercó más a ella. —. ¿Quisieras ser mi novia?
Eiji se tensó. Se estaba refiriendo a él como Eiko, como una chica. Percibía que no le estaban hablando exactamente a él. Sin embargo... sin embargo...
—Sí... — asintió con la emoción a flor de piel mientras sentía sus lágrimas salir. —. A mí también me gustas mucho, Aslan... — suspiró. —. Creí que no iba ser correspondida...
Todo esto era un engaño, pero Eiji sí lo amaba de verdad.
—Dios... — jadeó Aslan, más relajado. —. Eiko...
Sin rodeos, el rubio atrajó el cuerpo de Ei-chan con el suyo. Se quedó observando los labios rosas semi abiertos de la japonesa. No pudo aguantar más, inclinó su rostro y la besó profundamente.
Al principio, Eiji se crispó por la forma tan delicada en que los labios de Ash tocaban los suyos. Se sintió abrumado y conmovido al mismo tiempo. No pudo hacer nada más que dejarse guiar y corresponder con la misma intensidad el ósculo.
Eiji sintió cálido como primavera en ese momento; como si tiernas flores salieran dentro de su corazón y florecieran un sentimiento hermoso y fresco imposible de describir. ¿Esto es lo que llaman el amor?
*
Abril 1981
Había pasado dos años desde que Ash y Ei-chan se hicieron novios, y su relación no hubo cambios tan drásticos. De por sí ellos tenían, antes de ser pareja, una amistad sólida y se llevaban de maravilla. Aunque ahora, el trato era más íntimo y cariñoso, en especial entre los besos fogosos que compartían al estar solos. Sin embargo, no habían tenido relaciones sexuales aún. Hubo celos por parte de las chicas de la escuela pero pronto se sosegaron por las miradas matadoras de Aslan hacia ellas.
Entonces surgió el dilema en Eiji. Su cuerpo no habido desarrollado correctamente debido que ha estado desplazando su tratamiento. Tampoco quería confesar ni a sus padres o a Griffin que todavía estaba confundido con respecto a su sexo, ellos pensaban que él se inclinaba a ser una mujer. Ser pareja de Ash como "novia" lo perturbaba mucho, sentía que estaba viviendo la vida equivocada, que le estaba mintiendo a Ash.
Una de las razones por las cuales Ash estaba con él, era porque creía que estaba saliendo con una chica con quien se crió. A pesar que él nunca lo juzgó por su forma de ser, lo veía como una mujer.
Eiji quería cambiar eso. Quería mostrarle lo que consideraba que era su verdadero "yo".
—Ash, ya sé que es lo que quiero para mi cumpleaños. — dijo serenamete Eiji un día, luego de haber salido de clases.
Ambos estaban sentados en una banca en el parque. Aslan había comprado una Pepsi Light y una caja de Pocky para Ei-chan en una tienda de conveniencia cercana.
Su novio sonrió cálidamente después de haber tomado un sorbo de su bebida. Tenía dinero suficiente para comprarle ese Nori horrendo que ella tanto le encantaba. De seguro eso quería como presente. —¿En serio? Dime qué es...
Eiji bajó la mirada y su rostro ardía furiosamente. Ash se preocupó un poco.
—Quiero... — musitó mientras cerró fuertemente sus ojos. — sexo.
Aslan palideció. —¡¿Qué?!
Inhaló con profundidad. —¡Quiero tener sexo contigo!
El rubio dejó caer de golpe su Pepsi Light al suelo.
*
Aslan de inmediato compró condones y los dos corrieron al complejo de apartamentos. Eiji tembló levemente al momento que él abrió la puerta de su hogar. Como de costumbre, no había nadie quién podría interrumpirlos. Estaba tan nervioso que sentía su corazón salir, aunque también le brindaba consuelo en saber que el rubio se sentía de la misma manera debido al fuerte y sudorosa agarre en su mano.
—¿Ei-chan, estás segura? — preguntó, con un intenso color carmesí en su rostro.
El aludido estaba contento, Aslan aún conservaba esos ojos llenos de amor cuando lo veía. —Sí... confío en ti... — sabía que los sentimientos hacia su persona eran reales, él no lo iba a juzgar por su condición.
Aslan vaciló un momento tras desviar su mirada con bochorno y, con cuidado, cerró la puerta con cerrojo.
—Gracias... — murmuró Aslan mientras aprisionaba a Eiji contra la pared con su cuerpo. —. No te haré daño...
Selló su promesa por medio de un beso. Eiji de inmediato cerró sus ojos y dejó disfrutar las lentas caricias de Aslan en su cuerpo a través de su ropa sin dejar de besarlo.
