Presente
Advertencia: Esta historia puede contener temas potencialmente perturbadores para algunos lectores.
Ayer, me levanté con la noticia de que se conmemoraba el aniversario número sesenta de una tragedia que marcó la historia del país, que marcó mi historia, se realizó un desfile cívico militar para recordar a todas las víctimas de aquél suceso, el país entero hablaba de ello, aunque pocos realmente lo recuerdan, la mayoría eran apenas unos bebés o muy pequeños para saber lo que sucedía, solo algunos de los que vieron la noticia continúan con vida, pero, únicamente yo, lo viví en carne propia, a las tres de la tarde mis hijos y nietos vinieron a casa —Vamos— me dijeron, pero yo preferí verlo por televisión, no sé si podría mantenerme en pie tanto tiempo, mi cuerpo ya no es el de antes, mi hermana y esposa se quedaron conmigo, nos sentamos en el sofá y lo observamos desde ahí, me dolió ver las imágenes de aquella madrugada y ardieron las cicatrices que aún marcan mi cuerpo, dolieron casi tanto como cuando me las hicieron, mi hermana me dijo que debería escribirlo, de esa manera, aunque yo muera, quedarán mis palabras y mis recuerdos, fieles a lo que sucedió, aunque mi memoria tampoco es lo que era antes, a veces ya olvido lo que comí, o lo que iba a hacer, pero ese día, mejor dicho, esos días, esa noche, y esa madrugada, se quedarán grabados en mi hasta el final de mis días.
Y aquí me tienen, a mis 75 años, escribiendo por fin, aún con manos temblorosas lo que viví en aquél suceso conocido como "El campamento Derth".
Todo comenzó en el verano de hace sesenta años, yo era apenas un adolescente de quince, durante las vacaciones no había mucho qué hacer así que andaba de aquí para allá, haciendo mucho y nada, mi madre, cansada de mi ocio, se quejaba con mi tía, ella vivía en una selva, o así le decía yo, estaba enmedio del bosque, enmedio de la nada, por donde vieres solo había árboles y hiervas, ni siquiera más casas, estaba sola, con sus cuatro hijos, la mayor tenía ocho años, cerca de donde ella vivía, se encontraba una colina, para nada pequeña, toda esa colina pertenecía a un campamento de artes marciales llamado "Derth", cuando mi madre me contó sobre él, yo tomé una de las peores desiciones de mi vida: Ir ahí, mis padres aceptaron y me llevaron, la casa de mi tía se encontraba al pie de la colina, pasamos ahí antes de ir al campamento, los primero días pasaron con normalidad, canciones alrededor de la fogata, juegos, etcétera, cuando podía me escapaba para visitar a mi tía, debo admitir que me gustaba estar ahí, aunque no había internet, descubrí la belleza de la naturaleza, pero, después de la primera semana, todo cambió.
Había una chica en el campamento, su nombre era Sofía, era muy extraña, no hablaba con nadie, siempre se iba a un rincón solitario, tres de nosotros sentíamos algo de pena por ella así que nos acercamos a intentar conversar, pero no funcionó, finalmente nos rendimos, las únicas tres personas que intentamos ser sus amigos nos dimos por vencidos, una mañana, cuando abrí los ojos, no estaba en mi cama, estaba sentado en el piso de una vieja cocina, yo jamás había estado ahí, ni siquiera sabía que había un lugar así, a mi derecha, estaba Lucy, a mi izquierda Fernando, los tres que habíamos intentado ser amigos de esa chica estábamos encerrados ahí, de repente la puerta se abrió y apareció Sofía, desde que la vi, me di cuenta de que algo andaba mal, parecía estar fuera de si, fue entonces que el miedo se apoderó de mi, pero aún más, cuando ví que en su mano derecha llevaba un cuchillo de cocina, pequeño, con mango de madera color café, primero se fue contra mi, yo me levanté y me alejé lo más rápido que pude, ella me siguió, no tenía manera de escapar, comencé a perder la esperanza, entre mis dudas no miré en dónde pisaba y caí al piso, ella se paró enfrente y apuntó el cuchillo hacia mi, entonces intenté hablar, pero apenas y salió un susurro, mi voz había desaparecido.
