Capítulo 9: ¿Alguna vez lo has hecho en un ascensor?
Loreta
Vamos en el carro de Vladimir —el que en serio espero no vomitar— y en un momento noto que va muy serio.
—¿Estás bien? ¿Cómo te sientes? —Es la vigésimo... bueno, nunca he sido buena para enumerar las cosas, ni en sano juicio ni mucho menos borracha, así que solo diré que me ha preguntado muchas veces.
—¿Estás preocupado por mí o solo temes que vomite tu carro?
—Estoy preocupado por ti.
—Ah, ¿pero por qué? ¡Si yo estoy súper! —grito, y el pobre hace una cara de haberse quedado sordo.
—Sí, se nota que estás muy bien, pero ¡bien borracha!
—¿Y qué? Deberías intentarlo algún día... Deberías aprender a vivir de verdad.
Me mira por un momento y mi sonrisa es tan grande que a él le provoca gracia. En la radio empieza a sonar una canción que me encanta —a pesar de ser electrónica o dance o como se llame ese género— y empiezo a cantar a todo pulmón.
Ariliniyu....ariliniyu lalala lala lalalalala lala
Vladimir me mira divertido, a punto de soltar una carcajada.
Guen i fiainmisel inamiral
inamiral
inamirlal
yuyudoiritorisiyusalire yus a lire
Continúo cantando en mi inglés maravilloso hasta que llega al coro que tanto me emociona, y grito como loca.
IIS GONA BI OKEEEY...
«¿Quién necesita Open English? Canto hermoso en inglés», pienso.
Empiezo a brincar en mi asiento al ritmo de la música. Noto que desde los carros que están esperando con nosotros a que el semáforo cambie a verde, me miran como si estuviera loca. La verdad, no me importa. Yo me estoy divirtiendo, y por la risa que escucho desde el asiento del conductor, veo que Vladimir también lo hace.
Me encanta verlo así.
—Bueno, hemos llegado —dice mi conductor cuando menos me lo espero.
—¿A dónde? —pregunto sorprendida.
—Pues a tu casa. Creo que necesitas comer algo y descansar. Vamos —dice apagando el carro después de parquear en el espacio para visitantes—, te acompaño.
Me quedo mirándolo como si me hubiera dicho que quiere que robe con él un banco y tuerce la boca en una sexi sonrisa. «¡¿Dios, por qué lo veo tan sexi justo hoy?!»
—No es necesario que me acompañes, Lu se encargará de que no me ahogue en mi propio vómito y me muera. Así que ya puedes irte a descansar. Muchas gracias por todo, me divertí —digo tomando mi cartera mientras me acerco a su mejilla para darle un amistoso beso.
Bastante tentada me veo de correr unos cuantos centímetros mi boca y zamparle un beso en esos labios gruesos y suaves... bueno, me perdí. El caso es que me comporto bastante decente; me sorprendo incluso a mí misma.
Estoy atravesando la portería de mi edificio. Ernesto, el portero, me saluda.
—Buenas noches, doña Loreta. Buenas noches, caballero.
«¿Y a este qué le pasó? ¿Por qué me dice caballero y me saluda dos veces? ¿Será que ha estado tomando también?»
Paso frente a él y le dedico una pícara sonrisa, como diciendo "Ya sé que estás borrachín pero no le diré a nadie".
Presiono el botón del ascensor, que no tarda mucho en llegar. Entro en el cubículo y al girarme me sorprendo al ver que Vladimir entra conmigo.
—¿Y tú qué haces siguiéndome? ¡Acosador! —exclamo fuerte, después me ataco de la risa.
—Cálmate, borracha, te dije que me preocupo por ti.
Justo en el momento que dice eso, me acuerdo de todas las películas, series, novelas, libros y chismes donde pasan cosas candentes en un ascensor. En serio, como si no tuviera ya suficientes ganas de tirármele encima, vienen a mi mente esas bellas imágenes de gente haciendo cochinadas en lugares como este y me empiezo a acalorar más de la cuenta.
—¿Estás bien? Te pusiste roja —dice Vladimir posando una mano sobre mi hombro, lo que desencadena un escalofrío que me obliga a alejarme de él todo lo que puedo o no respondo de mis actos.
—Sí, estoy perfecta. Solo que recordé la cantidad de gente que tiene su primera vez en un ascensor. ¿Alguna vez lo has hecho en un ascensor Vladimir? ¿Por qué a la gente le parecen tan sexis los ascensores? ¡Si el recorrido ni dura!
Vladimir solo niega con la cabeza como avergonzándose de mí. Por un momento me siento mal pero después me vale un carajo porque sé que nunca podré impresionar a este hombre, y eso me hace actuar con más naturalidad; sin aparentar ser una mujer interesante, culta o recatada. Con él puedo ser como siempre soy. Eso me agrada.