El japonés suspiró cuando el rubio sacó su camisa de la falda y procedió a despojarla de su cuerpo. Entrecerró sus ojos para ver la reacción de Aslan al notar que no llevaba puesto un sostén sino una camiseta.
A Aslan pareció no importarle, el deseo y la estima aún permanecía en su faz.
—Dios... —susurró Aslan al ver que la camiseta era muy delgada y pegada al cuerpo de Eiji, dejando entrever su piel. —. Eres tan hermosa... — estaba tan maravillado que tuvo que besar el cuello de su amada.
Eiji exhaló. —A-Ash... — sus mejillas se ruborizaron y sus manos se entrelazaron en sus hebras doradas. Cada vez sus labios iban peligrosamente más abajo.
De un momento a otro, Aslan levantó las piernas de Eiji y lo cargó de forma nupcial hasta su habitación. Sintió alegría cuando el japonés rodeó sus brazos a su cuello y casi emitió una risa traviesa al recostarla sobre su cama.
—Ei-chan... — musitó tras acurrucarse en el cuerpo del aludido, acaparando toda su atención hacia él.
Y lo logró, Eiji estaba perdido en su mirada tierna hasta que lo besó nuevamente.
Eiji podía confirmar que los sentimientos de realmente Aslan eran genuinos. La delicadeza de sus toques en su piel, el timbre de voz tan dulce y el cuidado que le tenía para que estuviera cómodo todo el rato de placer, lo estaba atolondrado. El calor de un cuerpo ajena lo hacía sentir muy vulnerable pero a la vez querido.
Eiji amaba a Aslan, y le abrumaba tanto que él también lo deseaba.
—Ah... A-Ash... — dio un respingo al notar que solamente portaba su holgado calzón.
El aludido palpó su rostro con su pulgar. —No te preocupes... — apartó los cortos cabellos de la frente de Eiji y lo besó. —. Tú mandas... ¿quieres continuar o quieres parar?
El japonés cerró sus ojos ante el choque eléctrico en su cuerpo. Dios... lo amaba tanto.
—Y-Yo... — sintió su cuerpo calentarse. —. Quiero seguir... — susurró con convicción.
Aslan esbozó una sonrisa. —De acuerdo... — buscó los labios de Eiji y los juntó con los suyos, pasionalmente. —. Siempre me puedes detener... pero si tus deseos son lo contrario... — rodeó sus brazos en su cintura. —, seré gentil...
Eiji quiso vivir el momento como una fantasía. Quería que sus cuerpos se fundieran a uno mientras que sus oídos estaban listos en escucharlo confesar lo mucho que lo amaba y que aún seguía siendo hermoso tras ver tal y como era. En no ser discriminado.
Añoraba con todo su ser experimentar ese bonito deseo con Aslan, pero la realidad le pegó duro a Eiji cuando fue desvestido de su ropa interior y no pasó nada.
Entonces, el japonés abrió sus ojos de golpe y su mundo se le vino abajo.
Hubo un silencio contundente en la habitación, aunado con el shock impregnado en las facciones de Ash tras ver su entrepierna.
—¿Q-Qué... qué es eso? — tartamudeó Aslan, temblando un poco. —¿E-Eiko...?
De inmediato, Eiji se le llenaron sus ojos de lágrimas y sollozó fuertemente.
—¡¡¡No me llames así!!! — gritó con todas sus fuerzas, cubriéndose sus partes íntimas con sus manos.
Aslan parpadeó anonadado y sacudió la cabeza. —Ei-chan...
Eiji inhaló y exhaló hasta hiperventilarse. Las lágrimas no paraban de caer. —¡¡No me veas!! —su voz se lastimó por sus alaridos llenos de pánico. —¡¡No me veas, Ash...!! ¡No lo hagas!
El japonés se puso en posición fetal y le dio la espalda mientras lloraba amargamente, sucumbido en la agonía.
Aslan lo vio ensimismado mientras procesaba lo que sus ojos fueron testigos. Luego, un destello del pasado se atravesó por su mente y cabó los cables: ahora todo cobraba un poco más de sentido. —¿Eiji... no es así?
Esa frase lo sacó de su círculo de tristeza. —¿Qué? —preguntó, sin aliento y volteó su rostro empapado en lágrimas.
El japonés no podía creer la imagen que vislumbraba: Aslan estaba sonriendo melancólicamente.
Sin mediar palabra, el rubio se puso de pie para entregarle unos pañuelos. Después sacó una sábana limpia de su ropero y cobijó el cuerpo desnudo de Eiji. Hecho todo eso, se sentó nuevamente sobre el filo de la cama.
