Una flama que se extingue
Comentario: Hola, hace tiempo que no entraba a subir algo a esta pagina, U.U pasé por algunas dificultades de tiempo y de ánimos, la verdad este capitulo no me sube mucho los ánimos ^__^U pero debía escribirlo, espero no sufran tanto, yo lloré bastante escribiéndolo, la verdad no me convence tanto como quedó, me cuesta retomar la escritura después de un tiempo sin escribir.
imagen by :kokoro-chan123 (koko-chan <3) espero no sufras tanto por esto ;3;
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Una vez la niña entró a un calabozo el diablo de aquel mundo miró hacia todas direcciones preguntándose que debía hacer, estaba libre, pero si se escondía tenía dos posibilidades, la más favorable era que Licorice no lo se diera cuenta que él no se encontraba en el calabozo, de esa manera podría escapar de su hijo y recomenzar su vida, aunque esta posibilidad tenía como riesgo dejar atrás a Poemi y que Licorice si la encontrara a ella y le hiciera daño. Y por otro lado tenía la posibilidad que su hijo menor si lo encontrara, se enojara y adquiriera una personalidad aún más enfermiza de la que ya le había mostrado, sentía el miedo recorrer por su cuerpo, sus extremidades estaban tensas, tenía pocos segundos para decidirlo, sentía cada vez más cerca los pasos sonar en la baldosa de la escalera, su corazón estaba agitado, sus labios tiritaban, su piel estaba aún más pálida y sudaba frio, miró la puerta del calabozo en el que Poemi se encontraba y tragó saliva, si su hijo menor lo encontraba en el pasillo mirando esa puerta se daría cuenta de inmediato que alguien le había ayudado a escapar y se encontraba en ese sitio, debía sacrificarse nuevamente, al menos su hija podría pedir ayuda y tratar de combatir en conjunto a Licorice, así su hija tendría más posibilidades de vida, era su deber salvarla y protegerla.
Suspiró pesado y corrió de vuelta a su prisión, cerró la puerta lo más suave que pudo, sin embargo los agudos sentidos del más joven de la familia lograron percatarse de aquel ruido tan característico de una puerta con las bisagras gastadas, avanzó por el pasillo asustado de que su hermosa madre intentara abandonarlo, la desesperación y el miedo invadieron su juvenil cuerpo. Al sentir los pasos largos de Licorice, el de cuernos rojos entró en pánico, ¿cómo escondería de Licorice que se había sacado las cadenas? ¿Qué escusa le inventaba? Debía proteger a Poemi, era su única esperanza de vida. Ivlis suspiraba y miraba al techo como implorando a Siralos que si alguna vez lo quiso, que si algún momento lo apreció como hijo o como creación, por favor lo ayudara en este momento de tanta agonía, literalmente estaba implorando misericordia a un dios que jamás lo amó, estaba desesperado.
