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♡《𝑳𝒂 𝒔𝒊𝒏𝒄𝒆𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅》♡

Habían pasado varias semanas desde la confrontación en la escuela. Miguel y Luis estaban tratando de mantener su relación en secreto, pero las miradas de los demás siempre parecían complicarlo todo. Aunque las cosas parecían haber vuelto a la normalidad, el ambiente en la escuela seguía cargado de tensiones no resueltas.

Una tarde, Miguel estaba solo en el pasillo, esperando a que sonara el timbre para poder ir a su siguiente clase. Sus pensamientos eran tranquilos, pero un sentimiento de incomodidad lo envolvía cuando vio a lo lejos a Hanniel acercándose hacia él.

Hanniel había estado distante desde el último encuentro, pero su actitud no era precisamente amistosa. Miguel no podía entender qué quería, pero se preparó para cualquier cosa. Cuando Hanniel estuvo lo suficientemente cerca, Miguel intentó hacerle una sonrisa cortés.

-Miguel (con tono neutral)-
"¿Qué pasa, Hanniel? No esperaba verte por aquí."

Hanniel sonrió de una manera que Miguel no pudo identificar, algo inquietante en su expresión. Aunque no era un gesto de amabilidad, Miguel intentó ignorarlo, pensando que tal vez era su imaginación.

-Hanniel (con tono suave, pero con un brillo oscuro en los ojos)-
"Solo quiero hablar un momento, Miguel. He estado pensando mucho en ti."

Miguel frunció el ceño, desconcertado. ¿Qué quería ahora? Había intentado mantenerse alejado de Hanniel desde su relación fallida, pero este parecía no poder dejarlo en paz.

-Miguel (incómodo)-
"No tengo mucho tiempo, en serio. Estoy esperando que suene el timbre."

Antes de que Miguel pudiera dar un paso atrás, Hanniel lo tomó del brazo con fuerza, sujetándolo de manera que no podía escapar. Miguel lo miró sorprendido y algo asustado.

-Miguel (tratando de zafarse)-
"Oye, ¿qué haces? ¡Suéltame!"

Hanniel, ignorando sus palabras, lo acercó más a él. Sus ojos brillaban con una mezcla de rabia y algo más, algo que Miguel no comprendía. Y antes de que pudiera reaccionar, Hanniel lo besó, violentamente, tomándole el rostro con una mano y la otra rodeando su cintura, inmovilizándolo.

Miguel, completamente atónito, intentó apartarse, pero la fuerza de Hanniel lo mantenía prisionero. El beso fue una mezcla de desesperación y furia, y aunque Miguel no quería corresponder, sus intentos de liberarse eran inútiles.

En ese momento, Yasmin, que había estado observando desde lejos, sacó su teléfono y rápidamente tomó una foto del beso. Una sonrisa malévola se formó en su rostro mientras guardaba el celular en su bolsillo.

La imagen estaba lista para ser usada. Yasmin sabía exactamente lo que iba a hacer con ella.

Más tarde esa misma tarde, Yasmin se acercó a Luis en el pasillo, su expresión era una mezcla de satisfacción y diversión.

-Yasmin (con una sonrisa triunfante)-
"¡Luis! Tienes que ver esto. No sé si vas a creer lo que vi."

Luis, que había estado caminando distraído por los pasillos, se detuvo al escuchar el tono en que Yasmin habló. No le gustaba la idea de que ella estuviera tan intrigada.

-Luis (desinteresado)-
"¿Qué pasa ahora, Yasmin?"

Yasmin sacó el teléfono de su bolsillo y, sin decir nada más, mostró la foto a Luis. La imagen de Miguel siendo besado por Hanniel estaba clara, cada detalle visible. Luis la miró fijamente, su expresión se fue endureciendo mientras procesaba lo que veía.

-Yasmin (con tono de chisme, disfrutando cada palabra)-
"Mira lo que encontré. Miguel y Hanniel, en medio del pasillo. ¿Quién lo diría, eh? No sé qué hacen, pero parece que ya lo olvidó todo."