Eiji estaba en completo estupor, el rostro de Aslan era apacible.
—Recuerdo que cuando te conocí, con ese nombre te presentaste — bajó la mirada ante la nostalgia. —. Creí que eras un chico... pero luego tu familia y tú lo negaron... — intentó mantener su sonrisa. —. Me convencí de la idea que eras una chica a pesar que, a veces, pensaba lo contrario al llamarte con ese nombre y por tu comportamiento... ahora... estoy confundido...
El japonés lloró aún más. —Sé que quieres una explicación... — escondió su rostro en sus manos. —, pero no hoy... hoy no me hagas hablar... — fue un completo idiota en creer que Aslan lo iba aceptar así de fácil ante lo desconocido, ante un fenómeno, un intersexual, que ni siquiera sabe si es un hombre o una mujer.
Sin embargo, la aflicción se disipó un poco cuando Eiji se percató que Aslan apartó sus manos de su cara, con una delicadeza que hizo su corazón temblar.
—Lo siento... — murmuró Aslan, palpando el dorso de las manos del japonés con sus pulgares. —. Te prometí en no hacerte daño y eso fue lo que hice...
—A-Ash... no... yo nunca... yo debí — cerró sus ojos con fuerza. —, tú no sabías... y-yo... perdóname... —su voz se fue apagando con sollozos.
El rubio suspiró preocupado. Con movimientos vacilantes, tanteó si podía tocar a Eiji para brindarle consuelo. El japonés al percatarse de sus intenciones, se abalanzó sobre él y siguió llorando de la vergüenza y de dolor.
Por su parte, Aslan rodeó sus brazos a Eiji, sin saber exactamente qué decir o hacer después. Durante todo el rato, Eiji lloró hasta el cansancio y quedarse dormido en el pecho del rubio.
*
Cuando Eiji despertó, notó que estaba acostado en su cama y con su pijama puesta. Giró su rostro hacia el reloj que marcaba las diez horas con treinta minutos. Gruñó débilmente por no haber asistido a la escuela, pero se hundió más en la tristeza que Ash ni siquiera intentó despertarlo.
¿Acaso su relación acabó? ¿Ahora qué pasaría?
No quiso salir de su cama. Toda su vida era un desastre ahora, todo por querer sexo antes de explicarle bien su situación a su novio.
Aunque tal vez fue lo mejor. Tarde o temprano él debía de conocer la verdad, solo que, por su culpa, Ash se llevó un gran trauma al ver tal y como es: un fenómeno que los médicos catalogan como intersexualidad.
De repente, su puerta se abrió y apareció su madre. Entró con confianza, pensando que él seguía dormido. Cuando volteó su rostro para verlo, se agitó un poco.
—Ei-chan, estás despierto — giró su rostro hacia el pasillo. —. Shunichi, Shunichi ven aquí.
El aludido tragó saliva. —¿Qué pasó, mamá?
Eiko se sentó sobre el filo de la cama, portando una expresión compungida. —Ayer Aslan-kun te trajo en brazos al apartamento. Dijo que habías perdido el conocimiento cuando venían hacia acá, posiblemente por agotamiento debido que había sido una semana difícil en la escuela.
Eiji quedó anonadado. Ash mintió acerca de lo ocurrido, mas no lo culpaba.
En eso, Shunichi entró al cuarto, agitado. —Ei-chan, estás mejor... —suspiró para liberar un poco de estrés.
Eiji suavizó su mirada, su padre aún no ha ido a trabajar. —Lo lamento, por hacerlos preocupar.
Su padre acompañó a su madre a sentarse cerca de ella. —Nada de eso, Ei-chan. Debes cuidarte mejor.
—Toma tus descansos cuando sientas que ya no puedes más... —agregó Eiko. —. Aslan-kun llegó por la mañana para saber cómo estabas, se le veía sumamente preocupado.
Su respiración se detuvo. —¿De verdad?
—Él fue quien nos pidió en que te dejáramos dormir hasta que ya no quisieras. Llegó temprano para velarte, para ver si despertabas antes de irse a la escuela.
Aún por todo lo que sucedió, Ash todavía pensó en su bienestar, fue palpable su abrumación, que el rubio se aferró por sus sentimientos. Por ello, a Eiji se le formaron lágrimas, pero las contuvo.
—A-Ash... — hipó, sintiendo la presión en su pecho.
Ambos padres se alarmaron ante los ojos cristalinos de su tesoro.
—¡Ei-chan! —gritó Shunichi.
Eiko gateó en la cama y se acomodó al lado de la aludida. —¿Te duele algo?
