Capítulo 29: Mejor aléjate de él
Loreta
Al cabo del total fracaso que fue la cena, nos disponemos a salir del restaurante, después de que por milésima vez Francisco tuviera que ir al baño.
Estoy parada en la entrada del restaurante, esperando a que mi acompañante regrese debido a que después de pagar la cuenta y salir hacia el parqueadero, de nuevo tuvo una urgencia que tenía que ser atendida —y no estoy hablando de una situación médica, precisamente—.
La media noche ha pasado hace unos minutos y la calle empieza a tener más y más movimiento. Granada es una de mis zonas favoritas de la ciudad, no solo por la bella arquitectura de sus casas, o por que tiene los mejores restaurantes y bares de Cali, sino porque las calles siempre tienen su propia vida. El restaurante se ha ido desocupando de a poco, pero aún nos acompañan bastantes comensales.
El viento sopla fuerte de repente y la pashmina que llevaba sobre mis hombros sale volando.
—Creo que se te perdió esto —dice una voz masculina muy cerca de mí.
—¿Otra vez tú? ¿Quién es el que stalkea ahora? —le contesto a Vladimir, quien extiende su mano para mostrarme la prenda. Su presencia me sorprende. ¿Acaso se volvió mi sombra?
—Solo vine a comer. Aunque si te estuviera stalkeando ¿te molestaría? —pregunta coqueto.
—No —respondo sonriente después de unos segundos, olvidando lo enojada que aún estoy con él.
Toma mi pashmina y la extiende, rodeándome con sus brazos para ponerla sobre mí. Inspiro profundamente, su perfume es delicioso. Ya había olvidado ese olor, el que casi me enloquece esa noche en su apartamento.
—Gracias —susurro.
—¿Y el doctor?
—¿Te importa? Ya viene.
—Ya me siento mejor... —Hablando del rey de Roma.
—Ah, muy bien. Los dejo entonces para que continúen con su cita. —Vladimir se retira despacio pero acerca sus labios a mi oído por un corto momento.— Si quieres cambiar de acompañante, aquí estaré, stalkeándote...
Un camino de vellos erizados empieza a formarse desde mi oreja hasta la punta de mi pie y luego al otro lado. Vladimir se va y Francisco parece no haber notado nada de lo que acaba de pasar.
El doctor comienza a caminar hacia su carro y lo sigo en silencio. Pobre, algo debió caerle mal. Sé que no es su culpa, pero me molesta que la noche haya salido así. Para que esta primera cita acabe peor, solo falta una lluvia de meteoritos que acabe con el planeta.
—Perdóname, Loreta... —dice Francisco apenado, mientras enciende el vehículo.
—¿Por qué? No es tu culpa sentirte mal.
—Pero arruiné nuestra cita —dice apesadumbrado.
—Podríamos repetirla...
Me sorprendo al ver que guarda silencio y arranca a gran velocidad el vehículo. Tengo que agarrarme con fuerza de lo primero que encuentro, pues va manejando como si lo viniera persiguiendo el demonio, o como si se fuera a cag... ah, claro.
—¿Estás bien? Vamos un poco rápido...
De repente, un nauseabundo olor llena el carro y no me permite ni hablar. Como vamos con el aire acondicionado, rápidamente el hedor llena el habitáculo y siento que voy a morir. Trato de disimular un poco, para que no se sienta tan mal —o peor—, pero es imposible; tengo que abrir la ventana lo más rápido que puedo o el reporte de mi autopsia se volvería viral en internet: "Mujer es encontrada en vehículo, ahogada por gases expulsados por el intestino de su acompañante".
El vidrio baja rápido pero no es suficiente. Con todo el dolor en el alma, tengo que sacar la cabeza por la ventana; aunque para disimular, me acerco al espejo retrovisor de la puerta y empiezo a revisar mi maquillaje y mis dientes, en busca de algún resto de comida.
—Perdóname, Loreta, de verdad no sé qué me ha caído mal —dice bajando también su ventana; el pobre está más rojo que un tomate.
El resto del recorrido me debato entre invitarlo a mi apartamento o dejar que siga su vida directico hacia una droguería por un Lomotil, un Finigax y luego a un baño. Escojo lo segundo, rogando por que conduzca aún más rápido, pues los veinte minutos que llevamos en este carro han estado ambientados por sus gases, y cada uno es peor que el anterior.
—¿Por dónde volteo, Loreta? —pregunta cuando estamos cerca de mi apartamento.
Creo que ha tomado un camino por el que yo nunca había llegado hasta mi hogar, porque no reconozco muy bien la zona.
—Hum... no sé, no suelo tomar este camino...
—¡Rápido! —El grito que pega es impresionante.
—¿Sabes qué? Aquí puedo bajarme. Gracias por la invitación.
Salgo de inmediato del carro, y me sorprende ver que casi en el mismo momento en que piso el suelo, Francisco conduce como loco y en cuestión de segundos desaparece.
«Pff, la peor cita del mundo, definitivamente»
Miro a mi alrededor y no reconozco la zona. Veo frente a mí una droguería que por suerte está abierta y decido entrar. Si Francisco no hubiera salido despavorido, esto hubiera salvado nuestra noche.
Quien está en el mostrador empieza a atenderme, pero le digo que solo estoy perdida y que me dé un momento mientras decido qué hacer. Lu está con su mamá en el hospital. Sebas está reemplazando a un amigo con un turno en un restaurante, mi hermana está fuera de la ciudad, según las fotos que ha subido en el Facebook —porque la belleza ni siquiera se ha dignado a escribirme por Whatsapp para contarme de su vida— y hasta ahí llega mi lista de contactos de emergencia.