Luis, al ver la foto, sintió cómo algo dentro de él se rompía. No podía creer lo que estaba viendo. La imagen parecía tan real, tan cruel. La duda y la ira comenzaron a invadir su mente. ¿Cómo pudo Miguel besar a Hanniel después de todo lo que había pasado entre ellos? Sin pensarlo, su rostro se tornó sombrío.

-Luis (en voz baja, con rabia contenida)-
"¿Por qué no me dijo nada? ¿Por qué lo hizo? ¿Y después de todo lo que...?"


Miguel se encontraba en el aula, distraído por las conversaciones a su alrededor, pero su mente estaba ocupada con todo lo que había ocurrido. Cuando escuchó el sonido de la puerta abriéndose, levantó la vista y vio a Luis entrando, con el rostro tenso y una mirada que no podía leer. Miguel sintió un nudo en el estómago, pero no dijo nada.

Luis caminó directo hacia él, sin detenerse, y su voz salió baja, pero cargada de furia.

-Luis (frunciendo el ceño)-
"Miguel, necesitamos hablar."

Miguel sintió que algo estaba por pasar, pero no podía anticipar lo que Luis iba a decir. Pensó que tal vez sólo quería aclarar el malentendido, pero la forma en que lo miraba era diferente. Algo no estaba bien.

-Miguel (tratando de mantener la calma)-
"¿Qué pasa, Luis?"

Luis no dijo una palabra más. Simplemente, en un rápido movimiento, tomó a Miguel del brazo y lo condujo hacia un rincón apartado de un pasillo, lejos de los demás. Miguel se sintió incómodo, pero no pudo zafarse. Estaba viendo una faceta de Luis que nunca antes había visto.

Cuando llegaron al rincón, Luis lo soltó bruscamente, dando un paso atrás, y Miguel no pudo evitar sentirse estupefacto por el cambio repentino en su actitud.

-Luis (con voz rasposa, pero controlada)-
"¡¿Qué diablos es eso con Hanniel?!"

Miguel se quedó paralizado. La mención de Hanniel lo hizo recordar todo lo que había sucedido, pero la mirada de Luis, cargada de enojo y confusión, lo hizo sentirse vulnerable.

-Miguel (tratando de mantener el control)-
"¡No es lo que parece, Luis! No sé por qué estás tan alterado."

Luis lo miró fijamente, como si no pudiera creer lo que oía. Dio un paso hacia él, apretando los dientes.

-Luis (más enfadado)-
"¡No es lo que parece?! ¡Te vi con él, Miguel! ¡Vi cómo te besó, y tú no hiciste nada para detenerlo!"

Miguel se sintió como si le estuvieran dando un golpe en el estómago. Quiso defenderse, pero las palabras de Luis lo atacaban con tanta fuerza que no sabía cómo hacerlo.

-Miguel (gritando, molesto)-
"¡Tú no entiendes nada! ¡Yo no quería que pasara! No me lo esperaba, ¿por qué no lo entiendes? ¡No es lo que parece!"

Luis frunció el ceño y se acercó más, casi invadiendo su espacio personal. La tensión entre los dos se volvía palpable, como si todo estuviera a punto de estallar.

-Luis (en voz baja, con rabia contenida)-
"¿Entonces por qué no me lo dijiste, eh? ¿Por qué no me hablaste de él? Si me consideras tu amigo, ¿por qué esconderme esto?"

Miguel trató de apartar la mirada, pero Luis no lo dejaba. La pregunta le caló hondo. La verdad era que no sabía cómo explicarlo. Cómo podía hablar de algo tan confuso, algo que ni él mismo entendía.

-Miguel (con voz quebrada)-
"No sé, no lo sé, Luis... no quería que esto pasara, no quería que las cosas fueran así. Todo fue un error, algo... algo tonto de mi parte, algo que... que ya no tiene sentido."

Luis lo miró en silencio, sus ojos llenos de dolor. Pero algo dentro de él, algo que no quería admitir, lo estaba haciendo sentir un fuego en su interior, una ira indescriptible. Y aunque se sentía herido, también sentía algo más: una necesidad de entender, de ver la verdad.