Licorice llegó a la puerta de Ivlis, mirando de reojo la puerta de al lado, constatando que ésta estuviese cerrada y así estaba. Entró al calabozo de su madre y lo encontró en completa oscuridad – Madre, sentí un ruido extraño desde acá ¿estás bien?-
-Yo no he sentido nada – disimuló sus nervios ya que no era capaz de ver a su hijo ni él tampoco a él dada la oscuridad del recinto - oye, tengo sueño, creo que voy a dormir un poco más – dijo tratando de actuar lo más normal posible, sin embargo el instinto psicópata que se había desarrollado en Licorice le decía que algo olía mal en la situación, su madre le estaba ocultando algo y no se lo quería rebelar, se acercó entonces guiado por la voz tomando del brazo al más pequeño – como sospechaba, estas tiritando madre, tú no sabes mentir ¿por qué me mientes madre? ¿No tienes confianza en mí? Siempre te he contado todo de mí, pero tú no lo haces, me duele ¿sabes? Si no eres honesto esto no se podrá llevar con calma y no quiero ser rudo contigo madre, madre yo te amo, por favor confía en mí, estoy seguro que tu felicidad es estar conmigo madre - cada vez que el joven de cabello negro pronunciaba la palabra madre a Ivlis le daban deseos de vomitar, estaba sufriendo por ver a su hijo de esa manera, no quería ver el monstruo en el que se había transformado su querido y amado hijo menor ¿en qué momento todo había cambiado?. Suspiró entonces y desvió la mirada, luego volvió y sonrió sin parar de tiritar – no te estoy mintiendo Licorice, realmente tengo sueño y no he sentido ningún ruido, quizás son los guardias que trajeron a un nuevo rehén- trató de excusarse, sin embargo ahora que lo pensaba detenidamente quizás Licorice se dedique a revisar los calabozos uno por uno para encontrar al responsable de aquel sonido, no puede ser, pensaba, no puede ser que esto esté pasando, por favor Poemi huye, aprovecha este tiempo y huye lejos, vete con Emalf, ve a buscar a Adauchi, él te podrá cuidar mejor de lo que yo puedo ahora, ese pensamiento le rompía el alma y de sus ojos comenzaron a brotar lágrimas, desde su primer embarazo sus sensibilidad fraternal había aumentado mucho, por lo que el pensar en que no vería crecer a su pequeña Poemi, en que jamás se podría disculpar con Adauchi por cosas del pasado, que jamás volvería a hablar con su amada amiga Rieta, lo estaban quebrando por dentro, las lágrimas no paraban de correr por sus mejillas escociendo su delicada y blanquecina piel – Licorice- dijo implorando misericordia – por favor, sácame de aquí, no quiero terminar mis días encerrado en este lugar, por favor- lloraba, no sabía que más podía hacer, llevaba más de un mes sin ver la luz del día, esto no se comparaba a cuando Satanick lo encerró cien días en su castillo, ya que si bien estaba secuestrado en aquel mundo, él era libre de poder moverse por cualquier parte que él quisiese, ahora la presión psicológica le estaba matando, estaba en completa oscuridad, las condiciones en las que vivía eran insalubres, su cama era una mesa de torturas, la comida no era suficiente y tampoco muy nutritiva y menos al pensar que estaba embarazado, tenía miedo de perder al bebé que llevaba dentro, después de todo era el vestigio del amor que alguna vez pudo vivir con el diablo de Pitch Black, era vestigio que él amor era un sentimiento verdadero, y que el destino alguna vez fue benevolente dándole tantos días de felicidad y paz.
-Madre, ¿todavía no comprendes los peligros que hay fuera de este lugar? Hay muchos sujetos como mi padre que ven a un tipo hermoso como madre y solo quieren aprovecharse de ellos, madre, eres el ser más importante para mí y no permitiré que nadie más te haga sufrir como el infeliz de mi padre lo hizo, por eso en este lugar jamás te volverán a hacer daño madre, solo confía en mí, nadie te alejara de mí, nadie te hará llorar, solo recibirás amor, te costará acostumbrarte los primeros meses, pero será por tu propio bien madre, solo quiero lo mejor para ti - dicho esto lo tomó suavemente de los brazos para atraerlo, sin embargo Ivlis se asustó y opuso resistencia, esta reacción molestó de sobremanera a Licorice y lo apretó fuerte de las extremidades y lo obligó a besarlo, la cara del mayor era de dolor y desesperación, sus brazos dolían y no podía corresponder el beso a su hijo, dada la actitud de resistencia fue lanzado hacia un lado, donde Ivlis cayó de trasero al suelo lastimándose una pierna y pegándose contra la muralla – traté de ser amable contigo madre, ya que te amo, pero tu poco compromiso con nuestro amor me enoja, madre, solo debes amarme a mi ¿Por qué te cuesta tanto entender eso?- dijo enojado, logrando que sus ojos se vieran rojos en la oscuridad – y jamás mentirme ¿o crees que no notaría que tus cadenas están rotas, que alguien forzó la puerta y además hay un extraño olor en el cuarto? No creas que soportaré más tus mentiras madre, dime con quien te estás viendo, cualquiera que se interponga en nuestro amor... -se contuvo y suspiró para tratar de relajarse, el aire colérico que le rodeaba era muy espeso, Ivlis por su parte solo tiritaba rogando que Licorice no le hiciera más daño, que no se acercara, pero que se mantuviera el mayor tiempo posible en aquel lugar para lograr que Poemi escapara.
