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Capítulo 3

—La na... la nave... —balbuceó Bulma.

Estaba completamente desilusionada. Todos sus esfuerzos hechos para poder cumplir con el pedido del pequeño Trunks como regalo de navidad habían sido en vano. Vegeta, con un simple descuido en la cocina, había destruido todas las ilusiones que había puesto Bulma en obsequiarle a su hijo su tan ansiada nave espacial.

—Por fin te encuentro —señaló Vegeta, quien hizo su aparición en el destruido laboratorio. Tenía una lata de gaseosa consigo—. Supongo que con el estropicio ocasionado tendré que comer fuera. Así que dame dinero para ir a cualquier restaurante. Quizá uno de comida rápida me sentaría bien...

—Tú.... ¡Tuuuú! —vociferó Bulma interrumpiéndolo.

El saiyajin se sorprendió nuevamente con los gritos de su mujer.

—¿Y ahora qué te ocurre? 

—¿Y TODAVÍA LO PREGUNTAS?

—Si lo dices por lo que ocurrió en la cocina, eso no es problema alguno. Puedes decirle a tus empleados que lo arreglen y en un par de días todo estará ok.

—¡NO ME REFIERO A ESO!

—¿Entonces? —preguntó aturdido.

—¡MIRA LO QUE HICISTE! —señaló indicándole que observara el lado izquierdo de la habitación, donde se encontraban los restos de lo que hacía unos minutos había sido el regalo de su hijo.

—¿Qué son esos cachivaches?

Bulma le relató lo que había ocurrido y lo que su poca pericia en la cocina había ocasionado.

—Bah, no es gran cosa. Si el mocoso quiere una nave espacial, puedes hacérsela otra vez, ¿no?

—Sí, pero...

—¿Pero? —preguntó con incredulidad.

—Trunks lo pidió como regalo de navidad. Y estamos a sólo tres días de la nochebuena...

—¿Y? —insistió Vegeta. Aún no entendía el porqué de la desolación de su mujer.

—¿Cómo que "y"? ¿Crees que me va a ser posible construir su regalo en sólo tres días, cuando me ha tomado bastante tiempo construir una nave espacial a su gusto?

—Puedes pedirle a Kakarotto que te obsequie la nave de las fuerzas especiales Ginyu que tomó prestada para salir del planeta de los Namek... —dijo muy tranquilo

—Que no. Esa nave es muy pequeña. Trunks me pidió una nave muy especial, con un cuarto de videojuegos, un salón recreativo y muchos detalles más...

Bulma dio un suspiro lastimero. Construir la nave espacial con las características que su hijo le había solicitado le había tomado poco más de un mes. El niño había estado muy ilusionado con la idea y a ella le hacía muy feliz obsequiarle dicho regalo. ¡Pero ahora todo esto se había ido al traste! En tres días le sería imposible cumplir con lo solicitado por Trunks.

—¡Bah! Tanto escándalo por algo tan simple... —afirmó Vegeta dándole la espalda, mientras abría una lata de refresco, que era de las pocas que había sobrevivido a la explosión—. Se la das en otra ocasión y no en navidad. ¡Qué más da!

Al escuchar sus últimas palabras, Bulma sintió que, de nuevo, la ira la invadía.

—Nunca he entendido esas estúpidas celebraciones terrícolas —añadió el saiyajin para luego terminar de dar el último sorbo a su lata de bebida.

De pronto, se percató de que una energía poco usual empezaba a percibirse en el ambiente. Al voltear para ver quién era el dueño de aquella, el espectáculo ante él era sorprendente.

La dueña de esa energía era Bulma. Un imaginario halo de aquella comenzaba a rodearle, emulando a cuando los guerreros Z aumentaban su ki.

—¡HAS DESTROZADO EL REGALO DE NAVIDAD PARA TRUNKS!  ¿NO TE HAS DADO CUENTA DE LO QUE ESO SIGNIFICA? 

—Ups... —dijo Vegeta con una gota de sudor bajándole por la frente—. Pero puedes comprarle cualquier cosa, a ti te sobra el dinero, ¿no?

—GRRR... ¡POR TU CULPA LA NAVIDAD DE TRUNKS ESTÁ ESTROPEADA!

—Bah, la navidad es una ridiculez.

—¿RIDICULEZ?

—Sí, además me parece una pérdida de tiempo y esfuerzo. Si por mí fuera, me largaría de aquí para no celebrar la navidad con ustedes.

—¿Así que eso piensas en realidad?

—Sí, así es.

—Pues si eso es así, ¡PUEDES IRTE Y NO CELEBRAR LA NAVIDAD CON NOSOTROS, QUE YA BASTANTE LA HAS MALOGRADO!

—Muy bien. Así será. ¡ME IRÉ Y NO REGRESARÉ HASTA QUE HAYAN PASADO ESTAS ESTÚPIDAS FIESTAS DE NAVIDAD! —exclamó mientras apretaba la lata de bebida que había tomado y la arrojaba al suelo con mucha furia.

