Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 8: No sabía que prestabas tanta atención a mi cita

Vladimir.

Y volar, volar tan lejos

Donde nadie nos obstruya el pensamiento

Volar, volar sin miedo

como palomas libres, tan libres como el viento

Loreta y yo seguimos cantando tan coordinados como si lo hubiéramos ensayado. Ella deja libre su blanca sonrisa y baila demostrando su experticia. De vez en cuando, me mira y se ve radiante. Yo también sonrío, feliz de poder compartir este momento con ella. El público se levanta a cantar y aplaudir a nuestro ritmo, evidentemente felices por el show que les estamos dando.

Empieza el soneo de la canción donde Marc y La India ponen más sentimiento a su voz. Como por arte de magia, Loreta empieza a bailar de esa forma tan hechizante que tiene. El público enloquece a gritos y yo solo me quedo parado admirando la belleza de lo que veo.

«¡Por Dios, debo alejarme de esta mujer cuanto antes!»

La canción termina y el público no para de aplaudirnos. Loreta se acerca a mí y toma mi mano, me hala hacia el frente de la tarima y muy cerca de mi oído susurra:

—Hay que darle al público lo que quiere. —Y me guiña un ojo.

Hacemos la venia y el presentador motiva a la gente a aplaudirnos más fuerte. Puedo ver que los acompañantes de Loreta saltan y brincan vitoreándonos.

Cuando bajamos del escenario Loreta se ve muy feliz, se nota que su vida son los escenarios, las luces y los aplausos.

—Gracias por cantar conmigo —le digo con suavidad y empiezo a caminar hacia mi mesa.

Siento que algo me detiene por el brazo y al voltear veo que ella está sonriéndome.

—Gracias por obligarme a hacerlo. —Los dientes blancos que se asoman por su sonrisa casi iluminan la zona oscura donde nos encontramos—. Escucha... he notado que tu cita no está tan divertida y, la verdad, la mía tampoco. ¿Te gustaría que fuéramos a otro lado a tomar algo? Te prometo que no será a mi apartamento.

Su propuesta me asombra un poco pero me causa gracia. Parece que yo no era el único que prestaba demasiada atención a lo que ocurría en la mesa de al lado. Me siento un poco mal por Paulina, pero no es nada mío y ya terminamos de consumir lo que ordenamos; se podría decir que la cita se ha acabado.

—Espérame un momento, pago la cuenta y me despido de mi amiga. Veámonos afuera en diez minutos —respondo.

Ella asiente con una amplia sonrisa y se dirige a su mesa. Yo me acerco a la barra y veo que la mesera que nos atendió está organizando unas cosas detrás del mueble, así que me acerco a ella y le pido la cuenta. Pago lo que Paulina y yo consumimos y me dirijo a mi mesa para despedirme de mi amiga, esperando que no se enoje porque estoy a punto de dejarla tirada ahí.

Antes de llegar a la mesa, por un momento dudo sobre lo que estoy haciendo. Si lo que quiero es alejarme de Loreta, esta no es la mejor manera de hacerlo. De hecho, esto es todo lo contrario. También es cierto que esa mujer me intriga, y eso hace que piense de más en ella. Tal vez si llego a conocerla mejor no me impacte tanto su personalidad y se pierda un poco el misterio. A lo mejor eso hasta me da vía libre para acostarme con ella sin sentir ningún temor a enamorarme después.

—Paulina, debo irme. Ya he pagado la cuenta, te agradezco mucho que me hayas invitado. Fue divertido.

Ella me mira con cara de no entender ni mu. Noto que se molesta un poco, pero luego su expresión cambia, parece que se tranquiliza. Toma su bolso, se levanta y me da un beso en la mejilla.

—Anda, vete con Loreta, qué te diviertas. —Me sonríe y pone una mano en mi mejilla para acariciarla.

—Lo siento... —Su comentario me hace sentir muy mal.

—No te preocupes, yo también ya tenía que irme.

Observo de reojo hacia la mesa de Loreta y veo que habla a un lado con la mujer que la acompañaba. La misma le reclama enojada, manotea, frunce su ceño; me imagino que por dejarlos así, pero Loreta toma su bolso, se despide de los hombres e ignora a la mujer.