Los labios de Ei-chan temblaron incontrolablemente y aún no dejaba salir sus gotas de tristeza. —Lo siento —musitó, no sintiendo el aire circular por sus pulmones. —. Lo siento, les mentí... lo siento... l-lo siento.
Shunichi y Eiko se vieron los rostros. —No entendemos... — habló el señor Ibe.
Eiji bajó la mirada, avergonzado, y así, ya no contuvo sus lágrimas. Tenía miedo de abrir su corazón, sincerarse ante las personas que más amaba y decepcionarlos cuando sepan tal y como es.
—Yo... Y-yo no me siento cómodo... —habló en forma masculina, algo que se prometió a sí mismo que no lo haría luego desde que empezó la escuela. —. Yo siempre... me creí varón...
Sus padres se tensaron.
—Ei-chan... —Eiko sintió que iba a llorar.
Su voz se rajó. —Yo siempre he querido ser Eiji... —sollozó amargamente. —, pero estoy confundido... m-me gusta Ash... lo amo... y él no se merece alguien tan inapropiado como yo... un chico... ¿soy gay... o soy mujer...?
—Eiji...
El aludido alzó la mirada, petrificado. Esa fue la voz de su padre, quien por primera vez pronunció ese nombre. Cuando lo vio, Shunichi tenía los ojos llorosos y con el ceño fruncido.
Por su parte, Eiko comenzó a plañir.
—¿Papá... mamá?
Los sentimientos de Shunichi se desbordaron. —Todavía recuerdo ese día... camino al jardín de niños, que me confesaste algo parecido — emitió un sonido ahogado, salió de la cama e inclinó su cabeza al suelo, en señal de reverencia. —. ¡Quién debe de pedir disculpas somos nosotros!
Eiko no soportó la tensión e imitó a su esposo. —Perdónanos, E-Eiji... por confundirte... por no haber creado un hogar que hayas sentido la comodidad suficiente para ser tu verdadero yo...
Eiji estaba en shock total. La reacción de sus padres fue inimaginable. —No... — se pagó de la cama e intentó incorporarlos. —. No, no hagan esto... los menos culpables aquí son ustedes... — cuando ellos lo vieron, compungidos, el japonés los abrazó fuertemente. —. Ustedes... no...
No pudo completar su oración, Eiji estalló en lágrimas junto con sus padres.
Al final, Shunichi y Eiko aceptaron a su tesoro como un hombre, aceptaron su cambio de sexo y decidieron hacer una cita con Griffin para que les ayudara con eso.
Sin embargo, Eiji inevitablemente debía aclarar la situación con Aslan. Estaba preocupado por su relación que se basó por sus mentiras. Tan solo esperaba por parte del rubio un poco de comprensión.
Aún si ya no quería estar con él, lo iba a entender.
*
Esa misma tarde, Aslan preguntó sobre el estado de Eiji a su madre. Ella cariñosamente le respondió acerca de su mejoría. No estando satisfecho con eso, el rubio pregunta si podía verlo.
Al principio, Eiko estaba vacilante. Sin embargo, Eiji estaba escuchando la charla a pocos metros de distancia y se mostró ante Aslan.
Él suspiró aliviado tras verlo de pie y le comentó que tenía los apuntes de las materias, pero Eiji lo detuvo de golpe, solicitando su permiso para hablar a solas con él.
Aslan accedió de inmediato.
Ambos fueron a la habitación del japonés. Eiko se encontraba nerviosa al saber las intenciones de su hijo. No tenía el apoyo de su esposo en virtud que fue a trabajar e iba a regresar tarde para recuperar el tiempo perdido laboral. Así que se mentalizó para lo que se venía, ya sea bueno o malo.
Por su parte, Eiji, tras cerrar la puerta con cerrojo, se mostró nervioso. No han hablado desde entonces, había una tensión percibido en el aire entre ellos por el cual el japonés estaba dubitativo en la forma de empezar.
—¿Cómo te encuentras? ¿Mejor? —preguntó Aslan para romper el hielo. Su rostro era apacible.
Eiji tan pudo asistir.
Luego reinó el silencio.
El japonés comenzó a sentirse mal. Esto no era lo que esperaba, Ash estaba sentado, esperando a que él hablara. Estaba asustado, solamente pensaba que posiblemente esta iba a ser la última vez que hablaría con Ash.
—Y-Yo...
—No debes explicar nada si no estás preparada... —lo observó con ojos intensos, de pura comprensión. —. Esperaré a que estés lista.
Eiji suspiró y sintió que iba a llorar nuevamente. El timbre de voz tan delicado que usó con él, lo conmovió. —Creo que jamás lo estaré... pero — se sentó frente a Ash y bajó la mirada. —, ahora que he armado un poco de valor, ¿me permites escucharme?
