♡《𝑬𝒏𝒕𝒓𝒆 𝒎𝒊𝒓𝒂𝒅𝒂𝒔》♡
El sonido del timbre resonó en el pasillo, marcando el final de la jornada escolar. Los estudiantes salieron en tropel, algunos charlando, otros revisando sus teléfonos, mientras Miguel caminaba hacia la salida con las manos en los bolsillos.
Luis apareció a su lado, como si hubiera estado esperando el momento perfecto.
-Luis-
"Hey, Ellington."
-Miguel (arqueando una ceja)-
"¿Qué quieres ahora, Somerset? ¿Otro sermón sobre mi actitud o algo así?"
-Luis (sonriendo)-
"No, esta vez es algo más divertido. ¿Quieres venir a mi casa? Ya sabes, para... eh, seguir avanzando con el trabajo del equipo."
-Miguel (desconfiado)-
"¿Y desde cuándo eres tan amable?"
-Luis-
"Desde ahora. Anda, no seas dramático. Además, Hikaru está ocupado con su 'inspirational anime', y tú y yo hacemos el mejor dúo productivo."
Miguel suspiró, pero la curiosidad lo venció.
-Miguel-
"Está bien. Pero no te emociones, Somerset. No estoy aquí para ser tu amigo ni nada por el estilo."
-Luis (riendo)-
"Claro, claro. Lo que digas, Ellington."
La casa de Luis era justo como Miguel se la imaginaba: espaciosa, elegante y con un aura que gritaba "privilegio". Los muebles eran modernos, las paredes decoradas con cuadros y fotografías familiares, y todo estaba impecablemente ordenado.
-Miguel-
"Vaya, esto es... ¿una mansión o algo así?"
-Luis (encogiéndose de hombros)-
"Es solo una casa. Pasa, te enseño dónde podemos trabajar."
Luis lo guió por el pasillo hasta una sala que parecía un pequeño estudio. Sin embargo, lo que captó la atención de Miguel fue un piano de cola negro que dominaba el espacio.
-Miguel (señalando el piano)-
"¿Tú... tocas eso?"
-Luis (sonriendo con orgullo)-
"Sí, desde niño. Mi mamá insistió, y al final me terminó gustando."
-Miguel-
"Vaya, así que Somerset no solo es insoportable, sino también talentoso. Interesante combo."
-Luis-
"¿Quieres que te enseñe algo? Es más fácil de lo que parece."
Miguel frunció el ceño, pero al ver la expresión entusiasta de Luis, terminó cediendo.
-Miguel-
"Supongo que no puede ser tan complicado. Inténtalo."
Luis se sentó en el banco del piano y le hizo un gesto a Miguel para que se sentara a su lado. Miguel, algo incómodo, se acomodó mientras Luis colocaba sus manos sobre las teclas.
-Luis-
"Mira, esto es básico. Solo sigue mis dedos."
Luis comenzó a tocar una melodía sencilla, y luego guió las manos de Miguel hacia las teclas. Sus dedos rozaron los de Miguel, y ambos se tensaron por un momento.
Miguel intentó concentrarse en las notas, pero la cercanía era imposible de ignorar.
-Miguel-
"¿Así?"
-Luis (con la voz ligeramente más baja)-
"Sí... más o menos. Pero no golpees las teclas tan fuerte, parece que las estás amenazando."
Miguel soltó una risa suave, algo que Luis notó con sorpresa.
-Miguel-
"No puedo evitarlo. Tal vez el piano no sea lo mío."
-Luis-
"Tal vez. Pero admito que no estás tan mal para ser tu primera vez."
Ambos rieron, y la tensión pareció disiparse por un momento. Sin embargo, cuando Luis giró la cabeza para corregir la postura de Miguel, se encontró con sus rostros peligrosamente cerca.
La risa cesó. Por un instante, todo pareció detenerse. Miguel y Luis se miraron directamente a los ojos, como si estuvieran atrapados en un hechizo que ninguno podía romper.
El silencio era ensordecedor, y el aire se sentía pesado. Miguel desvió la mirada primero, carraspeando y apartándose un poco.
-Miguel (fingiendo desinterés)-
"Bueno, creo que ya fue suficiente clase por hoy."
Luis también se apartó, rascándose la nuca y tratando de ocultar el leve rubor en sus mejillas.
-Luis-
"Sí, claro. No queremos que te vuelvas un virtuoso en un solo día."
Ambos se quedaron en silencio por unos segundos más, evitando mirarse directamente. Sus pensamientos eran un caos: preguntas, dudas y una confusión que ninguno sabía cómo manejar.
Horas más tarde, después de que Miguel se despidiera y se fuera, Luis se quedó sentado frente al piano, tocando distraídamente una melodía suave.
-Luis (en voz baja)-
"¿Qué demonios está pasando conmigo...?"
A kilómetros de distancia, Miguel caminaba hacia su casa, apretando los puños y mirando al suelo.
-Miguel (pensando)-
"¿Por qué... por qué no podía apartar la mirada?"
Ambos, en sus propios mundos, se hacían la misma pregunta, sin encontrar una respuesta clara.
Jiji, regrese
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