Sus lágrimas manchaban su hermoso rostro, no sabía cómo procesar lo que estaba viviendo, y le dolía saber que había criado un monstruo sin darse cuenta, ¿sería que su vida siempre sería desdicha? El joven de mirada seria se dedicaba a encender las antorchas que daban luz al calabozo, lo hacía de manera lenta como si atormentara con su caminar al pobre e infeliz diablo, pronto se sentó en la "cama" e hizo un movimiento con su mano para que Ivlis se sentara a su lado, el mayor solo lo miraba desde el suelo negándose a cooperar -vamos madre, solo quiero mantenerte a salvo a mi lado – el mayor miró triste el suelo y luego su pie, posiblemente se lo había esguinzado al caer, podía sentirlo más hinchado que de costumbre – estoy bien aquí, no quiero estar en cama- dijo con voz monótona, la verdad es que dormir en una cama de tortura le traía tan malos recuerdos que trataba de dormir en cualquier otra parte que no fuese ese lugar, recordaba los días en que su cuerpo era manchado en sangre, que tomaban posesión de él sin consentimiento, que jugaban con él, días que él sentía que su vida no tenía sentido, días que nada le importaba más que un dios que ni siquiera pensaba en él, un dios que lo veía como basura, un día en que él no era nada, no quería perder todo lo que había logrado avanzar, por eso no quería volver a esa cama. Una lagrima cayó por la mejilla del diablo la cual Licorice no fue capaz de notar por sus enceguecidos celos, se puso de pie y tomó a su madre de uno de sus brazos, ¿cómo osaba ignorarlo de esa manera? se supone que lo amaba, que él fue el que le dio un propósito de vida ¿entonces por qué se empeñaba en demostrarle todo lo contrario? Estaba sufriendo por no poder constatar el amor que le tenía su madre, por sentirlo tan distante, por no poder decir que su madre solo le pertenecía a él, chasqueó la lengua y se puso de pie, caminando con violencia hacia el diablo, pronto lo tiró a la cama, Ivlis se sintió muy agredido y asustado, intentó caer de una forma en la cual su vientre no fuese lastimado, debía proteger como pudiese a su bebé que se gestaba en su vientre – ¿por qué haces esto Licorice?- dijo llorando -no quiero acostarme aquí, no quiero, estar encerrado en este lugar, hijo... yo quiero salir... quiero vivir de nuevo, quiero verte crecer a ti, a Poemi, a mi bebé... no me hagas esto por favor – el joven solo abrió sus ojos, parecía alterado, si bien en un pasado se compadecería de su madre sufriendo, en esta ocasión solo podía delimitar las palabras de Ivlis como engaño, como celos, eran los sentimientos más profundos que sentía, no lo quería compartir, su madre era de él, solo él se había preocupado de cuidarlo todos estos años, solo él se había esforzado en defenderlo de los constantes abusos, solo él le había dado todo su amor, entonces merecía toda la atención, amor y miradas de Ivlis, todo lo que proviniera de su madre le pertenecía, ya sea palabras, lagrimas, tristeza o felicidad todo era de él, no las compartiría con nadie, y con nadie se refería a que ni siquiera el más insignificante ser merecía observar a su preciada madre.
Brusco se posicionó arriba del de cabello grisaceo y le tomó de sus manos, Ivlis tiritaba, no podía siquiera tratar de defenderse, sus huesos sonaron, seguramente le había quebrado ambas muñecas, lagrimas caían por su rostro, ya no aguantaría mucho sin quebrarse totalmente, le dolía mas que su hijo fuese él que le estuviese causando aquel sentimiento y ni siquiera se diera cuenta, ¿cómo podría lograr que despertara? ¿o era posible que él estuviese tan enceguecido que nunca se hubiese dado cuenta de la locura de su pequeño niño? Después de todo el ambiente en el que creció no fue nada amigable para un niño de su edad -¡deja de llorar! – le gritó de una forma violenta -¿estas llorando por todos ellos verdad?, solo piensas en ellos, pero jamás piensas en mí, todos ellos desaparecerán madre, porque no permiten que me ames, toda tu atención solo será mía, madre... yo te amo madre y tú me amas – dicho esto se acercó a los labios de su progenitor, besándolo con desespero, necesitaba sentir su esencia, su olor, su sabor, todo lo que proviniera de su madre, lo amaba, era como si fuese el néctar de la vida, le llenaba de gozo, quería mas, un simple beso no le quitaba el deseo de poseer más y más de la vida de Ivlis, quería ser uno con él, quería que su madre gritara su nombre, que solo le amara a él.
-Madre, te haré el amor- le dijo con una sonrisa desquiciada y semi avergonzada en su rostro, esa fue la señal para que Ivlis se percatara que ya no había nada que pudiese salvarlo, no había escapatoria, gritar no serviría de nada, solo hay un ser más poderoso que Licorice que él conociera y que lo podría ayudar, ese era Satanick, para su desgracia él ya estaba muerto, entonces ¿así sería como terminaría sus días? Encerrado en un calabozo, viendo como su hijo abusaba de él, como los días pasaban, nunca más podría ver la luz de la bola de fuego que alumbra su inframundo, nunca más podría ver a Poemi, a Emalf, a Rieta, nunca podría disculparse con Adauchi... el diablo lloró desde lo más profundo de su corazón, cuando una mano de su hijo menor abrió sus pantalones y comenzó a tocar lugares que no debería, sus ojos se nublaron por tanta tristeza, solo podía enfocar su vista en una hermosa flama que alumbraba tenuemente el calabozo y resignarse a aceptar su desdichado destino, ¿valdría la pena traer al mundo un hijo sabiendo que no lo podría defender de una vida sin destino? Al menos pediría clemencia el día que éste naciera, esperaba que él hijo mayor de Satanick pudiese cuidar de su bebé, era su último recurso para asimilar que el recuerdo de Satanick pudiese tener una vida mejor, ya que él no tenía oportunidad de darle un buen pasar en esa situación, además Licorice tampoco se lo permitiría.
Minutos después, el diablo yacía llorando, no decía nada, no emitía más que ruidos de sollozos, su vista no miraba nada, sus manos estaban desplomadas, su pie hinchado, su cuerpo utilizado y sus ganas de vivir eran nulas, su corazón estaba hecho un nudo al igual que su garganta. Licorice lo observaba mientras se subía el pantalón, él siempre pensó que la primera vez que estuviese con su madre sería mágica, que ambos sonreirían, que ambos se amarían, pero no era así, algo faltaba, faltaba que su madre correspondiera sus sentimientos, ¿pero cómo poder lograr eso? ¿Cómo lograr eso si la huella de su padre era muy grande para borrarla? Como odiaba a ese infeliz ser, por otro lado él no sabía nada de romances, aunque había visto a su padre llevarle flores, quizás eso le guste y pueda verlo sonreír, tenía que esmerarse un poco más.
