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Capítulo 48: Nosotros lo hacemos mejor

Loreta

La azafata nos ofrece comida pero tengo el estómago demasiado revuelto como para recibirle cualquier cosa.

Nunca he sido muy fanática de volar, pero desde la última vez que lo hice, todo empeoró. Recuerdo cada uno de los sesenta y seis minutos que duró ese viaje, un trayecto que transcurrió entre lágrimas y reproches.

Volteo a mirar a Lu, quien va muy emocionada observando todo por la ventana, y no puedo dejar de pensar en que yo también debería estar igual de entusiasmada con esto: la realización del sueño de mi vida.

—¡Mira Lore, creo que estamos pasando sobre San Andrés! —grita mi amiga con entusiasmo.

—Ay sí, qué bonito. —Suelto sin ninguna emoción.

Lu voltea a mirarme casi por primera vez desde que el avión despegó y su expresión es de sorpresa e inquietud.

—¿Qué te pasa, amiga? —pregunta tomándome de la mano con cariño.

—La última vez que volé no fue una experiencia muy placentera.

—Deja de mortificarte por eso, Lore. Lo que pasó no fue tu culpa, y llevas un mes en ese mismo estado melancólico en el que nunca te había visto. Quiero recuperar a la Lore de antes.

Le sonrío un poco, agradeciendo el amor que noto en sus palabras, pero no creo que sea fácil recuperar a mi antiguo yo. Esa mujer que siempre estaba alegre, sin importar la mala suerte que tuviera y que todo le saliera mal, se quedó en Santa Marta, en un cuarto de hotel, esperando que Vladimir regresara.

No soy de las personas que se quedan ahogadas en sus problemas, por eso la mayor parte del tiempo logro no pensar en él, pero eso no quiere decir que mi vida haya seguido como si nada.

Después de lo de aquella desconocida, regresé a mi habitación de hotel acompañada por Carolina, que por increíble que parezca, resultó ser una buena persona. Me ofreció que me hospedara con ella durante el tiempo que faltaba para que mi vuelo saliera, pues era más barato modificar su reservación de hospedaje que mi tiquete aéreo. Aún faltaban tres días para que se terminaran nuestras vacaciones, y yo estaba demasiado triste para salir de la habitación.

Carolina se encargó de subirme el ánimo y me sacó por un momento de la tristeza. Resultó ser muy alegre y extrovertida; íbamos a bailar y conocimos mucha gente, aunque al regresar al hotel yo me encerraba por ratos en el baño a llorar.

El último día de las vacaciones, me acompañó al aeropuerto y se despidió con un gran abrazo. Me hizo prometer que no lloraría, pero fue una promesa que no cumplí. Me pasé todo el vuelo llorando y contándole la historia de mi romance trágico a un pobre hombre que venía a mi lado y que no supo cómo librarse de mí.

Al llegar a Cali, tuve miedo de encontrarme con Vladimir cuando fuera por Ebisu a mi apartamento, pero afortunadamente Pablo ya lo había recogido. Lu me abrió la puerta y me recibió con un enorme abrazo, de esos que te hacen sentir que todo va a estar bien, aunque sepas con total seguridad que no es así.

Mi amiga ya sabía lo que había pasado en Santa Marta y ya tenía su propio plan para subirme el ánimo, aunque primero intentó que yo hablara con Vladimir para exigirle que me explicara por qué me abandonó de la horrible manera en que lo hizo, pero me negué a hablar con él.

Él intentó contactarme varias veces, sin embargo nunca contesté e incluso cambié mi número. Quería con toda mi alma olvidarme de él y borrar los meses pasados de mi mente, y la mejor forma para hacer eso era poniendo una gran distancia entre nosotros, aunque sabía lo difícil que eso sería.

Aún es difícil, pero no imposible. Cada día que pasa siento que saco otro pedacito de Vladimir Ventura de mi corazón y mi cabeza, y muy pronto dejará de dolerme su recuerdo.

Por ahora en lo único que quiero estar concentrada es en llegar a Miami con todo el entusiasmo del mundo y ganar el mundial de salsa. Es lo que de verdad siempre me ha importado.

La luz de "abrochar los cinturones" se ilumina de repente, justo en el momento en que quería ir a orinar otra vez. Debo revisarme la vejiga, ahora me la paso en el baño.

Para tratar de aguantar mejor las ganas de hacer del uno, le digo a Lu que voy a dormir un rato, para que no me haga ruido, y cierro los ojos. En poco tiempo me quedo dormida.

—Amiga, ya llegamos —La voz de Lu, junto con la algarabía del resto de mis compañeros de baile me despierta.

Todos empezamos a bajar del avión y entre recoger las maletas, pasar por migración y hacer otros tantos trámites necesarios como consecuencia de ingresar a Estados Unidos, se nos van unas dos horas.

Juan nos da el resto de la tarde libre para que nos desestresemos y nos preparemos mentalmente para la primera fase del mundial de salsa que será mañana, así que muchos de mis compañeros salen a conocer la ciudad, después de que todos nos instalamos en el hotel.

—Entonces, amiga, Sebas y yo vamos a ir a conocer la playa. ¿Vamos? —propone Lu con notable entusiasmo mientras termina de guardar lo que necesita en su bolso.

—Prefiero dormir, Lu.

—¡Pero si dormiste todo el camino!

—Lo sé, pero no sé por qué me siento tan cansada. En serio, Lu, vayan y diviértanse sin mí. Yo solo quiero descansar.

La puerta de nuestra habitación se abre y Sebas entra muy alegre y bien arreglado.

—¿Listas las princesas? —dice con mucha euforia en su voz.

—Lore no va a ir —contesta mi amiga con decepción.

—¿Por qué, Lore? Mirá que tal vez sea la única oportunidad que tengamos de conocer más de Miami que solo el hotel Hilton.

—Sí, ya sé, pero de verdad que me siento muy cansada, y si no duermo bien ahora tal vez no tenga fuerzas para bailar mañana y perdamos por mi culpa. —Agrego un par de bostezos a mis palabras para que dejen de insistir.

—¿Segura? —Mi amigo me mira entrecerrando los ojos como si pusiera en entredicho mi sinceridad—. O es que te vas a quedar pensando en...

—LA LA LA LA BLA BLA LA LA —gritamos Lu y yo al unísono.

—No invoques al innombrable, amor —lo regaña Lu—, recuerda que Lore está en rehabilitación...

—Sí, Sebas, nombrar a Voldemort en mi presencia es como tomarse una cerveza frente a un alcohólico desintoxicándose.

—¡Lo siento, lo siento! No volveré a nombrar a Vold en tu presencia.

—Por favor —digo con una sonrisa algo fingida—, pero vayan, no se preocupen por mí. De verdad necesito dormir un rato.

—Bueno, Lore, pero si te animas a salir nos llamas de inmediato y venimos por ti. —Lu me abraza mientras dice esto.

Sebas se acerca a darme un beso en la mejilla y me susurra muy despacio que descanse. No sé qué haría sin ese par de amigos que se preocupan tanto por mí.

Cuando cierran la puerta, me asomo por la ventana del hotel y la vista que tengo frente a mí es hermosa. Me gustaría compartirla con... «No, Loreta. No te atrevas a pensar en él».

En lugar de ponerme nostálgica mirando por la ventana, decido que lo mejor es dormir, como le dije a mis amigos que haría, y la verdad es que tengo mucho sueño. Me recuesto en la cama y cierro mis ojos, rindiéndome al dulce y suave sonido del aire que entra por la ventana acompañado por el sonsonete de las olas del mar. Ni sé cuánto tiempo pasa hasta que escucho unos suaves golpes en mi puerta.

Decido ignorarlos para que se vayan, pero el ruido sigue y sigue y no me deja dormir. Molesta, me levanto de la cama y abro la puerta con cara de revólver. Camilo me saluda con entusiasmo.

—¡Lore! ¿Quieres ir a dar una vuelta por Miami conmigo?

Si no quise ir con mis mejores amigos, menos querré hacerlo con Camilo. Empiezo a sacarle el cuerpo, tratando de mantenerme amable.

—Cami, me había quedado dormida... —Exagero un bostezo que apoye mi historia.

—¿Estás bien? Te ves algo pálida... —dice empujándome con suavidad para poder entrar a la habitación.

—Sí claro, sigue...

—Ay lo siento —ríe—, estoy tan entusiasmado de que por fin estemos aquí que hasta los modales estoy olvidando.

Su alegría me parece tierna, nunca lo había visto en esa actitud de niño explorador emocionado, pero no es suficiente para que se me contagie un poco su buena vibra.