Tal como hemos convenido, salgo del restaurante para que nos encontremos ahí. A los siete minutos, veo que Loreta se acerca a mí, lista para que nos vayamos. ¿A dónde?, veamos a ver qué se le ocurre.

—Listo, soy toda tuya, ¿a dónde te gustaría que fuéramos?

—No sé, fuiste tú la que me sacó de mi cita —respondo sonriente.

—Cosa que debes estarme agradeciendo; no se veía muy interesante tu plan.

—No sabía que me prestabas tanta atención.

—Yo siempre pongo atención a lo que me interesa —responde guiñándome un ojo pícaramente.

—Bueno, pues tal vez prestabas atención porque tu cita tampoco estaba muy entretenida.

—Sí, sí noté que estabas muy atento a lo que pasaba en mi mesa.

Me río con discreción y tomo su mano para guiarla hasta mi carro. Noto que su mano tiembla un poco cuando la agarro y me parece algo tierno. Loreta podrá ser una mujer lanzada y atrevida, pero sigue poniéndose nerviosa ante mi contacto. Eso me parece muy sexi.

—Hoy, nada de música clásica, así que me pido el control del radio —dice Loreta cuando nos subimos a mi carro.

—Abre la guantera —sugiero y arranco para salir del parqueadero.

Loreta sigue mis instrucciones y pega un grito cuando ve el CD de Marc Anthony. Lo saca de su estuche y lo pone en el equipo.

—Lo compré pensando en ti —confieso un poco dudoso; ese es el tipo de información que a las mujeres les gusta escuchar, y de la que se enamoran. Sé el peligro que eso conlleva, pero no puedo evitar que las palabras salgan.

—Pues has escogido muy bien, ya sabes que amo a ese hombre.

Empezamos a acompañar a Marc con nuestras voces hasta que caigo en cuenta de que conduzco sin rumbo fijo. En un semáforo en rojo, aprovecho para darle solución a ese problema. Bajo el volumen del equipo de sonido, a lo que Loreta se queja.

—¡Oye! —Me grita y su cara trata de verse enfadada.

—Lo siento, pero no me has dicho a dónde quieres ir.

—¡No es excusa para callar a Marc!

—Marc me perdonará si me dices hacia dónde debo conducir.

—Hum... —Loreta lo piensa un momento—. ¿Conoces La Social?

—Sí, me parece buena idea —afirmo.

No pensé que terminaríamos la noche bailando, pero de repente la idea me gusta. Me gusta mucho. La Social es un sitio muy de moda en Cali, ubicado en plena zona rosa. Conduzco a prisa, como hago siempre que tengo un rumbo fijo.

Al llegar a La Social, Loreta habla con el guarda que cuida la entrada y nos deja pasar sin pagar.

—No tenías que hacer eso... —digo, tratando de no sonar como esos millonarios que sienten que tienen que costear siempre todo. Sé que a mucha gente le gusta pagar sus propias cosas, que no les gusta aprovecharse de mí; Pablo me ha enseñado eso.

—Sé que no tengo que hacerlo, pero me gusta. ¿De qué te sirve hacer amigos en todos lados si no puedes pedirles favores? —responde risueña.

Entramos al sitio y como siempre, está lleno. Tratamos de ubicarnos cerca de la barra pero es difícil; el sitio está atiborrado.

Comienza a sonar un reggaeton que no reconozco. Loreta toma mi mano y me conduce a la pista. No soy muy fanático de este género, pero ver las sensuales caderas de Loreta moviéndose cerca de mí no me molesta para nada.

Yo trato de hacer lo mejor que puedo, y ella baila increíble. Noto que muchos hombres la miran, sin duda llama la atención con sus movimientos desinhibidos y su corto vestido. Ella es consciente de lo que provoca y, al parecer, le encanta.

La canción se acaba y suena una salsa suave. Loreta toma mis manos y comenzamos a bailar. Acerca su boca a mis oídos y comienza a cantar la canción, en suaves susurros.

