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Mío



—...Pe-pedri...—murmuro entre besos.

—Dime...

—¿Qué.... somos?

—...Lo...que...tú...quieras...que seamos....—susurro sin alejarse.

—Pedro...hablo en serio...—rompió el beso alejándose por completo del canario para mirarlo serio. 

Se mordió el labio inferior al ver la imagen que presentaba el mayor, sus labios entre abiertos rosas por los besos que se habían dado y ese brillito en sus ojos miel, la puesta de sol detrás de ellos le daba un aspecto más canela a su piel bronceada. Se moría por lanzarse a comérselo a besos pero debía tener autocontrol.

—¿Qué somos? —repitió.

—No se que somos —suspiro estirando la mano para coger la del más pequeño — pero hay que seguir sintiéndolo. Con cabeza, sin etiquetas ¿Qué te parece?

Pablo lo pensó, estaba jugando con fuego pero el quería quemarse.

Después de todo el que arriesga no gana ¿O no?

— Vale —acarició el dorso de la mano del ojimiel con su pulgar — Pero...si duele paramos.

Asintió — Si...

Pues soldado advertido no muere en guerra ¿No?

Ya era hora de que ambos le dediquen su insomnio al otro, Pedri vio la sonrisa que su niño le dedico y lo supo, supo que esa era la sonrisa que quería ver todos los días al despertar durante el resto de su vida, si debía luchar contra el cielo, el mar y la tierra lo haría con tal de estar junto al dueño de su corazón. Deseaba que lo que sea que tuviesen no sea sólo un amor a primera vista, sino una historia de esas de revista, que no sea sólo un cómo estás y un hasta luego, quería que el mundo entero supiera que lo amaba. Escribirían juntos los recuerdos que ni el tiempo se atrevería a borrar.

Por su parte Pablo sabía, que su insomnio por fin tendría nombre y apellido, aunque siempre lo tuvo, junto con esos ojos miel que tanto amaba. Se arriesgaría por él, lo amaba tanto que no se imaginaba un mundo sin él, sabía que estaban a un beso de una de las mejores aventuras de sus vidas.

Porque sus miradas se cruzaron buscando algo...que encontraron sin darse cuenta...


...

El clima se había vuelto frío por lo que entraron a la casa y tras secarse, se acostaron en el sofá, Pablo con la cabeza en el pecho de Pedri y su brazo rodeando el torso del mismo, estaban viendo una película romántica a pedido del más joven.

En silencio disfrutando de la película y de la compañía del otro, estaban sanando algo que ellos ni siquiera rompieron en el otro, se amaban, por más que no lo dijeran en voz alta pero sus ojos lo gritaban, su amor era un secreto que sus ojos no sabían guardar. Mil sentimientos que tenían ocultos entre sus besos, duces y tiernos.

Algunas veces en la vida llega una persona que rompe todas tus barreras y pone a prueba todo lo que conoces, tal vez era algo positivo pensó el sevillano que trazando figuras abstractas en el pecho de su amante, se sintió tan seguro y protegido por primera vez.

Le llegaron recuerdos a la mente, uno que guardo en su corazón era la primera vez que conoció a Pedri, el canario se presentó cuando lo encontró en su primer día perdido en los pasillos de la Cuidad Deportiva Joan Gamper se ofreció a acompañarlo a su lugar de destino, sin saber que dos años después terminarían acostados en un sofá en la casa que compartía con sus amigos de infancia, compartiendo besos y caricias. 

Sin embargo...aún estaba allí latente ese miedo de alejarlo, no podía estar tranquilo, sabía que algo pasaría tarde o temprano que lo alejaría pero trataba de no pensar mucho en ello.

Tras acabar la película se percató de que Pedri se había quedado dormido, con cuidado de no despertarlo se deshizo de su agarre y fue a su habitación en busca de una manta, sabe que Pedri es friolento no quería que se enfermase. Rebusco en su desastroso armario hasta que dio con lo que buscaba satisfecho bajó de nuevo al encuentro del mayor, pero para sorpresa suya este ya se encontraba despierto sentado en el sofá tallándose un ojo con su manita hecha un puño y la cara de cansancio que trasmitía mucho sueño.

 —¿A dónde fuiste? —cuestionó reprimiendo un bostezo.

— A por una manta —señaló elevando un poco lo que llevaba en los brazos — Aquí generalmente suele hacer mucho frío y tú eres muy friolento, entonces fui a buscarlo.

Dejó salir un bostezo —¿Te preocupa que pase frío?

<<Tierno>> Pensó el menor al verlo.

— Pues claro —bajó en un sofá individual la manta y sonrió.

Se acerco al mayor para posicionarse entre sus piernas, Pedri lo abrazo por la cintura apoyando la cabeza en su pecho, recibiendo caricias en el cabello.

— Tú corazón late muy rápido —musitó con los ojos cerrados.

— Eso siempre me pasa cuando estoy junto a su dueño, tú.

La risa burbujeante pero cansada del mayor inundo el lugar, planto un besito en el pecho del contrario para volver a apoyar la cabeza en el lugar.

— ¿Desde cuándo eres tan cursi?

Acerco la nariz a su cabello azabache que no era ni tan corto ni tan largo e inhalo aquel olor característico del shampoo de cacao que utilizaba.

— Desde que te conocí —murmuro — Me haces querer hacer cosas que dije que nunca haría...como por ejemplo estar abrazado a ti un día completo —confesó dejando un beso en el cuero cabelludo de su contrario. 

— Quien viera al Golden Boy Pablo Gavi todo serio, gruñón, de mecha corta, y aquí yo lo tengo diciendo cursilerias eh —se burlo ejerciendo más fuerza en su agarre en la cintura del menor.

 — Ya no te diré cosas lindas —se quejó propinándole un golpe suave en la espalda.

— Es broma —musitó entre risas.

— Ajá, vale —se separo con el ceño fruncido, un puchero en los labios y las mejillas infladas.

 El azabache sonrió de lado y con un poco de fuerza con cuidado de no lastimarlo lo cogió de la cintura para sentarlo en sus piernas, tomo los brazos del sevillano para colocarlos alderredor de su cuello.

— Me encanta que seas así...—afirmó dejando un beso ruidoso en su mejilla — Odiaría que fueras así con alguien más —bufó apretando un poco la cintura entre sus manos.

Acarició su nuca con dulzura con la yema de sus dedos — Me gusta...este lado posesivo tuyo, Pepi.

— No soy posesivo —puso morritos en señal de protesta —Sólo cuido lo que es mío.

El sevillano arqueo una ceja mordiéndose el labio inferior.

—¿Desde cuándo soy tuyo? —cuestionó fingiendo seriedad, cosa que abandono su cuerpo cuando el mayor se acerco a su oreja y mordió levemente su lóbulo.

— Desde que tienes mis marcas —con una sonrisa traviesa el azabache comenzó a dejar un camino de besos en su cuello.

Le mordía el cuello y lamía cada centímetro de él. El casatañito tiro la cabeza hacia atrás y se dejó hacer, quizás por el puro fuego del momento a flor de piel que no le importo mucho que le dejase chupetones en el cuello, ahora mismo se estaba metiendo en la boca del lobo.

Entre suspiros y jadeos, se alejo de su cuello con una sonrisa satisfactoria miro las marcas rojizas que iban formándose en el cuello de su niño y que tenían apariencia de que durarían unos días como mucho.

— ¿Ahora si te ha quedado claro que eres mío?

— Mmm...no lo sé —fingió pensar — Aún no.

 —¿Entonces que tendré que hacer? Tal vez unos besos te hagan entrar en razón —musitó pasándose la lengua por los labios. 

 Los ojos almendra observaron a los miel, acercándose sigilosamente; tomándolo por la barbilla y lo atacó; besándolo ferozmente y con una necesidad que crecía desde lo más profundo. Pero sabía que no llegarían a más esa noche porque no obligaría a Pablo a hacer algo que no quisiese.

—Te quedas a dormir —demando el menor succionando el labio inferior del mayor entre los suyos.

Jadeo — Me quedó



 






Vieron que no soy tan mala y no los hago sufrir.

En fin.

Amo a este par.

Los leo.

Lai<3

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