-Luis (gritando, su voz resonando en el espacio vacío)-
"¡¿Un error?! ¡¿Un error?! ¡¿Y qué me dices a mí, Miguel?! ¡¿No me consideras lo suficiente para decirme la verdad?! ¡¿Qué soy para ti, eh?! ¡¿Sólo un amigo?! ¡¿Qué clase de amigo soy para ti?!"

Miguel dio un paso atrás, su mente llena de pensamientos confusos. El grito de Luis lo había dejado en shock. Y aunque entendía el dolor de su amigo, sentía una mezcla de culpabilidad y frustración. No sabía cómo contestar.

-Miguel (en tono bajo, casi susurrando)-
"No lo sé, Luis... No sabía qué decirte... ni qué pensar... No lo sé, todo fue un desastre... todo se fue al diablo."

Luis cerró los ojos, respirando profundamente. La ira seguía ardiendo en su interior, pero también había algo más. Algo que no podía controlar. Algo que le decía que no podía seguir callando.

-Luis (más calmado, pero aún molesto)-
"¿Así que todo fue un error? ¿Y ahora qué? ¿Qué quieres que haga con todo esto? ¿Qué quieres que piense de ti? ¿De nosotros?"

Miguel lo miró con los ojos llenos de arrepentimiento, pero también con una mirada decidida. Sabía que había hecho mal, pero también sabía que lo que estaba pasando entre ellos no podía continuar así.

-Miguel (en voz baja, con un tono dolorido)-
"Quiero que todo esto termine, Luis... que dejemos de pelearnos, que entendamos lo que pasó. Pero no sé si es posible. Todo lo que hemos pasado... todo esto, no lo puedo controlar."

Luis dio un paso atrás, sintiendo que la rabia se desvanecía un poco, pero la tristeza lo envolvía. Nunca imaginó que llegaría a este punto con Miguel.

-Luis (en tono serio, con tristeza)-
"Yo... no sé si pueda seguir así, Miguel. No sé si podamos regresar a lo que éramos."

Miguel, sintiendo el peso de sus palabras, se acercó a Luis, su rostro aún mostrando arrepentimiento.

-Miguel (en voz baja, sincera)-
"Lo siento, de verdad lo siento. No quise hacerte daño, no lo quise. Pero... no sé si puedo arreglar esto. Ya no sé ni qué quiero."

La tensión entre Luis y Miguel estaba al borde de romperse. Los gritos resonaban en el pasillo vacío, llenando el aire con una carga emocional tan densa que parecía que los dos se ahogarían en ella. Luis se sentía atrapado, herido por lo que había visto y escuchado, pero algo en la mirada de Miguel lo detuvo. Fue un destello fugaz, casi imperceptible, pero suficiente para hacer que Luis se detuviera un momento.

Miguel había hablado, pero sus palabras ya no sonaban tan firmes. Había algo en su mirada que Luis nunca había notado antes: un brillo de desesperación, un rastro de dolor profundo que no podía ocultar. Los ojos de Miguel, tan llenos de angustia, parecían pedir perdón sin decir una sola palabra.

Luis frunció el ceño, como si intentara leer lo que había detrás de esa expresión. Por un momento, el furor que sentía se atenuó, y en su lugar comenzó a crecer una sensación de duda. No era la ira lo que veía en los ojos de Miguel, era... sinceridad. Algo que nunca pensó que Miguel mostraría en medio de una discusión tan tensa.

-Luis (más bajo, pero firme)-
"¿Qué estás tratando de decirme, Miguel?"

Miguel respiró hondo, casi como si las palabras lo ahogaran. Su voz se quebró, el peso de la culpa y la tristeza hacían que su garganta se tensara. Quiso defenderse, pero no podía. Sabía que no podía cambiar lo que había pasado, pero su corazón gritaba por que Luis entendiera.