Cuando menos lo espero, en cuestión de segundos, su actitud cambia. Se acerca mucho a mí sin dejar de mirarme a los ojos, como queriendo hablar con ellos. «¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¿Qué hago? ¿Lo beso? ¿Será que quiere besarme?»
¿Por qué lo pienso tanto? En cualquier otra situación, hace rato estaríamos besándonos, pero no sé si es el miedo a que me vuelva a rechazar o que me encantaría que él tomara la iniciativa, pero me quedo paralizada. Ambos estamos igual.
Por fin se detiene el cubículo pecaminoso este y las puertas se abren. Estoy tan nerviosa que me giro y salgo disparada como si fuera un cohete humano; para colmo de males, tropiezo y me caigo al suelo como una arepa.
—¡Loreta! —grita Vladimir—. ¡Te dije que no estás bien!
Me he golpeado las rodillas con fuerza, y siento mucho dolor en una de mis muñecas. Como si fuera una niñita idiota empiezo a sollozar. Él me carga con una facilidad increíble. ¿Desde cuando Superman anda de apostador en los casinos?
De repente mis sollozos se convierten en carcajadas, la situación me parece comiquísima. Inesperadamente, la puerta de mi apartamento se abre. La cara de Luisa es de absoluta preocupación al verme en los brazos de Vladimir, como si fuéramos una pareja de recién casados.
—¡Lore! ¿Qué te pasó? —exclama acercándose a mí mientras mi recién esposo improvisado me pone en el suelo de nuevo.
—¡Nada! Ay, por Dios, ¿es que ustedes nunca se han pasado de copas? ¡Son tan aburridos! —exclamo entrando a mi apartamento.
Noto que Luisa y Vladimir se quedan hablando afuera y mientras yo me recuesto en el sofá a descansar un momento los ojos.
—Lore... Lore... —La voz de Luisa retumba en mis oídos hasta que estoy completamente despierta. Miro todo a mi alrededor. No recuerdo haberme acostado en mi cama, ni haberme puesto una pijama.
—¿Por qué...?
—Vladimir te trajo hasta acá —me interrumpe mi amiga—, me quedé hablando con él un momento en la puerta, cuando se iba a despedir de ti ya estabas roncando, así que te cargó y te acostó acá. Luego yo me encargué de quitarte la ropa y ponerte la pijama.
—Gracias.
—No es nada. —Me sonríe pasándome un vaso con agua y un Bonfiest para el guayabo, o ese estado post embriaguez que te hace perder las ganas de vivir.
—Uy, sí, lo necesito —agradezco su gesto y me toco el estómago—. No creo que pueda comer nada hoy.
—Ya te preparé algo que sí puedas comer. Te espero en el comedor —dicho esto, mi amiga sale de mi cuarto.
Me levanto despacio pues el mundo aún no ha parado de dar vueltas. Busco mis pantuflas y entro al baño de mi cuarto a cepillarme los dientes. ¡Por Dios, qué cara tan espantosa! Tengo todo el maquillaje de la noche anterior embadurnado alrededor de mis ojos y mis labios. Podría reemplazar a Heath Ledger como el guasón.
—¿Por qué tan seria? —le digo a mi reflejo en el espejo y ensayo las expresiones del enemigo de Batman. Creo que aún tengo demasiado licor en mi organismo.
Después de limpiarme la cara, cepillarme, peinarme y empezar a sentirme como una mujer decente, salgo al comedor, donde veo que Lu me ha dejado un platico con galletas de soda y su menjurje especial contra el guayabo: jugo de papaya licuado con leche descremada, hielo y canela. Es el mejor remedio para las maluqueras como la que tengo hoy.
—¿Así que te fuiste de juerga con Vladimir anoche...? —pregunta mi amiga cuando me siento a comerme lo que me ha servido.
—Sí, sí...
—Y cuéntame, ¿te le volviste a lanzar? ¿te volvió a rechazar?
—No y no, pero le pegó un puñetazo a un tipo... —digo cuando los recuerdos de la noche anterior empiezan a llegar a mí.
—¿¡Qué!? —La cara de Luisa está como para tomarle una foto—. ¿Y por qué se peleó con alguien? ¿Por ti?
Levanto las cejas en expresión de picardía y ella suelta una carcajada.
—Ay, amiga, me sorprendería si nunca hubiera pasado, pero creo que lo importante aquí es que a Vladimir no le eres indiferente. —Le da un mordisco a su sandwich.
—Ya lo sé, pero el problema es que no se decide a hacer algo. Parece que fuera alérgico a mí o algo así...
—¿Y cómo piensas curarle esa alergia? —dice mi amiga después de reírse con fuerza.
—Creo que será momento de que me ayudes a hacer el PPCR.
—¿El qué?
—El Plan Para Conquistar al Rogado —contesto divertida.
Mi amiga y yo no podemos parar de reír, mientras mi brillante cerebro empieza a urdir un plan muy inteligente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro