♡《𝑬𝒍 𝑷𝒆𝒔𝒐 𝒅𝒆𝒍 𝑺𝒊𝒍𝒆𝒏𝒄𝒊𝒐》♡
El camino a casa siempre era el mismo: calles grises, edificios desgastados y un silencio que a veces era interrumpido por risas lejanas o el ladrido de un perro. Miguel caminaba con las manos en los bolsillos, su mirada oculta tras las gafas negras, aunque no había nadie cerca que pudiera verlo.
Cuando finalmente llegó a su casa, una pequeña construcción de paredes desgastadas y ventanas opacas, soltó un suspiro pesado. La llave chirrió al girar en la cerradura, y al abrir la puerta, lo recibió el olor familiar de tabaco y alcohol.
La sala estaba desordenada: botellas vacías en la mesa, un cenicero desbordado y ropa tirada en el sofá. Desde la cocina, la voz de su madre llegó clara y cortante.
-Madre-
"¿Eres tú, Miguel? Llegas tarde otra vez. ¿Qué, te crees importante o qué?"
Miguel cerró la puerta detrás de él, sin molestarse en responder. Dejó su mochila en el suelo y fue directo hacia su habitación.
-Madre-
"¡Estoy hablándote, mocoso! No me ignores, que ni creas que te mantengo para que hagas lo que quieras."
Miguel se detuvo en el pasillo, con los puños apretados. Giró lentamente la cabeza hacia su madre, que estaba apoyada en el marco de la cocina con un cigarro en la mano.
-Miguel-
"¿Qué quieres, mamá? ¿Ahora qué hice mal?"
Su madre lo miró con desdén, exhalando una bocanada de humo antes de responder.
-Madre-
"Hiciste mal en existir, para empezar. Mira nada más, igualito a tu padre. Igual de inútil. Si no fuera por ti, podría haber tenido una vida mejor."
Esas palabras ya no dolían tanto como antes, pero todavía dejaban una punzada en su pecho. Miguel apartó la mirada y caminó hacia su cuarto, cerrando la puerta de un golpe.
Dentro, el espacio era pequeño y casi vacío: una cama sin arreglar, un escritorio lleno de libros viejos y el encendedor que siempre llevaba consigo, descansando sobre la mesa. Miguel se dejó caer en la cama y cerró los ojos, recordando el día en el instituto.
No podía dejar de pensar en el rostro de Luis cuando sus ojos quedaron expuestos por un instante. ¿Qué habría pensado? ¿Habría sentido lástima? ¿Curiosidad? No quería saberlo. Luis ya lo miraba con suficiente desprecio sin conocer sus debilidades.
Pero por alguna razón, la forma en que lo había mirado, como si hubiera algo más que desprecio en sus ojos, lo tenía inquieto.
Un golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos.
-Madre-
"Voy a salir un rato. No me esperes despierto."
Miguel no respondió. Escuchó los pasos de su madre alejándose y luego el portazo. Solo entonces abrió los ojos y se quitó los lentes oscuros, dejando que la luz débil de la lámpara iluminara su heterocromía. Pasó un dedo por el marco de sus gafas, su único escudo contra las miradas curiosas y los comentarios crueles.
-Pensamiento de Miguel-
"¿Lindos? Ja, claro. Si supieran la verdad..."
Se levantó de la cama y tomó el encendedor. El brillo del fuego lo hipnotizaba, como si las llamas pudieran consumir todos sus problemas. Pero sabía que no era así. Nada podía quemar el peso que cargaba.
Dejó el encendedor sobre la mesa y se tumbó de nuevo, mirando el techo. En silencio, Miguel se prometió lo mismo que se prometía cada noche:
-Pensamiento de Miguel-
"Un día me voy a largar de aquí. Un día..."
Jiji, reviví
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