-Madre, te prometo que la próxima vez no dolerá tanto, no tengo mucha experiencia, pero juntos podemos mejorar, por ahora descansa, por cierto, traeré nuevas cadenas, no quiero que te separen de mí, así que espera aquí, te amo madre – dijo sonriendo, estaba feliz, después de todo había logrado poseer el cuerpo del ser que más amaba, era un gran paso en su vida, un paso el cual conmemoraría y mantendría en la memoria, ahora debía ir a buscar a ese estúpido sujeto quien se había atrevido a liberar a su hermosa madre, alguien se lo quería quitar y él no dudaría en hacerlo trizas con sus propias manos.
Se dirigió al pasillo, no le importaba dejar la puerta abierta, Ivlis no escaparía, tenía un pie esguinzado y ambas muñecas quebradas, poco podría hacer en esas condiciones. Lo primero que hizo fue abrir la puerta contigua, verificar si Satanick no había sido el responsable, lo único que notó fue que éste lloraba intensamente, había estado escuchando lo que pasaba en el cuarto de al lado y sabía que Ivlis estaba sufriendo, que Licorice había abusado de él, que lo estaba maltratando y se odiaba, por no poder estar ahí para protegerlo y por haber hecho esas mismas atrocidades en el pasado, Ivlis no merecía tanto dolor en su vida y él era el culpable de la mayoría de su gran desdicha, se sentía una basura. Licorice le regaló una mirada hostil, asegurándose que el campo de energía el cual rodeaba al diablo de Pitch Black no se hubiese debilitado, pero no, todo en el lugar estaba bien, excepto por un cabello botado en el suelo, uno largo y de color inusual, no obstante conocía perfectamente quien era su dueña. Esa demonio conocía su secreto, lastimosamente no podría dejarla ir, por dos razones, conocía un secreto el cual su madre no debía enterarse por nada del mundo y la segunda y más importante, aquella demonio quería quitarle lo más preciado de su vida y eso no tenía perdón de nadie. Abrió con furia la puerta del calabozo donde yacía Satanick y caminó por el pasillo con decisión, podía oler y sentir la presencia de la niña cerca, algo le decía que estaba en ese lugar, pero ¿dónde? ¿Dónde se había escondido? – hermana, sé que te escondes en algún lugar, muéstrate-
Poemi estaba en el calabozo aun, no podía parar de llorar, había escuchado a su padre llorar y eso le rompía el alma, debía tratar de enfrentar a Licorice, hacerlo volver en sí y rescatar a su padre como pudiese -Rieta, como te extraño – dijo suspirando de angustia, necesitaba el apoyo de alguien, ella no podría sola con Licorice, si las cosas se tornaban mal al menos daría su vida por el ser que se la dio, no era un mal final, solo que ella no quería que las cosas terminaran así ni ahí, limpió sus lágrimas, era hora de madurar, se dijo a sí misma quitándose los listones de su cabello y amarrándolo en una sola cola tal como su padre y su hermano mayor lo hacían, de su mano derecha se formó una lanza y salió del lugar – estoy aquí Licorice- gritó con sus ojos llenos de decisión. El menor por su parte al escuchar la voz de su hermana mayor corrió por los pasillos con un aire asesino que la niña pudo detectar a metros de ella, estaba preparada para el enfrentamiento, solo esperaba que su muerte no fuese en vano, al menos causaría ruido para que Emalf se percatara que algo extraño pasaba en aquel lugar o se diera cuenta de su ausencia y la buscara, así podría alertar a Adauchi, estaba muy segura que Licorice y Adauchi poseían la misma fuerza, sin embargo Adauchi tenía mucha más experiencia en cuanto a lucha, podría ganarle.
-Deja en paz a papá- gritó la niña lanzando la lanza mientras creaba otras, el joven las esquivaba fácilmente y continuaba avanzando, el fuego lanzado por la más pequeña no era algo difícil de evitar, si bien Poemi era poderosa, no se comparaba a sus fuerzas, él era hijo de dos diablos, su habilidad natural era superior, solo le faltaban unos cuantos metros y podría deshacerse de ese estorbo, ella no merecía a su madre – ¡madre está feliz viviendo conmigo, deja de meterte en cosas que no te incumben! -
-¡Es mi padre y está sufriendo! -
-¿Por qué debería de estar sufriendo? El me ama, al igual que yo a él, no hay nada más hermoso que vivir con la persona que amas-
-¡Él necesita ser libre!- gritó desesperada la niña -papá ha sufrido mucho en su vida, no le quites su felicidad- trataba de convencerlo lo mejor que pudiese, sin embargo no era buena en esto, no era buena con las palabras.
-Él es muy feliz... estoy seguro que muy pronto el aceptará completamente nuestro amor y ya nadie podrá separarnos, por ahora tu solo eres un estorbo, aléjate de nosotros si no quieres que te mate Poemi, hablo en serio-
-...- La niña suspiro fuerte, las lágrimas volvían a aparecer en sus ojos, ella no solía llorar, sin embargo cuando se trataba de su padre sus sentimientos salían a flote instantáneamente, juntó todo su poder en su boca, quizás ésta sea la última vez que logre tener una oportunidad de derrotar a Licorice o al menos calmarlo, así que utilizaría todos sus recursos, vio que se acercaba a gran velocidad para dar su golpe final así que pronto lanzó una flama como nunca lo había hecho, se sentía al menos orgullosa ya que esa técnica se la había enseñado su padre cuando era pequeña y la perfeccionó gracias a su hermano mayor quien le dio unos consejos, era una técnica familiar y se enorgullecía de que fuese su último aliento. Cansada cayó al suelo respirando agitado, no podía distinguir a Licorice por el humo que quedó tras la inmensa llamarada, aunque podía sentir unos cuantos pasos entre las flamas -con esas técnicas mediocres no conseguirás nada querida hermanita- escuchó de repente, cuando unos ojos rojos se observaban cercanos, los pasos aumentaron la velocidad y fue cuando las manos de su hermano menor el cual poseía gran parte de su cuerpo quemado, su traje rasgado y una mirada de monstruo se posaron en su pequeña cara, solo un ruido se escuchó tras este acto, un ruido el cual dio termino a la vida de una pequeña demonio. Licorice solo miraba sus manos, no podía creer que le había roto el cuello a su hermana, pero que delicado y frágil ser, pensó, dejó caer el cuerpo inerte sobre la fría baldosa del pasillo y retrocedió unos cuantos pasos, para pronto caer de rodillas al suelo, ¿qué sentía? ¿Estaba realmente sintiendo algo? ¿Qué era? ¿Angustia? No, no era angustia, ¿alivio? Si, al parecer esa era la palabra que buscaba, sentía alivio, una sonrisa se formó en su rostro, se colocó de pie y rió, un ser menos con el cual compartir a su amada madre, si pudo matar a su propia hermana, entonces nada le podría parar en un futuro, todo sea por el amor de su madre -madre estoy más cerca de ti, pronto no tendrás a nadie más que a mí para amar y así podremos estar juntos para siempre, todos mis esfuerzos pronto tendrán frutos madre, seremos felices madre... madre~~-
Una flama que alumbraba el calabozo en el que se encontraba Ivlis se apagó, todo parecía indicar que una leve brisa pasó por ahí y se llevó el fuego tal como la muerte recolecta las almas, tal como si un anima hubiese pasado por aquel lugar despidiéndose, era una pequeña flama la cual brindaba su pequeña luz para alumbrar la triste vida del diablo, una pequeña flama la cual se extinguió por ser frágil y por tratar de brindar todo su calor mientras duraba su existencia. -gracias – dijo Ivlis al notar que esta se extinguía, quería agradecer su calor y no sabía por qué, algo en su corazón se perdía y se moría junto con ese pequeño fuego que había acabado de perder su calor precisamente en ese momento.
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comentario: pase por aquí por su vaso de cloro :D es gratis, es cortesía de la casa
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