-Miguel (voz quebrada, pero sincera)-
"Lo siento... no sé cómo... no sé cómo explicarlo. ¡De verdad que no quería que todo fuera así! Yo... no quise que nos pasara esto. No quise... hacerte daño, pero parece que todo se fue de las manos. Estoy... estoy tan perdido, Luis..."

Luis, al escuchar las palabras de Miguel, sintió cómo su enojo se desvanecía poco a poco. Pero lo que realmente lo paralizó fue ver cómo Miguel estaba a punto de romperse, cómo sus ojos brillaban con lágrimas no derramadas, y cómo sus manos temblaban ligeramente. Fue como si, por un momento, todo el odio y el rencor se desvanecieran. Solo quedaba el dolor. Y ese dolor en los ojos de Miguel era demasiado real.

Luis observó cómo la vulnerabilidad de Miguel se hacía más y más evidente. A pesar de su ira, de su dolor, la sinceridad de Miguel le llegó al corazón. Su expresión se suavizó, y por un instante, todo lo que pensaba desapareció, dejando solo una pregunta flotando en su mente: ¿cómo podría seguir odiando a alguien que claramente estaba sufriendo tanto?

Miguel, al ver que Luis no respondía, sintió un nudo en el pecho. Pensó que tal vez, solo tal vez, Luis nunca podría entender lo que había pasado. Ya había cruzado una línea que no podía deshacer.

Antes de que pudiera decir algo más, Luis dio un paso hacia él, su rostro aún marcado por la rabia, pero algo había cambiado en sus ojos. Ya no era solo el enojo lo que dominaba su ser, sino una mezcla de dolor y desconcierto.

-Luis (en tono más suave, casi susurrando)-
"¿Por qué no me lo dijiste antes, Miguel? ¿Por qué esperaste tanto?"

Miguel intentó dar un paso atrás, pero Luis ya estaba demasiado cerca, tan cerca que podía sentir el calor de su respiración. En ese momento, algo dentro de él quebró por completo. No sabía qué decir. Las lágrimas estaban a punto de escapar, y no quería que Luis las viera, no quería mostrar esa debilidad. Pero los ojos de Luis ya le estaban diciendo lo que no se atrevía a pronunciar.

-Miguel (entre sollozos, apenado)-
"No quería... no quería que pensaras que todo esto era por mi culpa. No quería... No sé por qué me costó tanto hablar."

Luis, al escuchar la voz de Miguel quebrarse, sintió un impulso en su pecho. No podía soportar verlo así, tan vulnerable, tan... humano. Y de repente, algo en su interior le dijo que debía calmarse, que debía dejar de lado la rabia y escuchar, realmente escuchar, lo que Miguel tenía para decir.

Luis levantó la mano, tocando suavemente la mejilla de Miguel, en un gesto que ninguno de los dos había planeado. El contacto, tan simple y tan cargado de emoción, hizo que Miguel levantara la mirada, encontrándose con los ojos de Luis. Y por un segundo, todo quedó en silencio.

Miguel no pudo resistir la necesidad de desahogarse más. Sin pensarlo, dejó caer las lágrimas que había estado conteniendo durante toda la conversación. Luis, al ver eso, no pudo evitar sentir su corazón apretarse.

-Luis (en un susurro, lleno de comprensión)-
"No llores... No quiero verte así."

Sin decir nada más, Luis abrazó a Miguel, no con rabia, no con ira, sino con una suavidad que Miguel no esperaba. Lo envolvió con sus brazos, casi como si intentara protegerlo de sí mismo, de los propios sentimientos que los estaban destruyendo.

Miguel, entre sollozos, se aferró a Luis, sintiendo la calidez de su abrazo como una salvación, aunque no sabía cómo iba a resolver todo lo que había sucedido entre ellos. Pero en ese momento, no importaba. Solo necesitaba a Luis cerca.

La pelea, que parecía interminable, se disipó en ese abrazo, reemplazada por una sensación de vulnerabilidad compartida. Ninguno de los dos sabía cómo seguir, pero por primera vez, parecía que los dos se entendían, aunque en silencio.

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