—No te preocupes, Camilo. Pero en serio, vete a conocer Miami, yo prefiero seguir durmiendo.

Él se queda mirándome un rato y luego se sienta sobre la cama.

—Pues si no quieres salir, voy a quedarme contigo acompañándote. Me siento mal dejándote sola.

—No, no, Camilo, no dañes el paseo por mí, en serio. Si no duermo ya mismo no estaré en condiciones de competir mañana.

—¿Segura? Mira que solo por ti estaría dispuesto a quedarme encerrado en un cuarto de hotel.

—¡Qué no! —Lo tomo de la mano y lo llevo hasta la puerta. Trato de ser amable pero quiero que le quede claro que no quiero desperdiciar una tarde de sueño con la compañía de nadie; y al fin él parece entenderlo.

—Bien, Lore, pero por favor si quieres salir o algo, me llamas.

—Claro que sí. Adiós —afirmo mientras cierro la puerta con fuerza y me dirijo derecho hasta mi cama, esperando que nadie más venga a molestar y por fin me dejen dormir.

Las dos primeras parejas que ya se han presentado lo hicieron muy bien, la tercera lo hizo excelente. Faltan tres parejas más para que sea nuestro turno y mis nervios cada vez van subiendo más y más. Desde hace un rato tengo el estómago revuelto y no puedo quedarme quieta en ningún momento, nunca había estado tan nerviosa.

¡Pero este es el mundial de salsa! La culminación del esfuerzo de mi vida tendrá esta fecha en el calendario. Aunque ya he participado en muchos torneos y campeonatos antes, con resultados siempre positivos, hoy es un día especial y eso se nota en el ambiente.

Yo participaré en dos competencias, según la categorías en las que encajo. El día de hoy, a las cuatro de la tarde, bailaré con Camilo en la categoría Professional Salsa Showcase On1, y mañana a las dos de la tarde toda la compañía participará en la categoría Large Team Salsa Showcase. Todos tenemos unos nervios del demonio.

La cuarta pareja es llamada a escenario y Camilo me aprieta la mano en un gesto nervioso, como indicándome que ya van a comenzar.

¡Ladies and gentlemen, please welcome Yennifer Castro and Miguel Pérez, from Oaxaca, Mexico! ¡Damas y caballeros, por favor reciban con una bienvenida a Yennifer Castro y Miguel Pérez de Oaxaca, México! —Escuchamos por los altavoces del recinto y el público rompe en aplausos.

Según lo que investigó Camilo, esta pareja tiene fama. Son los mejores representantes de su ciudad, que tal como Cali, hoy es reconocida como una potencia en salsa. Debemos estar muy atentos a su show.

—Nosotros lo hacemos mejor —dice Camilo mirándome con una sonrisa, tratando de calmar los nervios que deben ser evidentes en mi cara.

Le sonrío de vuelta y vuelvo a concentrarme en el concurso. Por lo general mientras observo a mis rivales en las competencias, me fijo mucho en los jueces. Su cara a veces te dice tanto como si estuvieras ahí sentada con ellos, deliberando sobre quién baila mejor o quién ha cometido una falta.

La mayoría de los jueces son conocidos para mí, eso facilita mi análisis facial. Voy pasando de rostro en rostro, hasta que por primera vez noto que la mismísima Jennifer López es una de los jurados.

«¡Ay, Dios mío! ¿Jenny from the block nos va a juzgar?»

De repente siento algo que va ascendiendo desde mi estómago en una mezcla de nauseas con ataque de pánico y tengo que salir corriendo a buscar un baño.

Cuando llego a los servicios para mujeres me doy cuenta de que la fila para entrar incluso gira por una esquina y decido dirigirme a otro baño que vi hace un rato cerca de la zona administrativa. Me imagino que es el baño que utilizan los gerentes y organizadores del evento, y esto puede traerme problemas.

Por ahora, mejor me preocupo por no devolver el contenido de mi estómago a la vista de todos y entro disparada al dichoso baño, que para mi suerte está vacío.

Después de que he devuelto hasta lo que comí en mis vidas pasadas, salgo para mirarme al espejo y componerme un poquito, pues cada vez falta menos para salir a presentarnos y para los jueces es importantísima nuestra presentación personal.

—¿Qué haces aquí? —dice una voz que me saca de mis pensamientos y me exalta.

Estoy en serios problemas.



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