La horrible maravillosa noche de navidad
Había llegado el momento perfecto para atacar. Kim Seokjin lo sabía y por esa razón es que el irritante decorativo navideño no agrió todavía más su malhumor.
La Bangtan Villa era una pequeña locación situada en..., donde todos los habitantes, y en especial en esta época, alimentaban el espíritu de la Navidad con entusiasmo y alegría. ¿Cómo llegó Grinch Seokjin a vivir allí seguía siendo un misterio? Pero el muchacho, que ya corría más cerca de los treinta que de los veinte, era un Bangtan villense como cualquier otro, salvo que como ningún otro ODIABA la Navidad.
Por eso cuando hace un tiempo se anunció la muerte del último Santita Claus festejó que esta vez, este año, la Navidad no llegaría. ¡No llegaría! No obstante, fue informado de forma amable —todos allí, en Bangtan Villa lo eran— de que la tradición Claus destinaba un heredero sucesor de Santa para continuar la festividad. Pensó, pese a todo, con un optimismo rencoroso, que no llegarían a tiempo al nombramiento del nuevo Claus. ¡Y así ninguna Navidad sería posible! Pero no era su Bangtan suerte que ocurriera su deseo, porque la chimenea de la casona Claus, un poco más alejada de la Bangtan plaza, dejó ver un humo blanco que trepó hasta las nubes.
Esto anunciaba a Bangtan Villa que había ya un nuevo Claus, quien sería, de ahora en más, el encargado de la Navidad.
Con un nuevo Santa Claus en la Bangtan Villa todos estaban rumorando y apostando quién sería el nuevo heredero Claus. Y junto a ellos, en nada compartiendo la algarabía, Kim Seokjin daba vueltas a su idea —¡Maravillosa, horrible idea!— para robar la navidad. Yendo de acá para allá mascullando con enojo cuánto detestaba la Nochebuena.
—¿Buena por qué? —vociferaba, con aspavientos frenéticos mientras echaba a correr cuando unos niños, maliciosos o tal vez traviesos, le cantaban los villancicos.
Sin embargo, su rabia fue mayormente ignorada. ¡Qué importaba la rabieta de un quejumbroso! Había serpentinas en las calles, lucecitas coloridas, se olía el aroma a pan de nuez, a pan con fruta, al Bangtan budín, ¡y los bangtancholates! Todo. Todo. TODO era Navidad festiva, Bangtan navidad. Y nada. Nada. NADA era la molestia de un Grinch Seokjin.
—Les llegará su hora —rezongaba Seokjin, paseando su vista opaca entre todos. Y no pudo detener la ufana sonrisa cuando en su cabeza las partes de su terrible plan encajaban a la perfección. Solo necesitaba un poco de ayuda...
Los pocos que sí repararon en las intenciones perversas de Seokjin, de todos modos no supieron qué hacer con él. Por lo que se dedicaron a conjeturar sobre su enfado navideño. Había quienes decían que su molestia provenía de su ajustado pantalón, otros de esa vez que cayó sobre una planta de espinas y una se le clavó en el... Pero otras versiones solo explicaban que la razón de ser como era ese ser se debía a su pequeño corazón. Del tamaño de una Bangtan nuez, tal vez. Seco y duro como una, tal vez.
—¡A callar! —gritó, cuando los villancicos y los saludos de ¡que tengas una feliz navidad grinch Seokjin! le llegaban a los oídos—. ¡A callar! ¡A callar!
Y se arrojó tras los murales altos de su cabaña, elevada en la Bangtan colina desde donde podía ver —con altas dosis de desdén y asco— las exageradas decoraciones, las escandalosas luces y los ajetreados ires y venires de los Bangtan villences. Harto ya de la Navidad, la Bangtan Navidad con sus enceguecedoras luces, sus extravagantes árboles decorados con brillantes y coloridas esferas, los Bangtan platillos calientes, dulces y salados ¡y agridulces!, las bebidas y los brindis... sí, su asqueroso plan debía funcionar.