No sé si es lo inesperado de la situación o si es su sensual voz cantándome al oído, pero noto como se me eriza la piel de los brazos. Bueno, en realidad siento que se me eriza toda la piel.

Y mis vellos no son lo único que se va levantando.

No quiero pasar vergüenzas, así que me separo un poco de su cuerpo tentador. Ella me mira a los ojos y me sonríe con algo de timidez como diciendo "sé lo que pasa y no te preocupes, no tienes de qué avergonzarte".

Volvemos a la barra cuando termina la canción y pedimos dos cervezas. La mía sin licor.

—¿Vienes mucho acá? —Me pregunta.

—No tanto como sería recomendable.

—Tienes razón, deberías venir más seguido. O deberíamos.

—¿No te mantiene muy ocupada tu compañía de baile?

—Siempre tengo tiempo libre para mis amigos —responde después de darle un trago a su cerveza.

Hemos bailado de todo: merengue, reggaeton, electrónica y salsa, por supuesto. Estoy sudando y me duelen las piernas; a pesar de mi buen estado físico, esta mujer es mucho mejor que ir al gimnasio, y parece ese conejito de Duracell al que nunca se le acaban las pilas.

Una canción suave de Carlos Vives comienza a sonar y Loreta demuestra lo mucho que le gusta. Da un sorbo a su décima cerveza y se excusa para ir al baño. Cuando la veo marcharse, noto que se tambalea y de repente me sorprendo al descubrir que un tipo le ha puesto una mano en el trasero.

Ella lo empuja pero él la agarra y la atrae hacia sí, lo que atrae mi puño hacia su cara, entonces me acerco a él para dejar que mi puño siga su curso natural.

El tipo cae al piso y en seguida Loreta me agarra para evitar que impida a golpes que el tipo se ponga de pie. Estoy enfurecido, deseo con todas mis ganas ver la sangre del idiota que se ha atrevido a tocarla. Yo mismo estoy sorprendido, nunca en la vida había iniciado una pelea, y no es la primera vez que veo que se sobrepasan con una mujer en una discoteca.

—¡Vladimir! ¡Detente! —Ella grita desesperada y su voz me calma un poco.

Puedo ver cómo los de seguridad vienen a toda velocidad hacia nosotros y me agarran con fuerza. Levanto los brazos para mostrar que ya me he calmado y Loreta y yo nos encaminamos hacia la puerta del sitio.

—¡Eres un idiota! —grita mi acompañante cuando estamos fuera del sitio.

—¡¿Qué?! ¡El idiota es el tipo que se propasó contigo!

—¡Pero yo puedo defenderme sola! —exclama con ira.

—Era un tipo mucho más grande que tú, podía haber hecho mucho más que tocarte la nalga.

—¡No es cierto! Lo hiciste porque te hirió tu ego de macho, el que alguien tocara a quien está contigo. Y por lo menos él sí se atrevió a tocarme.

Unas mujeres pasan por nuestro lado al salir del bar y al escuchar el argumento de Loreta, sueltan una pequeña risa.

—¿Ves? Ellas me entienden. ¿Verdad, chicas, que las mujeres preferimos que nos... toquen a que nos rechacen? —grita Loreta dirigiéndose a las mujeres que ahora se ríen más fuerte.

—Estás ebria. Vámonos ya.

—¡Sí! Lo estoy, ¿y qué? Tú solo estabas celoso de que otro si pudiera tocar lo que tú no quisiste...

—¡Solo te estaba defendiendo! —Su argumento me saca de mis casillas, aunque sé que no tiene sentido discutir con una borracha.

—¡Y yo ya te he dicho que no necesito que... —De repente Loreta gira su cuerpo y lo dobla, expulsando el contenido de su estómago en el andén.

Este acto borra de mí cualquier rastro de impaciencia o rabia. Me quito mi chaqueta y la pongo sobre ella, le paso suavemente un brazo alrededor de su cintura y la llevo hasta mi carro.

—Lo siento... —murmura llorando, a lo que la acerco más hacia mí y le doy un beso sobre su pelo.

La acomodo en el asiento del copiloto, el cual cambio de posición para que pueda recostarse y decido llevarla a su casa.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro