Capítulo 28: ¿Y si soy yo la que no se ha interesado en nadie?
Loreta
¡Lo odio! ¡Cómo lo odio! Estúpido momento en el que tenía que conocer a Vladimir. Estúpidos compañeros que me dejaron desnuda por ahí para tener que encontrarme con Vladimir. ¡Estúpido y sensual Vladimir!
Entro en mi apartamento y voy directamente a mi cuarto a cambiarme de ropa. Debo ir al casino a hablar con Juan para contarle lo que ha pasado con Luisa y buscar la manera de que la reemplace en los shows de estos días. Sé que podría hacerlo por teléfono, pero salir y concentrarme en otras cosas me ayudará a no pensar en la ridícula situación de pantalones en la que ando metida.
Después de hablar con Juan y conseguir que le diera permiso a Lu por dos semanas para cuidar a Victoria, voy al camerino a recoger unas cosas que mi amiga dejó y que tal vez necesitará en la clínica. Al entrar al camerino, voy directamente a su casillero. Por suerte me dejó una copia de sus llaves junto con las mías, para casos de emergencia como este.
Antes de meter la llave en la cerradura, escucho unas voces que vienen desde la zona de las duchas. Son voces femeninas. Es la voz de Marcela López.
Me acerco suavemente tratando de no ser escuchada, y me quedo inmóvil parada al lado del marco de la entrada a las duchas, desde donde no pueden verme.
—Te lo aseguro... —dice Marcela—, Luisa está embarazada, y la Loreta la está tapando.
—¿Pero por qué lo dices? ¿Escuchaste o viste algo? —pregunta otra voz femenina que no reconozco.
—Es obvio, o ¿por qué vino Loreta a pedir dos semanas para la bobarrona de su amiga? Ay, qué pesar con Sebas, lo amarraron feo.
—Pero ellos se quieren mucho.
—¿Pero vos creés que Sebas quiere ser papá ahorita? No lo creo.
—No sé, no creo que sea un embarazo...
—Ay, mujer, que sí; vas a ver que cuando se terminen esas dos semanas va a pedir más permisos y luego va a renunciar, cuando se le empiece a notar la panza —interrumpe la estúpida a la otra mujer.
—Bueno, pues si es así, será lindo. ¿No? Digo, hace tiempo son pareja, se aman mucho.
—¡Ja! Vamos a ver cuánto les dura el amor cuando el mocoso les trunque sus carreras.
—Ay, Marcela, ¿por qué eres tan venenosa?
—Perra, sería una palabra más adecuada —afirmo haciéndome notar frente a las dos mujeres.
Marcela se levanta rápidamente de la banca en la que se encuentra, y Eliana, que era la voz a la que no pude reconocer, la imita.
—Repite todo el veneno que estabas soltando. —Mis palabras cada vez se cargan más y más de rabia.
—Yo solo digo verdades. La boba de tu amiga no se cuidó y ahora viene en camino un obstáculo para el pobre Sebastián.
«¡Agárrenme que la mato!»
Mejor me controlo. En juego largo hay desquite.
—Tú no sabes nada. Y la gente que habla sin saber es idiota —afirmo, tratando de ignorar su cara de imbécil.
—Di lo que quieras, Loretica. Pero muy pronto tu amiga tendrá reemplazo. Y probablemente Sebas también.
Me doy vuelta y me voy. Si me quedo un segundo más frente a esa mujer, voy a agarrarla del pelo y a restregarla contra el piso, y probablemente me quedaría sin trabajo por esa razón.
Oigo las risitas idiotas de Marcela a lo lejos cuando voy saliendo del camerino y me dirijo a paso veloz hacia fuera del hotel. Si pudiera me iría del planeta; evitar devolverme y partirle la cara me está costando más que no tirármele encima a Vladimir hace unas semanas.
Después de llevarle las cosas a Luisa, regreso al casino a prepararme para el show de la noche. Veo a Susana, la chica suplente, y me alegra que sea ella quien baile en lugar de mi amiga. De todas las suplentes que se tienen para estos casos, ella es la más perfeccionista y talentosa. Hace un año, cuando una de las chicas de el show de entonces enfermó, llamaron a una suplente que creímos que daría la talla, pero la primera noche de baile vomitó de los nervios en pleno escenario. A partir de ese día, Juan tomó muchas medidas drásticas para que las suplentes estuvieran más preparadas.
Veo a Marcela alistándose para el show y me provoca ir a arrancarle las extensiones falsas y las mechas horribles que tiene. Una cosa es que sea la responsable de la broma que me dejó andando desnuda por todo el hotel, y otra muy diferente es que haya dicho cosas tan hirientes sobre mis amigos. Definitivamente tengo que planear una buena venganza.
Después de que el show termina sin contratiempos, me arreglo rápido para mi cita con Francisco. Antes de comenzar a bailar, me envió un par de mensajes que me hicieron sonreír como tonta; uno para confirmarme que nos veríamos a las once, y el otro para demostrarme lo ansioso que estaba por salir conmigo.
A las 11:02 estoy parada en el lobby del hotel, esperando que Francisco me recoja en su carro, mirando mi celular cada dos segundos. Mi celular vibra en mi mano y me apresuro a leer el mensaje.
Mensaje de El doctor papasito:
¿Lista preciosa? Estoy fuera del hotel.
Salgo como una bala humana a encontrarme con el que probablemente sea el padre de mis hijos, y veo su hermoso carro rojo parqueado a un lado de la calle, con Francisco recostado sobre él, mirando hacia la entrada del hotel.
—Hola, Francisco —saludo con mi mejor sonrisa.
—Wow. Creí que después de verte hoy no volvería a ver algo más hermoso, pero claramente me equivoqué.
Su comentario cursi me da ganas de voltear los ojos hasta la nuca, pero debo admitir que me gusta.
—Tú también mejoraste mucho, aunque la bata te quedaba bien.
Abre la puerta del pasajero y me sorprendo al ver que aún quedan caballeros en Cali. Su carro huele muy bien. Eso me encanta; los hombres limpios y ordenados son lo mío. Se sube en el lado del conductor y prende el radio. Suena música electrónica; acaba de perder dos puntos. Okay, no seré tan estricta con él en cuestiones musicales. No esta noche, por lo menos.
—¿Desde hace cuánto bailas salsa? —pregunta al detenerse en un semáforo.
—Desde que era pequeña.
—¿Y planeas hacerlo toda la vida?
«¿Y esa pregunta?»
—Mientras pueda, sí.
—¿Estudiaste algo más? ¿Algo como una carrera de verdad?
Acaba de perder 1.589 puntos. ¿Carrera de verdad? ¿En serio?
—¿Qué? —La rabia que me genera no me deja articular una pregunta más inteligente.
—¡No, no! Ay, qué pena. No fue eso lo que quise decir, perdóname. Solo me preguntaba si estabas estudiando o habías estudiado algo más.
—No. No hay ninguna otra cosa que quiera hacer. ¿Tú estudiaste algo más?
Guardamos silencio por un par de minutos que parecen quince.
—Loreta, de verdad discúlpame. Desde que empecé a estudiar medicina me enseñaron a hablar de frente y a veces se me va la mano. Me parece estupendo que seas bailarina.
—Deberías venir a verme algún día para que sepas lo buena que soy.
—¡Claro que sí! En mi próximo tiempo libre iré a verte, lo prometo. —Toma mi mano y le da un suave beso que me hace estremecer—. ¿Me perdonas?
¡Ay, pero si yo no soy rencorosa para nada! ¡Ni Sor Teresa de Calcuta me supera!
—Sí, claro, no hay problema. Sé a lo que te refieres. A veces yo también soy demasiado sincera, y eso no me lo enseñaron en ninguna facultad de medicina.
Nos miramos y sonreímos mientras él vuelve a conducir y parquea el carro frente a un restaurante que no conozco, pero que se ve muy acogedor.
El sitio es una antigua casa decorada con elementos vintage que completan todo el look. Me siento bastante hipster en este lugar. No me molesta, pero me parece extraño. Hay dos ambientes; uno dentro de la casa y otro en el jardín frontal. Somos recibidos por una amable joven que nos aconseja que nos sentemos afuera para que sintamos la brisa que, por la hora, nos acariciará.