¿Qué plan pensó Grinch Seokjin para robar la Bangtan Navidad?
—¡Ja! ¡Nunca más osarán burlarme! —se relamió los labios con sabor a venganza, la probó en ellos, amarga y hostil en lo que veía la alharaca de todos los Bangtan villenses en sus ires y venires—. ¡Les mostraré lo que es la desdicha quitándoles lo que tanto anhelan! ¡Sabrán cómo me siento cuando los veo, cuando los oigo celebrar y corear saludos!
Y se encerró en su cabaña, seguido de cerca por su viejo perro RJ, que no meneaba la cola, ni alzaba las orejas desde hace mucho tiempo.
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Kim Taehyung se preguntaba a la vez que se cocía el plan de Grinch Seokjin: ¿Cómo es que la Bangtan Navidad llegaría a la Bangtan Villa?
Se descolgó de la cama, corriendo hasta el cuarto de Jungkook, un niño pequeño de apenas cinco años, y lo encontró llorando desconsolado. Lo tomó en brazos, notando el temblor de la angustia sacudirle el cuerpecito al niño, y lo llevó con él a tomar el desayuno. Sus palabras de consuelo trajeron una pizca de calma al niño Jungkook, pero nada podía decir Taehyung que lo tranquilice a él ante el espanto que sentía porque Santita Claus no estaba en Bangtan villa.
¡NO HABÍA CLAUS EN NAVIDAD!
O sí lo había, solo que, por mucho que la chimenea escupa su humo blanco, todavía quedaba probar al Claus heredero como merecedor del honor. Sin embargo, ¿qué podía hacer el nuevo Claus para demostrar su valía?
Observó al pequeño Jungkook, con su naricita enrojecida como el reno que duerme en el establo y los ojitos inundados de tristeza. Trató de sonreírle, de levantarle el ánimo, pero él también extrañaba al Santa Claus anterior. Mas su propia aflicción debía ser puesta en segundo plano cuando tenía un niño del que cuidar y del que encargarse.
Y, echándole más frutibangtan cereales al tazón de Jungkook, suspiró.
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Eran tres los secuaces de Grinch Seokjin: Min Yoongi, Kim Namjoon y Jung Hoseok.
—¿Quedó claro? —Seokjin realmente no deseaba repetir el plan.
—Sí —dijo Namjoon, dando un paso al frente—, pero no.
—Eso —dijo Hoseok, dando un paso al frente—, sí, pero no.
—No, pero sí —dijo Yoongi, dando un paso al frente—. Eso.
Y los otros dos estuvieron de acuerdo con este último.
—¿Qué parte no quedó clara? ¡Es sencillo!
Las cejas oscuras de Yoongi se apretaron contra sus ojos, que fueron apenas dos líneas simpáticas. No parecía el mayor, aunque lo era, por su escuálida presencia.
—Repasemos —movió los hombros bajo su feo Bangtan suéter navideño—. Quieres irrumpir en la casa Claus, mientras robamos los regalos, tomar al niño Claus y traerlo a tu cabaña para acabar con la Bangtan navidad.
—Es correcto —dijo Hoseok, en lugar de Seokjin—. Suena tan absurdamente posible que va a fallar.
—¿Qué acaso eres vidente?
Namjoon intervino, colocándose mejor las gafas de montura gruesa que le hacían parecer menos rudo de lo que era bajo su gorro rojo de Santa Claus.
—No hay que adelantarse, mejor pensemos las cosas antes de decidir.
—Ya se decidió —cortó Yoongi—. Lo ha decidido antes de llamarnos, ¿no es así?
Se dirigió a Seokjin, que se había cruzado de brazos al ver cómo cada uno hablaba en un tiempo distinto. Hoseok del futuro, Namjoon del presente, y Yoongi del pasado. Se estremeció, sin saber por qué, tal cual si un fantasma hubiera entrado en el salón. Uno o tres.
Mas la ejecución de su plan requería la compañía de esos tres pazguatos y, por algún motivo, Seokjin confió en que podrían hacerlo.