—¡PUES QUE ASÍ SEA! 

Como término de la discusión, Vegeta salió volando de la habitación con dirección desconocida.

*****

24 de Diciembre, Capsule Corp.

Bulma, en reemplazo de la nave espacial que su marido había destruido sin querer, optó por ir a un centro comercial de la Capital del Oeste para comprar varios juguetes para obsequiar a su hijo para navidad. El niño le había preguntado a su madre por qué su papá no había estado en casa esos días. Bulma lo excusó mintiéndole que Vegeta se había ido a las montañas en un entrenamiento especial, pero que había prometido volver para la cena de nochebuena.

Con la cuenta atrás en la proximidad de la festividad, esa tarde Trunks y Goten se encontraban, de nuevo, en la habitación del primero en un enfrentamiento de Street Fighter. Parecía que, por fin, el hijo de Goku estaba por hacerse de la revancha ante su mejor amigo.

El luchador elegido por Goten, Ryu, lanzó un sinfín de hadokens para acabar con el luchador de Trunks, Ken. Sin embargo, en un as bajo la manga, este usó su shoryuken venciendo, por enésima vez, al Ryu de Goten.

—¡Te gané!  —Lanzó una carcajada el hijo de Vegeta para luego enseñar a su mejor amigo, con los dedos de su mano derecha, un símbolo de victoria.

—No puede ser —dijo Goten, para luego suspirar a modo de resignación, viendo en la pantalla del televisor cómo su peleador caía al suelo por enésima vez.

*****

—¿Y ya sabes qué te van a regalar por navidad? —preguntó el hijo de Goku mientras comía un turrón de chocolate, entre los múltiples dulces navideños que había en la Capsule Corp.

—No quería decirte el otro día, pero qué más da. Le pedí a mi mamá muchos regalos, pero en especial uno muy particular... ¡una nave espacial! 

—Wow, ¡qué bueno!

—¿Y a ti qué te van a obsequiar?

—Bueno, mis papás no tienen tanto dinero como los tuyos, pero he pedido un robot de Optimus Prime.

—Yo tengo varios de esos. ¡Son geniales! —indicó con autosuficiencia Trunks, algo muy propio de él.

—¿Varios? A mí sólo me van a comprar uno... —señaló con resignación.

Al ver la cara de su amigo, Trunks decidió animarlo.

—Pero puedes venir a mi casa y te presto todos los juguetes que quieras.

—¿En serio? —preguntó con los ojos iluminados de ilusión.

Trunks le guiñó el ojo derecho como afirmación a su pregunta. En ese instante, la voz de Bulma interrumpió la charla de los chicos:

—Goten, tu mamá ha llamado. Dice que debes ir a tu casa de una vez.

—Oh, verdad. Que ya es tarde, está oscureciendo. —Sonrió el niño sobándose la cabeza, emulando el gesto típico de su padre.

Los dos amigos se despidieron, no sin antes desearse una feliz nochebuena y navidad.

Ya cuando Goten se fue, Trunks se dirigió donde su madre, quien estaba atareada con los preparativos de la cena de nochebuena.

—¿Y papá a qué hora va a llegar? Si se demora más se le va a hacer tarde para la cena.

Bulma no supo qué responder. No tenía la más mínima idea de cuándo iba a regresar Vegeta, menos de cómo contactarlo. De ese modo, decidió sincerarse con su hijo y hacerle saber que su padre se había ido de la casa y que no sabía cuándo volvería, omitiendo la razón de su desaparición.

—Pero, ¿por qué?

—Sabes que a tu papá no le gusta la navidad ni ese tipo de celebraciones. Y bueno... —le informó con cierto pesar al no encontrar una buena justificación ante la desaparición de Vegeta.

—Oh, es eso —dijo el chico con desánimo—. Tienes razón. Papá siempre dice que los terrícolas somos unos tontos por tener estas celebraciones.

—Sí, es eso. —Bulma soltó una falsa sonrisa. 

—Bueno, voy a seguir jugando a la Play. Me avisas cuando la cena esté lista —señaló Trunks con desánimo.

Se fue muy desanimado a su habitación. El saber que su padre no iba a participar de la cena  no le había caído nada bien y su madre se percató de ello.

‹‹Uhm... ¡Por culpa de ese idiota de Vegeta, ahora mi hijo está triste!›› —pensó Bulma con mucho pesar.

De pronto, su rostro se iluminó. Se le había ocurrido una idea para cambiar el ambiente poco favorable para la navidad.

Sí, eso voy a hacer —habló en voz alta, colocándose los brazos en la cintura, como si fuera a tomar una decisión presidencial.

Luego de ello, Bulma cogió el teléfono y se comunicó a la casa de los Son.

—Hola, Milk. ¿Qué tal? ¿Está Goku por ahí?

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