Capítulo 49: ¿Aún lo quiero tanto como para eso?
Loreta
—¿Estás bien, muchacha? —pregunta el hombre mirando con atención mi rostro—. Estás algo pálida.
Al girarme para responderle, ¡me doy cuenta de que es el mismísimo Marc Anthony! Si antes estaba nerviosa, ahora voy a morir.
—Este... Eh... Sí... Yo... —balbuceo con emoción y miedo—. Ne... necesitaba el baño con urgencia y el de las mujeres estaba ocupado.
Marc ríe y se acerca al lava manos. Mientras yo me seco la boca con una toalla de papel, él se empieza a lavar las manos y me mira a través del reflejo en el espejo.
—¿Nauseas y vómitos? —pregunta.
—Sí.
—Recuerdo mis primeros días en los escenarios. Los nervios son difíciles de manejar. Pero no te preocupes; aprendes a superarlo.
—Es la primera vez que me pasa, creí que ya estaba acostumbrada a los escenarios.
—Bueno, niña, estás en el mundial de salsa. Tus nervios son normales. —Toma una toalla de papel y se gira un poco para quedar frente a mí—. ¿Por qué me pareces familiar?
—¿Porque soy tu más grande fan? —Suelto en una reacción típica de mí cuando estoy nerviosa, Marc ríe fuerte y me contagia el gesto. Lo medito un poco y recuerdo algo—. Hace poco me dedicaste una canción en un concierto en Cali... Bueno, tú no, alguien llamado Vladimir...
—¡Vladimir Ventura! Claro que sí, tú eres... ¿Loreta?
Asiento con la cabeza y una sonrisa tímida y él me extiende su mano como para tratar de presentarse, aunque obviamente no necesita ningún tipo de presentación.
—Mucho gusto, Loreta, ahora sí... solo espero que esta vez no te desmayes... —Ríe fuerte.
—Espero que no, aunque ganas no me faltan... —bromeo.
—Bueno, mujer, ¿y Vladimir cómo está?
«Ay, esa pregunta. A mí me gustaría saberlo también»
—La verdad no lo sé... terminamos...
La expresión de su cara cambia y una mirada solemne sale de sus ojos.
—¿Really? ¡¿Pues qué le hiciste, mujer?! Ese hombre que casi me rogó de rodillas que le ayudara a reconquistarte, por ningún motivo puede haber hecho algo que arriesgara su relación. Nunca vi a nadie tan enamorado.
Sus palabras remueven algo dentro de mí y siento que las cicatrices que se fueron formando en mi corazón y que creía curadas empiezan a abrirse nuevamente y a sangrar a borbotones.
—Pues... prefirió perderme a mí que perder su suerte.
Me mira extrañado por unos momentos y luego se acerca un poco a mí.
—Pues, no sé a qué te refieres pero me parece muy maduro de su parte estar aquí acompañándote. No todas las parejas que terminan hacen esas cosas... —Marc debe notar la misma palidez que noto en mi cara al mirarme en el espejo y me agarra por los hombros—. Loreta, no te veo muy bien, te llevaré a la enfermería.
Saca su celular y empieza a mover sus dedos buscando algo, pero lo detengo.
—No es necesario. Tomaré un poquito de agua y ya se me pasará. —Me siento en una banca que hay dentro del baño y empiezo a calmarme con fuertes inhalaciones y exhalaciones—. ¿Viste a Vladimir aquí?
Aún estoy desconcertada por esa afirmación. Es como si un balde de agua fría me hubiera caído encima.
—Mira muchacha, no suelo meterme en esta clase de cosas, pero ¿quieres un consejo de alguien que vive de cantarle al amor? —Asiento con la cabeza y él continúa—. A veces grandes romances se acaban tan solo por falta de comunicación. No sé la razón por la que ustedes no están juntos, pero estoy seguro de que ese hombre está enamorado de ti sin remedio. No cualquiera estaría aquí apoyándote, ni me hubiera rogado por aquella dedicatoria en el concierto, mucho menos pagado esa cantidad de dinero por eso. Hay amores que simplemente superan todas las barreras, y creo que estoy viendo uno de ese estilo. Habla con él y trata de que se puedan entender el uno al otro. El amor se lo merece.
—Gracias... —susurro sin aliento ante la revelación de sus palabras tan bellas.
Marc se acerca y me da un beso en la cabeza con cariño y dulzura.
—Suerte en la competencia. —Sonríe y sale del baño, despidiéndose con la mano.
Me paro frente al espejo y me quedo ahí, pensando en las palabras que acabo de escuchar. No sé qué pensar al respecto. Escuchar eso de una persona que se inspira y hace arte con ese sentimiento llamado amor, es especial. Es como una verdad absoluta. Lo único que no sé es qué tanto amor hubo en lo que tuvimos. Por lo menos por mi parte hubo demasiado.
—¡¿Dónde estabas Loreta?! ¡Somos los siguientes! —exclama molesto Camilo cuando me reúno con él.
Le explico un poco lo que pasó —solo la parte de los nervios, el vómito y el baño ocupado— y él trata de tranquilizarme a través de un ejercicio de respiración.
—¡Ladies and Gentlemen, please welcome Loreta Lara and Camilo Ruiz from Cali, Colombia! ¡Damas y caballeros, por favor reciban con una bienvenida a Loreta Lara y Camilo Ruiz de Cali, Colombia! —Escuchamos por los altavoces del recinto, acompañado de una fuerte lluvia de aplausos que es habitual cuando salen a bailar parejas caleñas.
Salimos a escena y aunque mis nervios van en aumento, tomo una fuerte bocanada de aire y siento que puedo hacer esto. Es para lo que me he preparado toda mi vida así que tengo que hacerlo.
Durante ciento ochenta segundos, damos giros, saltos, y llevamos a cabo la rutina que tantas veces ensayamos sin cometer ni un solo error. Hay momentos en los que me siento débil y creo que me voy a desmayar, pero al parecer lo disimulo muy bien. Cuando terminamos, con nuestros brazos en el aire y la sonrisa más amplia que nuestras mandíbulas pueden soportar, escuchamos el increíble aplauso del público y por un momento miro a los jueces, quienes sonríen y aplauden por igual.
Salimos del escenario tomados de la mano y llegamos al backstage donde saltamos de emoción y nos abrazamos, felicitándonos por nuestro excelente trabajo. Por un momento me olvido de Vladimir y todo aquel drama. Juan llega a unirse a nuestra celebración y nos abraza con fuerza.
—¡¿Se puede ver algo más bello en la vida que a ustedes bailando?! —exclama— Dios mío ¡Ustedes son lo mejor de lo mejor! Camilo... ¿seguro eres hétero?
Yo río fuerte y Camilo pierde su sonrisa por completo. Para mí que Juan está bromeando pero ¿quién sabe?
Todas las parejas terminan de presentarse y no sabremos cómo nos fue en cuanto a puntuación sino hasta dentro de dos días, después de que todas las categorías se hayan presentado, pero tenemos la confianza de que nos ha ido muy bien.
A petición de Juan, todos mis compañeros y yo nos encontramos en nuestros cuartos en el hotel a las nueve de la noche. Debemos descansar y dormir bien para amanecer como nuevos y presentar nuestra coreografía en grupo.
Al parecer mis nauseas no se debían al nerviosismo, pues continué sintiéndome mal toda la tarde. No sé si comí algo o será algún virus estomacal, pero odio sentirme así.
Lu acaba de regresar de la habitación de Sebas y se sienta a mi lado. Ellos también compiten en la categoría de parejas y su presentación fue impecable. Me será muy difícil ganarle a eso.
—¿Cómo sigues, Lore? —pregunta mi amiga sentándose junto a mí en la cama y acariciando mi cabeza.
—Aún estoy mal del estómago, aunque me siento un poquito mejor.
—Amiga... —Su cara toma una expresión de preocupación que conozco muy bien, pues Lu se preocupa por todo—. ¿No será que estás embarazada?