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En tanto en la Casona Claus, Kim Taehyung armaba lo que sería el trineo de Santa mientras Jungkook correteaba de aquí para allá, agregando Bangtan moños a todos los regalos.
—¡Los niños estarán felices con sus obsequios, Hyung! —Chilló el niño, devolviendo sus pasos hasta donde una pila de muñecos se hallaba a la espera de su Bangtan envoltorio—. ¿Crees que Santa estaría feliz con lo que se hará este año?
Taehyung ajustó la última madera del trineo, comprobó que fuera resistente antes de voltear a ver a Jungkook. El pequeño estaba enfundado en su traje rojo, con su sombrerito caído a un lado de sus cabellos oscuros. Pero era la sonrisa, a la que le faltaban dos dientes, la que derretía el corazón de cuanto Bangtan villense pudiera apreciarla.
—Santa lo estaría —tuvo un picotón de lágrimas, pero las barrió—. ¿Quieres que vistamos a los renos?
—¡Sí!
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En un trineo —todos en Bangtan Villa optaban por los trineos cuando las nevadas dejaban el suelo blanco, blanquísimo— se acomodaron los cuatros: Yoongi, Hoseok y Seokjin detrás y Namjoon, que podría maniobrar mejor, delante. RJ, el viejo perro, corría a un lado pese a que su dueño se esforzó en dejarlo atrás.
—¡Puedo oír las risas ya!
—Sí, sí —calló Namjoon a Seokjin, recibiendo un golpe en la parte trasera de su cabeza—. ¡Auch! ¿Qué estás loco? ¡Estoy conduciendo!
—Pues conduce en silencio —mandó Seokjin, gruñendo cuando escuchó reír a los otros dos secuaces.
—No tiene licencia para trineo —había murmurado Hoseok, mordiéndose la boca para callar su risotada.
—Ni de caminar, ¿has visto cómo perdió el equilibrio hasta que llegó al trineo?
—Al menos soy alto para conducirnos —rebatió Namjoon, rojo de vergüenza, casi tan rojo como su Bangtan gorro de Claus.
—Uuuh —se mofó Hoseok, codeando a Seokjin, pero este solo lo ignoró.
Había sido cosa de convivir, supuso, que los soportase aunque quisiera arrojarlos fuera del trineo. Pero su reflexión sobre cuán tolerable era estar con estos tres se detuvo cuando tuvieron que sostenerse mejor ya que el camino se empinó. Atravesaron la arboleda, y creyéndose a salvo, respiraron aliviados. Solo que fue en ese instante que el Bangtan trineo se detuvo. Y no fue una parada suave, sino que se clavó en la nieve y los mandó a volar a todos. RJ, el perro viejo, que no había sido expulsado del trineo, de igual modo se arrojó al montículo de nieve.
—¡Quita, quita, perro tonto! —Seokjin dijo, pero se congeló cuando vio algo extraño. ¡Extrañísimo!
¿Por qué la cola de RJ se movía de un lado a otro con tanto frenesí?
—Aww, mira el chucho feliz —dijo Hoseok, que tenía nieve hasta en las cejas—. Guau, Bangtan cachorrito, guau, guau.
Pero no había tiempo que perder, había dejado correr las horas hasta estar cerca a la media noche, y debían continuar. Atraparían al niño Claus antes de que se le ocurriera repartir los regalos.
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Taehyung contó otra vez: Rodolfo, Melchor, Kevin, Nico, Scrooge, Mochi...
¡Por la barba de Claus! ¡Faltaba un reno!
—¿Hyung, por qué no despegamos ya?
La nieve comenzaba a caer otra vez, ahora con menos fuerza, pero de todos modos cubría ya gran parte de la bolsa de regalos. Jungkook tiritaba, pero no de frío ¡De emoción! ¡Era su primera repartija de regalos! Y Taehyung no tenía corazón para pedirle que deje de moverse, que controle su entusiasmo en lo que pensaba un plan.
—Quédate aquí —dijo al rato, no podían viajar así—, no te muevas, iré al bosque a llamar un reno. Volveré a tiempo, no te preocupes —agregó, ante la mueca del pequeño—. Cuida de los regalos, ¿sí?
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Habían llegado. Tras muchos tropiezos, discusiones sobre ¿izquierda o derecha? o ¿por qué estás al mando?, ¿quién te nombró guía explorador?, ¿realmente fuiste explorador?... llegaron.
La casona Claus era todo lo que podía esperarse de la residencia de Santa. Construcción de madera, con techos de tejas que caen graciosamente, canaletas limpias, porche con silla mecedora. Y, lo indispensable, la decoración de Navidad. Había así serpentinas monstruosamente largas, enroscadas en los pilares de entrada; muérdagos —y sí, Hoseok y Namjoon los descubrieron tarde, aunque fue un buen beso—; bastones de caramelos rojos y blancos, esferas de colores llamativos y luces parpadeantes que hicieron que la cabeza de Seokjin se maree un poco.
—¿Qué hora es?
Yoongi miró al reloj.
23: 54.
—Bien, espero no haya decidido adelantar horas de trabajo —murmuró Seokjin, mientras espiaba por la ventana.
—No puede hacer eso —explicó Namjoon, desenroscando los brazos del menudo cuerpo de Yoongi tras haberle dado tremendo beso y luego de escuchar el tardío susurro de Hoseok ¡cuidado con el muérdago!—, tiene que encender la estrella del árbol exactamente a las doce.
—No lo hará —dijo Seokjin—, ¡no si puedo impedirlo!
Escéptico, Yoongi cruzó los brazos aguardando instrucciones.
—No lo hará —secundó Hoseok, para sorpresa de todos.
—¿Por qué no? —rebatió Namjoon, quien depositó un beso fugaz en la boca de Seokjin antes de recibir un manotazo.
Sonriendo por el golpe a su amigo, Hoseok señaló a su derecha.
—¡Es un pobre angelito! —había dicho uno.
—¿Quién podría ser capaz de dejarlo solo en casa? —había dicho otro.
Porque, sobre el trineo más elegante y pintoresco que hayan visto en Bangtan Villa, descubrieron a un pequeño Claus, moviendo las piernitas y la cabeza como si siguiera el ritmo de una canción.
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Cuando Claus Taehyung regresó con un reno bastante anciano aunque generoso, halló nada donde antes hubo un trineo de Santa Claus.
—¿Jungkookie? —llamó, aterrado de que algo le hubiera ocurrido al niño.
Sin embargo, nadie respondió y fue presa del pánico mientras iba dentro de la casona Claus y lo buscaba, lo llamaba desesperado, dando con que estaba vacía también. ¿Qué había ocurrido? ¿Qué haría? ¡YA ESTABA CERCA LA BANGTAN NAVIDAD! ¿Pero cómo irse sin saber el paradero de Jungkook?
Y fue cuando, llegando a la puerta de entrada, notó el brillo de la estrella de Navidad más alta en el árbol. Se volvió hasta comprobar el reloj y dijo, incrédulo:
—Jo, jo, jo, feliz navidad...
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Eran tres los secuaces de Grinch Seokjin: Min Yoongi, Kim Namjoon y Jung Hoseok.
—¿Quedó claro? —Seokjin realmente no deseaba repetir el plan.
—Sí —dijo Namjoon, dando un paso al frente—, pero no.
—Eso —dijo Hoseok, dando un paso al frente—, sí, pero no.
—No, pero sí —dijo Yoongi, dando un paso al frente—. Eso.
Y los otros dos estuvieron de acuerdo con este último.
—¿Qué parte no quedó clara? ¡Es sencillo!
Las cejas oscuras de Yoongi se apretaron contra sus ojos, que eran apenas dos líneas simpáticas.
—Repasemos —movió los hombros bajo su feo Bangtan suéter navideño—. Quieres secuestrar el trineo de Santa, llevarnos así los regalos, tomar al niño Claus y alcanzarlo hasta la estrella más alta del árbol para que llegue la Navidad.
—Es correcto —dijo Hoseok, en lugar de Seokjin—. Suena tan absurdamente posible que va a fallar.
—Es que pareces vidente...
Namjoon intervino, colocándose mejor las gafas de montura gruesa que le hacían parecer menos rudo de lo que era bajo su gorro rojo de Santa Claus.
—Hay que apresurarse, no podemos pensar mejor las cosas.
—Ya está decidido —cortó Yoongi—. ¿Estás tú listo, niño Claus?
Jungkook, que había escuchado atento el intercambio de los adultos, asintió sonriente. Las mejillas sonrojadas, la sonrisa de pocos dientes, y la mirada traviesa a la que ningún Bangtan villense podría resistir. ¡Había sido su sonrisa la responsable de interrumpir la hazaña!
Cuando los demás quisieron pellizcarle las mejillas a Jungkook y llenarlo de mimos, acunarlo y arroparlo mientras le cuentan un cuento y le preparan una taza de Bangtancholate para que duerma, Seokjin que no era nativo de Bangtan Villa solo sintió un dolor en el pecho, como un salto detrás de las costillas.
—Pero no podremos volar —habló Jungkook, su vocecita infantil como campanitas de hadas, señalando el trineo—. Nos falta uno.
Hoseok y Namjoon, que se volvieron a besar —aunque ahora no había muérdago, qué raro, ¿no?— se ofrecieron a ir por otro, pero Jungkook negó y dijo que ya volvería su tutor.
—¿Qué pasa si no se enciende la estrella a las doce exactas?
—La Navidad no llegará —el puchero de Jungkook tembló ante su próximo llanto, pero Seokjin chasqueó la lengua.
Ahora, estaba seguro que en su caja torácica se escondía un... ah, ¿qué podía ser que rebote como el tic tac tic tac de un reloj, pero suavecito? ¡Un Bangtan conejo, eso seguro!
—RJ —llamó a su perro, que, otra vez, qué raro, ¿qué le pasaba en la cola que se bamboleaba así?, llegó con ellos—. Ponte al frente, estás a cargo del vuelo. ¿Sabes dónde queda la estrella más alta del árbol?
El guau del perro supuso una respuesta, y Jungkook acarició a la mascota haciendo que esta menee aún más el rabo. ¡Cuán feliz estaba RJ por fin, tras tantos años junto a Grinch Seokjin!
23:58.
—¿Por qué haces esto? —lo detuvo Yoongi, apenas terminó de decirle la hora.
Los hombros de Seokjin se elevaron en un gesto que pretendió ser indiferente, pero había más escondido en él de lo que parecía. Y si no era porque su corazón pareció arremeter con más ahínco, derritiendo la capa gruesa de frialdad de su pecho, era porque Seokjin de pronto no estuvo solo en la Nochebuena. Y ahuyentar la soledad le permitió recordar y extrañar a su familia, sin llantos o lamentos, que perdió hace mucho y por la que se refugió lejos en la Bangtan Villa; de pronto también notó cuánto había echado en falta amigos, pocos, graciosos y leales; y no bastó con eso, además sintió un fuerte anhelo de que esta noche no acabe porque disfrutaba la compañía divertida y leal que unos pocos podían ofrecerle.
—Este no es el verdadero Claus y este dilema me ha quitado la oportunidad de ser yo quien estropee la Navidad —dijo, sin embargo, mintiendo tan mal que Yoongi le permitió esconderse tras la excusa—, el año próximo será.
Y así, marchando juntos, la Navidad llegó a Bangtan Villa. Y ni siquiera importó que no estuviera el verdadero y nuevo Santa con ellos, por lo que Claus Taehyung disfrutó de un Bangtancholate mientras escuchaba los villancicos desde la casona.
FIN.
Nota:
Disfruté mucho escribir esto, sí sí.
Quéseió, es simpática jaja
¡Gracias por leer!
:)
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