—¿Qué dices?—Preguntó ella acercándose más
—Si me vas a matar, por favor, que sea con veneno—Respondí tratando de hacer sonar mi voz con la mayor fuerza posible sin tener mucho éxito.
Ella pareció entender
—Está bien— se levantó y salió de ahí
Sé que seguramente dirán "¡Que petición más estúpida!", Pero, estaba atrapado, no podría salir, y, honestamente, preferí morir envenenado que sentirla cortar la piel de mi cuello y la sangre comenzar a salir de mi cuerpo, de hecho, si el día de hoy me encontrara en la misma situación, seguramente pediría lo mismo.
Fernando y Lucy me miraron extrañados, supongo que esperaban que rogara por mi vida, pero, yo siempre he creído que si alguien quiere y puede matarte, lo hará aunque le supliques que te deje vivir, por el contrario, si alguien no quiere matarte, aunque pueda, incluso aunque le supliques que te mate, te dejará vivir, así que simplemente me resigné, me quedé en el piso, de rodillas, frente a ellos y de espaldas a la puerta, por un momento me perdí en mis pensamientos, reaccioné cuando me di cuenta de que Lucy estaba diciéndome algo, de lo cual solo pude entender —...la apuñalará—
no pude decir nada, ni ella pudo continuar porque la puerta se abrió y Sofía entró nuevamente, después, la sentí detenerse detrás de mi, mis nervios se alteraron, sentía que en cualquier momento me clavaría algo que acabaría con mi vida, si tuviera ya el veneno para matarme, me lo habría dado inmediatamente, pero no fue así, solo cerré los ojos listo para lo peor, pude escuchar cómo un cuchillo sé incrustó en su piel, no estoy seguro si fue real, o solo yo lo escuché, pero al hacerlo abrí los ojos y la sentí caer sobre mi, me aparté rápidamente y ella, con su último aliento, movió el cuchillo intentando clavarlo en mi abdomen, yo reaccioné y sostuve su mano evitando así que me hiriera. La vi morir, ahí, en el piso, frente a mi.
Lentamente me levanté y entonces me di cuenta de que Fernando había sido quien clavó el cuchillo en la espalda de Sofía, estaba tan atónito como Lucy y yo.
Ni siquiera teníamos fuerza para salir, estábamos tan asustados que ninguno se movió, hasta después de unas horas nos animamos a ir afuera, ¡Qué gran error!
Ya estaba cayendo la tarde, quedaba, si acaso, una hora de luz tenue.
Cruzamos la cancha de fútbol y cuando estábamos llegando al otro lado, aparecieron tres chicas que nos atacaron.
"¡¿Pero qué diablos está pasando?!" me pregunté a mi mismo, eso ya era demasiado, todo lo que tenían las chicas era un corta uñas cada una, pero parecían tener navajas pues una de ellas lo pasó por mi brazo causandome un dolor que casi me hizo caer al suelo, llevé mi mano a la herida y vi la mancha de sangre, no había sido solo un rasguño.
Tomé la mano de la chica cuando me atacó de nuevo, sin saber qué o cómo hacer algo, solo torcí su mano y le quité el corta uñas, lo apunté hacia ella esperando alejarla pero se volvió a abalanzar sobre mi, por lo que no tuve de otra más que clavarlo en su cuello, comenzó a ahogarse con su propia sangre y cayó al piso.
No podía creer lo que había hecho, estaba asustado, voltee y vi a Fernando y Lucy luchando por liberarse, me acerqué a la que sometía a Lucy, y al no encontrar otra opción, clavé el cortaúñas en el cuello de la chica, pero, en mi afán de no verla sufrir, lo moví hacia un lado, así, en lugar de hacerle una sola herida como a la otra, le hice una cortada, muy profunda por todo el cuello.