«A menos que...»
No. Me niego a tener que recurrir a él. Abro mi Whatsapp y veo que está activo. Me muerdo la lengua por la frustración que me da tenerlo solo a él para que venga a socorrerme. ¿Qué clase de mujer que dice que se puede cuidar sola soy?
En mi defensa tengo que aclarar que prefiero no andar en taxi sola a esta hora. Después de lo que le pasó a una vecina en uno de esos vehículos, juré que jamás los tomaría sola.
"¿Estás despierto?"
Al final decido escribirle a Vladimir, pero antes de presionar "enviar" escucho una voz familiar.
—¿Lore? —dice la voz femenina tras de mí.
Al voltear, mi sorpresa y mi alegría son igual de grandes.
—¡Dani, cuánto tiempo sin verte!
Daniela sale del mostrador y me da un fuerte abrazo que me recordó aquella época en el colegio cuando fuimos grandes amigas y cómplices de muchas locuras que nos metieron en más de un problema.
—Sí, amiga, ¡hace siglos no sabía nada de ti!
—Pues como no tienes Facebook. Esa es la mejor forma de desaparecer del planeta.
Suelta una risa y regresa al mostrador.
—¿Qué haces acá tan tarde, Lore?
—Uff, larga historia. El caso es que se supone que vivo cerca, pero no tanto como para ir caminando a esta hora, además no sé cómo llegar.
—¿No tienes Waze?
—Pff, escasamente tengo Whatsapp —digo soltando una pequeña risa.
—Hum, no cambias. Si me esperas media hora a que cierre este chuzo te arrimo a tu casa, hoy ando en el carro de mis papás.
El hombre que me atendió primero toma un morral y sale de la droguería, despidiéndose de ambas. Yo contesto por cortesía, y Daniela le indica que recuerde que quien tiene que cerrar mañana la droguería es él.
La media hora en la que espero a Daniela mientras recoge sus cosas, cuadra la caja y cierra la droguería. Me hace recordar las muchas anécdotas que vivimos mientras estudiamos juntas por dos años en el colegio. Los profesores nos llamaban "las gemelas diabólicas" porque cuando estábamos juntas, de verdad parecía que alguien nos hubiera sacado del infierno para que estudiáramos ahí. Ella fue la primera persona a la que le conté sobre mi primera vez, razón por la cual Lu dejó de hablarme por unos cuantos meses. Era divertida esa competencia entre ellas por ver quién era mi mejor amiga; la que terminó cuando los papás de Dani decidieron cambiarla de colegio a ver si su rendimiento académico mejoraba un poco.
En ese momento fue el acabose para nosotras, pero el tiempo cura todas las heridas y el destino nos ha vuelto a reunir hoy aquí; por algo será.
—Dame la dirección de tu casa para meterla al Waze —solicita Dani cuando nos subimos a su carro, mientras saca el celular de su bolso y empieza a buscar entre las aplicaciones.
Se la digo y en unos cuantos segundos, el aparato empieza a darnos instrucciones para llegar a mi casa. Al parecer estamos a unas pocas cuadras.
—Entonces, mi Lore ¿seguiste con el baile?
—Claro, de eso vivo. ¡Oye, Dani! ¡me alegra tanto volverte a ver después de tantos años! ¿Cómo está tu hermano?
Suelta una sonora carcajada.
—No me sorprende que sea lo primero que me preguntes. —Si había algo que molestara a Daniela cuando éramos amigas era que yo viviera tragada de su hermano. Decía que si nos hacíamos novios temía llegar a casa y encontrarnos en situaciones comprometedoras, que sería una imagen que no podría sacarse de la cabeza. Por suerte para ella, su hermano nunca se atrevió a nada conmigo, aunque una vez me confesó que le atraía, pero que sería tan raro como estar con su hermana.
—Pues, qué te puedo decir... —contesto encogiéndome de hombros— ¿Sigue igual de bueno?
—Iugh, si contestara a esa pregunta me meterían a la cárcel por incesto. —Ambas nos reímos con fuerza—. Pues lo que te puedo contar es que hace un año se casó y su esposa está esperando un bebé.
—¡Ay, qué lindo, y qué lástima!
—¿Y tú? ¿Soltera, con novio, con novia, casada, comprometida?
—Felizmente soltera. Bueno, no tan felizmente, te confieso que no es un estatus muy agradable cuando andás más tragada que tanga e' loca.
—¿Y cuál es el problema? ¿No te para bolas?
—El problema es justo ese. Que sí me para bolas. —Hago especial énfasis en ese sí—, pero está medio loco, dice que no se puede enamorar y no sé qué...
—Ay, amiga, un compromisofóbico. Mejor aléjate de él. —Al terminar de decir esto se estaciona frente a mi edificio—. O mejor secuéstralo y me llamas, tal vez si lo agarramos a batazos entre las dos entra en razón y deja de ignorarte.
Soltamos una risa fuerte y le agradezco por traerme hasta mi casa —y por ahorrarme el asesinato de orgullo que supondría haber tenido que llamar a Vladimir.
Ambas anotamos en el celular de la otra nuestros números y Dani se ofrece a acompañarme al hospital a visitar a Victoria y a Lu, le entusiasmó la idea de volverlas a ver.
Al entrar al apartamento voy directo hacia mi cuarto,y casi sin quitarme ni siquiera los zapatos, caigo exhausta sobre mi cama. ¡Quédía más largo y raro el que está terminando!
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