Seguimos su consejo y procedemos a ordenar. Mientras esperamos que lleguen la entrada y las cervezas, observo todo el lugar con atención. Hay poca gente a esta hora, pero según lo que cuenta Francisco, es posible que el lugar se llene más tarde.
—Bueno, Loreta, cuéntame por qué una mujer tan hermosa como tú anda soltera.
Acaba de perder otros tres puntos por esa pregunta tan cliché.
—¿Tiene algo de malo la soltería? —respondo, disimulando un poco la molestia.
—No, no. Es solo que me parece extraño que nadie se haya interesado en ti.
—¿Y si soy yo la que no se ha interesado en nadie? —Si toda la noche su conversación va a ser así, esto pinta mal.
—Ah, claro, me imagino que el trabajo te consume mucho tiempo, como a mí —responde apenado.
—No. Solo no he querido tener novio. No lo necesito.
«Que le quede claro que no soy de esas mujeres que piensan que la vida sin pareja no es vida»
La mesera nos interrumpe con nuestras entradas en la mano y agradezco que así lo haga. Empezamos a comer y nos olvidamos un poco del intento de charla que estábamos teniendo.
Han empezado a llegar más personas al restaurante. Ni siquiera me di cuenta cuándo o cómo pasó, pero el sitio está casi lleno.
—Y ¿qué planes tienes para el futuro? —pregunta Francisco.
—Para el futuro próximo participaré en el mundial de salsa que se llevará a cabo dentro de pocos meses en Miami. Para el futuro lejano, no tengo ningún plan. La vida se empeña en cambiarlos, así que dejé de permitirle que me sorprendiera.
—Buena filosofía —responde con una rara expresión en su rostro.
Guardamos silencio un momento y noto que Francisco se mueve incómodo en su asiento. Su pierna vibra con desespero y se limpia el sudor constantemente.
Un momento. ¿Estará nervioso de estar conmigo? ¡Ay, qué tierno! Puede que hasta le perdone las preguntas bobas que hace y al final me lo lleve a la cama. ¿Quién sabe?
Se disculpa para ir al baño y veo que sale caminando muy rápido hacia el fondo del restaurante. Me imagino que hace tiempo no tenía citas, por su trabajo. ¡Parece un adolescente! El pensamiento me arranca una sonrisa y termino mi cerveza. Quiero otra pero esperaré a que regrese Francisco para pedirla.
Pasan varios minutos mientras navego distraída por Facebook en mi celular. Ya acepté unas cuantas solicitudes de amistad, y veo que Vladimir aceptó la mía. ¡Ja, creo que demasiado tarde, amigo!
Dejo el celular en la mesa y miro con más atención la bonita decoración del sitio, cuando siento que el aparato vibra.
Mensaje de Vladimir:
Espero que algún día me perdones y podamos volver a ser amigos, nada me gustaría más. Un beso.
Suspiro con pesar de que él y yo estemos en esta posición. ¿Por qué tienen que ser las cosas tan difíciles con él? Estoy segura de que le gusto, y él me encanta y todo; pero no entiendo por qué se empeñó en arruinar lo que estaba surgiendo entre nosotros, y me duele. Dejo el mensaje en visto y guardo mi celular en el bolso. Tengo que vivir el aquí y el ahora, no me gusta estar haciéndome la pregunta: ¿Qué hubiera pasado si...?
Francisco regresa a la mesa y noto que sigue incómodo, aunque ya no tanto como antes.
—¿Estás bien? —pregunto.
—Sí, sí, no te preocupes. —Su respuesta se siente un poco forzada pero supongo que es mi impresión.
—Pediré otra cerveza. ¿Quieres una?
—¡No! —Su respuesta casi suena a grito—. Ay, lo siento, no quise que sonara así. Regreso en un momento.
Y diciendo esto, vuelve a salir disparado al baño.
Las fotos que encuentran arriba, son fotos del sitio real en donde Loreta y el doctor cenan, es un restaurante de mi amada Cali, llamado 1975 donde la comida es deliciosa.
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