Suelto una sonora carcajada ante la pregunta tan ridícula. Aunque pensándolo bien... ¡No! Me conozco y sé cómo se siente un virus estomacal.
—No te preocupes Lu, estoy planificando. Esto es un simple virus mezclado con nervios, y una pizquita de tristeza, y un poquito de soledad. El viernes, cuando nos anuncien campeones, te aseguro que mi estómago volverá a ser la misma alcantarilla de siempre.
Lu se tranquiliza un poco y empieza a ponerse su pijama de ovejitas rosas.
—A que no adivinas a quién me encontré hoy... —digo para relajar un poco el ambiente.
—¿A la reina de Inglaterra?
—No, mejor, a Marc Anthony. Así de frente y a todo color. —Mi amiga abre la boca exageradamente y hace un pequeño grito estilo fangirl—. ¿Y sabes qué es lo mejor de todo? ¡Se acordó de mí!
—Ay no, pues, qué haremos ahora con la mejor amiga de Marc... —Ambas reímos fuerte.
—Pues para que veas.... hasta sostuvimos una conversación y todo, pero creo que no quieres que te cuente. —Me meto más en las cobijas y me volteo, tapándome hasta la cabeza.
—¡Pero dame más detalles mujer! —Mi cabeza recibe un cojinazo sorpresa.
—Voy a tener que desaparecer los cojines de cualquier recinto si ando contigo. ¡Qué manía tuya la de agarrarme a cojinazos! —Le devuelvo el golpe lanzándole el cojín.
—Te los mereces por no contarme qué te dijo Marcquito...
—Bueno, ya, ante tanta rogadera, te cuento. —Me siento en la cama nuevamente y mi amiga se sienta frente a mí—. A ver, después de reconocerme, me preguntó por Vla... el innombrable, y le dije que habíamos terminado. Casi me muero cuando me dice que es muy maduro de nuestra parte que a pesar de haber terminado, él haya venido al mundial a apoyarme.
—¿¡Qué!? —La cara de Lu debe ser la misma que puse frente a Marc—. Pero tú no has visto a Vlad... a ese acá ¿cierto?
—No, no lo he visto, ni me ha escrito. Será que piensa hacerlo cuando acabemos las competencias. O a lo mejor ni se acerque, seguro solo quiso venir a ver los shows...
—No lo creo, amiga. Si quería solo ver gente bailando salsa se hubiera quedado en Cali. Obviamente está aquí por ti, y es de esperar que en algún momento trate de hablar contigo.
Un cosquilleo hace presencia en mi estómago y un pinchacito de emoción asoma en mi corazón.
—Pues... espero que no lo haga. No tenemos nada de qué hablar. —Me hago la fuerte pero sé que mi amiga no me cree. Ni yo misma me creo lo que digo.
—Y digamos que, hipotéticamente hablando, se acercara a ti a hablar y te pidiera perdón por abandonarte. ¿Qué harías?
—Lo mismo que he hecho con sus mensajes: dejarlo en visto.
Mi amiga ríe un poco y se levanta hacia el baño. Desde la cama veo que se está quitando el maquillaje y asoma su cabeza por la puerta para poder seguir hablando conmigo.
—¿Sabes qué? Creo que deberías hablar con él. Debe estar arrepentido por haberte dejado tirada así. Los hombres a veces cometen muchos errores. Bueno, no a veces, siempre. La cagan más que bebé con diarrea, pero no te preocupes, amiga, porque siempre buscaran formas lindas de ganar tu perdón. Bueno, si te aman de verdad, y yo estoy muy segura de que Vladimir se muere por ti.
—¡Ey! ¡Lo nombraste! —grito divertida.
Mi amiga exagera una disculpa y el tema cambia a cosas un poco más banales, pero cuando estamos a punto de dormirnos, no puedo evitar dar vueltas en mi cama, pensando si lo que dice mi amiga es verdad. ¿Debería olvidarme del orgullo tonto y darle una oportunidad a Vladimir? ¿Aún lo quiero tanto como para eso?
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