Cuando levanté la mirada, Fernando había hecho lo mismo con la otra chica, nuestras miradas se cruzaron, estaba tan asustado como yo, Lucy estaba aún peor, la luz ya casi desaparecía por completo, corrimos hacia la cabaña donde siempre encontrábamos a los profesores, había un edificio antes, así que pasamos por detrás de él, pero ¡Otro grave error! Detrás de él había varias personas peleando entre ellas, algunos cuerpos ya estaban en el suelo, mis piernas temblaron, pero Fernando que iba adelante me jaló para que no me detuviera, entonces, la luz del edificio, que se encendía al caer la noche, nos iluminó a los tres y tres chicas corrieron hacia nosotros, tenían unas tijeras cada una, yo calculo que medían al menos veinticinco centímetros, nos atacaron con ellas, yo logré hacerle un rasguño con el corta uñas que aún conservaba e inmediatamente le arrebaté las tijeras, hice lo mismo que antes, las apunté hacia ella, pero no se alejó, fue contra mi, y, nuevamente, clavé la punta de las tijeras en su cuello, nuevamente la vi ahogarse con su propia sangre y me sentí un monstruo, eso estaba mal, pero el miedo era tanto que no me detuve, ella, agonizante lanzó un zarpazo a mi cara haciéndome rasguños que ni siquiera sentí en ese momento, voltee a buscar a Fernando y Lucy, pero ya fue tarde, estaban en el suelo, siendo apuñalados una y otra vez por, al menos, cuatro personas cada uno, entonces apareció otra chica con unas tijeras, yo repetí la acción, pero esta vez le clave las tijeras abiertas y luego las cerré, en un estúpido intento de que no sufriera, aterrado corrí hacia donde nos dirigíamos desde el inicio, pero encontré los cuerpos de algunos profesores tirados en el pasto, me di por vencido y decidí salir de ahí, crucé el puente que pasaba sobre un pequeño arroyo, aún en la oscuridad ví que en el agua también flotaban algunos cuerpos, seguí corriendo sin detenerme, entonces me adentré en la zona de los árboles, el pasto y las hiervas estaban muy altas así que se me dificultaba un poco caminar, había senderos, pero no quise tomarlos por miedo a encontrarme con alguien, aún así, nada salió bien, corría con todas mis fuerzas hasta que me encontré con alguien que conocía, era Juan Carlos, venía desde un camino que se encontraba cerca, al verme, se llevó el índice a la boca, indicándome que guardara silencio, voltee hacia mi izquierda al escuchar unos ruidos y vi a su hermano gemelo, Luis Angel, entonces lo entendí, Luis quería matar a Juan, ¿Qué clase de situación psicópata era esa en la que me encontraba?
Regresé sobre mis pasos con Juan Carlos detrás, ni siquiera me di cuenta en qué momento se quedó atrás, pero no me detuve, solo seguí corriendo, mi cara ardía por las heridas que tenía al contacto con mi sudor, mi brazo dolía, mi tobillo izquierdo también dolía, pero no me importó, ya nada me importaba, solo quería salir de ahí. Cerca de la casa de mi tía, cuando ya podía verla, me detuve a descansar, solo tenía que bajar un poco más, tomé un minuto y bajé, pero al hacerlo, mis piernas decidieron rendirse y caí rodando, no estoy muy seguro de si quedé inconsciente o no, pero, cuando abrí los ojos escuché a una de mis primas gritarme —¡Dylan, ¿Qué te pasa?— la miré y solo pude intentar calmarla.
—Ya nada—Dije, sorprendiéndome del hecho de que ya podía hablar, me levanté adolorido y una punzada en mi cabeza me hizo tambalear y caer sentado.
—¡Dylan!—Gritó mi tía saliendo preocupada de su casa
—Shhhh—le dije rápidamente, lo último que quería era llamar la atención
—Pero mira cómo estás, ¿Qué te pasó?— preguntó ayudándome a levantarme
—¡Ja!, ¿Qué no me pasó?— Dije con ironía soltándome de ella y comenzando a caminar solo.
—Tenemos que irnos de aquí—Le dije volviendo a sumirme en el miedo y entrando rápidamente a la casa.
—¿Por qué? No, ¿A dónde vamos a ir?, No puedes ni moverte, mejor acuéstate y descansa un poco—Dijo empujándome por los hombros sobre la cama.
Yo me senté pero de inmediato quité sus manos y me levanté
—No, tenemos que irnos, se volvieron locos—dije poniendo las tijeras (que no había notado que aún sostenía) sobre el piso junto al corta uñas para no manchar la cama
—¿Eso es sangre?—Dijo ella viendo atónita lo que acababa de poner ahí
—Te digo que se volvieron locos, debemos irnos—Expliqué buscando la mochila de ropa que había traído y comenzando a frustrarme por su falta de atención, pero no me respondió, entonces la miré y me di cuenta de que ella creía en su corazón que el que había enloquecido había sido yo
—Por favor...—No dije más porque comencé a escuchar algunos gritos desde afuera.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, corrí hacia la ventana y miré hacia afuera, ví a unos diez chicos bajar de la colina corriendo entre gritos, sentí un nudo en mi estómago.
—¿Qué pasa?— dijo mi tía caminando hacia la puerta para salir y ver lo que sucedía.
Yo corrí hacia ella e intenté detenerla
—No salgas, por favor, no salgas, te lo suplico—Dije en un patético intento de hacerla cambiar de opinión, cosa que no logré porque ella me apartó y siguió su camino.
No tuve tiempo de reaccionar, cuando me di cuenta ella cayó al piso con un desarmador incrustado en la frente.
Yo estaba a un lado de la puerta y pude ver a doce personas entrar y comenzar a destrozar todo a su paso, el último chico en entrar me miró y se lanzó sobre mi con un cúter directo a mi ojo izquierdo, yo logré tomar su mano y desviarla, lo que solo me causó una herida en la mejilla izquierda, después le arrebaté el cúter y lo empujé fuera de la casa, ahí me lancé sobre él y con su propio cúter le atravesé el cuello.
¡Los niños!
Recordé a mis primos e intenté entrar, pero no pude porque justamente venía saliendo una chica con unas tijeras en la mano, fue directo hacia mi pero yo golpee sus piernas y cayó al suelo, arrojó sus tijeras hacia mi pero le faltó fuerza por lo que no me golpearon demasiado fuerte.
Salió otro más de la casa con un desarmador, yo no pude moverme, se lanzó sobre mi, de tal manera que terminamos en el suelo, intentó clavar su desarmador en mi frente, yo sostuve su mano, estaba inmovilizado debajo de él, de repente ví a un chico lanzarse sobre él con otro desarmador, se lo clavó en el cuello, lo atravesó de manera que pude ver la punta del arma saliendo por la garganta de quien estaba sobre mi, su cuerpo cayó sobre mi desangrándose.
Me quité rápidamente y me levanté, aunque ya no tenía fuerzas y honestamente ni siquiera ganas, pero algo dentro de mi me movió a ponerme de pie.
Miré a quien me había salvado, no lo conocía pero golpeó mi hombro
—Está bien— me dijo
Volví a intentar caminar hacia la casa pero entonces ví salir a las ocho personas que aún estaban adentro, algunas cargaban los cuerpos de mis primos y los arrojaron hacia distintas direcciones, sentí vergüenza de mi mismo por no haber podido protegerlos.
Se lanzaron algunos sobre mi, tomé el desarmador de quién me había atacado antes y lo clavé a diestra y siniestra.
Cuando volví en mi, estaba de pie entre varios cuerpos sin vida, miré lentamente a mi alrededor, había otras cinco personas de pie, al igual que yo, nos miramos entre nosotros.
La luz del sol ya comenzaba a aparecer y comenzaron a escucharse sirenas de policía, las escuchaba muy lejanas, no podían venir hacia nosotros, ¿O si?, Yo no había llamado a la policía, ¿Habría sido alguno de ellos? Miré a los chicos a mi alrededor, algunos miraban al piso, otros miraban a la nada, no, seguramente no habían sido ellos.
Pude ver a alguien bajar por la colina, parecía estar limpio, lo que me extrañó porque nosotros seis estábamos completamente manchados de sangre.
Se acercó a mi de prisa
—Tranquilo, llamé a la policía hace horas, ya están por llegar— mi vista se nubló un momento y mi mente divagó por todo lo que había vivido desde el día anterior.
—Te veías como ebrio, estabas viendo a la nada, lleno de sangre, herido, te tambaleabas mucho y estabas blanco como un papel— dijo mi mamá unos días después.
Minutos después, al levantar un poco la mirada, la luz de una patrulla me cegó por un momento, llevé mis manos a mis ojos y me dejé caer de rodillas al suelo, ya no podía mantenerme en pie.
Seguía en esa posición, por la luz, sabía que las patrullas estaban a solo unos metros, pero se oían muy lejanas.
Sentí que alguien me movía, separó mis manos de mis ojos y me tomó por la barbilla para levantar mi cara, al sentir el tacto ardió una herida que tenía ahí por lo que hice una mueca y me aparté bruscamente, repitieron el movimiento obteniendo la misma respuesta, finalmente levanté la mirada por mi mismo y vi a mi mamá observarme preocupada, al principio estaba borrosa pero después logré enfocarla y mis ojos se llenaron de lágrimas
—Mamá— dije apenas audible
—Aquí estoy mi niño— Dijo y me abrazó con suavidad.
Al sentir su calor solté el llanto, por fin estaba a salvo, pero el dolor me hizo apartarla
—Lo siento, me duele—dije tratando de no herir sus sentimientos
—Está bien, te entiendo—Me dijo calmada
—No te preocupes por ella, el que está herido eres tú—Dijo mi padre acercándose y extendiendo su mano hacia mi.
Intenté levantar la mía para tomarla pero un fuerte dolor en el brazo y lo que parecía ser una costilla me impidieron completar mi acción, él me miró con aún más preocupación en sus ojos.
—¿Y los demás?—voltee hacia mis lados y vi a los otros seis chicos aún de pie, al parecer hablando con un paramédico, cuando regresé mi vista al frente uno de ellos estaba ya delante de mi, parecía hablarme pero no lo escuchaba.
—Lo siento, no lo escucho—dije sin siquiera escuchar mi voz.
Él asintió y puso un algodón con olor a alcohol en mi nariz, a los segundos comencé a escuchar de nuevo.
—¿Puedes levantarte?— Me preguntó
Yo solo negué con la cabeza, ni siquiera necesitaba intentarlo para saber que no podía.
—Está bien, acuéstate aquí mismo—Dijo empujándome por los hombros.
Yo no opuse resistencia, solo me dejé caer, pero mi padre me sostuvo por la espalda y me puso con suavidad en el suelo. Después quedé inconsciente.
Las imágenes desfilaban por mi mente, todo se repetía una y otra vez, finalmente abrí los ojos, cuando desperté ya estaba en el hospital, mis padres estaban frente a mi, aún puedo recordar el brillo que ví en sus ojos al verme despertar.
Me contaron que habíamos sobrevivido siete personas en total, pero, no fue por mucho, dos horas después uno de ellos murió a causa de las heridas que tenía, dos semanas después, una más murió porque una herida se le infectó, tres se suicidaron, uno más murió por una enfermedad hace cinco años y yo... Yo sigo aquí.
Jamás supe cuál había sido el motivo de que todos se comportaran de esa manera.
Cuando les conté a mis nietos sobre esto que les acabo de escribir el más pequeño se levantó emocionado y dijo —Me gustaría vivir algo así para ser tan valiente como tú, abuelo—
Yo solo me reí
—No— respondí —Yo no soy nada Valiente—
—¿No?—preguntó confundido
—No, yo soy un cobarde—Le respondí
—Eso no es cierto, porque sobreviviste— dijo como si yo estuviera pasando por alto ese detalle
—Si, pero eso no quiere decir que sea valiente— expliqué haciéndole notar que estaba al tanto
—¿Entonces?— dijo volviendo a sentarse
—Yo soy cobarde, y por eso sobreviví, porque tenía miedo a morir, luché hasta el final porque no quería que me mataran—
Y aquí tienen mi historia, no soy el protagonista guapo que se queda con la protagonista perfecta, pero puedo decir con orgullo, que soy el cobarde que sobrevivió a "El campamento Derth"
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro