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♡《𝑼𝒏𝒂 𝒇𝒍𝒐𝒓》♡

La brisa nocturna seguía soplando suavemente mientras Miguel y Luis se encontraban acostados en el césped, mirando las estrellas con una tranquilidad que hacía mucho tiempo Miguel no experimentaba. La ciudad a lo lejos parecía difusa, y todo lo que quedaba era el murmullo de la naturaleza y las estrellas brillando en el cielo.

Miguel, no podía dejar de señalar cada estrella que pasaba por su campo de visión.

-Miguel (con entusiasmo)-
"¡Mira, esa sí es una de las grandes! ¿Tú crees que hay vida ahí? ¡Eso sería increíble! ¿Te imaginas que los extraterrestres sean unos completos idiotas como nosotros?"

Luis se reía en voz baja, pero luego su mirada se desvió hacia el césped cercano, donde algo brillaba débilmente a la luz de la luna. Se levantó lentamente, con cuidado de no interrumpir la diversión de Miguel, y se acercó al pequeño rincón de flores silvestres que adornaban el parque.

Una flor solitaria, de pétalos de un violeta suave, estaba entrelazada entre el césped. Luis la miró con curiosidad y la arrancó con suavidad, admirando la delicadeza de los pétalos.

Miguel, al notar que Luis se había levantado, dejó de hablar sobre teorías de extraterrestres y giró la cabeza, viendo cómo Luis se agachaba a recoger la flor. A pesar de la distancia, algo en su pecho dio un pequeño vuelco.

Luis, por su parte, no podía dejar de admirar la flor. Era tan sencilla, pero tan hermosa, como un pequeño reflejo del momento que compartían. La sostuvo entre sus dedos con delicadeza, y luego de unos segundos, sus ojos se levantaron y se encontraron con los de Miguel.

Miguel, con la mirada fija en él, dejó escapar un suspiro que casi no notó. Luis lo estaba mirando con esa calma que, aunque parecía distante, era también reconfortante.

Luis, con una sonrisa leve, comenzó a caminar hacia él, el aire entre ellos lleno de una tensión inesperada pero reconfortante.

-Luis (en tono suave)-
"Lo sé, no me gustan las flores, pero esto... es diferente."

Miguel frunció el ceño, un poco desconcertado. No entendía por qué Luis estaba tan pensativo, tan tranquilo. Y por un momento, deseó poder entender qué era lo que realmente pensaba.

De repente, Luis se acercó aún más, y sin decir una palabra, tomó el cabello de Miguel con una mano. La mirada de Luis nunca se apartó de sus ojos, como si estuviera buscando algo en su rostro, algo que Miguel no alcanzaba a entender.

Antes de que Miguel pudiera reaccionar, Luis levantó la flor y, con cuidado, la deslizó entre sus dedos hasta colocarla en el cabello de Miguel, justo detrás de su oreja.

Miguel se quedó en silencio, su corazón latiendo con fuerza. La acción, tan inesperada, lo dejó paralizado. Nunca en su vida se había sentido tan vulnerable, tan expuesto. No podía creer que Luis lo estuviera mirando de esa manera, tan cerca.

Y luego, como si el universo se hubiera detenido, los dos permanecieron en esa quietud, mirándose mutuamente. Luis con una expresión serena pero cargada de algo que Miguel no terminaba de entender, y Miguel con el corazón acelerado, sintiendo cómo su rostro se ponía más cálido.

Miguel, intentando recuperar algo de su arrogancia habitual, se rió nervioso y apartó la mirada.

-Miguel (con una sonrisa forzada)-
"Qué ridículo, Luis. Es solo una flor."

Pero a pesar de sus palabras, Miguel no podía dejar de sentirse extraño. Algo en su interior estaba cambiando, algo que ni siquiera él comprendía del todo.

Luis lo miró por un momento, sin decir nada, y luego se tumbó nuevamente en el césped, mirando al cielo. Miguel, aún sintiendo la flor en su cabello, se recostó también, aunque algo en su interior había cambiado. Se giró hacia Luis, y aunque trató de ocultarlo con su actitud, sus ojos no podían dejar de buscar la mirada de Luis.

Fue entonces cuando Luis, con una ligera sonrisa, se giró hacia él, como si hubiera leído sus pensamientos.

-Luis (en tono suave, casi un susurro)-
"Quizás no sea solo una flor."

Miguel se quedó en silencio, su mente corriendo a mil por hora. Pero algo, una pequeña chispa de entendimiento, comenzó a encenderse en su pecho.

Los dos se quedaron ahí, bajo el cielo estrellado, sin hablar, pero con un sentimiento compartido que ninguno de los dos estaba dispuesto a admitir, al menos por ahora.

La flor seguía en el cabello de Miguel, y de alguna manera, eso parecía tener más peso de lo que ambos pensaban.

"Teteteteteteeeeeto"

-Frases que motivan

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