El rostro de Ash no había recelo alguno. —De acuerdo...
Comenzó casi desde que nació. Todo lo que sus padres tuvieron que pasar, lo que él tuvo que atravesar en sus primeros años, la extirpación de sus partes íntimas, lo aturdido que estaba con respecto a su género y los choques existenciales que tuvo, las idas al consultorio de Griffin y como su cabeza le daba vueltas con respecto a sus sentimientos.
Eiji habló y habló hasta que se secara su garganta. Confesó todo lo que tenía guardado desde años, sus aciertos y dolencias. Le aseguro que lo que menos quería era lastimarlo y actuó de forma egoísta. Ash simplemente lo escuchó atentamente y, en ciertos momentos, arrugó su rostro de frustración y tristeza, mas mantenía la calma.
Al final, Eiji respiró profundo. —Todo esto... lo que dije, tiene un nombre... —procuró con todas sus fuerzas no flaquecer en ese momento. —. Yo soy intersexual. — observó los ojos de Ash abrirse un poco más de lo habitual, como si se hubiera recordado de algo.
Aslan mantuvo una posición neutra, pensando cuidadosamente sus palabras. —¿Entonces siempre fuiste un chico...? —se relamió sus labios. —. ¿Atrapado en una realidad femenina?
Eiji suspiró. Ash no era ningún tonto. Sabía que su confusión fue a raíz de haber tenido sentimientos hacia él. —Fue mi culpa... debí haber canalizado primero sobre mi sexo. Hubiera tenido más confianza de haber realizado las cosas... y no haber causado tantos problemas.
Fue entonces que Aslan comprendió a su totalidad la conversación que tuvo con su padre años atrás. —Hey...
—Así que sabiendo todo esto — cerró sus ojos, interrumpiéndolo—, comprendo si quieres terminar.
Eiji alzó su vista, incrédulo, ante la reacción menos esperada por parte de Ash: se echó a reír. Aunado a esa respuesta, el japonés se le coloró su rostro.
—Lo siento, mi culpa... —dijo Aslan, entre soplos de aire. —. Es que, no puedo creer lo último — sonrió cálidamente. —. Mis intenciones son sinceras contigo. Jamás pensé en romper lo nuestro.
Eiji sintió un aliviante cosquilleo en su pecho. —¿Uh?
No se inmutó cuando Ash pegó su cuerpo contra el suyo, tampoco cuando lo empezó acariciar su cabello y espalda. Todos esos toques tan delicados, más la tranquila respiración del rubio, casi lo hacían llorar.
—Tuve mis sospechas al momento que empezamos a entablar nuestra amistad... incluso cuando empezamos a salir. Sin embargo, nunca me molestó el hecho que fueras diferente.
Eiji gimió al sentir sus ojos arder y rodeó sus brazos alrededor de su novio. —Ash...
El japonés pudo sentir las vibraciones del pecho del rubio tras reír suavemente. —Al final, puedo decir que... yo no me enamoré de un cuerpo... —lo atrajo más a él. —, o de un hombre o una mujer... —escondió su rostro en la coronilla de Eiji. —. Me enamore de una persona... —luego se separó levemente su rostro y depositó un beso en la cabellera negra. —. Me enamoré de ti. Por eso, no digas cosas estúpidas en querer terminar por una cuestión como esa.
—P-Pero Ash... yo te mentí...
—Shh, eso no importa ya... — inclinó su rostro para ver la tristeza dibujada en sus facciones. Aún con esa expresión que portaba, seguía siendo lindo. —. Debiste pasarlo muy mal durante estos años, eso lo puedo decir con firmeza. Pero eso ya pasó, ya sabes qué hacer ahora.
A Eiji le temblaron los labios y dejó caer sus lágrimas. —¿N-No te importa si cambio de sexo? ¿Qué te consideren homosexual ?
Aslan sonrió de lado. Con sus pulgares limpió las mejillas de Eiji. —¿Desde cuando me ha importado la opinión de la gente? — por la expresión anonadada del japonés, aprovechó a robarle un beso en sus labios. —. Mientras tú estés cómodo, no me importa nada más...
—A-Ash... —balbuceó entre las ropas del rubio.
—Estoy orgulloso de ti, Eiji. —suspiró y le dio palmaditas en su espalda. —. Pase lo que pase, aquí estaré contigo...
El aludido sonrió en la camioneta de Ash. —¿Por siempre...?
Aslan cerró sus ojos con ternura y apretó más el abrazo. —Por siempre...
Fue así como el nombre "Eiji" dejó de ser un alter ego.
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